Quaremead, Ugley, 23 de junio, 1945
Comentario sobre el «yo» observante
Sobre ver contradicciones en nosotros mismos

He escrito recientemente sobre los lados que en nosotros son oscuros, inconscientes o no reconocidos, lo cual da como resultado que vivimos siempre en las pequeñas partes de nosotros mismos, que no recordamos el resto de nosotros mismos en diferentes momentos, que hablamos de la necesidad de acrecentar la conciencia para que pueda abarcar todo el círculo de la vida humana. Por esta razón se dijo una vez en los comienzos de la enseñanza que es preciso conocer todos los «Yoes» en nosotros y se agregó que estábamos completamente equivocados y no podíamos crecer más debido a que éramos conscientes de un solo «Yo» al que tomábamos como nuestra conciencia, como nosotros mismos. Por lo tanto no vemos contradicciones en nosotros mismos y vivimos, por así decirlo, siempre en un pequeñísimo lugar. A medida que aumenta la memoria de Trabajo, a través de la observación de sí, empezamos a desconfiar del «Yo» particular en el que nos toca estar en un momento dado. Cuando digo que no confiamos en él, quiero decir que no creemos completamente en lo que está diciendo, en lo que está pensando, en lo que está sintiendo en ese momento mismo. Si no lo comprendemos, un «Yo» cualquiera que en ese momento ocupa el lugar principal en nosotros, un «Yo» cualquiera al que tomamos como nosotros mismos en ese momento, y que dice y hace y promete cosas por un breve instante, un momento después ya no sabremos nada de él. En otras palabras, es preciso ser mucho más conscientes de esta rotación de los «Yoes» en nosotros para que podamos recordar lo que dijo un «Yo» y también otro «Yo». De otro modo no tenemos un Ser definido, lo que significa que nuestro Ser cambia constantemente, al ser controlado por el «Yo» temporario del momento.

Ahora bien, ¿cuál es la cosa en nosotros que está más alto que los «Yoes» ordinarios y por qué se repite tanto en el Trabajo que debemos observar nuestros diferentes «Yoes»? La respuesta es que tenemos en nosotros un «Yo» observante y si tan solo pudiéramos usarlo, como éste tiene una memoria propia por estar fuera de la maquinaria de los «Yoes» giratorios y los observa, con desapego, forja su propia memoria de los diferentes «Yoes» que ha observado y esta memoria es llamada la memoria de Trabajo. Es preciso comprender que cada «Yo» que aparece mecánicamente y se hace cargo de nosotros por un momento tiene su propia memoria, pero el «Yo» observante tiene una calidad de memoria muy diferente.

Ahora bien, deseo hablarles sobre la estrechez de miras. Solemos recordar vagamente que hemos actuado de cierta manera y en realidad hemos actuado de una manera muy diferente. Nos sentimos muchas veces incómodos, y no me gusta el hombre o la mujer que no se siente un tanto incómodo en cuanto a sí mismo. Solo cuando se siente una vaga incomodidad en cuanto a las propias contradicciones, y las cosas que sentimos son incompatibles para con otras cosas en uno mismo, se da uno cuenta que ya es capaz de observar, que se tiene cierta clase de vaga conciencia de lo que es la propia vida, pero que se está identificado con ella y que en consecuencia uno se juzga a sí mismo de acuerdo con la educación que se ha recibido. Ahora bien, lo interesante acerca del «Yo» observante, establecido por la influencia del Trabajo y su aceptación y valoración, es que es algo que puede observar imparcialmente, esto es, sin identificarse. Observa impersonalmente, observa su Personalidad impersonalmente, y recuerda lo que ha observado imparcialmente, impersonalmente. La Personalidad está compuesta de diferentes «Yoes» y está, por ende, girando como una rueda de modo que en un momento un «Yo» predomina y está a cargo de todo y en otro momento otro «Yo», a su vez predomina y está a cargo de todo. Ya tenemos un brumoso recuerdo de ello pero siempre somos parciales respecto a esta confusa observación de nosotros mismos. Pero el establecimiento del «Yo» observante en el sentido del Trabajo es el establecimiento en una persona de un nivel de conciencia que está por