Birdlip, 14 de octubre, 1944
La observación de sí y el recuerdo de sí I
La Comprensión que una persona tiene del Trabajo es relativa a su Nivel de Ser. Quizá conozca las ideas del Trabajo. Pero el Conocimiento no procura la Comprensión: conocer no es comprender. El Conocimiento de este Trabajo es capaz de obrar sobre el Ser y de resultas de ello dar nacimiento a la Comprensión. La Comprensión no es Conocimiento y la Comprensión no es Ser. El Conocimiento y el Ser juntos, en conjunción, dan la Comprensión. Si mi Ser es tal que anhela lo que conozco, el resultado será eventualmente un acrecentamiento de Comprensión. Si no anhela lo que conozco, solo tendré el Conocimiento. Pero si algunos «Yoes» desean seguir el Conocimiento de este Trabajo, su voluntad de hacerlo pasará a la Comprensión en pequeña escala si lo comparamos a lo que sucedería si todo el Ser obrase como una unidad y quisiera como una unidad aplicar el Conocimiento al Trabajo y vivir lo que dice. Esto sería la Voluntad real, que está más allá de nosotros. Por eso es preciso tomar como punto de partida el lugar donde estamos, con todas nuestras voluntades separadas y antagónicas, y mantener una firmeza interior en medio del desorden que reina en nuestro mezclado Ser. Esto es, debemos valorar el Trabajo y mantener a los «Yoes» del Trabajo vivientes en nosotros y protegerlos de todos los «Yoes» rudos, toscos o cínicos o negativos. Claro está, si no hubiera esta lucha, no habría trabajo. Trabajo quiere decir esfuerzo. El Trabajo es el esfuerzo que se hace para conectar nuestro Conocimiento del Trabajo con nuestro Ser —esto es, el esfuerzo para poner lo que se conoce en relación con lo que se es—. Para lograrlo, la observación de sí es obviamente necesaria con el fin de reparar en lo que se es. Y además, para ello, es necesario el conocimiento, para mostrarnos qué es lo que se debe observar. Ésta es una simple y lógica secuencia; para conocer lo que se es, es preciso observarse a sí mismo y para conocer lo que se debe observar es preciso tener Conocimiento. Pero el Trabajo enseña un Conocimiento no solo de lo que tenemos que observar —como, por ejemplo, los estados negativos— sino lo que debemos hacer —como, por ejemplo, practicar la no identificación con nosotros mismos y en especial con la Falsa Personalidad—. Pero toda esta enseñanza tiene en vista la suprema idea del Trabajo y en verdad también la tiene todo el esoterismo en el pasado, es decir, hay para el Hombre la posibilidad de un nivel superior de conciencia al que puede llegar si limpia su máquina y se libra de muchas cosas inútiles que complican su vida y lo mantienen en estado de sueño. Y aquí viene la más importante instrucción dada: el hombre no solo debe conocer y observar, sino que debe recordarse a sí mismo. Y debe hacerlo porque solo en ese estado llamado el estado de Recuerdo de Sí puede recibir las influencias que obran sobre su Ser, porque sin ayuda un hombre no puede hacer prácticamente nada, o tan solo hacer una cosa a expensas de otra. Ahora bien, los «Yoes» que desean trabajar y conectar el Conocimiento del Trabajo con su vida y que se sienten desdichados si no pueden hacerlo y enfermos si no se mantienen despiertos —esos «Yoes» cambian en su Comprensión—. Es preciso alimentarlos para que vean las cosas de un modo nuevo. Esto es, es preciso repensar, revisar, reinterpretar las ideas. Conocer solamente que es necesario la observación o el recuerdo de sí no es nada: es preciso reflexionar una y otra vez sobre este particular. Es menester retornar a los primeros principios una y otra vez. Es absolutamente necesario volver a discutir muchas veces lo que ya se discutió.
