Birdlip, 19 de febrero, 1944
A qué se refiere este trabajo
En respuesta a una pregunta hecha por gente nueva: «¿A QUÉ SE REFIERE ESTE TRABAJO?», hemos de contestar que está destinado a aquéllos que buscan algo, que no están satisfechos con lo que encontraron en la vida, y que sienten que debe haber algo más que el éxito o el fracaso, algo más que lo que aprendieron en la escuela y la universidad y que la educación en general que recibieron.
Cuando una persona siente que la vida no puede ser explicada por sí misma, cuando ve que la vida tomada por sí misma sin otra explicación es en amplia medida algo carente de significado, «un cuento relatado por un idiota», una historia de crímenes y derramamiento de sangre y frustraciones. Cuando esa persona comienza a darse cuenta de que la existencia del progreso es muy dudosa y de que todo empieza y termina casi antes de haber empezado, está entonces en la posición de buscar otro significado y un nuevo conocimiento, convencida de que deben existir. Y cuando se empieza esta búsqueda con espíritu sincero y verdadera hondura de sentimiento, se tiene la sorpresa de encontrar que existe gran número de testimonios en la literatura del pasado, que apuntan sin lugar a dudas hacia otra clase de conocimiento y significado. En toda esta literatura el tema es el mismo. Se refiere siempre a la transformación definida y preestablecida que el hombre puede sufrir en sí mismo, al desarrollo distinto y cierto que puede experimentar, a la verdadera evolución o re-nacimiento que puede producirse en él cuando conoce y comprende gradualmente lo que tiene que hacer: Es decir, toda esa literatura, que constituye una parte de lo que en el Trabajo son llamadas influencias «B», tiene el mismo objeto. El hombre ha de morir en una forma definida y específica para sí mismo, para ciertos aspectos de sí mismo. Y si muere de una manera correcta, nace otra vez como un hombre nuevo, de otra clase, que es llamado en el Trabajo Hombre Consciente para distinguirlo del hombre mecánico. Conocerá entonces el significado de su vida en esta tierra —a saber, que no es un fin en sí sino un medio para otro fin— porque es a través de una lucha contra lo que la vida ha depositado en nosotros como se cumple el fin o el propósito de la existencia del Hombre. Si todo fuera fácil, no habría re-nacimiento; pero, como lo enseña este Trabajo, el Hombre no puede re-nacer correctamente ni tampoco morir correctamente —esto es, no puede ver en sí mismo las cosas que han de morir— a no ser que primero despierte…
En muchos fragmentos esotéricos del pasado, se encuentran referencias al renacimiento y al morir. En los Evangelios, por ejemplo, se encuentran referencias a esos hechos y también al despertar. Encontrarán la palabra «vigilad» usada muchas veces: ésta debe traducirse por «despertad». Pero no hallarán estas ideas, que constituyen el tema central de la Psicología Esotérica, dispuestas en una forma orgánica. Es preciso que un hombre despierte, antes de que pueda morir de verdad. Y si despierta primero, y muere para sí de una manera correcta, puede re-nacer si en él hay algo valioso y suficientemente fuerte y genuino. Todo depende de la calidad de la persona en su sentido más profundo. Nada que sea «seudo», nada que sea falso, tiene utilidad aquí. Pero aún no hemos dicho bastante sobre ese proceso porque, si bien es necesario ante todo, que el hombre despierte, es preciso enseñarle sobre qué debe trabajar en sí mismo y qué debe observar con el fin de despertar. Y para ello es menester que encuentre un Maestro y una Enseñanza —es decir, una Enseñanza que no sea arbitraria, que no haya sido inventada por gente común, sino que provenga de gente que ha despertado y dejado tras sí instrucciones para los que están aprisionados en el sueño de la vida, los que desean liberarse y despertar—. Por lo tanto tendrá que indagar, que buscar y aun cuando encuentre algo no le será nada fácil establecer un contacto con ello. Quizá se lo ponga a prueba en el primer momento o quizás algunos años después. En algunas escuelas de despertar, en el pasado, una persona tenía que guardar silencio dos, tres o hasta cinco años, o hacer las tareas más serviles, o ejecutar trabajos que siempre llevaban al fracaso, antes de que le enseñaran algo, o a veces lo trataban con rudeza de tal modo que herían su orgullo y su vanidad para sacarlo de quicio. En los Evangelios se dice que la gente era continuamente agraviada y que Cristo siempre atacaba la vanidad, el orgullo, la autoestimación, la complacencia en sí mismo y la autosuficiencia ante el bien y el mal.
Una persona debe indagar, buscar. Trataré de explicarles lo que significa buscar. Hay una frase: «Busca y hallarás». El significado de esta frase es que a menos que uno mismo busque, no hallará. Alguien nos puede llevar, digamos, al Trabajo. Quizás uno nunca haya pensado seriamente sobre el significado de su existencia, o tal vez haya indagado un poco y pensado que todo era demasiado desconcertante, o no fue capaz de distinguir la diferencia entre la Verdad y la Falsedad en lo que ha encontrado. Ahora bien, supongamos que oye hablar de esta enseñanza y ello despierta ligeramente su comprensión, no tan solo sus dos oídos, entonces da comienzo a la búsqueda de este Trabajo y tal vez sea capaz de hallarlo, pero puede pasar en el Trabajo muchos años y nunca haberlo buscado y de este modo no lo hallará. Su búsqueda significa dos cosas. Quizá tuvo que perder mucho tiempo tratando de encontrar una verdadera enseñanza en el mundo y ha pasado por varias etapas de pensamiento y empeños y peligro antes de poder ponerse en contacto con el objeto de su búsqueda. O bien su contacto con esta enseñanza se produjo de un modo accidental, repentino, e imagina que su búsqueda ha terminado en vez de darse cuenta de que acaba de empezar.
