18

 

—BRON, Ander está aquí.
—Ponle en línea, Jaycee. Tiene alrededor de cinco minutos para ponerme al corriente de la teoría y práctica del Caos.
—Ander al habla. Haré lo que pueda, aunque sólo puedo darle un esquema...
—Le oigo, Ander. Eso tendrá que bastar. ¿Cuál es el concepto del Caos?
—En todo el universo, la causa y el efecto, desde el átomo hasta el macrocosmos, no son simples incidentes inconexos, sino que están relacionados por el principio de la entropía.
—Puedo entender el concepto, pero ¿cómo puedo usarlo?
—Ahora voy a eso. Es un principio fundamental del universo que la entropía aumenta con el tiempo; déjeme indicarle la importancia del factor tiempo. La única excepción es cuando interviene alguna forma de inteligencia como el hombre, que puede aumentar o disminuir localmente su nivel de entropía por encima de la norma.
Un golpe en la puerta llamó la atención de Bron. Deslizando su túnica hasta el suelo, fue hacia la puerta y la abrió.
—Maestro Haltera, al académico Laaris le gustaría que fuera usted a verle lo antes posible.
—Tan pronto como haya terminado mis abluciones, estaré preparado. —Bron, libremente, amplió las débiles sugerencias de la intolerancia de Haltera—. Dígale que iré pronto.
Asegurando el cerrojo, volvió a su diálogo anterior.
—Continúe, Ander. Hasta ahora he comprendido sus palabras.
—Tiene que aprenderlas. Son importantes. Todos los cálculos del Caos se hacen contra el tiempo, y puede usarse para predecir el futuro o examinar los elementos del pasado que han tenido un significado en el presente.
—Pero no veo cómo es posible determinar algo por medio de las matemáticas.
—Imagínese un depósito de fluidos...
—Un sistema entrópico: moléculas en movimiento desordenado.
—Exacto... Usted debería haber sido científico, y no soldado. Bien, la presión del fluido es debida a los choques desordenados de las moléculas entre sí y con las paredes del depósito. En el fluido hipotético que nosotros llamamos Caos, las moléculas son sustituidas por los acontecimientos, y éstos se relacionan los unos con los otros del mismo modo que lo hacen las moléculas.
—Siga, Ander. Todavía estoy con usted, aunque se me acaba el tiempo —Bron encontró la ducha y la dejó correr ruidosamente—. Daiquist vendrá a buscarme si no salgo pronto. Me pregunto la causa de este pánico...
—Debo introducirle en esta parte con mucho cuidado. Si no lo entiende, puede ser fatal. Supongamos que el fluido en el depósito no tiene temperatura uniforme...
—Se mezclará por difusión. La energía del sistema permanecerá igual, pero la entropía aumentará.
—Ha dado usted con una analogía exacta de la condición del universo.
Hubo otra llamada en la puerta, más insistente que la anterior. Esta vez Bron abrió completamente desnudo, y chorreando agua en su camino. Era Daiquist, que parecía enfadado, inflexible y desconfiado. Se apaciguó al ver que las abluciones eran reales.
—Se está tomando mucho tiempo, Sincretista. Lo necesitan en la Sala de Gráficos.
—El polvo de los Destructores es muy difícil de quitar.
Bron le dio la espalda al coronel y anduvo hacia la ducha con pasos majestuosos. Daiquist entró en la habitación y permaneció de pie con impaciencia.
—Esperaré hasta que termine. Mejor dése prisa; Laaris le necesita.
—Ander, debemos tener cuidado. Siga hablando —dijo, sin pronunciar las palabras.
—Si usted puede entender el próximo punto, casi estamos ahí. En el depósito, ¿cuál sería el efecto de calentar o enfriar pequeñas zonas de fluido?
—Es obvio que habrá incrementos locales positivos y negativos de entropía —Bron puso en marcha los secadores en su cabina.
—Y en nuestro fluido del Caos, ¿cuál será la única causa de la analogía del Caos? Le he dado una vez la respuesta.
—¿Quiere usted decir... la intervención por medio de alguna forma de inteligencia, como el hombre?
—Precisamente, Bron. Eso está muy bien. Los acontecimientos que se precipitan por una intervención inteligente invariablemente llevan a alteraciones en la entropía local, y esto se puede generalmente detectar por análisis entrópico. Volviendo a nuestra analogía, esto corresponde al enfriamiento o calentamiento local del fluido. Si ocurre en un fluido real, puede ser detectado de diferentes formas de acuerdo con el fenómeno y su intensidad; según la óptica, podemos ver un cambio local en la difracción; podemos oír una explosión, o una implosión de cavitación; y físicamente una onda de choque, o una diferencia de presiones.
—¿Y en su teórico fluido del Caos?
—Un efecto similar al de la onda de choque esférica, alejándose de su punto de origen, continuamente creciendo en diámetro y continuamente perdiendo intensidad. Se observan sólo pequeñas ondas en los grandes flujos de entropía. A las entre-ondas y a las interferencias de estos frentes de ondas entrópicas es a lo que llamamos las leyes del Caos.