encima de esos diferentes y siempre cambiantes «Yoes». El «Yo» observante en el sentido del Trabajo es imparcial para con todas las cosas. Registra meramente lo que está haciendo, lo que está diciendo en diferentes momentos, por medio de la acción de los diferentes «Yoes», y no dice que una cosa es mejor u otra es peor. Al «Yo» observante nada le sorprende, no es una especie de abuela o de abuelo en usted, pero es muy puro y sencillo, y el Sr. Uspenskiï solía compararlo a menudo con una cámara fotográfica que fotografía simplemente su estado psicológico en cada momento. Dijo que el «Yo» observante debe permanecer fuera de la Personalidad, permanecer apartado de esa jaula de «Yoes», ese Jardín Zoológico de «Yoes», que se hacen constantemente cargo de su persona en una especie de rotación y que se llaman a sí mismos «Yo», es decir, usted. Establecer ese «Yo» observante, acostumbraba a señalar, es algo muy difícil porque la clase de observación que empleamos comúnmente en las relaciones sociales se funda realmente en un «Yo» que observa ligeramente a otro «Yo» y que lo critica y lo encuentra culpable. El «Yo» observante en el sentido de Trabajo se mantiene apartado de todos esos «Yoes» que se hacen cargo de nosotros en todo momento. Está ubicado por lo tanto en un nivel por encima de la Personalidad y, como es sabido, este «Yo» observante sobre el cual hace tanto hincapié el Trabajo, y del cual dice constantemente que debe ser imparcial y carecer de virtudes morales adquiridas, es lo más importante que se debe establecer en nosotros mismos si queremos cambiar. Este «Yo» observante al que se refiere el Trabajo está bajo la influencia del Trabajo mismo, es decir, se pone más tarde bajo la influencia del Trabajo. Pero nuestra primera tarea finca en establecer una observación impersonal e imparcial de nosotros mismos. ¿Qué significa imparcial? Significa que si se observa algo en uno mismo no se lo critica hallándolo bueno o malo. Ve simplemente que usted, es decir, la máquina de usted, los «Yoes» adquiridos en usted, están haciendo esto o aquello en este particular momento. Están hablando de esta manera, están hablando de esta otra manera; están sintiendo esto, están sintiendo aquello. No hay un solo «Yo» en su Personalidad que pueda incluir a toda su persona en su conciencia. Pero el verdadero «Yo» observante incluirá eventualmente toda su vida. Llegará a ser consciente de todos los lados de usted mismo. Tendrá su propia memoria, de los diferentes aspectos de usted. En su vida ciertas cosas son incompatibles con otras cosas y así se siente en conflicto y desdichado. En una persona que tiene una visión muy estrecha, muchas cosas llegan a ser incompatibles a raíz de esa estrecha visión. Un hombre cree que las cosas son malas debido a esa visión estrecha. Ahora bien, supongamos que un hombre llegue a ser más tolerante, entonces muchas cosas que antes eran incompatibles ocupan el lugar que les corresponde y ya no son más incompatibles. Mas para el «Yo» observante nada es incompatible porque nada es criticado, de modo que diremos que el «Yo» observante es muy tolerante. Como es sabido, muchas gentes están seguras de poseer cosas que no poseen en absoluto. Me imagino que todos ustedes se creen muy tolerantes y siempre me disgusta oír decir que voy a conocer una persona que es muy tolerante. Les recuerdo que ésta no es la clase de descripción que hay que dar de una persona que desea ingresar en este Trabajo. Su así llamada persona tolerante, usted mismo, es una persona de miras extremadamente estrechas. ¿Qué significa tolerante? No es una expresión de Trabajo. ¿Cree usted que el «Yo» observante, una vez establecido, que observa y registra cada lado de sí mismo, es tolerante? Sí, desde luego lo es. A no ser que se ponga en relación con el verdadero «Yo» observante, que es tan imparcial, que no podrá moverse de donde está porque será arrastrado por la rueda giratoria de los diferentes y contradictorios «Yoes» que intentan vanamente y con una especie de confusa conciencia reconciliar los unos con los otros. Ha de aceptar su vida entera, todo el lado