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FINALMENTE, las voces alienígenas fueron apagándose gradualmente y se callaron. Los últimos vestigios persistían como el humo después de un fuego estival. Cuando la flota del Comando se unió a la de los Destructores, fue evidente que Bron iba a ganar la batalla. Ya habían quemado el corazón de la armada alienígena, y las naves de las dos flotas combinadas se colocaron en el espacio para buscar y destruir a las rezagadas.
Por último, hubo silencio en la cabeza de Bron. Mientras descansaba, sintió cómo unas gigantescas olas de cansancio le barrían. Como la mayoría de los hombres, no había dormido en las últimas treinta horas. Cuando ya los últimos vestigios de la batalla no demandaban su atención personal, dejó su mesa de trabajo, se echó en la litera y se quedó dormido inmediatamente.
Después de un rato, parecía que un movimiento de balanceo suave le llevaba a un estado de sueño de predespertar. Con una parte de su mente estaba consciente de que era una ilusión producida fuera del sueño, aunque alguna facultad analítica de su mente permanecía intrigada por el detalle inherente en la pesadilla repetida. En lugar de rechazar la situación y esforzarse por quedar despierto, se permitió seguir la fantasía. Empezó como antes, con una casi completa ausencia de sensación táctil, como si su mente se hubiera aislado del cuerpo, o su cuerpo se hubiera aislado de la realidad. Estaba consciente del remolino de la marea, que le llevaba sobre las aguas negras.
Mientras exploraba, la impresión se profundizaba, hasta que pareció lograr el estado de realidad. Aunque no había luz, la fidelidad con la que los elementos se reunían era tan consistente como para ser creíble. Podía oír el ligero susurro de las pequeñas olas contra las paredes del túnel, y unos ecos casi ultrasónicos que daban proporciones al oscuro túnel bajo el que se estaba ahogando. En alguna parte, más adelante, un ganso fantasma estaba silbando a través de una capa de cieno, con un dolorido interés que no tenía asociaciones humanas.
Una repentina vuelta en el río le hizo sentir claramente cómo su balsa imaginaria chocó contra una esquina rota y le columpió, dándole una vuelta antes de soltarse y dejar el oscuro canal que le llevara. En alguna parte de su camino, el solitario ganso glutinoso fue acompañado por un número creciente de ellos, para elevar un himno desgarrador que le llenó de horror. Otra curva, y esta vez sintió con claridad el choque contra un banco de arena. Sintió el golpe... en su traje...
¿Traje? Sus dedos exploraron el sentido de la nada que le rodeaba. Descubrió las costuras en el forro interior de los gruesos guantes. Todo su cuerpo le confirmó la sugestión de que la pérdida de sensaciones era por la doble combinación de estar confinado en un traje espacial —bien diseñado, con un doble forro— y de sufrir un entumecimiento de su cuerpo, debido quizá a haber estado echado en una misma posición durante mucho tiempo. Esto se unía a una baja presión de la gravedad, y al fluido en el que flotaba boca arriba. También explicaba su falta de sensación táctil y sus problemas en la apreciación de la dirección y el movimiento de la marea, aunque no le explicó el porqué era consciente de los detalles de una situación tan inverosímil, ni qué cosas diabólicas le esperaban al otro lado de esas curvas estigias.
El rumor de los gansos llegó a ser un grito discordante, un coro de disensiones, una acusación, una repulsa. Sólo la calidad del espantoso sonido habría sido suficiente para hacerle huir del encuentro, si hubiera tenido la facultad de controlar sus acciones. Al flotar boca arriba en su grueso traje de faena, poco útil, no tenía más poder para resistir su viaje que un escarabajo en una zanja de agua. Cientos de millones de años de miedo y odio estaban siendo comprimidos vocalmente, reducidos a un himno trepidante de los más amargos, pleno de quejas y reproches..., cantado por algo que esperaba por él... luego de la última curva del río.
El pánico inundó su razón, y luchó contra el traje que le estorbaba, irritado por su inhabilidad para mover los brazos. Desvalido, esperó con temerosa anticipación cuando la marea le llevó alrededor de la curva. Sobre su cabeza, un millón de presiones buscaban apoyo en el techo del túnel y el aire que respiraba era caliente y húmedo, perfumado con el sudor de su propio miedo; estaba manchado de metal y plástico, y agriaba su lengua.