En la última reunión se hizo una pregunta sobre la Observación de Sí y el Recuerdo de Sí. Ésta es la pregunta:
Por lo que he entendido hay una diferencia de calidad entre el Estado de Recuerdo de Sí y el Acto de Recuerdo de Sí y muchos grados o niveles de calidad entre los Actos de Recuerdo de Sí; empero, el menor de esos grados o niveles es mayor —es decir, está un nivel por encima— que la Observación de Sí más plena. No puede haber progreso ninguno a menos que un hombre se recuerde a sí mismo. Todo el trabajo sobre sí que está por debajo de ese nivel es una preparación para progresar hacia la Conciencia. Además —un hombre puede protegerse psicológicamente solo por el Recuerdo de Sí. ¿Cómo se puede valorar y por medio de la valoración acrecentar el poder de valorar, no por lo que pueda dar sino por lo que es, ese estado de Recuerdo de Sí?
Empezaré hablando de un modo general sobre la Observación de Sí y el Recuerdo de Sí. Observarse a sí mismo no es la misma cosa que recordarse a sí mismo. En una oportunidad G., hablando del Recuerdo de Sí, dijo: «¿Con qué sí desea recordar?». Esto me dio la pista del significado del recuerdo de sí. En otra ocasión dijo que el Hombre era subnormal porque no tiene conciencia del lugar de entrada de las impresiones. «En ese punto», dijo, «donde entran las impresiones externas, es necesario crear alguna cosa».
Pasemos ahora a la idea de la Observación de Sí y regresemos luego a la cuestión del Recuerdo de Sí. Una vez alguien me preguntó lo siguiente:
«No comprendo lo que quiere decir el Trabajo cuando afirma que no nos observamos a nosotros mismos. Me he observado siempre a mí mismo». No cabe duda, es cierto que una persona se observa a sí misma hasta cierto punto. La gente se mira en un espejo y este espejo fue construido con lo que le enseñaron —esto es, lo adquirido por su educación en la forma de conducta correcta, maneras cultas, un modo de vestir apropiado, una manera de hablar correcta, de conocer a gente correcta. En nosotros la parte adquirida es la Personalidad y la formación de la Personalidad es una cuestión de la época en que se vive, del medio ambiente en que se nació, de las influencias de la escuela, de las modas del día, de la nación a la cual se pertenece y de las normas que ella establece. En ese espejo se mira toda la gente— y por cierto no es solo un espejo psicológico sino también un espejo real. Pero dicho espejo no es el mismo en el que debemos mirarnos según la enseñanza del Trabajo: el espejo del Trabajo es un espejo muy diferente. No tiene nada que ver, por así decirlo, con comer guisantes con el cuchillo o poner los codos sobre la mesa o llevar una corbata adecuada o usar el lápiz de labios correcto o conocer a gente conveniente. El espejo de Trabajo se refiere a una clase de Observación de Sí muy diferente. Por medio del espejo de Trabajo es posible verse tal como se es realmente prescindiendo de lo que se aparenta y se finge ser. Sin embargo, al principio el espejo de Trabajo puede estar muy equivocado. Esta situación siempre surge cuando no se ve de qué trata el Trabajo y cuando el Centro Magnético es débil. Seguimos mirándonos en el espejo de la vida y tratamos de conectar nuestras virtudes adquiridas, a las que apreciamos a través de nuestro egoísmo, con el espejo del Trabajo.
