Birdlip, 3 de febrero, 1945
La doctrina de los «yoes». II
Hemos hablado recientemente de la doctrina de nuestros diferentes «Yoes», y de cómo, a menos de ver que consistimos en muchos «Yoes», no podremos movernos de donde estamos. Antes de proseguir recordemos cuantos «Yoes» diferentes surgen en nosotros y lo que el Trabajo enseña sobre este tema. El Trabajo nos enseña que hemos nacido únicamente con la Esencia. En los niños pequeños vemos manifestaciones de una Esencia subdesarrollada. La Esencia desciende al nivel de la tierra con el fin de crecer, pero no puede crecer por sí misma más allá de cierto punto. Vale la pena notar, por lo demás, que los niños pequeños no tienen emociones negativas, las que son definidas por su persistencia. El niño crece entre gente dormida y empieza a formar la Personalidad que gradualmente rodea la Esencia. Un niño pequeño nunca dice «Yo». Cuando empieza a decir «Yo», comienza el «Yo» imaginario. Muchos «Yoes» son establecidos por la imitación, etc., y el niño que crece empieza a decir «Yo» a todos ellos. Podría decirse que el niño empieza a decir «Yo» por imaginarse a sí mismo «Yo», y por oír a los adultos que siempre están diciendo «Yo». No obstante, entran en ello muchas otras cosas interesantes. Ahora hablamos de nosotros en nuestro papel de adultos. Hemos adquirido inevitablemente, y aun adrede, un sentimiento equivocado de «Yo», esto es, un «Yo» imaginario. Para que la Esencia llegue a crecer más en nosotros, todo lo que se relaciona con el «Yo» imaginario debe llegar a ser pasivo. Por lo tanto es comprensible que el Trabajo diga que a no ser que un hombre pueda dividirse en dos no podrá salir de su estado psicológico. Dividirse en dos significa dividirse a sí mismo en un lado observante y un lado observado. A menos que un hombre pueda observarse a sí mismo no puede cambiar. Seguirá siendo el mismo hombre, la misma mujer. Asimismo, todos sabemos que mientras una persona se tome a sí misma como una sola persona, no puede cambiar.
Recientemente hemos tenido una conversación sobre la mentira. El Trabajo puede decir muchas cosas sobre la mentira, por ejemplo, que la mentira destruye la Esencia. Una persona que siempre miente destruye su Esencia. Ahora bien, la Esencia es en nosotros la única parte que puede crecer y llevarnos a otro nivel de ser y a otro destino, a otra posición en la escala de ser. Un embustero no puede crecer. Cada persona tiene en sí gran cantidad de «Yoes» que mienten y que están siempre conectados con la tremenda actividad de los «Yoes» que se justifican a sí mismos. Una persona debería sentirse incómoda cuando miente. El Trabajo dice que hay dos formas da mentira; mentir a los otros y mentirse a uno mismo. Al mismo tiempo el Trabajo dice que la mentira solo puede ser definida por su relación con algún sistema de verdad. Si nunca le enseñaron nada acerca de lo que es la verdad es difícil ver cómo podría mentir. Un niñito que no conoce nada no miente ni tampoco puede mentir, pero en cuanto se le enseña algo puede mentir respecto de lo que le fue enseñado. Solo se puede mentir en relación con alguna verdad. Si nunca le han enseñado ninguna idea del bien y el mal, acerca de la verdad y la falsedad, ¿cómo puede mentir? Tan pronto como el hombre fue capaz de concebir la idea de las cosas prohibidas y de las cosas permitidas logró la capacidad de mentir. Ahora bien, se puede mentir en el Trabajo, y mentir en el Trabajo destruye toda posibilidad de desarrollo. El centro de gravedad de la enseñanza del Trabajo considera el mentirse a sí mismo como la cosa más importante, pero el Trabajo dice al comienzo que no se debe mentir al maestro. Quizás uno no desee hablar a su maestro sobre algún particular, pero si él pregunta qué sucedió y se le miente —y esto siempre se conoce— entonces se está en una posición peligrosa, no solo hacia el Trabajo sino hacia las posibilidades interiores de desarrollo. Ahora bien, el sistema del Trabajo es una cosa claramente definida y todos ustedes deben saber muy bien qué significa mentir al Trabajo. Puede mentir a la vida pero mentir al Trabajo es una cosa muy diferente. En este caso se miente respecto a un sistema definido de verdad. Uno se da cuenta de que cualquier desarrollo de la vida psíquica solo es posible por medio de la enseñanza de un sistema de verdad, que comienza a seguir. Tiene que vivir este Trabajo, no solo pensar en él o hablar de él. El Tratamiento es un sistema definido de enseñanza de formas de la verdad que si se las vive en la práctica nos llevan en una dirección muy deseable. Vivir la verdad del Trabajo significa practicar el trabajo sobre sí. Pero si uno se miente a sí mismo internamente, como cuando dice que no es negativo y lo es, obstaculiza entonces las influencias del Trabajo en sí mismo.