Reflexionen sobre este punto: si se dice: «Busca y hallarás», primero es preciso perder. ¿Cómo es posible buscar, a no ser que se sienta haber perdido algo? Por eso es preciso regresar a una etapa anterior, al sentimiento de que se ha perdido algo, de que no se ha reparado en algo, de la falta de algo, o quizás al sentimiento de que uno mismo se ha perdido y desearía buscarse y encontrar a sí mismo. Y esto nos trae de vuelta al comienzo de este breve comentario, al sentimiento de que la vida es inexplicable por sí misma, y que debe tener otro sentido, otra interpretación.
El movimiento de este Trabajo, al comienzo, se dirige psicológicamente hacia el interior. Luego se orienta al mismo tiempo hacia el interior y hacia el exterior. Todas las personas tienen un lado externo y un lado interno. Pero el lado más interno es por lo general gobernado por el lado externo. El lado externo es adquirido por la acción de vivir, y es llamado «Personalidad» en este sistema. El lado más profundo, más interior es llamado «Esencia». En el desarrollo a que nos estamos refiriendo —el re-nacimiento o evolución individual posible y preestablecida— lo que debe crecer es la Esencia. Desdichadamente la Personalidad y la Esencia están bajo signos opuestos. La Personalidad es activa y la Esencia pasiva. Al menos lo son en nuestro estado común, en la vida ordinaria. El cambio que ha de tener lugar eventualmente es una inversión de dicho estado habitual de modo que la Personalidad y la Esencia cambien de signos. Esto comporta evidentemente un considerable desequilibrio en uno mismo. Sin embargo, es un proceso que tiene lugar gradualmente, hasta cierto período, y durante ese tiempo la persona llega lentamente a conocerse a sí misma y se da cuenta de que es por entero diferente de lo que imaginaba. Esto debilita la Personalidad o lado adquirido. Como acabo de decir, todo ello significa que el movimiento del Trabajo sigue, psicológicamente, una dirección interior al comienzo, porque nadie puede llegar a conocer su nivel de ser a menos de interiorizarse por medio de la observación de sí. Se comienza a pasar a esa cosa compleja llamada uno mismo, sobre la cual tantas ilusiones nos hacemos. Pero para que se realice este propósito son necesarias varias condiciones, una de las cuales es elegir aquella forma de conocimiento capaz de servir de guía y que debe ser aplicado a uno mismo con toda sinceridad. En otras palabras, se necesita una forma de «verdad», en relación con la cual uno puede estudiarse a sí mismo. Esto es algo que se puede lograr y también perder muy fácilmente. Si nunca se lo ha buscado verdaderamente, no hay razón alguna para decir que se lo ha perdido. Pero si aquél que ha creado un vacío en sí para esa «verdad» y se siente perdido o que ha perdido algo valioso, llega eventualmente a encontrar algo, se dará cuenta si lo pierde otra vez. A medida que el Trabajo significa algo importante, algo genuino y real, desarrolla algo en la parte más interna de una persona. Esto no puede tener lugar si la actitud hacia el Trabajo o la conducta son equivocadas. El lado interno de una persona solo puede crecer por medio de la veracidad, nunca por la falsedad. El lado externo, en cambio, puede crecer muy fácilmente por medio de lo que es irreal y falso.
Por lo tanto es de la mayor importancia darse cuenta de la propia actitud hacia el Trabajo y de la de aquéllos que están en relación con él y también darse cuenta del empleo que se da al Trabajo. Por ejemplo, usar el Trabajo para acrecentar la Personalidad y sus ambiciones es tener una actitud equivocada. Esto es evidente para cualquier persona capaz de ser sincera y de no hallar justificación a todo. Cuando el Trabajo forma un punto emocional en una persona —en realidad desarrolla una parte de un centro— entonces dicha persona empieza a experimentar nuevas influencias. Es muy fácil conocer cuando esto ha sucedido. Pero para conservar este punto, es preciso que esa persona siga y conserve la «verdad» del Trabajo. Es menester que la aplique a sí misma, y si llega a perder este punto, por un tiempo, debe buscarlo otra vez. Al comienzo del Trabajo la verdad está en nosotros como una moneda de plata. En el antiguo y perdido lenguaje de las parábolas, la plata representa la verdad. Una persona que se deja dominar por el sueño y siente haber perdido ese punto en sí misma, que experimenta un vacío, una laguna donde antes había sentido algo ligero, debe buscar lo que ha perdido en todo su ser —en cada habitación, en cada centro, en cada piso de la casa de tres pisos llamada sí misma. ¿Con qué se ha identificado? ¿Qué está considerando internamente? ¿Acerca de qué miente? ¿Qué gasto pretende hacer? ¿Dónde se justifica a sí misma? ¿Cuándo se recordó a sí misma por última vez? ¿Cuándo hizo el último esfuerzo? ¿Qué ha sucedido con su propósito? ¿Cuántas cosas ha puesto por encima del Trabajo? ¿Cuándo se ha observado atentamente por última vez y ha examinado su mente? ¿Cuándo se ha contemplado a sí misma en estos últimos días? ¿Cuándo ha pensado claramente en esta enseñanza y en su búsqueda de nuevos significados? ¿Cuándo le ha impedido el paso en una importante escalera o corredor de su casa anteponiendo una cantidad de cosas que hubiera debido ordenar y guardar, o dando un portazo porque tenía prisa o estaba irritada y se olvidó de regresar y abrir la puerta otra vez? Todos ustedes ven en qué desorden se puede dejar la propia casa comportándose por unos minutos en estado de sueño y con qué facilidad se puede perder todo. Ahora comprenderán parte del significado de la parábola de la moneda perdida:
«¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido…».
(Lucas, XV, 8, 9).