Habrán ya reflexionado sobre el Conocimiento que el Trabajo enseña y desde el cual debemos observarnos a nosotros mismos. Si es así, habrán sentido probablemente que enseña al parecer algo muy alejado de la vida que llevamos. Por ejemplo: ¿Qué conexión hay con nuestra vida ordinaria cuando se nos indica observar el trabajo de los centros, observar en nosotros a tres personas distintas, y luego observar en nosotros muchos «Yoes» diferentes, observar nuestro estado de sueño, observar la consideración interna y el echar la culpa a lo otros, observar las emociones negativas, observar la identificación, observar nuestra ignorancia, observar el Nivel de nuestro Ser, observar cómo nos recordamos a nosotros mismos? Todo ello parece remoto, difícil de entender; empero, de esas ideas está formado el verdadero espejo del Trabajo. Nadie puede mirarse en el espejo del Trabajo a menos de haber adquirido el Conocimiento de que trata el Trabajo, y amarlo. El Trabajo nos enseña desde qué puntos de vista es preciso que nos observemos a nosotros mismos. Escoge algunas cosas que no había notado en nosotros. Imaginen que les manden ir a una enorme tienda y les ordenen observarla. No sabrían qué observar. Pero supongamos que les mandan ir a esa tienda y observar tan solo unas pocas cosas: entonces conocerán las cosas en que deben reparar. Es esto lo que enseña el Trabajo. El Trabajo enseña cómo acercarse a sí mismo, por medio de la observación de sí, qué se debe notar y qué rechazar. A este respecto da instrucciones que, por más difíciles que sean de seguir, son empero muy definidas. Si se ama al Trabajo, esto es, si se lo valora, se será capaz de asimilar el conocimiento que enseña, de acuerdo con su nivel. Si uno asimila, aunque sea en grado limitado, el conocimiento que enseña, se empezará a poseer un espejo en el cual se puede mirar. Durante mucho tiempo hemos tenido espejos defectuosos que deforman todo, al cabo de un tiempo nos damos cuenta de que nuestra actitud hacia el Trabajo es equivocada. Pero es exactamente este darse cuenta el que puede darnos un nuevo espejo. Entonces uno empieza a verse mejor; empieza a ver de qué modo ha tratado al Trabajo hasta ahora.
Ahora bien, repetiré otra vez que la Observación de Sí sin un conocimiento definido acerca de lo que se debe observar no nos conduce a lugar alguno en el Trabajo. La observación de sí ordinaria, mecánica, puede llevarlo a la vida social, pero esto no es la misma cosa. El espejo de la vida social es una cosa y en él toda la gente se contempla. El Trabajo no está en contra de ello. Pero habla de otro espejo que tiene otra calidad. La antigua inscripción sobre el templo griego: «Conócete a ti mismo» es por si sola completamente ineficaz. ¿Cómo es posible conocerse a sí mismo? Toda la gente cree que ya se conoce a sí misma pero el Trabajo enseña que tenemos que conocernos a nosotros mismos de una nueva manera y desde ciertos ángulos, y el objeto que se propone este particular conocerse a sí mismo es lograr que sea posible separarse de un sinnúmero de cosas inútiles que fluyen en nosotros para que podamos ponernos en contacto con influencias provenientes de un nivel superior que nos otorgarán los pensamientos, sentimientos y comprensión que tenemos derecho a tener, pero con los cuales no estamos más en contacto debido a nuestro estado de sueño. Toda la enseñanza esotérica trata del despertar de influencias mucho más sutiles aquí en la Tierra. El Sr. Uspenskiï dijo una vez: «En esta Tierra, ahora mismo, se puede estar bajo diferentes leyes, diferentes influencias y conocer y comprender lo que significan, a condición de trabajar sobre sí». Recuerdo que cuando el Sr. Uspenskiï nos lo dijo muchas personas se quedaron atónitas porque creían que estar en un mejor estado significaba estar en un mejor mundo, al cual podían llegar sin duda después de la muerte. Como todos sabemos, la idea general de los Evangelios según la cual es preciso morir para renacer es tomada como si significara la muerte física y el nacimiento en otro mundo llamado cielo. El Trabajo y los Evangelios enseñan, empero, que si podemos alcanzar influencias superiores que ya están obrando sobre nosotros en este momento nos hallaremos en un diferente estado de comprensión. Por ejemplo, el Trabajo dice que ya no estaremos más sujetos a la Ley de Accidente —y las emociones negativas nos ponen en especial bajo la Ley de Accidente—. Sin embargo, este tema pertenece a otra charla.
