Birdlip, 23 de marzo, 1945
Comentario sobre el alimento de las impresiones

Vivimos de las impresiones. Las impresiones son el alimento más importante de todos los que penetran en la máquina humana. Tenemos tres bocas en la cara: los ojos, la nariz y la boca. Es necesario reflexionar sobre esto y pensar en su significado. Estos tres alimentos dan energía al cuerpo, pero el más importante es el alimento de las impresiones. No importa el alimento que una persona deprimida coma con su boca, o el aire que respira, no mejorará a no ser que reciba la carta que está esperando y que le informa que aprobó un examen, o que es amado por alguien, o que ha ganado un pleito. Ahora bien, una carta no es aire, ni tampoco alimento físico: es una serie de marcas de tinta en un papel que le transmiten cierto significado que transforma su estado. Ésta es una de las cosas que tenemos que comprender sobre el alimento de las impresiones. Por ejemplo, lo que oye decir de usted por otra persona puede deprimirlo o exaltarlo; o, cuando el número del caballo al que ha apostado aparece en el tablero pasará de la depresión al regocijo.

Ahora bien, ¿creen que vivimos sobre todo en un mundo de impresiones y dependemos de ellas? Lo que oye, lo que lee, lo que ve, constituyen impresiones —y también lo que pensamos en nuestro fuero interno—. Nuestra verdadera vida es este mundo de impresiones y nuestra manera de recibirlas y nuestra manera de reaccionar a ellas, y es en este mundo de impresiones donde tenemos que aprender a vivir de una manera correcta, este mundo muy delicado con y acerca del cual estamos constantemente preocupados. Un telegrama puede alterar completamente el sentido del futuro. Un telegrama no es ni el alimento del aire ni un alimento físico como un bistec sino que es una clase de alimento totalmente diferente al que el Trabajo llama impresiones. Cuando una persona le sonríe es una impresión y puede alentar su ánimo y todo su ser, mientras que si una persona le pone mala cara sentirá un resultado contrario. Las impresiones son psicológicas y empero el Trabajo dice que tienen cierta materialidad, una materialidad más sutil que la materialidad del aire o de un bistec.

Ahora bien, contemplando la cuestión de las impresiones desde determinado ángulo en conexión con la idea que enseña el Trabajo: las impresiones son el más importante de todos los alimentos. Hablo de la clase de impresiones que hacen posible que existamos normalmente. Estando expuesto a constantes malas noticias, a constantes críticas negativas de los otros, a constantes reproches, todo esto forma una clase de impresiones que no nos dará la fuerza apropiada para llevar una vida normal —quiero decir, en las condiciones ordinarias de vida—. Cuando alguien nos dice una cosa agradable, todos la recordamos, y todos habremos advertido que a veces basta una simple mirada o una palabra para que nos sintamos mucho mejor. En este delicado mundo de las impresiones psicológicas nos asemejamos a hipopótamos torpes, tanto para nosotros mismos como para las otras gentes. Durante mucho tiempo tratamos de obtener impresiones de los otros que nos hagan sentir felices y contentos de nosotros mismos, al no tener la fuerza suficiente como para trabajar contra nuestros malos sentimientos producidos, por ejemplo por las alabanzas, las lisonjas, los momentos de éxito, etc. En ese estado nuestra vida psíquica es demasiado delicada y carente de una base correcta. ¿Qué es lo que anhelamos más, hablando mecánicamente? Lo que anhelamos más es la atención, y esta pertenece a la satisfacción de la vanidad. Esto produce por cierto un estímulo muy poderoso, hasta tal punto que si la existencia psicológica de una persona se basa enteramente en la vanidad, se