Quaremead, Ugley, 8 de septiembre, 1945
Comentario sobre la libertad interior
La libertad interior no es una cosa que se gana por medio de una compulsión exterior. No podemos imponer la libertad a una persona por medio de la ley ni tampoco se puede lograr la libertad interior sometiéndose a una forma cualquiera de adiestramiento o de disciplina. A veces, cuando una persona está semidespierta por la mañana capta una vislumbre de lo que significa la libertad interior. Está todavía dormida a la vida y despierta a otro nivel en que las diferentes formas de esclavitud que nuestra Personalidad nos impone, las diferentes formas de consideración interior, y las cuitas y ansiedades de la existencia, se aquietan, por así decirlo, debajo de nosotros en un nivel inferior. Pero luego, en el próximo instante dicha persona se encuentra justo en ese nivel inferior e irónicamente, lo llamamos estar plenamente despierto. Perdemos ese sentimiento de nosotros mismos, que teníamos un momento antes y que es una forma de Recuerdo de Sí y pertenece al Tercer Estado de Conciencia, y descendemos rápidamente al segundo estado de conciencia. Recuerden lo que G. dijo al referirse al segundo estado de conciencia que llamamos en el mundo de occidente la plena conciencia. Dijo: «En ese estado así llamado plena conciencia, al que denomino estado de sueño, millones de personas dormidas matan a otros millones de personas dormidas. Miles de gentes dormidas escriben libros que otros miles de gentes dormidas leen. Y todo sucede de la única manera en que puede suceder, mientras las gentes sigan dormidas». Sin embargo, no vemos claramente la naturaleza de esa vida de sueño que la humanidad siempre lleva. Así, carecemos de la fuerza suficiente para apartarnos internamente de ello, porque creemos que nos lleva a alguna parte, y de este modo nos identificamos con ella y esperamos lo mejor. Es por medio del terrible poder de la identificación como nos dejamos dominar por ella y por lo general por las cosas más triviales y absurdas, y así perdemos todo vestigio de libertad interior y servimos a la naturaleza —esto es, a esa enorme máquina llamada Vida Orgánica— esa fábrica de dolor.
De acuerdo con el gran principio de Trabajo demostrado tan claramente en el Rayo de Creación, un nivel superior está bajo menos leyes que un nivel inferior. Cuando descendemos de nuestro nivel pasamos por lo tanto bajo más leyes. Pasamos, por ejemplo, a todas las formas de hacer cuentas internas, a nuestras simpatías y odios personales. Cuanto mayor es la profundidad del sueño, mayor es el número de leyes bajo las cuales estamos. Cuanto mayor es el estado de sueño, más dependemos de todo —por ejemplo, deseamos que nos alienten, que nos alaben, que nos aprecien, y al parecer carecemos de algo suficientemente fuerte como para que se mantenga por sí mismo—. Derivamos nuestro sentimiento de nosotros mismos del exterior. Les puedo asegurar que el sentido del Trabajo los hará independientes —o les otorgará fuerza interior— y es lo que esta noche relacionaré en este comentario con la idea de libertad interior. Mas para lograrlo es preciso servir al Trabajo y no a la Naturaleza. Por esta razón se dijo que para que un hombre llegue a ser libre debe ponerse ante todo bajo más leyes que los otros hombres, y con ello se quiere decir que se debe poner bajo las leyes del Trabajo. Pero esas leyes del Trabajo no pueden seguir siendo formas de ciega obediencia externa sino que deben llegar a ser cosas que eventualmente se reconocen y comprenden y se quieren para sí mismo. Al percibir su verdad las aceptamos y viviendo según ellas por propio consentimiento y reconocimiento las posibilitamos para que emprendan el cambio de nuestro Ser. Estas leyes establecen en la mente una nueva serie de conexiones y esto atrae la Esencia. Los nuevos canales conectivos nos ponen en relación con un nivel superior y nos otorgan un poder interior que nos permite resistir los incesantes impactos de la vida externa, el mundo de los periódicos, etc. En otras palabras empezamos a resistir y eventualmente transformamos las impresiones de vida que recibimos y en lugar de reaccionar contra ellas mecánicamente e identificarnos enteramente con ellas, seremos capaces de utilizarlas como material para el trabajo sobre sí.
