Birdlip, 2 de diciembre, 1944
Nuevas notas sobre la observación de sí más profunda
Hemos hablado recientemente acerca de tomar la vida como un fin en sí y acerca de la muy diferente idea de Trabajo que nos enseña a tomar la vida como un medio conducente a una diferente clase de fin. Hemos dicho cómo el Trabajo ha llegado gradualmente a interponerse entre nosotros y la vida de tal modo que en cierto momento somos capaces de ver las dificultades que nos presenta la vida a través de las ideas del Trabajo. Esto cambia en seguida nuestras relaciones con los aconteceres exteriores, con los problemas exteriores, con las dificultades exteriores. Como hemos dicho, esto exige mucho tiempo porque, tal como somos, estamos completamente identificados con el mundo exterior, con la gente, con las cosas, con los sucesos, con las situaciones. En este sentido somos máquinas conducidas por la vida. Por mucho tiempo nos es imposible ver cómo el Trabajo se aplica a nuestra situación en la vida. No tenemos ningún medio, no tenemos ningún espejo mágico o lente mágica a través del cual podamos mirar. Estamos, por así decirlo, desnudos en la vida, desnudos ante la vida. No tenemos zapatos apropiados que llevar, ni tampoco vestidos apropiados; Se ha dicho a menudo que el cambio que tiene lugar en alguna situación característica de vida puede ser extraordinario si se lleva el Trabajo hasta el punto de interponerlo ante las impresiones entrantes. Significa que las impresiones en lugar de caer directamente sobre nosotros pasan a través del medio del Trabajo. Cuando estamos despiertos —esto es, cuando estamos rodeados por la fortaleza del Trabajo y somos conscientes de lo que enseña— entonces las impresiones de vida son transformadas. Tienen otro significado. Ya no es la situación externa acerca de la cual pensamos y contra la que reaccionamos, sino que reaccionamos a las ideas del Trabajo. La vida no cae directamente sobre nosotros, sino que pasa a través del medio del Trabajo, y entonces se convierte en nuestra maestra por medio del Trabajo. Cuando estamos en contacto demasiado estrecho con la gente vemos cabalmente que no transforman nada y asimismo que toman la vida como un fin en sí que ha de llevarlos a algún lugar en el futuro del tiempo que pasa. Creen realmente que esto ha de conducirlos a algún lugar. Tales personas no observan sus estados interiores, ni tampoco ven que la cosa más importante es un cambio del estado interior. El objeto que se propone el Trabajo es cambiar nuestros estados interiores de modo que no reaccionemos mecánicamente a los eventos. Esto requiere un traslado del punto de conciencia y empieza por medio de la observación de sí. Al realizar esto nos damos cuenta confusamente que la vida no es un problema sino nosotros mismos. Entonces ya no se espera más que en un futuro distante todo será mucho mejor; ya nadie se apoya más en el Tiempo en una espera vana; se llega a percibir que mientras nos gobiernan esas diferentes reacciones mecánicas, esas diferentes manifestaciones del Rasgo Principal, esas intolerancias, esas rígidas e indiscutidas actitudes, esas formas de agravio, esos sistemas de hacer cuentas interiores, esos acostumbrados estados negativos, esas aceptadas formas de imaginación, no podemos esperar que el futuro nos depare un mejor estado. Al darse cuenta de ello, se empieza a ver lo que quiere decir no tomar la vida como un fin en sí, sino tomarla como un medio para una clase muy diferente de fin que tiene que ver con el propio nivel de ser y todos los estados que derivan de él.
¿No han pensado alguna vez que en este Cuarto Camino del Trabajo se pueden encontrar deliberadamente en alguna posición externa en que les será muy difícil atravesarlo sin llegar a identificarse sin esperanza alguna? Por cierto, esto no sería posible si pudieran llevar el Trabajo al punto de las impresiones entrantes y encarar conscientemente la situación por medio de lo que han comprendido de las ideas de Trabajo.
