Birdlip, 13 de mayo, 1944
La observación de sí

Permítanme hacerles esta pregunta: ¿Cómo tocan la vida? Es preciso entender que cada uno de ustedes se pone en contacto con la vida de acuerdo con su propia manera. Supongamos que tiene una actitud anticuada, entonces se pone en contacto con la llamada vida moderna en parte a través de dicha actitud y por lo tanto la juzgará como si supiera lo que le conviene. ¿Pero no se dan cuenta que cada uno de ustedes toca la vida según actitudes implantadas? Recientemente alguien me preguntó por qué no simpatizaba con cierta persona. No supe qué contestarle. ¿Cómo iba a saber por qué no simpatizaba con dicha persona? Una de las cosas más interesantes en la observación de sí es darse cuenta de que siempre se toca la vida de una manera inculcada —por medio de actitudes—.

Liberarse de esa manera adquirida de tomar la vida es una experiencia extraordinaria. Toda persona, que se ciñe estrechamente a su personalidad adquirida, sigue tomando las cosas como lo hizo siempre. Sin embargo, con la percepción de la naturaleza interior de sí mismo es posible tomar las cosas de una nueva manera. Ésta es una de las ideas del Trabajo. ¿Es preciso que siempre se tome a las cosas y la gente de la misma manera? ¿No se puede cambiar? ¿Qué comporta esto? Comporta siempre un cambio de sí mismo. Pero, desde luego, nada anda mal en uno mismo. Qué difícil es entender lo que el Trabajo enseña sobre ese particular. ¿No están ustedes acaso convencidos de que sus puntos de vista, sus juicios, su manera de tomar las cosas, la manera como se ponen en contacto con la vida, son correctos? Sí, por supuesto que lo están. Darse cuenta de que usted mismo es quien debe cambiar es un mal negocio. Deja de ser una broma. Sí, el Trabajo es cosa seria. Requiere una mirada al sí interior —no tan solo una vez, ni tampoco dos, sino mil veces— para ver a qué se asemeja en realidad esa persona adquirida llamada usted mismo, para ver que es a menudo una persona mezquina, parcial o hasta desagradable. Aquí, empero, estamos todos seguros de no ser personas desagradables. El Trabajo va a disolver este terrible engreimiento que se funda en imágenes, actitudes y topes. El trabajo va a quebrantar esa enloquecedora seudocreación llamada sí mismo —esa imagen indudablemente orgullosa y encantadora, tan profundamente arraigada, de la cual uno es prisionero, esclavo— esta maquinaria adquirida a la que se toma como uno mismo.

