Birdlip, 7 de abril, 1945
La concepción de la entropía en la ciencia y
la concepción del esfuerzo en el trabajo

Como es sabido, una de nuestras tareas es la de relacionar la ciencia de Occidente con la sabiduría de Oriente. Esto significa en la práctica que tenemos que relacionar las ideas y la estructura general del Trabajo haciendo un paralelo con las ideas científicas tal como existen al presente. Ya hemos mencionado la palabra «entropía» (y les diré aquí que me parece una palabra desconcertante, dado que el sentido original en griego significa, por lo que sé, «transformar»). La ciencia emplea esta palabra en el siguiente sentido al aplicarla al Universo, a saber, que el Universo se degrada gradualmente, el sol se enfría, la rotación de la tierra se aminora cada vez debido a la fricción causada por las mareas, y en consecuencia la luna se aleja cada vez más de la tierra, y el cuadro final es el de un mundo muerto, donde no se produce el intercambio de energía tal como existe obviamente al presente, en que el calor del sol calienta la tierra y los otros planetas que lo rodean. Ahora bien, ya saben que vivimos en un Universo viviente y no en un Universo moribundo. Sin embargo, por el momento no nos detendremos en ello sino que intentaremos concentrar nuestra atención en la entropía desde un punto de vista psicológico. Es preciso tener en cuenta lo siguiente: la entropía se acrecienta en cualquier intercambio de energía entre dos cosas tal como una marmita llena de agua caliente y otra llena de agua fría colocadas una junto a la otra. Gradualmente las dos marmitas llegan a tener la misma temperatura y entonces la entropía está al máximo, puesto que no hay más intercambio de esta forma de energía llamada calor. Similarmente, si se tiene una pila eléctrica y se conecta con un alambre el polo negativo con el polo positivo no se tarda en agotar la corriente. La pila se descargó y ninguna energía va de un polo al otro.

La siguiente concepción de la entropía tiene que ver con el desorden y el orden. Desde este punto de vista un aumento de entropía significa un desorden acrecentado de las partículas que forman la cosa en cuestión. Por ejemplo, un reloj de metal es una máquina que tiene orden, un arreglo ordenado de sus partes, pero suponiendo que pone ese reloj a una temperatura de varios miles de grados, todo el metal se fundirá, es decir, todos los átomos y moléculas estarán en desorden y el reloj dejará de existir como máquina ordenada. El reloj desaparece y es reemplazado por un movimiento desordenado de todas sus partes en términos de moléculas y átomos. Schrodinger da un buen ejemplo de lo que significa una creciente entropía; dice que si se dejan los libros y los papeles sobre una mesa sin ordenarlos, se obtiene una creciente entropía —es decir, un desorden creciente— y por cierto se puede llegar a un estado en que el máximo de entropía tiene lugar y todo está en total confusión[2]. Por eso dejaré de considerar la entropía desde el punto de vista del orden y el desorden y la conectaré con lo que podríamos llamar entropía psicológica.

Probablemente saben que si no ordenan sus pensamientos ahora y luego tratan de formularlos, sus pensamientos pasarán a un creciente desorden y esto significa una creciente entropía. Puesto que cuanto menos arreglado y más desordenado es un estado de naturaleza significa físicamente una creciente entropía de dicho estado, creo que podemos transferir esta idea al dominio psicológico y quizá de este modo entenderla mejor. Por esta razón sugiero que la formulación de nuestros pensamientos, sobre la cual tan a menudo insiste el Trabajo, puede compararse con un esfuerzo tendiente a disminuir la entropía en uno mismo. Por otra parte, si no se tiene claridad en la mente, si nunca se dice: «¿Qué voy a hacer ahora?», o «¿En qué pienso realmente?», o «¿Qué significa esto?», puede compararse a un aumento de entropía —es decir, a un aumento de desorden en nuestro mundo psicológico o interior—. Schrodinger nos muestra que la vida y su base material están altamente organizadas y presentan un orden que no se encuentra en los sistemas físicos ordinarios, es decir, en la materia ordinaria. Tal vez sea innecesario señalarlo porque todos habremos reparado en ello al ver una semilla que se transforma en una planta. Pero constituye un verdadero progreso para la ciencia que pocas veces se enfrenta con todos los hechos. Luego la vida se caracteriza por un elevado grado de orden que es transmitido por el plasma germinativo o semilla y logra un resultado ordenado tales como plantas, árboles, cuerpos humanos, y esto es muy diferente de la materia no organizada tales como piedras, arena, metales, etc. Dicho en palabras sencillas significa que los científicos se dieron cuenta que hay una fuerza ordenadora en los fundamentos de la vida que dispone las partículas materiales de un modo definido y transmite ese orden de generación en generación y así se distingue completamente de las reglas generales que se aplican a la materia no viviente.