Prosigamos: todo el Trabajo se ocupa de poner nuestros centros ordinarios en un estado conveniente de modo que puedan transmitir inteligentemente las influencias de los centros superiores completamente formados que existen en nosotros y que obran incesantemente, pero a los cuales no podemos responder. «¿Por qué», preguntó alguien, «ocurre esto así?». «Porque, contestó el Sr. O., nos identificamos continuamente con mil y una cosas inútiles tanto en la vida como en nosotros mismos». El Sr. O. subrayaba siempre la importancia de trabajar sobre la parte negativa del Centro Emocional. En una oportunidad dijo claramente: «Nos identificamos más con nuestras emociones negativas que con cualquier otra cosa. Al parecer creemos tener derecho a ser negativos, mientras que de acuerdo con lo que les enseño es todo lo contrario, es decir, tenemos derecho a no ser negativos». Ser negativo es lo mismo que tener una vena rota, que deja derramar nuestra sangre. Mientras se permita que la parte negativa de nuestro Centro Emocional, con la cual no hemos nacido sino que la hemos adquirido de los otros, exista sin control alguno, le será imposible a nuestro Centro Emocional sentir las influencias del Centro Emocional Superior. Por esta razón, observar nuestros estados negativos y separarse de ellos es uno de los aspectos más importantes del trabajo práctico. La transformación de las emociones negativas pertenece al Segundo Choque Consciente y es ahí donde aparece todo el Trabajo y también su valoración total. Se puede ser negativo pero es preciso sentir que no es uno quien es negativo sino Ello. Éste es el comienzo de la separación interior, de la no identificación con los estados negativos, de la no identificación consigo mismo.
Para resumir lo que hemos dicho, es preciso comprender que recibir la enseñanza de este Trabajo sobre las emociones negativas es algo valioso, pero acercarse a ella como mero conocimiento es inútil. Seguirá siendo solo un saber teórico, en la memoria. Es preciso que se aplique el conocimiento a sí mismo y esto es solo posible por medio de la observación de sí. A no ser que conecte el conocimiento de este Trabajo con la Observación de Sí, nada le sucederá. El Trabajo seguirá siendo puramente teórico y no práctico. La función de la Observación de Sí, por consiguiente, es algo que puede ser comprendido muy lógicamente. Su objeto es claro. No obstante, al principio la Observación de Sí es muy imperfecta, muy irregular, y está mezclada con la observación de vida de uno mismo; esto es, el espejo del Trabajo está mezclado con el espejo de vida, y esto es inevitable. De hecho, por largo tiempo, el espejo del Trabajo no difiere mucho del espejo de vida. Está, por así decirlo, conectado con la fuerza neutralizante de vida y no con la fuerza neutralizante del Trabajo, puesto que esta última proviene de una fuente por entero diferente. A medida que se ahonda la valoración del Trabajo los dos espejos se separan y en el caso de que uno de los espejos procure muchos halagos y deleite de sí, no se ve la misma imagen en el otro, y esto provoca un trastorno interior. Sin embargo los dos espejos no son antagónicos. Reflejan diferentes aspectos de uno mismo. En el Cuarto Camino, que es este Trabajo, es preciso estar al mismo tiempo en el Trabajo y en la vida, y el Cuarto Camino no establece contradicción ninguna, entre la vida y el Trabajo. Algunos aspectos pertenecen a la vida y otros al Trabajo. Se asemeja más bien a un correcto arreglo de los diferentes «Yoes» y a ubicarlos en el lugar que les corresponde y a tener suficiente energía como para no ver tan solo los opuestos. Es la distinción de los «Yoes» por el sentido interior. Necesitamos al mismo tiempo el Trabajo y la vida, y de los dos extremos nuestra fuerza. Es lo mismo que tener dos habitaciones, muy distintas, y que sin embargo se comunican una con la otra, porque las dos forman parte de la propia casa. A nadie se le indica en el Trabajo apartarse de la vida, encerrarse en un monasterio o ir al desierto. Y sin embargo los dos son por completo diferentes y su fuerza proviene de dos lados diferentes.
