28

 

—¿VISTE esa nave, Doc?
—Todo el tiempo, Bron. Vienen como alienígenas... Ahí no hay ningún truco de Cana, y eso ocasiona una gran cantidad de preguntas. El gobierno de Tierra siempre ha negado la posibilidad de una amenaza alienígena, y también niega la posibilidad de formas de vida alienígena que crucen el vacío. Las últimas elecciones se basaron en la fuerza de esa premisa, de hecho. Parece que se equivocaron en ambos casos.
—Y Cana tenía razón. Es obvio que el cohete contra Onaris salió del mismo sitio. Fueron alienígenas quienes destruyeron Onaris, al fin y al cabo. Y si Cana es inocente en cuanto a lo de Onaris, ¿cómo podemos asegurar su parte en la destrucción de los otros treinta y siete planetas que se le han atribuido?
—Tú debes saberlo, Bron. Fuisteis principalmente tú y Ananías quienes montaron el caso contra los Destructores. Estoy transmitiendo estas cintas al Estado General. El Consejo de Defensa va a tener que hacer un replanteamiento radical ante esta evidencia. Voy a llamar a Jaycee para que atienda el panel, pero permaneceré a la escucha hasta que ella venga.
—De acuerdo.
Bron observó las pantallas mientras los detectores avisaban que la nave alienígena cruzaba hacia el blanco. Sentía de forma inexplicable que algo iba mal, pero era incapaz de definirlo. Entonces se dio cuenta de que el cloqueo de gansos en su cabeza había muerto. Ahora escuchaba un tranquilo silbido. No era una simple atenuación de la señal, ya que era mucho más claro, aunque el ruido era dominado por un silencio de expectación, como si sus originadores fueran también espectadores del incidente que iba a tener lugar.
Entonces, de los poderosos proyectores del Skua se deslizaron hacia el espacio los largos y delgados torpedos con cabezas mesón difractadas, para interceptar el curso de la extraña nave alienígena. Tan preciso era el cálculo, que cada uno encontraría su lugar señalado en el blanco con muy poca diferencia. Tal exactitud era innecesaria, ya que un misil mesón difractado podía destruir cualquier nave si se detonaba a 50 kilómetros de su blanco, pero Bron había optado por no dejar lo más mínimo al azar. En las pantallas, unas brillantes agujas mostraban los torpedos que se movían lentos como caracoles hacia la nave, aunque en realidad su velocidad se aproximaba a una centésima de la velocidad de la luz. Los alienígenas no mostraban ninguna señal de poner una pantalla defensiva contra el ataque o de tomar cualquier acción de huida.
En breve, una segunda andanada de misiles estremeció al Skua al salir de sus proyectores. Estos últimos eran poderosos, pero de un diseño nuclear más convencional. No habían sido dirigidos hacia la nave alienígena, sino hacia un punto teórico en el espacio, donde el Caos había declarado que una explosión iba a tener lugar. No estaba solo el Skua en esta acción. Otras siete naves de los Destructores contribuían con su complemento de explosivos de alto poder convergiendo en el mismo punto. De todas las naves en las cercanías, sólo la oscura nave alienígena no emitía fuego y no daba señales de combate. Labraba su camino a través del espacio como si la batalla no existiera. El cloqueo de gansos se había convertido en un murmullo apenas audible.