Ahora bien, considerando el tema desde el punto de vista psicológico, desearía hacerles una pregunta: suponiendo que puedan satisfacer cada deseo, suponiendo que se identifiquen con todo, suponiendo, en suma, que nunca trabajan sobre sí, ¿su entropía psicológica aumentará o disminuirá? Estarán de acuerdo conmigo que aumentará —es decir, les será cada vez más difícil gustar y llegarán en todas las direcciones a una especie de saciedad, estarán, por así decirlo, «hartos» de todo—. Tomo esto como el equivalente psicológico de la entropía física como cuando una marmita caliente y una marmita fría llegan a una temperatura común y entre ellas ya no se produce más ningún intercambio de calor. Es preciso aquí dar rienda suelta a la imaginación para percibir el contenido de lo que estoy diciendo. Desde luego tenemos muchos lados psicológicos que se satisfacen de diferentes maneras y la cuestión es muy compleja. Pero estarán de acuerdo que, tomando el Centro Instintivo, el hambre disminuye la entropía mientras que el hartazgo la aumenta, produciendo un estado de saciedad. Ahora bien, el Trabajo nos enseña que debemos hacer esfuerzos en nosotros de diferentes maneras. ¿Están de acuerdo conmigo cuando digo que el esfuerzo disminuye la entropía y hacer lo que a uno le da la gana aumenta la entropía? Tomemos el ejemplo de formular nuestros pensamientos. Esto requiere una definida clase de esfuerzo. ¿No se sienten más nuevos después o no? ¿Sienten que tienen más energía disponible o no? Creo que, todos estarán de acuerdo conmigo que se siente más energía, que uno se siente más vivo. Esto significa que se ha disminuido la entropía en uno y así se tiene más energía disponible para dar o para emplear. Pero suponiendo que uno se aburre hasta la muerte, que está harto, repleto de alimento, saciado de sexo y de pereza; o bien que se vive simplemente sin preocuparse por nada, sin intentar siquiera entender el propio trabajo, o interesarse por algo, que se va a la deriva —entonces creo que estarán de acuerdo conmigo cuando digo que de este modo se aumenta la entropía psicológica—. Ahora relacionaré lo dicho con dormirse cada vez más en el sentido del Trabajo. Quiero decir que esta creciente entropía psicológica puede ser considerada equivalente a un creciente sueño psicológico. Ya saben los que nos sucede a todos a menos que trabajemos. Llegamos a un estado en que descuidamos todo, en que no hacemos ningún esfuerzo real de atención y no podemos concentrarnos, sino que en realidad dormimos. No podemos aplicarnos a cosa alguna y de este modo no tomamos nuevas impresiones. Nunca tratamos de aprender nada nuevo y en lugar de horrorizarnos por nuestro estado de ignorancia nos dejamos ir a la deriva en la corriente de la vida. El principio fundamental de este Trabajo consiste en despertarnos de esta clase de sueño, por lo tanto creo que me está permitido decir, en el paralelo que estoy trazando entre la entropía física y la entropía psicológica, que el principio fundamental del Trabajo estriba, en disminuir la entropía en nosotros mismos por medio de ciertos esfuerzos definidos y ciertos choques que nunca pensaríamos darnos en la vida ordinaria. Ahora bien, todos los esfuerzos comportan ciertos sacrificios. Supongamos que me siente para entender un libro difícil, ¿qué tengo que sacrificar? Tengo que sacrificar mi deseo de pereza y de no hacer nada. Esto quiere decir que la energía que ordinariamente hubiera sido empleada en la pereza y en estar cómodo y adormecido es obligada a seguir otro canal a causa de mi esfuerzo y me lleva a tomar impresiones completamente nuevas. ¿La entropía aumentará o disminuirá? Por cierto disminuirá para que pueda disponer de más energía para usarla después. Mencionaré ahora la frase del Trabajo que dice que cualquier cosa que se haga mecánicamente se pierde para siempre y cualquier cosa que se haga conscientemente permanece con uno. Hacer un esfuerzo es hablando relativamente hacer algo más conscientemente, y esto nos procura energía. Disminuirá la entropía. Ir consigo mismo mecánicamente, yendo a la deriva día tras día, nos extrae la energía y aumenta la entropía. De hecho, no se tiene derecho a decir que se está vivo. No se tiene derecho a decir que se está vivo en la vida. Más bien hay que decir que la vida nos está viviendo. Mencioné la palabra sacrificio y dije que todos los esfuerzos comportan el sacrificio de algo como, por ejemplo, cuando se es negativo con alguien y se esfuerza por no identificarse con ello. Éste es un sacrificio. Es el sacrificio de la energía que de otro modo nos haría negativos, y si al mismo tiempo se recuerda el propósito que se hizo en relación con la particular y más peligrosa forma de emoción negativa, la energía se encauzará para cumplir el propósito y ayudará a aquellos «Yoes» que desean crecer.