G. dijo una vez en pocas palabras: «Todo lo que este Trabajo le enseña le servirá de ayuda para su vida y para alcanzar la meta de su vida». Basta imaginar que un hombre del Trabajo podría pasar a los asuntos de la vida y si por medio del trabajo interior aprendió a no identificarse cabe comprender que tal hombre es capaz de cumplir su propósito en la vida mucho más fácilmente que un hombre mecánico y negativo. Mas para lograrlo es menester que sienta incesantemente el Trabajo y a tal punto que su valoración del Trabajo sea mucho más intensa y real para él que cualquier otra cosa que haya valorado o logrado en la vida.
Ahora bien, nos identificamos por medio de los mezquinos e inadvertidos sentimientos de nosotros mismos que nos inducen a hacer inacabables cuentas internas y construir infinitos sistemas negativos en nosotros. Esos sistemas negativos, una vez formados, son muy difíciles de tratar. En ese nivel lo hacemos todo de una seudomanera, debido a nuestro amor de sí, a nuestro gusto de sí, al afán de progresar, de ser alabados, y de este modo nos sentimos muy fácilmente heridos y desengañados. Basta suprimir ese estímulo y apenas existimos, y al parecer ya no tenemos objetivo ninguno. Esto es ser una máquina. Toda esta base de sentimiento de sí no lleva lejos en el Trabajo. Solo la puede vencer el sentido de algo más grande que nosotros mismos. Esto nos lleva a la cuestión del Recuerdo de Sí a la que se da tanto énfasis en el Trabajo ya que es el necesario y constante acompañamiento de la observación de sí. «El hombre», decía G., «debería recordarse constantemente, pero tal como es carece de la energía necesaria y ni siquiera puede recordar que tiene que recordarse». El Sr. O. dijo al comienzo de su enseñanza en Londres, cuando la gente le hacía incesantes preguntas acerca de lo que debía hacer —si debía fumar o no, comer o no, etc.—: «Lo más importante es recordarse a sí mismo. Pueden hacer lo que quieran a condición de recordarse a sí mismos». Esto nos pareció muy extraño a muchos de nosotros. Significaba al parecer que cada uno podía hacer lo que quería a condición de recordarse a sí mismo. Supongamos que uno dé rienda suelta a sus apetitos y se identifique con ellos, digamos, con la comida, y luego diga que le está permitido hacer lo que quiere pues el Trabajo lo dice así. Pero ¿lo dice en realidad así? Dice que se puede hacer lo que se quiere mientras se recuerde uno a sí mismo y es obvio que si se identifica uno con la comida no se recuerda a sí mismo. El Recuerdo de Sí nos ubica en un diferente estado de conciencia. En ese estado de conciencia se pueden hacer las cosas sin caer inmediatamente en el sueño y se puede ver lo que sucede, esto es, es posible ver como uno se identifica consigo mismo. O para decirlo de un modo diferente, si se hacen ciertas cosas y se recuerda uno a sí mismo al mismo tiempo, esas cosas se harán de un modo muy diferente. Cuando se empiece a comprender la sutileza de esta observación: «Se puede hacer lo que se quiere mientras se recuerde uno a sí mismo», se verá que en realidad significa que no se puede hacer lo que se quiere, al menos del modo ordinario en que se suele hacerlo. Una forma de Recuerdo de Sí finca en tener la sensación del «Yo que hace esto» o del «Yo que dice esto». Si cuando está furioso y habla interna o externamente de un mal modo tiene la sensación del «Yo» que dice esto, cambiará por completo la situación. Se dará cuenta de que «Ello» lo está haciendo, su propia máquina.