que en este momento es oscuro para usted, todo el lado del cual no tiene conciencia, en este instante, las miras muy estrechas —que por supuesto todos negamos tener— de resultas de su pequeño Ser, su pequeño y tedioso Ser, que siempre querella, pone objeciones y halla defectos en todo momento. Ahora bien, la única cura para este orden de cosas es ampliar el Ser, y esto significa llegar a ser más consciente de todo el Ser, de todos aquellos «Yoes» que están en usted, y ser capaz de soportar las contradicciones de todos ellos. Todo ello es solo posible por la creación del imparcial y sincero «Yo» observante. A través de su memoria, a través de un correcto vinculo con él, verá como toda la imagen de sí mismo empieza a cambiar, toda la idea de sí mismo; porque ha de recordar que cuando muere toda su vida se le aparece con todas sus contradicciones, porque es usted mismo. Se suele decir que la gente ve toda su vida en el momento en que se está ahogando, y esto no es una tontería. Pero lo que tenemos que hacer es intentar ver todo lo que hay en torno de nosotros mismos en esta vida antes de morir. Entonces en verdad ya no tendremos más la misma opinión de nosotros mismos, los mismos prejuicios, los mismos topes. Pero ésta es la tarea del «Yo» observante. Esto es lo que el «Yo» observante debe realizar, poco a poco, en nosotros mismos.

Cuando no se tiene «Yo» observante, cuando se carece del poder de separarse de lo que la vida ha hecho de uno, cuando uno se da por supuesto, entonces es preciso recordar que el saldo que está a nuestro favor en el Banco es muy pequeño y es muy fácil de agotar. Ahora bien, ¿qué significa en resumidas cuentas tener un saldo muy pequeño en el Banco? Desde luego, no tiene nada que ver con el dinero o con un Banco literal. Se refiere a nuestra capacidad de soportar las cosas sin llegar a identificarnos. Supongamos que tiene una excelente opinión de sí mismo, entonces su saldo en el Banco no tarda en agotarse. Trataré de explicarlo a algunas personas que no pueden comprender las ideas psicológicas, el significado psicológico de alguna cosa. Si tiene una muy buena opinión de sí mismo se ofenderá fácilmente, se irritará fácilmente, se sentirá fácilmente trastornado, por lo tanto el saldo a su favor en el Banco no tardará en desaparecer. Esto es, no tardará en sentirse negativo, en sentirse ofendido. Ahora bien, no hay que depositar un tesoro en cualquier Banco mecánico. Nos dijeron de depositar nuestro tesoro en los Cielos, esto es, en un nivel superior. Si está insoportablemente lleno de su propia excelencia y méritos, ¿acaso deposita sus tesoros en los Cielos? No, es usted simplemente una persona a quien será muy fácil ofender, insultar, que no tardará en verse sin fondos en su Banco.

Es preciso reconocer y aceptar todos los lados de nosotros mismos, porque solo a través del reconocimiento, de la aceptación, de la conciencia de todos los lados de nosotros mismos es posible el progreso. Esto es exactamente lo que amplía nuestro Ser. Bajo la influencia de la memoria del «Yo» observante, bajo la influencia de esta imparcial observación de sí, nos sentimos liberados de toda clase de ideas fantasiosas de nosotros mismos. Empezamos a vernos liberados de toda clase de virtudes y méritos que no poseemos en absoluto. Entonces nos convertimos de verdad en niñitos. Comprendemos en verdad lo que significan las palabras iniciales del Sermón de la Montaña. Dejamos en verdad de sentirnos grandes, de inflarnos con algún pequeño orgullo o vanidad. Logramos un sentido enteramente nuevo de nosotros mismos, un sentimiento enteramente nuevo, pensamientos enteramente nuevos. Dejamos de ser la persona que habíamos imaginado ser en toda nuestra vida. Para lograrlo es preciso tener una nueva clase de conocimiento de sí. Todos sus fundamentos se vuelven diferentes. A través de la influencia del «Yo» observante será rescatado de muchos peligros. ¿Cuál es el mayor peligro a medida que envejecemos? El mayor peligro es cristalizar en la idea que tenemos de nosotros mismos. Al cabo de un tiempo las cosas llegan a fijarse en nosotros, empezamos