Todo desarrollo depende en el sentido esotérico de vincularse a un sistema de enseñanza que no se funda en la vida. El Trabajo es algo que se recibe por añadidura. Es una segunda educación. Un hombre puede ser en la vida un buen individuo pero ésta no es la idea del Trabajo, porque la idea del Trabajo y de todo el esoterismo, incluso los Evangelios, es poner a un hombre frente a frente con una manera enteramente nueva de vivir la vida. Y tan solo por medio de esta manera por entero diferente de vivir y de comprender el propósito de la enseñanza esotérica, ésta se cumple en la tierra. Por ejemplo, por medio de la educación social una persona no expresa sus emociones negativas públicamente, pero esto no tiene nada que ver con el Trabajo. Es preciso tener una relación por entero diferente con la idea de las emociones negativas y que no sea regida por las apariencias externas. Internamente, las personas que aprendieron a no expresar sus emociones negativas en la vida pueden estar infestadas de emociones negativas. Por esta razón es tan importante no mentirse a sí mismo. En una oportunidad O. dijo: «La mentira destruye la Esencia porque la Esencia solo puede crecer por medio de la verdad. Un hombre debe dejar de engañarse a sí mismo antes de que pueda empezar a crecer. La peor forma de mentir es el fingimiento. Todas las personas fingen ser lo que no son. La fuente de esta clase de mentiras está en la imaginación». En otra ocasión hablaba sobre la vida en general y dijo: «En la vida nada es como pretende ser». En aquella época se refería a la Liga de las Naciones; dijo: «No es lo que pretende ser, del mismo modo que otras organizaciones aparentemente excelentes no son lo que pretenden ser. ¿Cómo esperar que gentes dormidas puedan crear organizaciones que están mucho más allá de su propio nivel de ser?». Estas palabras me sorprendieron mucho, pues, pensé que era una arrolladora declaración acerca de las organizaciones caritativas, etc., en la vida. En una oportunidad pasábamos frente a una iglesia de la cual salía gente y dijo que una iglesia no hace lo que pretende hacer, o sea hacer que la gente se asemeje a Cristo. Y me recordó lo que G. había dicho una vez hablando del Cristianismo, que solo había un cristiano llamado Cristo. Nos ocuparemos ahora de la mentira en un nivel práctico, y nos ocuparemos particularmente de esa forma de mentira que comienza con el «Yo» imaginario y se pone en relación con la Falsa Personalidad. Una parábola del Trabajo enseña que la raza humana en la tierra se asemeja a unas ovejas que se hallaban al cuidado de dos pastores magos, cuyo objeto era impedir que las ovejas escaparan de su poder, y que, por ser muy avaros y no queriendo usar un medio costoso para retener las ovejas, las hipnotizaban y les decían que eran leones, águilas y hasta superhombres. Ésta es una parábola que se refiere al poder de la imaginación, conectada con el «Yo» imaginario que eventualmente crea la Falsa Personalidad. La Falsa Personalidad es puro fingimiento, pura imaginación, y tiene su origen en el «Yo» imaginario, esto es, en la imaginación que nos hace creer que tenemos en nosotros un «Yo» real. Con esta forma de imaginación, que nos mantiene como ovejas dormidas, nos forjamos las ideas más extraordinarias acerca de nosotros mismos. Creemos que podemos hacer, por ejemplo, creemos que tenemos verdadera voluntad, que podemos determinar nuestra propia vida y nunca vemos que todo sucede, hasta nuestra propia vida. Formamos en nosotros una especie de imaginación secreta y aunque la vida misma no corresponda a esta imaginación secreta seguimos aferrándonos a ella, sintiéndonos leones, águilas, superhombres, etc., y nunca nos damos cuenta de lo que realmente somos. El Imaginar que tenemos un «Yo» y que hacemos