sentirá deprimida si no se la menciona constantemente en los periódicos, etc. Vivir de impresiones de esta clase es vivir la vida de esa fuerza tan poderosa en nosotros llamada Falsa Personalidad. Vivir la vida de la pura consideración interna y del echar culpas a otros procura una base muy insatisfactoria a nuestra existencia porque nos hace depender enteramente de la conducta de las otras gentes hacia nosotros. Esto quiere decir que carecemos de centro de gravedad, de modo que hablando sin ambages no existimos salvo en función de la alabanza o el reproche de las otras personas. La adversidad nos asestará duros golpes, mientras que el éxito nos elevará a un sentimiento enteramente equivocado de nosotros mismos. Nos asemejamos entonces a perros que dependen de la alabanza o el reproche de sus amos, y si varias personas que tienen esos perros dentro de sí se reúnen no cabe la menor duda de que los perros ladrarán los unos a los otros. Estará en una habitación llena de perros que ladran todos al mismo tiempo, que desean todos llamar la atención sobre sí mismos, todos celosos los unos de los otros. Y les aseguro que ésta es la situación de la mayoría de la personas en la vida, cuando una las ve en una llamada reunión amistosa. Desdichadamente, entre esas personas hay algunas que tienen en su regazo gatos o tigres u osos, y hasta serpientes y en este caso la amigable reunión será muy molesta para quien sea sensible al estado interior de las otras personas. Ahora bien, yo no permitiría que un perro, o un gato u otro animal cualquiera recibiera las impresiones y determinara así nuestra existencia psicológica. Es menester recibir las impresiones más profundamente que esos animales que están en nosotros y que llevamos a todas partes con tanto cuidado. La cuestión en el Trabajo es: «¿Dónde caen las impresiones en usted? ¿Caen en su perro, que siempre exige atención y elogios, o en su gato que finge la afección, o la indiferencia, o en su serpiente que se pasa todo el tiempo silbando?». Por eso se nos dice en el Trabajo que vigilemos el sitio a donde van las impresiones, en qué «Yoes» caen, porque todos esos animales son diferentes «Yoes» que están muy subdesarrollados y no son exactamente conscientes aun para nosotros y pertenecen por así decirlo al lado aún no consciente de nosotros, es decir, a esa «otra persona» en nosotros a la que aún no advertimos, debido a nuestro fingimiento de nosotros mismos, pero que otras personas han tal vez advertido ya. El objeto de la observación de sí radica en hacernos más conscientes de lo que hay en nosotros. Desdichadamente andamos por la vida imaginando conocernos y no dándonos cuenta de que tenemos otro lado que debe llegar a ser gradualmente consciente antes de que pueda empezar a crecer. Al vivir meramente en la superficie de nosotros nos es imposible penetrar más profundamente en el trasfondo. Ello nos impide recibir influencias de un orden más sutil, influencias, de hecho, que son las únicas que pueden hacernos crecer, porque ese oscuro, inconsciente lado de nosotros mismos se alza entre nosotros y las influencias de los Centros Superiores —es decir, las influencias curativas que descienden por la Octava Lateral del Rayo de Creación—. A no ser que concibamos lo insensatos que hemos sido nos imaginaremos siempre que no somos insensatos, o si, por un momento, sentimos haber sido insensatos, digámoslo hablando socialmente, llenaremos en seguida la brecha con una terrible descarga o exudación de autojustificación que nos hará retener una vez más esta idea curiosamente inadecuada sobre nosotros mismos, a la que no vemos como inadecuada y que en verdad es una especie de espantapájaros al que imaginamos ser un hombre o una mujer perfecta.