Ahora bien, ocupémonos de los grandes símbolos de sacrificio que han existido históricamente en el pasado, principalmente en la forma de símbolos religiosos, y pensemos en ellos en conexión con la idea del esfuerzo que disminuye el estado de entropía y provee una nueva fuerza, una nueva energía. Está antes que nada el símbolo de Cristo en la Cruz, que dio tremenda fuerza al mundo en aquella época. Hay también otro símbolo que pertenece al mismo período y que es más fácil de comprender, en primer lugar, el símbolo del mitraísmo, religión que se extendió por toda Europa antes que el cristianismo la venciera. Es el símbolo que se ve sobre placas y en la estatuaria del Museo Británico. En otros lugares se veía al dios no en la Cruz, sino montado sobre un toro en el cual hundía un cuchillo y de cuya sangre brotaba el trigo y otras cosas útiles para la vida. Éste es el símbolo del sacrificio del lado animal, y la idea subyacente es disminuir la entropía, transformar la energía desde un nivel inferior a un nivel superior porque si se satisfacen siempre los instintos como un animal no se puede esperar que la energía se transforme en algo perteneciente a un nivel más elevado. Ahora bien, en el Trabajo tenemos otro símbolo, que conocemos al principio, a saber, el Primer Choque Consciente. Veremos que ésta es una transformación de energía producida por el choque o esfuerzo. El Trabajo no comienza con los instintos y apetitos sino con los pensamientos, sentimientos, formas de identificación, formas de imaginación, emociones negativas, consideración interna, etc. El Trabajo dice que estos son los primeros esfuerzos o sacrificios que es preciso hacer antes de lograr algo. El Segundo Choque Consciente está en un diferente lugar pero no nos referiremos a él porque debemos conocer primero qué es el Primer Choque Consciente y esto exige años y años de constantes experiencias nuevas, de nuevas introspecciones y de nuevas maneras de dárnoslo a nosotros mismos. El Trabajo no se inicia con el Toro de Mitra, con los instintos animales. Tiene más bien su punto de partida en el hombre psicológico que en el animal que está en él. Si el hombre psicológico cambia, entonces el animal empezará a cambiar, o más bien empezará a ver cómo debe cambiar el animal y convertirse no en un animal salvaje sino en una criatura útil con la cual puede vivir en juiciosa paz y sin sentir contradicciones. Por cierto ha de llegar el momento en que tendremos que conocer a nuestros animales y penetrar en ellos para descubrir lo que quieren decir. Pero esto pertenece a una etapa posterior y al presente examinaremos ese «otro lado», ese hombre o mujer psicológico, que no creemos ser, esa persona imaginaria que ha de ser dividida en partes.

Ahora bien, notarán que el Primer Choque Consciente acrecienta la energía —es decir disminuye la entropía— porque la energía llamada H 48 se transforma en la energía llamada H 24 que es 30 000 veces más poderosa, 30 000 veces más rápida, 30 000 veces más comprensible y sutil, y esto, a su vez, es transformado en H 12 que es aún más elevado e infinitamente más sutil y pleno de significación, infinitamente más receptivo y comprensible, infinitamente más rico y más sensible. Así verán que la idea de decreciente entropía es presentada en el Trabajo en términos del Primer Choque Consciente, que acrecienta la energía en nosotros y así disminuye la entropía o saciedad o sueño.

Regresemos ahora a la idea de sacrificio, que había conectado con el esfuerzo. Como saben, el Trabajo dice que hay infinitas formas inútiles de sacrificio. Las gentes creen que tienen algo que sacrificar y hasta imaginan que se sacrifican a sí mismas en momentos en que no lo hacen en absoluto. Por esta razón el Trabajo habla muy duramente del sacrificio al comienzo. He oído mujeres sentimentales en los primeros grupos del Sr. Uspenskiï que preguntaban qué debían sacrificar y obtuvieron esta respuesta: «¿Qué quiere decir por sacrificio? No tiene nada que sacrificar. Es toda imaginación». Por lo demás le he oído decir: «Hay una sola cosa que pueden sacrificar al presente y es su sufrimiento». Y me imagino que mucha gente al oír esta respuesta quedó como el joven rico de los Evangelios que estaba identificado con sus posesiones, sus méritos y su impecabilidad legal, y que, al preguntar a Cristo cómo podía ganar la vida eterna, recibió esta respuesta:

«Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme».

(Mateo, XIX, 21).