todo desde nosotros mismos, la incapacidad de ver que somos mecánicos y que todo nos sucede, la no comprensión del «Yo» imaginario y de las fantasías que construye en la Falsa Personalidad, en fin, la incapacidad de ver donde estamos realmente y lo que ha sido nuestra vida, todo esto nos mantiene profundamente dormidos en una incesante mentira, un incesante fingimiento, un incesante autohipnotismo. Este estado de nosotros mismos es descrito en otra parábola del Trabajo que habla de un cochero que está en una taberna y gasta allí todo su dinero en bebidas, mientras su caballo y su carruaje con los cuales puede lograr algo real están fuera de la taberna, abandonados sin cuidado alguno. Han de recordar que en esta parábola lo primero que hay que hacer es despertar al cochero. ¿Qué clase de bebida está bebiendo el cochero? Es lo que imagina acerca de sí, y no basta beber literalmente para ver la fuerza de la imaginación. ¿Qué hacen todas las personas cuando beben literalmente? Se jactan —o empiezan a revelar su secreta imaginación de sí— dicen que son personas verdaderamente maravillosas, que nadie las aprecia, etc., porque cada cual tiene su novela secreta conectada con el «Yo» imaginario y la Falsa Personalidad, y esto constituye la fuente más oculta de las «cuentas» internas.
El Trabajo dice que es preciso estudiar en nosotros la primera forma de mentira; aquélla en que siempre tendemos a relatar algo que nos sucedió para que redunde en nuestro propio beneficio. Cuando una persona tiene que referir lo que ella misma dijo y lo que dijo otra persona en alguna conversación del Trabajo, se dará cuenta de que es imposible hacer un relato imparcial. Se tiende siempre a hacer que el relato nos beneficie, no mencionando algunas cosas y subrayando ligeramente otras. Desde luego se puede invertir la situación poniéndose a sí mismo bajo una luz muy mala mediante la autocompasión que siempre busca una recompensa. Sin embargo, la gente tiene la seguridad de decir una verdad imparcial sobre sí misma y los otros. Por cierto tenemos en nosotros «Yoes» más verídicos y «Yoes» menos verídicos. Pero ¿cuál es el objeto de ser verídico en el Trabajo? No se funda en razones morales. Se funda en el posible desarrollo de algo llamado Esencia que nunca podrá crecer por medio del fingimiento o la falsedad. Todos aquellos «Yoes» que habitualmente mienten, todos aquellos «Yoes» que protegen el reino central de la Falsa Personalidad y justifican, retuercen y deforman todo para su propio beneficio, impiden que tenga lugar el desarrollo de la Esencia. Por esta razón, el Trabajo enseña que es tan importante decir la verdad a su maestro, porque por medio de ese ejercicio se aprende a decirse la verdad a uno mismo. Y si no es posible decirse la verdad a uno mismo, no se puede ir más allá de la esfera del «Yo» imaginario y de la Falsa Personalidad que son incapaces de darnos el desarrollo interno. Por eso no se trata de una cuestión moral sino de una cuestión práctica. Si empezamos a ver mejor nuestras falsedades en nuestra vida pasada, las cambiamos en el pasado. Podemos ver las mentiras en el pasado, pero solo se ven a través del trabajo sobre sí en el presente. Si nuestra observación de nosotros mismos se ha acrecentado en el presente y empezamos a ver toda clase de actitudes y entonaciones falsas, de maneras falsas de concebir nuestro propio valor, de culparnos falsamente, etc., seremos misericordiosamente capaces de ver que las mismas cosas han obrado en el pasado. Esto es, cambiamos el pasado desde este momento presente de trabajo, porque la vida es una cosa compacta que descansa enroscada en nosotros mismos y cuando morimos nos llevamos esa totalidad. He pensado a veces que es más fácil cambiar el pasado que el futuro. Esto se debe en parte