Daiquist recorría a pasos la habitación. Era obvio que no estaba acostumbrado a ser desobedecido, y además parecía angustiado. Bron se puso la ropa interior y la túnica, y continuaba hablando con Ander sin pronunciar las palabras, para que su atento antagonista no percibiera ninguna señal.
—Pero... ¿cómo detectan las ondas?
—Ése es el menor de los problemas. Si se posee un sistema de medición con la sensibilidad suficiente para mostrar los incrementos positivos y negativos de este cambio natural de entropía, es bastante sencillo observar el paso de las ondas. Pero el análisis matemático de estas ondas resultará harto más difícil.
Bron frunció el entrecejo. Su conversación debía de acabar en segundos, y entonces necesitaría adoptar la pose de un experto, aunque no se atrevía a prolongar más su estancia en la cabina. Daiquist sacó su arma y le hizo un gesto a Bron para que le precediera por el corredor. Bron necesitaba respuestas urgentes a sus dudas.
—Quédese en línea, Ander. Usted habló de causa y efecto. Puedo ver cómo se puede situar el acontecimiento que fue la causa de algo, pero ¿cómo se localiza el efecto?
—Uno es el inverso del otro. No existe diferencia entre ellos, excepto la dirección en la que se lea el tiempo. Los dos, causa y efecto, forman destellos entrópicos detectables, los cuales se convierten en centros de expansión de esferas de choque. Si usted analiza lo suficiente la esfera para poder determinar el radio de su curvatura y su intensidad, podrá situar la posición de la causa o su resultante en el espaciotiempo, al extrapolarse a lo largo del eje geocéntrico. Pero advierta esto: teniendo una causa y un efecto, esos dos acontecimientos y sólo esos, tendrán ejes en coincidencia. Si usted puede localizar uno, generalmente puede encontrar el otro.
En la Sala de Gráficos, el travieso académico Laaris había perdido su vivacidad bajo una nube de pesar. Incluso sus técnicos, que anteriormente habían compartido su interés en la llegada del sincretista, estaban ahora callados pero muy atentos a sus paneles para advertir la entrada de Bron. En lugar de encontrarse con un ambiente de interés académico, la atmósfera estaba cargada de desconcierto y pánico.
—¡Haltera! —Laaris descansó al ver a Bron—. Haltera, tiene que explicar esto... —cogió diez metros de cinta del gráfico y la cortó de la computadora—. Nunca habíamos visto una onda de Caos igual a ésta.
Bron cogió la cinta gráfica y la examinó. Las líneas multicolores empezaban con lentas incursiones, suaves ondas en una costa abstracta, parte de las eternas leyes del Caos. Entonces un trazo rojo se escapó de sus compañeras, cruzó la escala de logaritmos a casi infinito y se detuvo, en apariencia por la incapacidad del instrumento para continuar. Por varios metros el trazo errante luchó contra la detención. Entonces, con más poder del que había usado para surgir, el trazo cayó a través del gráfico y desapareció bajo el cero absoluto.
Alguien dijo «¡Santo Dios!» dentro de su cabeza.
—¿Ve esto, Ander? Necesito respuestas rápidas —subvocalizó.
—No tengo ninguna. Necesito más información sobre las mediciones de la computadora para estar seguro.
Laaris estaba sobre Bron, casi danzando por la impaciencia de escuchar la sabia explicación. La síntesis de Haltera permaneció muda.
—Académico Laaris, ¿podría primero definir los parámetros de las mediciones de la computadora?
—¡Mediciones! ¡Mediciones! —el hombrecillo casi saltaba con desespero—. No necesita las mediciones de la computadora para contestar a eso.
—Usted olvida —dijo Bron Haltera fríamente—, que me presentan la información con convencionalismos de los Destructores, no míos.
—Pero siempre la línea roja es su base de referencia —contestó Laaris—. Aquí está la línea que representa a esta nave como punto de referencia. ¿Dónde ha ido? ¿Dónde fue mi nave?
Ander dijo:
—Lo tengo, Bron... —y empezó a derramar información dentro de su cabeza.
Bron consideró la importancia de las palabras mientras releía la última aparición de la línea roja, trazo de la nave que pasó a una nada no detectada.
—No necesita que yo le diga tal cosa —le dijo por último a Laaris—. Lo sabe tan bien como yo. Acabamos de entrar en una esfera de choque con efecto de Caos, y continuamos directamente desde el eje de coincidencia hasta el punto de origen... que será la completa destrucción de esta nave.
Laaris le miró con agradecimiento.
—Usted también, Haltera, dice lo mismo que yo. Pensé que estaba en un error..., porque no veo cómo es posible que la misma nave sea el eje de coincidencia, a menos que algo a bordo sea también la causa de la destrucción...
—Es curioso que usted diga eso —dijo Daiquist, cogiendo su pistola y mirando a Bron con mala intención—. Porque ése fue el único punto del que nunca dudé.