Los torpedos alcanzaron el primer blanco. El fantástico destello de las doce reacciones sobrecargó los radares, y los dejó muchos segundos en blanco. Cuando las pantallas volvieron a la vida otra vez, hubo gestos de desaliento entre los observadores del puente. La nave alienígena no había sido destruida, ni siquiera dañada. Siguiendo su ruta entre la flota de los Destructores, había sobrevivido a una reacción que se había calculado suficiente para destruir cualquier material que se encontrara en el universo.
Unos minutos después, las minas convergieron en el espacio para formar una explosión de 18 teramegatones en el punto del vacío donde el análisis del Caos había predicho que el Anne Marie debería haber estado, si no fuera por la intervención de Bron. La corbeta había sido desviada, y ahora permanecía como un fino y broncíneo testigo de la desviación de su propio destino.
Los ojos de Cana estaban llenos de admiración.
—¡Gracias, Sincretista! Empieza a revelar un poco de su promesa. No hay otro hombre en la historia que haya tratado de manipular una resultante de Caos con éxito. Usted no aprendió ese truco en ningún loco seminario de Onaris, y dudo de que sea práctica general de un comando. No sólo es un catalista innato, sino que también es un hombre notable.
La respuesta de Bron fue interrumpida por un repentino grito del operador en las pantallas. Se volvieron, y se enfrentaron con una visión increíble. La imagen de la nave alienígena se había mantenido enfocada y ampliada hasta los límites de la pantalla. Aunque los impactos mesón difractados no le habían hecho el menor daño, aparentemente habían sacado a la nave de su trayectoria. Ahora la monstruosa creación rodaba y se revolvía no ya como una nave fuera de control, sino más bien como un palo arrojado hacia el viento.
Observaron con fascinación cómo el extraño cilindro rodaba lentamente de una parte a otra. Tuvieron una buena perspectiva de su mal diseño como nave, pero no obtuvieron ninguna nueva idea sobre su propósito, o su modo de funcionamiento.
Entonces se produjo un hecho chocante. Cuando la nave dio la vuelta, se hizo evidente que su parte trasera faltaba... o no había existido nunca. No había tubos de empuje, ni mecanismos de reacción, ni la conclusión de una pared final. Toda la vasta estructura era sólo como una concha vacía, un cilindro cerrado en una parte y abierto al espacio en la otra. No tenía contenido, ni particiones internas. ¿Qué medio misterioso la había acelerado a tal velocidad, mientras la mantenía orientada a lo largo de su eje mayor? Era una pregunta que se sentían incapaces de responder.
Mientras observaban incrédulos, el drama se profundizó. El enigma rodante pasó a través del punto donde la explosión de sustitución había ocurrido, y continuó ciegamente su derrota. Las pantallas se ajustaron como si buscaran su destino. La distante imagen de otra corbeta fue avistada; se trataba del Jubal. Se estaban ajustando los paneles para producir una imagen razonable, cuando el oscuro cilindro alienígena golpeó al Jubal, como un palo golpea a un pájaro en el aire.
Por una misteriosa reacción, ambas naves, el Jubal y el artefacto alienígena, se rompieron, no por la fuerza, sino por una especie de desintegración mutua. No hubo explosión, ni un escape de energía: hubo una aniquilación de la masa de ambos cuerpos cuando llegaron al contacto físico. Cada uno parecía contener un estado de materia que era la antítesis del contenido en el otro. El efecto fue una cancelación de la existencia de ambos, sin ninguna manifestación de energía latente, algo que que debería haber sido la consecuencia de la destrucción completa de tanta masa.