Cuando las impresiones empiecen a caer en nosotros en un nivel más profundo, comenzamos a vivir en un mundo enteramente nuevo. Si desea vivir en un nuevo mundo es preciso ir a las profundidades, apartarse del mundo superficial de sí mismo. Por cierto es doloroso en un sentido pero en otro sentido extraordinariamente pleno de significación y nuevas satisfacciones. Entonces concebirá lo que esto significa: «Yo no soy este “Yo”», y eso ya significa cierto grado de Recuerdo de Sí. Ahora bien, el Trabajo enseña que debemos recibir constantemente impresiones para poder vivir. Hemos de tener las impresiones de todos los alimentos, de todos los frutos de la Tierra, porque somos un microcosmos o pequeño mundo que vive ante todo en el macrocosmos o gran mundo de la naturaleza (nuestro primer gran mundo —es decir, el primer cosmos situado encima de nosotros y llamado en el Trabajo «Vida Orgánica»—). Nos fue concedido en la maravillosa organización de nuestros sentidos el poder de saborear las impresiones de este gran mundo de la naturaleza. Nos fue otorgado el poder de saborear la manteca y la compota y el pan y las peras y las manzanas y el caviar y el pescado y la carne, de oler el pasto y el mar. ¿Han pensado alguna vez que ya tenemos esos poderes en nosotros? Uno saborea un melocotón o una fresa y cree que la diferencia de sabor está en los dos frutos. ¿No ve acaso que la diferencia está en su poder de saborear diferentemente y que ya tiene el aparato hecho en usted mismo para recibir estas dos diferentes impresiones de sabor? Piense un instante, porqué la gente halla algunas dificultades en ver lo que se quiere decir aquí, y además la gente encuentra difícil ver que somos un microcosmos encajado dentro de un macrocosmos y preparado para él. Les cuesta entender que por nuestra construcción estamos en relación con todo el cosmos en general. Encuentra difícil ver que hemos nacido en un Universo al cual podemos responder y que nos responde si descubrimos la súplica correcta que es preciso hacer. Una de las razones se debe a que las gentes se consideran completamente aisladas, no viendo que fueron construidas para vivir en el Universo y por lo tanto deben ser parte de este universo y así corresponder a él. Tenemos ojos que responden a las vibraciones de la luz, oídos que responden a las vibraciones del aire. En suma, estamos construidos para recibir impresiones.

Nos limitaremos ahora al primer cosmos en el que vivimos: la Vida Orgánica, o la Tierra, sin la cual no podríamos existir. Nos suministra el alimento y el aire y determinadas impresiones. Hablamos en este momento del sabor que deriva de los productos de la naturaleza. Todos nos son necesarios porque tenemos un aparato preparado para recibirlos. Tenemos un aparato extraordinariamente sutil para el sabor, el olor, el tacto y la vista, para apreciar lo que la Tierra produce, y este sutil aparato debe ser satisfecho razonablemente con los frescos productos que son tan importantes para la salud, es decir las impresiones que caen directamente en el Centro Instintivo. La cuestión finca en que tenemos en nosotros los poderes de saborear y oler las diferentes cosas creadas por la naturaleza y que producen así diferentes impresiones, y ya que tenemos esos poderes en nosotros, tal como el poder de distinguir entre el rico sabor de una fresa y el igualmente rico sabor de la frambuesa, por lo tanto un lado de nuestra vida de impresiones debe satisfacerse con los productos de la naturaleza ya que llevamos en nosotros el aparato necesario para recibir impresiones de esos diferentes objetos. Creo que este argumento es comprensible y pertenece al argumento general del Trabajo de que en nosotros hay más de lo que usamos. Por esta razón habrán visto que todos los intentos científicos para hacer alimentos sintéticos, polvos, etc., de los cuales no obtenemos correctas impresiones de sabor, son enteramente falsos y, de hecho, nada científico. Ya que fuimos construidos para vivir primero en la Vida Orgánica en la Tierra como minúsculas células de este vasto organismo, necesitamos ser alimentados por él y no por algún sustituto de dicho organismo. Ahora bien, esto constituye nuestra primera vida o vida instintiva de impresiones. Ante todo el alimento es una impresión, luego una sustancia o alimento físico. La impresión produce el apetito pero la sustancia alimento produce la nutrición. Intentar reemplazar sintéticamente la sustancia alimento sin la impresión de sabor y el placer que resulta de ello es ignorar el alimento más importante, es decir, las impresiones. (Querría que lo discutieran porque entender esta idea tiene mucha importancia). Pregúntense ustedes por qué la naturaleza proporciona tantos sabores y olores interesantes a los alimentos. Pregúntense también por qué la gente se siente cansada físicamente cuando recibe durante mucho tiempo un alimento insípido y qué significa la diferencia entre, un plato apetitoso y un plato no apetitoso en lo que respecta a excitar las actividades correctas del Centro Instintivo o sea el trabajo del estómago, etc.