Analicemos otra vez las cosas que hemos dicho sobre el Recuerdo de Sí. Digámonos a nosotros mismos: «Yo no soy mi». Convendría mejor si tomo mi propio caso; supongo que puedo decir: «Yo no soy Nicoll y Nicoll no es mí» o que el Sr. Bush diga de sí mismo: «Yo no soy Bush y Bush no es mí» o el Sr. Taylor: «Yo no soy Taylor y Taylor no es mí». Si somos capaces de decirnos esto correctamente a nosotros mismos nos producirá una extraña sensación con respecto a lo que somos. En verdad esta sensación está conectada con un sentido de disolución de nuestra Personalidad. Sin embargo, como es sabido, éste es uno de los objetos del Trabajo que se expresa en el importante postulado de que es preciso que la Personalidad sea pasiva para que la parte real de sí —la Esencia— pueda crecer. Pero solo se lo puede lograr por medio de un largo y gradual proceso de discernimiento. Recuerdo que el Sr. O. me dijo una vez: «¿Por qué no dice a veces: “Qué trata de hacer Nicoll”?». Ahora bien, en el supuesto caso de que pudiera siempre decirme a mí mismo: «¿Qué trata de hacer Nicoll?», y el Sr. Bush pudiera decir «¿Qué trata de hacer Bush?», y el Sr. Taylor: «¿Qué trata de hacer Taylor?», y todos ustedes pudieran decir la misma cosa de un modo auténtico en alguna oportunidad, significaría entonces que se produjo algún grado de separación interior, la percepción de que no se es lo mismo que la Personalidad adquirida, con todos sus orgullos y topes adquiridos, esa figura artificial que la vida ha construido y que se toma como si fuera uno mismo, porque se es incapaz de hacer otra cosa. Tal sentimiento, tal sensación interior, es el comienzo del Recuerdo de Sí. Cuando intento recordarme a mí mismo no recuerdo a Nicoll: Yo no deseo recordar a Nicoll, pero desde luego está siempre allí. Pero si no tengo el sentimiento de que no soy Nicoll (aunque en realidad sea un esclavo de Nicoll), cuando me recuerde a mí mismo recordaré simplemente a Nicoll. Claro está, Nicoll siempre recordará mecánicamente a Nicoll y por cierto Nicoll está satisfecho de Nicoll y no cabe duda de que lo considera como una persona maravillosa. En este caso, el Recuerdo de Sí solo acrecentará la propia satisfacción de sí, esto es, realzará la Personalidad. Pero esto no es Recuerdo de Sí, o, digamos, es recordar al si equivocado. No es un acto consciente sino un acto mecánico. ¿No han notado cómo siempre se justifican a sí mismos? No es querer alcanzar otra cosa, sino una intensificación y una justificación de lo que ya se es. Eso no puede conducir a un cambio en el nivel de Ser. No tiene nada que ver con el Recuerdo de Sí en el sentido del Trabajo. Significa por lo general que falta una verdadera observación de sí, una observación de sí realizada por medio del espejo del Trabajo. El Trabajo aún no ha empezado a romper la Personalidad. Se toma simplemente el Trabajo desde la Personalidad como algo añadido a los propios méritos, como una medalla. Claro está que esto no es el Trabajo. El Trabajo no puede tener su punto de partida en la plenitud de la Personalidad. El Trabajo solo puede tener su punto de partida en la comprensión de que no es lo que se cree, lo que se finge. Basta leer el Sermón de la Montaña para ver lo que esto significa. Cuando el Trabajo da realmente en el blanco, la casa de naipes que uno toma como sí mismo se desmorona. Sabemos que el Trabajo habla sobre la necesidad de llegar al punto en que se da cuenta uno de la propia y total nadidad. Esto, empero, es misericordiosamente demorado y es algo que no se puede entender artificialmente. No se puede fingir que no se es nada. Es un espectáculo muy penoso ver a una persona que finge que no es nada.
Ahora bien, el Recuerdo de Sí está conectado con todo esto. Recordarse a sí mismo simplemente tal como se es ahora no es Recuerdo de Sí. El Recuerdo de Sí proviene de lo alto y el pleno Recuerdo de Sí es un estado de conciencia en el cual la Personalidad y todos sus pretextos casi dejan de existir y uno es, por así decirlo, nadie, y sin embargo la plenitud de ese estado, que es una verdadera bendición, hace que uno sea, por primera vez, alguien.