A poco, la única evidencia del acontecimiento fue una pequeña cantidad de espuma en el espacio, y una pregunta enigmática en las mentes de los hombres que lo habían observado.
Casi inmediatamente, el cloqueo de gansos surgió como un gemido en crescendo dentro de la cabeza de Bron. Automáticamente pensó que era como el griterío de una inmensa multitud, aunque los tonos eran más indicativos de miedo que de júbilo. Los alienígenas debían haber sido testigos del hecho, porque el momento de su reaparición era demasiado oportuno para ser coincidencia. Su mente trató de entenderlo, pero fracasó en la tarea. Estas criaturas eran cosas con talentos y medios más allá del saber de cualquier experiencia humana. No tenía referencias en las que basar sus conceptos. Sólo dos cosas parecían compartir con la humanidad: hostilidad y miedo.
—¡Touché! —dijo Cana—. Parece que tenemos un enemigo formidable, Sincretista. Están jugando con tus mismas armas.
—¿Qué quiere decir?
—Usted engañó al Caos al sustituir su propia razón por una onda resultante que existe. Contraatacaron destruyendo al Jubal por medios que no producirían una onda entrópica. Por análisis del Caos, su método de usted es indistinguible de un hecho real; el de ellos, es indistinguible de un clásico no-hecho. Lo que significa que tenemos una buena oportunidad de ganar.
—¿Cómo hará que eso resulte?
Cana sonrió con cansancio.
—Mi querido Sincretista, tenemos evidencias, tales como la bomba hacia Onaris, de que los alienígenas han estado experimentando con el Caos por muchos cientos de millones de años. Le estuve observando a usted, y sus reacciones eran instintivas. Usted desarrolló una respuesta comparable a la de ellos en menos de siete minutos. Ahora empiezo a comprender por qué le tienen tanto miedo.
Un furioso estallido en su cabeza previno a Bron de que algo ocurría en el transmisor de unión. Entonces una voz apagada, pero reconocible, le llegó:
—Ananías a la escucha. ¿Me escuchas, mi querida puta?
—Es Veeder quien te escucha. ¿Qué diablos pasa?
—Escucha, Doc, y manten una linea abierta con el Estado General. Ya les he enviado un informe. Esta próxima sesión va a ser crítica. Bron, ¿me escuchas?
—Como a un libro, Ananías. ¿Cuál es la lectura?
—Acabamos de salir del subespacio, y nos hemos encontrado con la Flota Comando en los Bordes. Tengo un contingente de fuerzas de sesenta y ocho naves, todas dispuestas para la batalla. Estoy emitiendo en radio FTL y también por el transmisor de unión, porque quiero que Cana escuche lo que voy a decir.
—Espero que no estés pensando en amenazarle. Tiene dos veces más poder del que tú puedes reunir.
—¿Amenazarle? ¡Debes estar fuera de quicio! No hemos venido a atacarle, sino a unirnos. Caos predice que la principal flota alienígena está a unos días fuera del vacío. A la vista de las ondas, es una armada más que una flota... y va a provocar demasiado daño.
Bron se volvió a Cana.
—El general Ananías está tratando de ponerse en contacto con usted en transmisiones FTL. Le informa que la principal flota alienígena está sólo a pocos días de aquí, y ofrece la Flota Comando para ayudar.
—Dígale que hablaré con él —dijo Cana—. Ya me estaba preguntando si mantendría el pacto que hicimos en el Tantallus después de que le rescatamos del vacío.