Esta noche voy a hablarles otra vez de la observación de sí, porque si no se tiene un conocimiento práctico y experimentado de lo que significa la observación de sí, nadie puede hacer este Trabajo. Podemos hacerlo hasta cierto punto si lo sentimos y lo conocemos, y haciendo este Trabajo podemos ser capaces indirectamente de hacer en la vida, pero solo indirectamente. Recuerden que si nos cambiamos a nosotros mismos aunque sea escasamente, dejamos sitio para que otros cambien aun cuando nuestro cambio sea temporario. Si en algún momento se recuerda a sí mismo hasta cierto punto y de este modo trae el Trabajo entre usted y la vida, hará el Trabajo con arreglo a su nivel de ser. Esto producirá resultados para las otras gentes. Solo es posible este hacer indirecto, pero es preciso que haga el Trabajo porque usted mismo ve su necesidad, porque siente su necesidad —nunca debe hacer el Trabajo para ayudar a otras personas—.
Ahora llegamos al importante e inagotable tema de la observación de sí. El objeto de la observación de sí es ir tras de sí mismo, llegar a ser más interno para sí mismo. La parte externa de uno, la mecánica o automática, es el lado inferior de uno en la escala. Cuando una persona se identifica demasiado con las cosas exteriores, está en la parte más baja de sí misma —por así decirlo, en el subsuelo de la casa de sí misma—. Lo inferior corresponde a lo más externo. Las partes motoras de los centros están en la parte más baja y más externa de nosotros mismos, y allí vive gran cantidad de pequeños «Yoes», que solo comprenden en una forma muy limitada. Cuando vivimos en esos «Yoes» estamos profundamente dormidos en relación con el Trabajo. Estamos llenos de las preocupaciones y ansiedades de la vida. Pero tras esos «Yoes», esto es, más internamente en relación con ellos, están «Yoes» mayores, y otra vez tras ellos hay «Yoes» aún mayores, y así sucesivamente hasta que la influencia del «Yo» real empieza a dejarse sentir. Algunas personas siempre viven delante de sí mismas, en realidad fuera de sí mismas, y no pueden entrar en sí mismas debido al hipnotismo ejercido sobre ellas por los pequeños «Yoes», volcados hacia el exterior. Si esto se prolonga demasiado, a veces suele producirse una especie de histerismo.
Ahora bien, cada acto de atención, de concentración de la mente, tiende a situarnos en una posición más interna con respecto a nosotros mismos. Éste es uno de los aspectos del significado de la observación de sí. La observación de sí nos pone detrás de nosotros mismos.
Empero, el «Yo» observante está a veces situado muy externamente y, por así decirlo, suele ser uno de los «Yoes» externos y carece de profundidad. Entonces la observación carece de fuerza y no puede penetrar interiormente. Cuando la observación de sí empieza realmente, el «Yo» observante pasa gradualmente al interior —esto es, en dirección hacia el «Yo» real— y de resultas de la gradual penetración interior del «Yo» observante éste puede ver cada vez más porque logra ponerse cada vez más detrás de nosotros mismos. Ahora bien, solo lo superior puede observar lo inferior: lo inferior no puede observar lo superior. O, para decirlo de otra manera, lo interior solo puede observar lo exterior: lo exterior nunca puede observar lo interior. A medida que nuestra conciencia se hace más profunda a través del «Yo» observante podemos ver cada vez más lo que está fuera o es externo al «Yo» observante. El «Yo» observante no puede penetrar de este modo más internamente a menos de ser ayudado por el sentimiento emocional —esto es, si no creemos que vale la pena no podemos observarnos realmente a nosotros mismos excepto muy superficialmente—. Captar una vislumbre de sí mismo, suele hacer más profunda la valoración emocional del trabajo sobre sí. Una persona alcanza, por ejemplo, determinada imagen de sí misma cuando se convence de que siempre dice la verdad. Tal súbita vislumbre significa que se ha observado uno