a creer en nuestra imaginación de nosotros mismos, en la clase de personas que somos. Qué criaturas más buenas y generosas somos. Pero el imparcial «Yo» observante, si es sustentado apropiadamente con el constante sentimiento y valoración del Trabajo, impide esa temprana cristalización en la personalidad que es completamente falsa. Si prestamos valor al Trabajo, entonces podremos valorar lo que el «Yo» observante advierte en nosotros, y luego no será tan grande el peligro de cristalizar en lo que imaginamos ser, en alguna opinión definida de nosotros mismos, en nuestra propia excelencia, en nuestro extraordinario mérito, en nuestros inexplicables valores. Todos nosotros somos criaturas tan minúsculas y desagradables que es preciso una prolongada observación de sí para ver que somos realmente ridículos en nuestra vanidad, en nuestro orgullo. Me imagino que algunas personas creen poseer un maravilloso don que pueden otorgar a los otros. Pero ¿qué es ese maravilloso don que las gentes quieren otorgar a los otros? ¿Se han preguntado alguna vez qué tienen de valor en ustedes mismos para que pudiera ser aceptado por otra persona? Creo que después de pasar un tiempo en el Trabajo la gente se vuelve más sencilla a este respecto. ¿Y por qué es así? Porque empiezan a observarse realmente a sí mismas en lugar de imaginar que son lo que creen ser. Ven que el abismo que existe entre lo que imaginan haber sido y lo que son es muy hondo. Cuando esto sucede por medio de la constante e imparcial influencia del «Yo» observante, toda la relación que se tiene consigo mismo empieza a cambiar. Todo aquello sobre lo cual fundaba antes sus valores, todas sus diferentes formas de sentirse superior a los otros, todo ello se disuelve. Ya no se sustenta más sobre la Falsa Personalidad que es su enemiga más poderosa y está compuesta enteramente de imaginación. Desde luego, esto no puede hacerse artificialmente por una humildad fingida que, según mi parecer, es aún peor. Se puede andar por la vida con los ojos bajos mientras que interiormente se está lleno de silbantes serpientes. No, no me refiero a la falsa humildad. A lo que me refiero es a aquello a que se refiere el Trabajo, a saber, que si el «Yo» observante es creado en usted y usted se observa realmente a sí mismo, cómo habla y cómo siente y cómo piensa y lo contradictorio que todo ello es, tendrá una bella experiencia porque ya no tendrá que mantener más la persona inventada de quien es esclavo. Ahora bien, esto solo puede suceder en el Trabajo porque el Trabajo debe sustentarlo en cierto momento y otorgarle fuerza. El Trabajo no le permite a nadie observarse más a sí mismo de lo que puede soportar. Tengan la seguridad de que en la atmósfera del Trabajo nadie sufrirá equivocadamente. Muchos son aquéllos que aún no se han observado a sí mismos y ello se debe a que no pueden hacerlo, no pueden ir más allá de su idea de sí mismos, o más bien no pueden librarse de la imaginación de sí mismos. Sienten instantáneamente que no son buenos para nada, que no tienen importancia, se ahogan. Y sin embargo es preciso que les recuerde otra vez qué nos dijeron cuando fuimos al Instituto de Francia: «La Personalidad no tiene derecho a existir aquí», y también les recordaré al final de este comentario que a no ser que un hombre se dé cuenta de su propia nadidad no puede ir a ninguna parte. Si un hombre o una mujer empieza a ver a través de su yo, a través de todas sus mentiras, y de sus invenciones de sí mismo y si lo hace en la atmósfera del Trabajo, sintiendo que el Trabajo lo conducirá a un nuevo nivel de Ser, está salvo y experimentará poco a poco una definida y real transformación de sí mismo, pero si intenta hacerlo sin estar respaldado por la influencia del Trabajo no irá a ningún lado y toda su observación será inútil y lo llevará simplemente a las querellas, a los argumentos y a las emociones negativas. Intentamos todos estudiar algo que es muy grande, y debemos comprender que somos muy pequeños.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskii Libro 2
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