Ahora deseo introducir aquí lo que el Trabajo llama el alimento supremo de impresiones. Supongamos que estamos regidos por los sabores. Hemos oído hablar del sabor interior al que se puede diferenciar entre buen alimento psicológico y mal alimento psicológico tal como lo puede hacer nuestro sabor físico respecto del alimento literal. La suprema impresión física que podemos dar a toda nuestra máquina es la del Recuerdo de Sí, el más fino de todos los sabores posibles, el sabor de algo emparentado con el «Yo». El Trabajo dice que un momento de Recuerdo de Sí suministra a cada célula del cuerpo un alimento de una clase que por lo común no puede obtener. El Trabajo dice que cuando un hombre se recuerda a sí mismo se produce un choque en toda su persona. Cada célula recibe fuerza y nueva energía —es decir, nuevo alimento—. Éste es llamado el Primer Choque Consciente en el que radica todo nuestro trabajo por muchos años y es lo que siempre olvidamos de darnos aunque lo hayamos oído 101 veces. En lugar de recordarnos a nosotros mismos seguimos discutiendo con nosotros mismos o pensando sobre cualquier cosa o hasta pensando en lo que significa el Recuerdo de Sí. Habrá oído decir a menudo que si no conoce lo que significa el Recuerdo de Sí, debería tratar de detener sus pensamientos aunque sea solo por unos segundos, detener todo por un rato, y no ser nada, no ser nadie. Si lo puede hacer, notará que se siente muy diferente, como si hubiera encendido la luz. O si piensa que esta imagen es demasiado fuerte, si ha notado súbitamente donde está, si ha recobrado súbitamente el sentido, o, como alguien me dijo una vez: «Es como si hubiera sacado de repente la cabeza fuera del agua». Cuando sufre tal experiencia también nota de pronto que ve la habitación donde está, o que la ventana parece dejar pasar más luz, o que oye los sonidos más claramente, o que puede leer el diario sin anteojos. Esto significa que las células de su cuerpo han cobrado de algún modo más vida, han sido estimuladas. Han recibido un nuevo alimento que surge de ese acto de Recuerdo de Sí. Pero como quiera que sea nuestra autohipnosis, nuestra continua identificación con sucesiones de pensamientos completamente inútiles, nuestra preocupación por cosas que creemos muy importantes y que por supuesto no nos llevan a ninguna parte, nuestra continua consideración interior, el hacer cuentas y toda la masa de emociones negativas, hacen que sea muy difícil todo intento eventual de recuerdos de sí. En las tensiones de la vida nunca nos recordamos a nosotros mismos. Para hacerlo es preciso contar con una fuerza proveniente no de la vida sino de otra dirección que nos permita realizar este intento. Es menester salir de uno mismo, fuera del tren o del ómnibus de nuestra vida mecánica. Tenemos que salir del modelo finamente entretejido y por lo general desagradable que insistimos en pensar que es nuestra vida, y no vemos razón alguna y tal vez no tengamos ninguna idea sobre lo que significa salir fuera de la corriente de nuestra vida cotidiana por un instante e intentar exponerse a las influencias que provienen de una dirección enteramente diferente.