En cualquier momento saldría a enfrentarse con sus perseguidores, que habían planeado su muerte en un momento en el que la vida en Tierra estaba todavía luchando por una identidad separada de los elementos no vivientes de la mezcla primitiva. No tenía idea de cómo serían las caras o las formas, y dudaba si su cordura soportaría la revelación. El coro de gansos se sentía ya tan cerca, que sintió que podía estirarse y tocar a las violentas y angustiadas criaturas. Pensó que debía haber una luz, pero no pudo distinguir nada.
Entonces otra voz se arrastró, más tranquila al principio —y sin el mismo significado—, aunque gradualmente tiraba de él con tal apremio que tuvo que seguirla, sin importarle su traje ni los gansos, ni el arrastre de la desconocida marea:
—Quizá en las sórdidas celdas de alguna inhumana inquisición, un espíritu rompió...
—¡Jaycee, ayúdame!
—... la mente encerrada no por el acero chamuscado, el nervio...
—¡Jaycee, por Dios, sácame de aquí!
—... pero por una herida inmensa. ¿NO SABES QUE DIOS SE MUERE... SE MUERE...?
—Jaycee, no sé ni una santa cosa sobre Dios, pero sácame de aquí...
—Estas saliendo, Bron. Espera un poco más. Tu metabolismo mejora con rapidez y tu pulso está casi normal.
Bron abrió sus ojos. Tenía una máscara de oxígeno sobre la cara, y má allá un médico le miraba con ansiedad. Cuando enfocó sus ojos, se dio cuenta de que ya no estaba en la litera, sino en una camilla en la enfermería del Skua.
—¿Que pasó, Jaycee?
—Caíste en coma hace diecisiete horas. Los médicos trataron de sacarte, pero sin éxito. Finalmente usé el impulso semántico para forzarte, porque los procesos de tu cuerpo estaban rozando niveles muy bajos. Estaba en contacto con Ananías, e íbamos a autorizar un masaje al corazón.
—Tuve otra vez el mismo sueño, Jaycee. El sueño en el que estoy flotando en el túnel y los alienígenas me están esperando. Tengo que pasar otra curva antes de encontrar lo que sea...
—Los alienígenas no se han retirado, Bron. Has derrotado a su flota, pero han establecido otro método para llegar a ti. De alguna forma, están trabajando en tu mente.
—Esas señales alienígenas en el transmisor de unión, ¿pueden oírlas todavía?
—Más fuertes que nunca. Antares las está filtrando, pero todavía entran.
—Las señales de la flota alienígena desaparecieron al final de la batalla. Lo que estamos oyendo ahora deben ser señales de largo alcance, emitidas desde el punto de origen de los alienígenas. Es alguna clase de imágenes en clave, que se transmiten como sonido. Parece ser su forma de comunicación. Muchas veces no puedo entender las imágenes. Pero cuando estoy calmado, el efecto puede ser bastante hipnótico.
—Eso me figuro. Tu coma fue comparable con el efecto de una hipnosis profunda. Esa señal explora niveles de conciencia como los que usamos para inyectar en ti la síntesis del carácter de Haltera. Es un territorio peligroso para dejarlo expuesto en manos del enemigo.
—No creo que sea un ataque. Creo que es un intento de comunicación.
—Están tratando de matarte, Bron. Un asesinato al viejo estilo.
—No. Es más que eso, Jaycee. Ese lugar del sueño es real, es una proyección de una situación física real. Para sobrevivir allí se requiere un grueso traje espacial de faena, lo que sugiere que es un lugar muy caliente. La gravedad es sólo la mitad de la normal en la Tierra. Tiene atmósfera, porque pude oír transmisión de sonidos, y tiene una hidrosfera, porque estuve flotando en algo parecido. No he soñado todas esas cosas, Jaycee: me las comunicaron. Es un lugar real... en alguna parte.
—Sí existe, estará en Messier 31, al otro lado del vacío. Pero no veo por qué su existencia tiene tanta importancia.
—Es porque tengo que ir ahí, Jaycee. Ese sueño fue una muestra visualizada del Caos. Mi viaje bajando ese túnel es una parte de la historia futura.
—Tú has alterado los caminos de Caos antes, Bron. ¿Qué hace inmutable a éste en particular?
—No hemos derrotado a una flota ahí fuera. Hemos derrotado a una docena de individuos, y a una flota espacial anticuada y poco común. El enemigo real no ha sido tocado, y es más virulento que nunca. Si pudieron lanzar un cohete contra Onaris, pudieron fácilmente lanzarlo contra Tierra, o cualquiera de los otros mundos. De hecho, esos cohetes ya pueden estar de camino. Si alguna vez hemos de vencerlos totalmente, tendré que llevar la lucha hasta ellos. Y ese sueño, Jaycee, es una predicción parcial del resultado de hacerlo solo.