Ahora bien, cuanto mejor se vea la verdad en el Trabajo a través de su aplicación a uno mismo por medio de la observación de sí, más libre se llegará a ser. Sí, pero ¿cómo puede esperarse lograr algún grado de libertad interior si se está a merced de cada cambio, de cada evento, de cada pequeño incidente en la vida externa? Si se dejan trastornar tan fácilmente por todo, ¿cómo pueden tener libertad interior? Sirven a la vida, sirven a la Naturaleza. Si tienen la costumbre de preocuparse siempre y sienten que, éste es el mejor estado en que le sea dable estar a un hombre, ¿cómo pueden tener libertad interior? Si siempre están saturados por formas de imaginación, por autofantasía, y nunca las corrigen, ¿cómo pueden tener libertad interior? Si son siempre negativos, ¿cómo pueden tener libertad interior? Si nunca buscan ocuparse de las monstruosas formas de identificación, ¿cómo pueden tener libertad interior? Si siempre se justifican y así respaldan a su desdichada Falsa Personalidad, que vive tan estrecha y orgullosamente, ¿cómo pueden tener libertad interior? ¿Cómo pueden en verdad comprender de qué trata el Trabajo, si no aprehenden que una de las cosas que tenemos que hacer es pasar el día sin que todas las cosas se apoderen de nosotros y nos sujeten y sin haber intentado transformar el efecto de una serie cualquiera de impresiones de las cosas dichas o hechas por los otros? Hemos hablado recientemente de la necesidad de aislarnos de la vida, y a este respecto se dijo que en el Trabajo una persona debería practicar el Recuerdo de Sí al menos una vez todos los días y si no lo puede hacer debe practicarlo al menos tres veces por día, esto es, sus esfuerzos han de ser aún mayores. Todo el Recuerdo de Sí radica en elevarnos por encima del torbellino y tumulto y la oscuridad que se producen en nosotros y que son causados por el obrar mecánico de la vida sobre nosotros y por contemplar la vida como nuestra única sustentadora, nuestra única fuente de felicidad. Si no tienen una concepción de lo que es el Recuerdo de Sí, si no entienden que el hombre tiene en sí mismo un nivel superior y puede alcanzarlo, entonces traten de practicarlo simplemente deteniendo los pensamientos un segundo porque hacerlo es mejor que no hacer nada. Quebrantarán al menos la cadena de asociaciones mecánicas por un momento y ello les posibilitará alcanzar algo que de otro modo no hubieran podido alcanzar.
En la última reunión hemos hablado sobre el esfuerzo inteligente y, por complicación, sobre el esfuerzo inútil. Hemos hablado sobre el esfuerzo inteligente en conexión con la idea del Hombre N.º 4 u Hombre Equilibrado, y volveremos a hablar sobre este tema otra vez y muchas otras veces. Una de las primeras concepciones del esfuerzo inteligente que es preciso tener presente es que cabe la posibilidad de hacer un esfuerzo por lo que el Trabajo enseña que es menester esforzarse. Nos enseña a trabajar contra la identificación, la imaginación, la autojustificacion, las emociones negativas, la consideración interior y muchas otras cosas, y no vayan a creer que un esfuerzo inteligente estriba en dejar de fumar, por ejemplo. Cuando oigo hablar de esta clase de esfuerzos me pregunto si la persona que lo expresó se ha dado cuenta alguna vez de qué trata el Trabajo. De seguro le es mucho más fácil a un hombre observar una de sus formas típicas de emoción negativa, una de sus amarguras o de sus prejuicios típicos, una de sus formas típicas de depresión o de ser desagradable para con las otras personas, o una de las formas típicas de crítica equivocada o de mentira, y tratar de trabajar contra ellas. Para hacer tal esfuerzo se requiere la observación de sí, esto es, aplicar el Trabajo a uno mismo. Cuando una persona me dice que se ha hecho el propósito de no fumar demasiado, me pregunto si se ha observado a sí misma a la luz de la enseñanza del Trabajo.