Sí, aquí en verdad tenemos algo que sacrificar, y creo que todos estarán de acuerdo conmigo cuando les digo que lo primero que se debe hacer es sacrificar las imágenes de nosotros mismos, nuestro «Yo» imaginario y Falsa Personalidad, nuestras virtudes eminentes y méritos extraordinarios a los cuales tanto nos aferramos y con los que estamos tan identificados. Pero el Trabajo nos enseña aún más, si se reflexiona sobre ello. Basta reflexionar sobre la sorprendente frase, esa frase en que nos dice que debemos sacrificar nuestro sufrimiento. La autocompasión acrecienta la entropía muy rápidamente. ¿No lo ha notado? ¿Acaso tiene más energía para trabajar mediante la autocompasión? ¿No recuerda lo que dijo Cristo cuando sus discípulos le preguntaron: «Señor, auméntanos la fe». Les refirió la parábola de hacer simplemente lo que se debe hacer sin que por ello se sintiera un exagerado mérito, o sufrimiento o piedad de sí?:

«¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: Pasa, siéntate a la mesa? ¿No le dice más bien: Prepárame la cena, cíñete, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después de esto, come y bebe tú? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos».

(Lucas, XVII, 7-10).

Es interesante, porque aquí cabe decir que la fe tiene el significado de algo que disminuye la entropía y libera energías que de otro modo nos ahogarían al inundar los canales del automérito, de la compasión de sí, de los apetitos, de la pereza y de los estados negativos. Pero, si fuéramos a hacer uso de esta idea, la cuestión sería: «¿Señor, cómo se puede disminuir nuestra entropía?». ¿Acaso no derivamos gran parte de nuestra sensación ordinaria del «Yo» al esforzarnos en el sufrimiento? Luego, para el trabajo ésta es una mala sensación de «Yo». Cuántas veces en verdad sentimos habernos preocupado y cuántas sentimos haber sufrido en silencio. Nunca logramos el reconocimiento que según nuestro sentir nos deben. Además nos cantamos muchas cantinelas. Todo esto acrecienta la entropía y todo ello constituye el terreno de sacrificio en el cual nos dicen de entrar y trabajarlo, en primer lugar, porque, como dije, el hombre psicológico es el que primero debe cambiar. Y es maravilloso cuando el hombre o la mujer psicológica empieza a cambiar en uno mismo. Es maravilloso porque se siente un aporte enteramente nuevo de energía. Se empieza a escapar de las limitaciones que uno inconscientemente había establecido. Se pasa más allá de las barreras que nuestras actitudes habían levantado, se escapa del estrecho rinconcito en el cual se vivía tan respetablemente. Se comienza a ver el otro lado, el lado tenebroso. Se permite que el rayo de luz penetre en la oscuridad interior. Se abren las habitaciones en la propia casa. Se mueve con mayor libertad dentro de uno mismo. Todo ello aumenta la energía y disminuye la entropía. Pero es preciso que ustedes hallen ejemplos en su propio trabajo y observaciones, y cada cual debe encontrar un claro ejemplo del cual esté convencido y cuyo resultado práctico se pueda ver sin argucias o argumentos. La desdicha es que las gentes entran en el Trabajo sin un claro ejemplo logrado por medio de la autoobservación de, digamos, un pensamiento negativo, y así viven ignorando todo sobre este particular. Por esta razón el Sr. Uspenskiï acostumbraba a decir: «Quiero ejemplos, no charlas teóricas. Deme un buen ejemplo de observación de sí o un momento de trabajo sobre sí, un momento de verdadero esfuerzo conscientemente hecho». Ésta es una posibilidad que está al alcance de cualquier persona. Y hacerlo es mucho mejor que escribir largos ensayos teóricos sobre lo que es la observación de sí o lo que debería ser o sobre el significado de las reacciones mecánicas o del sueño. Cuando se logra una buena memoria para el trabajo que se realiza sobre sí mismo y desde uno mismo, ya no se tienen dificultades para comprender que cada genuino esfuerzo de Trabajo acrecienta la energía y así disminuye la entropía. Quizá se comprenderá así por qué todas las grandes religiones que están respaldadas por una verdadera enseñanza esotérica siempre se propusieron determinada clase de esfuerzos que un hombre puede y debería hacer en su vida y sin los cuales un hombre no es hombre en un cabal sentido esotérico. Creo que la marmita caliente a que nos hemos referido, si pudiera darse a sí misma choques, llegaría a ser cada vez más caliente, es decir, a aumentar e irradiar su energía. Las marmitas no lo pueden hacer, pero el esoterismo dice que el Hombre sí lo puede hacer, dándose los choques correctos en el momento oportuno, y así alcanzar un nivel de energía por entero diferente, no el hombre mecánico que se gasta tempranamente en la vida y así se convierte en una persona muerta, sino al hombre que busca ser más consciente y al hombre que por una elección deliberada se interna en el camino del desarrollo interior, de la transformación interior, de acuerdo con una enseñanza que proviene de aquéllos que ya han recorrido este camino.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskii Libro 2
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