a sí mismo temporariamente desde un nivel más profundo —que se ha situado ligeramente detrás de sí—. Lo que sucede después depende de la calidad de la propia sinceridad para consigo mismo y de la valoración que se presta al Trabajo. En la práctica existe siempre la tendencia a justificarse a sí mismo. En este caso, al haber captado una vislumbre más profunda de sí mismo se corre el riesgo de perderla en el tumulto de la autojustificación. Nos dicen que es preciso observar la autojustificación y no acompañarla. Por cierto, no será capaz de detener la autojustificación mecánica, al tener una vislumbre de sí, pero esto no quiere decir que está de acuerdo con la autojustificación. Toda autojustificación no lleva a ningún resultado en el sentido del Trabajo. El que se justifique a sí mismo significa que hace que las cosas sean correctas para sí mismo. Si no cede a la autojustificación —o, digamos, si tan solo cede a medias—, deja, un punto en usted que puede crecer y llevarlo a otra vislumbre de sí mismo. Esto se asemeja a atravesar una costra a la que se toma como si fuera uno mismo. Pero si se justifica a sí mismo este posible punto de crecimiento se detiene en seguida y se malogra. Recuerde, cuanto más se justifique a sí mismo, mayor es la certeza de que se está mintiendo a sí mismo. La Falsa Personalidad, es muy poderosa, y trata de mantenerse por todos los medios, de los cuales uno es la autojustificación. Entonces la acción de la autojustificación impide que el «Yo» observante se interne más profundamente. Impide que uno pueda ver más profundamente en sí mismo. Mantiene al «Yo» observante en la superficie como una especie de juguete con el cual se juega ocasionalmente.
Es preciso comprender que todo en nosotros lucha contra la verdadera observación de sí. A no ser que el «Yo» observante reúna a su alrededor a otros «Yoes» que desean trabajar, que quieren entender el significado del Trabajo, carece de fuerza. Por esta razón, si la significación del Trabajo se enfría cada vez más en uno mismo, el «Yo» observante permanece en la superficie. Sigue siendo ineficaz. Así se aclaran las relaciones que hay entre el poder del «Yo» observante y la valoración del Trabajo, que son formuladas en el diagrama que concierne al «Yo» observante, a los «Yoes» del Trabajo, al Mayordomo Delegado, al Mayordomo, al «Yo» real en la escala vertical. Es inútil intentar observarse a sí mismo si no se lo hace desde el lado del Trabajo. El «Yo» observante, debe estar rodeado por el sentimiento del Trabajo para que pueda penetrar a través de la costra exterior de la Personalidad. Si deseamos observarnos a nosotros mismos de acuerdo con lo que el Trabajo nos enseña, ésta es la única manera de lograrlo. Como se dijo, el efecto de este internarse del «Yo» observante finca en hacernos percibir gradualmente cosas de las que no sabíamos nada, porque estábamos, enfrente de esas cosas de modo que obraban como si estuvieran detrás de nosotros. Si el «Yo» observante se hace más profundo, esas cosas de las cuales éramos inconscientes, porque estaban detrás de nosotros, se sitúan enfrente de nosotros de modo que podemos discernirlas más claramente. Solo se puede ver una cosa si está enfrente de nosotros: no se la puede ver si está detrás de nosotros. ¿De qué otra manera cabe la posibilidad de llegar a ser más consciente de sí mismo excepto por un movimiento hacia el interior de uno mismo? Para llegar a ser más consciente de uno mismo es necesario que la conciencia del «Yo» observante se acreciente. El «Yo» observante es una parte de la conciencia en nosotros que no se vuelca hacia el exterior por la vía de los sentidos, sino que se vuelca al interior, hacia el ser. Si se prefiere se lo puede llamar un órgano de los sentidos, a condición que se diga que es un órgano de los sentidos internos. El punto de conciencia existe en toda persona pero por regla general permanece sin desarrollar. Permanece sin desarrollar