 

 

 

29

 

 

 

En la sala de comunicaciones del Skua, Bron supervisó el ajuste de la red de comunicación FTL para que se establecieran dos formas de contacto con Ananías. Cana esperaba impacientemente la primera palabra.
—General Ananías, mi servicio de inteligencia no me ha dado una impresión favorable de su actitud hacia los llamados planetas de la Federación de los Destructores.
—Le previne en nuestra última reunión, Cana, que tal situación podía ser necesaria.
—¡Claro que sí! Pero para beneficio de las autoridades del Comando que pueden tener acceso a esta conversación, preferiría escuchar la grabación expuesta con claridad.
—Como lo desee. Sabe tan bien como yo que la amenaza alienígena es una amenaza real y activa, no sólo contra las dependencias limítrofes, sino a toda su Federación, y últimamente a la misma Tierra. Los dos lo hemos sabido por muchos años. Desafortunadamente, ha sido tan inestable la estructura de los gobiernos de Tierra durante ese período, que cualquier informe de amenazas alienígenas a nuestra galaxia ha sido dejado de lado como una alarma irresponsable.
—El punto de vista de Tierra es insostenible. Yo he estado en el vacío al mando del Tantallus y personalmente he presenciado como testigo las amenazas físicas hechas por los alienígenas. Usted mismo debe saber muy bien qué clase de peligro son para nuestra existencia. Creo que estará de acuerdo en que la evidencia muestra que no tienen intención de permitir al género humano conservar ninguna posesión en el espacio.
—Estoy de acuerdo con su resumen hasta ahora, general. Pero usted esquiva el asunto. ¿Por qué ha envilecido con tanta persistencia a las naciones de los Destructores?
—No estoy esquivando el asunto; estoy tratando de explicarlo. Ya que no era capaz de convencer al gobierno de Tierra de la amenaza alienígena, tuve que adoptar una táctica más extrema. Es obvio que era necesario para la defensa de Tierra que una fuerza espacial fuera desarrollada y mantenida. De acuerdo con el comandante Bron, del Comando de Inteligencia Estelar, hemos atribuido a los Destructores las facetas de los ataques de largo alcance de los alienígenas. Por esta causa, fuimos capaces de animar a Tierra a invertir en una Flota Espacial de Defensa, bajo la suposición de que los Destructores eran los enemigos reales.
»Ni Bron ni yo nos creímos eso, pero constantemente dimos noticias falsas sobre las evidencias, para hacerlas aparecer como verdaderas. Por alguna extraña razón, vosotros érais un peligro creíble, mientras que los alienígenas no lo eran. Ya que Bron está en sus manos, debo poner en claro que él es el arquitecto principal de nuestra política de engaño. También es uno de los más poderosos catalistas del Caos que nuestros analistas hayan detectado. Por esta razón decidimos manipularle dentro de la situación en la que está, apoyado con tan gran concentración de poder. Ése es el porqué de ubicarle en su campo, y no en el nuestro.
—¿Es verdad eso, Sincretista? —preguntó Cana.
—No lo puedo saber —dijo Bron—. Pero sí que une gran cantidad de piezas sueltas. ¿Dices que yo planeé esto, Ananías?
—Todos los retorcidos movimientos de este plan, Bron. Fue un esquema que se adaptaba a tu talento para jugar con el sistema contra el mismo sistema. Tú engañaste al Comando para que te enviara a las propias manos de los Destructores, que era el sitio donde tú más querías estar. Sólo unos cuantos de nosotros supimos que debías unirte a los Destructores para algo más que para luchar contra ellos. El problema fue que casi lo arruinaste todo cuando perdiste la memoria a mitad del camino.
—Aceptando eso, general... —dijo Cana—, ¿qué proposición tenía usted en mente?
—Con la evidencia de esta conversación sobre el transmisor de unión añadida a mis propios informes, Tierra no puede negar por más tiempo que la amenaza alienígena existe. Tanto si les gusta como si no, es hora de comprometerse para ayudarnos mutuamente contra el enemigo común. Sin embargo, a pesar de la inevitable cooperación, no creo que Tierra permita que sus flotas queden bajo control de los Destructores.
—¿Lo necesitan, acaso? —preguntó Cana.
—¡Vamos! —le reprochó Ananías—. Usted conoce la raíz cuadrada inversa que se aplica a las tácticas de las batallas en las guerras espaciales. Dos pequeñas flotas independientes tienen sólo un veinticinco por ciento de probabilidades de sobrevivir, comparadas con una flota mayor plenamente coordinada.
—Eso es correcto en las estadísticas, pero me surge una duda. Ya que hemos sido enemigos, por mi parte no puedo hacerme a la idea de que la flota de los Destructores esté bajo el control de Tierra...
—Entonces, aquí está mi proposición. Si puedo cambiar la opinión de Tierra, ¿estaría usted de acuerdo con que que las flotas estuvieran bajo el mando de Bron, como Jefe de Táctica? Bron no sólo es un comandante con experiencia; es con certeza el primer catalista de Caos en estos momentos, y su situación en su flota parece ser un compromiso efectivo entre los puntos de vista de Tierra y los Destructores.