a que cuando se empieza a estar más despierto a lo que se es en realidad, el pasado se adelanta y entra en la conciencia, mientras que lo desconocido no se adelanta de la misma manera. En el futuro siempre están nuevas tentaciones, pero el pasado no nos tienta de la misma manera excepto mediante el hábito. Es maravilloso cómo el Trabajo nos descubre el pasado tal como debe ser cuando se eleva uno desde el presente al nivel del Trabajo. Ahora se empieza a ver lo que fue nuestra mentira en el pasado y se comprende que lo que en el Trabajo es llamado mentira no es siempre lo que se creía. Tal vez la palabra mentira no lo exprese exactamente. Llamémoslo, si prefieren, fingimiento. Una persona puede mentir con un solo gesto, una simple mirada, un tono de voz, un suspiro, una expresión de desaliento, una enfermedad, con modales francos, sintiéndose siempre bien dispuesta. Todos sabemos cuan maravillosamente bien nos hemos comportado y a qué condiciones intolerables nos hemos visto sometidos. El Trabajo dice que todo esto nos conduce a la vida imaginaria sobre nosotros mismos. Ahora bien, esta novela suele extraernos mucha energía y siempre nos impide toda observación interior verdadera. Es preciso arrancarla del corazón. Las emociones de sí son tremendamente poderosas. A veces esas autonovelas, que se arraciman en torno del «Yo» imaginario, son tristes y trágicas. Todos conocemos esas miradas de desesperanza que vemos en nuestro prójimo. Cuando nos fundamos en esas autonovelas interiores somos muy débiles, sea que la autonovela se refiera a ser fuerte y alegre, a no ser comprendido, a no haber tenido suerte, etc. Todo ello es autohipnotismo, y es siempre una fuente profunda del hacer cuentas internas al no ser capaces de ver esta forma de imaginación cuyo poder invisible es tan grande sobre nosotros. No advertimos los «Yoes» que usando esa forma de imaginación nos dan un falso centro de gravedad y hacen que seamos incapaces de comprender la significación de nuestra vida. Impide que veamos nuestra vida tal como es y que nos hagamos esta terrible pregunta: ¿por qué nuestra vida es así?
Al cabo de un tiempo empezamos a tener una conciencia de Trabajo. Esto nos hace muy desdichados, no por autocompasión que nos destroza el alma y un seudosufrimiento, sino de una manera mucho más limpia. Éste es el comienzo de la fuerza que nos hace ver nuestra mentira. No es una conciencia de vida adquirida por la educación, sino el principio de una conciencia real que puede cambiar nuestra vida. Es el nacimiento en uno de algo completamente nuevo, y su acción si bien es muy suave es absolutamente auténtica y se conoce y se reconoce su autoridad. Éste es el comienzo del despertar del sueño. Esta conciencia ignora todo lo que se refiere a ser inglés o chino, a ser rico o pobre. Es la misma en toda persona una vez que ha despertado. No tiene nada que ver con las costumbres que se han adquirido, las escuelas a las cuales se asistió, la profesión que se siguió, o la posición social adquirida. Para ella no se existe como personalidad. El trabajo enseña que esta conciencia real, que es siempre la misma, yace en lo más hondo de cada persona y que el Trabajo puede eventualmente despertarla. Esta conciencia sirve al Trabajo. Establece el contacto con los centros superiores. Esa conciencia nunca puede despertar mientras el «Yo» imaginario y la Falsa Personalidad y todas las formas de mentira conectadas con ellos sean predominantes, porque esta conciencia lleva hacia el «Yo» real, que está muy por encima del «Yo» imaginario y de la Falsa Personalidad con todos sus fingimientos.
Recuerden que la mentira también daña a los otros en el Trabajo. Este tema es demasiado amplio para discutirlo aquí —pero recuerden cómo tratan a los otros en su mente—.