porque no está sustentado por el necesario conocimiento, las ideas necesarias, las emociones necesarias. La vida no lo incrementa. El Trabajo puede incrementarlo y está destinado a hacerlo. Por esta razón, el «Yo» observante puede ser sustentado por el Trabajo, por los «Yoes» que sienten el Trabajo y lo anhelan. Observarse simplemente a sí mismo sin tener ningún sentimiento profundo por el Trabajo solo nos lleva a muy corta distancia. Por otra parte, sentir o creer que se siente profundamente el Trabajo y no observarse a sí mismo a través de él tampoco dará resultado ninguno. Por cierto una gran fe en el Trabajo ayuda. Pero la observación de sí es el método inicial de este Trabajo y por eso fue muchas veces pensada e intentada. A veces exige mucho tiempo empezar a observarse a sí mismo según lo que enseña el Trabajo. Es decir, establecer las conexiones entre la observación de sí y el Trabajo suele tomar mucho tiempo. Pero si hay algo de real, esta conexión se hará inevitablemente al cabo de un tiempo y entonces la observación de sí ya no es más una cosa teórica que se intenta hacer, sino que se convierte en un constante acompañamiento en la propia vida. Se convierte en algo que no interrumpe sino acompaña. Y cuando cesa ese acompañamiento, se conoce al instante que uno está dormido. Recuerden que se dijo que la observación de sí debe ser imparcial. No se observa uno a sí mismo para criticarse. Si se lo hace detiene al punto la observación de sí y conduce a la consideración interior. Cuando la observación de sí empieza a acompañarlo, advertirá que no es crítica: es simplemente un ligero grado de conciencia. No es una conciencia crítica, una conciencia que juzga, sino percepción. A través de esa percepción se ve simplemente más. Reconoce algo que había dicho antes, o ve que está haciendo algo que había hecho antes, o que se está comportando de esta manera o de aquélla, o tiene unos pensamientos que había tenido antes o sentimientos que había tenido antes. Esta percepción no lo acusa; no dice nada sino que se contenta meramente con mostrarle lo que está sucediendo en sí mismo. No cabe duda que suele sentirse molesto, pero esta molestia no proviene del «Yo» observante. Los «Yoes» del Trabajo que están detrás del «Yo» observante quizá lo hagan sentir molesto. Se podrían decir aquí muchas otras cosas, pero el punto principal estriba en comprender que la observación de sí no debe ser más crítica que la luz con la cual se ilumina una habitación oscura. El objeto de la observación de sí, tal como se dice en el Trabajo, es dejar penetrar un rayo de luz en uno mismo. Luego se dice que cuando se deja penetrar la luz de este modo muchas cosas comienzan a cambiar por sí mismas. Es la luz de la conciencia la que empieza a cambiar las cosas. Por esta razón se dice en el Trabajo que la luz nos sana. ¿Han pensado alguna vez en el significado de esta extraordinaria frase: «la luz nos sana»? Cuando la oí por primera vez dicha por G. me produjo un efecto emocional tan intenso que por un rato fui incapaz de decir una palabra. Sabía que significaba algo que nunca había comprendido y sin embargo parecía comprender en ese momento. Todos creemos que somos capaces de sanarnos. Creo que tal vez comprendí que no podíamos sanarnos nosotros mismos pero que había algo que podía sanarnos si pudiéramos llegar a ello gradualmente. Mucho después comprendí que la luz no podría estar en mi a no ser que mantuviera a toda costa el Trabajo vivo en mí mismo, todas las ideas, todos los pensamientos, todos los recuerdos, y que ésta era mi tarea, porque realizándola sería capaz de acrecentar la luz, y así, en lugar de pensar por mí mismo pensaría por el Trabajo, y a su debido tiempo todo lo demás sería dado por añadidura. Entonces comprendí mejor lo que significaba no trabajar para lograr resultados. Así nuestra tarea finca en aumentar siempre la luz del Trabajo en nosotros mismos y en conservarla viva entre nosotros.