Ahora bien, deseo que piensen sobre lo que significa alimentar nuestra máquina con el sentimiento equivocado de «Yo», tal como lo hacemos todos. Nos han dicho que si pudiéramos alcanzar el correcto sentimiento de «Yo» en el Recuerdo de Sí cada célula de nuestro cuerpo cobraría nueva vida. Luego ¿acaso no implica esta enseñanza por contraste que cuando nos identificamos con el sentimiento equivocado de nosotros mismos transmitiremos una fuerza equivocada, una energía equivocada, a las células del cuerpo? ¿No comprenden ustedes que si somos negativos y pensamos mal de los otros nos sentimos a nosotros mismos a través de esos sentimientos en los cuales ubicamos el sentimiento de «Yo», de modo que damos a nuestro cuerpo un muy mal alimento desde la fuente superior de alimento que proviene de nuestro estado psicológico, de las impresiones provenientes de los diferentes «Yoes» con los cuales estamos identificados, y no simplemente a través de impresiones provenientes de los sentidos que tienen su propia importancia y valor pero en otra escala? Recuerdo que O. dijo una vez que todos tenemos «Yoes» que pueden enfermarnos cuando nos identificamos con ellos y así nos ponemos bajo su poder. Empero es necesario conocer a esos «Yoes» y luchar con ellos eventualmente, porque tarde o temprano tendremos que luchar con todo lo que en nosotros está en contra del Trabajo y de la armonía que trata de implantar en nosotros, por el proceso de la percepción y de la separación interior, por ver lo que es verdadero y lo que no es verdadero, lo que tiene buena voluntad y lo que tiene mala voluntad hacia el Trabajo.

Dejo intencionalmente esta disertación sin terminar por no haber reunido sus diferentes aspectos. Esta disertación es un comentario sobre las impresiones. Se habló primero en ella de las impresiones que recibimos a través de los sentidos y luego de las impresiones provenientes del sentimiento de «Yo». La impresión más elevada es el sentimiento del «Yo» real. Es una impresión que no proviene del exterior sino del interior. Al mismo tiempo todas las impresiones externas que entran cambian su intensidad de acuerdo con el «Yo» en que se está para recibirlas. Si se está en un estado de Recuerdo de Sí externo, las impresiones suelen ser de intensa belleza, mientras que si se está en los «Yoes» negativos, la más maravillosa comida o el día más bello no tienen sentido alguno. Cuando una cosa no tiene sentido para uno, no se obtienen impresiones de ella. Cuanto más sentido tenga una cosa para uno, más impresiones se obtienen, y viceversa. Pero todo ello es cuestión de una prolongada observación y del intercambio de puntos de vista entre ustedes. Pero todos deberían hacerse esta pregunta a sí mismos: ¿Con qué alimento de impresiones me nutro? Si es negativo internamente por regla general recibirá impresiones desagradables y se alimentará con ellas, o si está deprimido solo tomará cosas deprimentes de los diarios. Y esto infectará toda la máquina humana. O si tiene miedo, o está nervioso, las impresiones que tome serán semejantes. Por lo general obtenemos de la corriente de nuestra vida interior pequeñas impresiones interiores o, por así decirlo, impresiones enmohecidas. Sin embargo, si se esfuerza, disminuye la «entropía» y da entrada a las impresiones. Tal vez se pregunten ustedes qué significa la entropía. Significa, en resumidas cuentas, un estado en que todo llega a ser igual y no se produce intercambio de energía, y de este modo todo está estancado. Cuando se hace un esfuerzo se va en contra de este enmohecimiento. Por ejemplo, si se niega a sí mismo algo aumenta su atracción y entonces su entropía disminuye. La idea del Recuerdo de Sí es disminuir enormemente la entropía por medio de un sentido muy distinto de uno mismo y la vida externa. Toda identificación acrecienta la entropía —es decir, nos deprime— de modo que no hay diferencia entre nosotros y la vida, por así decirlo. Si puede ver la vida como una ilusión de un modo correcto, tal como lo enseña el sistema del Yoga, sentirá una creciente y poderosa diferencia de potencial entre usted y la vida, y esto disminuirá la entropía. Pero si está sumergido en la vida todo se pondrá en equilibrio y usted dejará de dar entrada a las impresiones fuera del mínimo indispensable.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskii Libro 2
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