Cana miró a Bron pensativamente.
—He perdido a mi teniente principal Martin Daiquist, y no tengo ningún candidato entre mis propios hombres. Además he visto a Bron en acción hace un momento, y creo que es el único hombre que puede llevar a cabo el trabajo. Acepto la proposición de que se convierta en el Jefe de Táctica de las dos flotas, si ambas están bajo su control y él no está sujeto a presiones por parte de Tierra.
—Jaycee al habla, Bron —a voz de Jaycee sólo llegó a la cabeza de Bron, y no fue repetida por los altavoces—. Hemos dirigido por otra línea el transmisor de unión para no interferir con la emisión de Ananías. El Estado General ha estado escuchando vuestra conversación y están de acuerdo con el plan, si quieres seguir adelante. La decisión final es tuya.
—Eso fue rápido, Jaycee. ¿Qué fue lo que les hizo temblar? —Bron habló sin palabras.
—En parte las cintas que Doc recogió de tu informe anterior, y en parte el hecho de que catorce planetas de las Dependencias Limítrofes han dejado hace poco de transmitir. Tres de ellos enviaron mensajes diciendo que estaban siendo atacados por algo desde el vacío. Estaban seguros de que no eran los Destructores. Surgió el pánico, hasta que alguien se dio cuenta de que tú y Ananías ya teníais el trabajo en vuestras manos. ¿Vas a aceptar el puesto de Jefe de Tácticas?
—No es la decisión, es la capacidad lo que me preocupa. Sí, lo haré, pero busca a Ander y ponle a comprobar las cintas del encuentro con esa nave alienígena. Puede haber ahí implicaciones del Caos que no hemos visto. A menos que nuestras armas sean más efectivas que antes, estamos perdidos antes de empezar.
—De acuerdo, Bron. Te informaré tan pronto como tenga alguna respuesta.
Bron se volvió a Cana, que había estado observando el progreso de la silenciosa conversación mientras ésta se reflejaba en la cara del comando.
—Tengo el consentimiento del Estado General de Tierra a su idea. Me haré cargo, con la seguridad de que no estaré sujeto a presiones por su parte.
—Tiene mi palabra —dijo Cana.
—Le prevengo —dijo Bron—, será un duro viaje. Hace un momento perdió una buena corbeta contra una nave alienígena. Si no podemos voltear ni una lata de basura usando cargas de mesón difractado, ¿qué demonios cree que va a pasar cuando nos encontremos con la flota de batalla?
—No sé —dijo Cana—. He estado viviendo con ese espectro durante años. A causa de ello, he forjado los planetas independientes dentro de la Federación Destructora, sabiendo todo el tiempo que nunca existiría la menor oportunidad si acaso los alienígenas cruzaban el vacío entre las galaxias. Pero estoy envejeciendo, y va a ser una guerra para cerebros ligeros y dedos ágiles. Preparé por años a Martin para el trabajo..., pero no pudo sobrevivir. De algún modo, dudo de que los alienígenas tengan mejor suerte. Hay algo en usted, Sincretista, que es inexpugnable.
—Ananías —dijo Bron—. Catorce planetas de las Dependencias Limítrofes han dejado de transmitir. Se cree que algunos de los alienígenas llegaron primero. ¿Puedes enviar una formación de reconocimiento para obtener alguna información positiva? Dame también los datos sobre qué clase de naves tienes disponibles, y los detalles de sus armamentos. En tercer lugar, debes de tener una serie de computadoras trabajando sobre el Caos. Quiero un circuito de retorno completo entre ellos y los hombres del Caos de Cana. Los alienígenas tienen unos cuantos millones de años de experiencia en el manejo del Caos, y quiero alcanzarlos lo más rápido posible.
—De acuerdo, Bron. Sabes..., ¡esto es como en los viejos tiempos!
—Entonces ponte a trabajar. Manda unas cuantas naves de reconocimiento al vacío, trata de obtener hechos y números sobre la fuerza y la disposición de la flota alienígena, y mantente fuera del transmisor de unión. Usa la radio FTL sólo si tienes una emergencia.
Hubo un rápido cese del silbido de una onda transportadora, cuando Ananías cortó sus circuitos. Ahora, sin el relevo bioelectrónico, tenía menos contra lo que luchar, y estaba consciente del parloteo de los gansos. Quizá veinte voces individuales predominaban sobre el balbuceo general, y estos habladores principales se agitaban a través del espectro audible en un canto roto, como si sus voces fueran moduladas por grandes burbujas a través de un silo lleno de melaza. Su ánimo parecía nervioso, rápido y urgente, como si indicaran que el tiempo era un factor crítico para sus acciones.
No tenía dudas acerca de que las voces eran de los alienígenas en el vacío. Por algún oscuro truco de la física, el extraño sistema de comunicaciones interfería en su propio transmisor de unión. Si sus voces podían conjurar ideas tan extrañas, se preguntaba qué significaría para ellos —en el caso de que también lo captaran— el tránsito de palabras entre Jaycee y él. Pero ni él estaba seguro de lo que significaba para Jaycee y para él mismo.