He pensado muchas veces en lo que G. nos enseñó —a saber, que muchos momentos de observación de sí llevan a la larga a fotografías de cuerpo entero. Esto significa que la práctica del Trabajo nos lleva a obtener verdaderas fotografías-tiempo de lo que se es realmente y de lo que se ha sido durante años y años. Esto por cierto es devastador. Sí, es una cosa grave empezar a verlo. Pero es peligroso a no ser que se sepa no llegar a identificarse, no ser negativo; de otro modo, es en verdad un mal negocio. Esto solo sucede cuando se insiste en tomarse a sí como una persona y cuando, por lo tanto, se atribuye todo lo que se observa en sí a sí mismo, a algo a quien se llama «Yo». El Trabajo enseña que ese es un «Yo» imaginario. Desde luego, si todo lo que uno observa lo toma como «Yo», se hallará entonces en grandes dificultades. Pero, como es sabido, el Trabajo enseña seriamente que uno tiene muchos «Yoes» en sí mismo. A no ser que sea capaz de soportar la comprensión de ello, no podrá hacer el Trabajo más allá de cierto punto. Cuando no es posible separarse de sí no se puede aprehender el Trabajo. Todo seguirá siendo personal para uno, se ofenderá. Supongamos, por ejemplo, que alguien siempre se identifica con los «Yoes» que están en contra del Trabajo. Entonces experimentará sufrimientos que son completamente inútiles. ¿Ha observado usted en realidad y ha llegado a conocer los «Yoes» negativos que dicen toda clase de cosas y que muchas veces dicen blasfemias contra el Trabajo? ¿Les dirá «Yo» a ellos? Toda clase de pequeños «Yoes» ignorantes intentan devorarnos a todo lo largo del día. ¿Sabe qué significa la separación interior? Si no lo sabe, entonces los pequeños «Yoes» negativos, ignorantes, mezquinos, estúpidos devorarán la fuerza del Trabajo cotidianamente como un ejército de escarabajos y lauchas y ratas. Es una lástima conferirles la autoridad del «Yo», del sí mismo. Se apoderarán de usted y lo arrastrarán en el mismo momento en que se levanta de la cama. Es trágico ver cómo una persona que siente y desea realmente el Trabajo, es enteramente incapaz de darse cuenta de los diferentes «Yoes» que tiene en sí misma. Repito que es trágico que una persona no entienda aquello sobre lo cual más insiste el Trabajo —a saber, que no somos uno sino muchos—. Si no puede verlo, todo su trabajo será una confusión. Cada uno de ustedes tiene muchos «Yoes» que son inútiles y aun peor que inútiles. Cada uno tiene «Yoes» que odian el Trabajo porque saben que tendrán que pasar hambre y hasta morir, por eso luchan para conservar la vida y tratan de persuadirle de que son usted. Si les dice «Yo», ¿qué puede esperar? Por otra parte, si puede verlos como «Yoes» y resuelve deliberadamente por propia experiencia no ceder a ellos ni creer lo que dicen, entonces empieza a andar por el camino del Trabajo, aun cuando por el momento muchas veces siguen dominándolo. Hay una frase en el Trabajo: «Esto no es “Yo”». ¿Puede comprender lo que significa? Interesa notar cuánta vanidad y orgullo entran en este punto de modo que una persona insiste en que está plenamente consciente y se conoce a sí misma y siempre obra conscientemente desde un verdadero «Yo». Desde luego nosotros no lo compartimos. Es insensato imaginar que podríamos hacerlo. Pero la inteligencia radica en notar que no lo hacemos. Y éste es el comienzo del trabajo sobre sí. Es una extraordinaria experiencia sufrir esta pérdida del «Yo» imaginario. Significa una pérdida de vanidad. Pero es imposible iniciarlo —por cierto no nos está permitido— a menos que nuestra valoración del Trabajo sea lo bastante fuerte como para sostenernos durante esta pérdida, esta despersonalización. El Trabajo solo puede ayudarlo si Ud. se ha aferrado genuinamente a su enseñanza en un punto de su persona —esto es, de modo que pueda tocarlo y sostenerlo cuando pierda contacto con la Falsa Personalidad.

Ocupémonos de personas que se consideran como si fueran hombres y mujeres cabales, consecuentes. Para tales gentes la idea de que no son una persona, sino muchas personas diferentes, a menudo contradictorias, es algo detestable. Insisten en que se conocen a sí mismas y en que son siempre una y la misma persona. Y si aparece una contradicción demasiado evidente se justificarán a sí mismas. ¿Por qué? Para conservar intacta e inviolada esa idea imaginaria de sí mismas. Cuánto cuesta que una persona se dé cuenta en el Trabajo de la existencia de los muchos «Yoes» diferentes y que sienta en ella su presencia. Recordarán de qué manera fueron contestadas algunas cuestiones en los primeros días del Trabajo. Una persona, por ejemplo, hace la siguiente pregunta: «Yo siempre pienso que…». La respuesta era: «¿Qué “Yo” piensa así?». Estarán de acuerdo conmigo en que es desconcertante recibir semejante respuesta. Pero ¿acaso no es la verdadera respuesta? ¿No se funda acaso en la enseñanza del Trabajo acerca de que no somos «Yo» sino muchos «Yoes»? Una respuesta semejante es una verdadera respuesta. Si dicha persona hubiera hecho la pregunta en esa forma: «Hay cierto “Yo” que predomina en mí en este momento y que al parecer piensa así…», pues bien, la respuesta sería diferente. Significa que no está identificado en ese momento. Pero entre nosotros ¿quién es capaz de llegar a la etapa de ver claramente que en su persona tiene diferentes «Yoes» que predominan en diferentes momentos? ¿Quién es capaz de ver la ronda de diferentes «Yoes» en nosotros?, y debido a esta introspección no identificarse con ninguno de ellos y no tomarlos siempre como «Yo» —como usted— como un sí mismo sólido y permanente. Pensar, imaginar que nosotros y los otros no somos siempre los mismos, es violentarnos a nosotros mismos y a los otros. Pero si uno ha llegado bastante lejos como para no tomar cada hecho psíquico, cada punto de vista, pensamiento, estado o sentimiento como «Yo» —como usted— entonces comienza a comprender lo que dice el Trabajo sobre la separación y selección interiores. Algunos «Yoes» son amigos: otros «Yoes» son enemigos. Algunos «Yoes» dan fuerza: otros «Yoes» la quitan: y algunos nos devoran realmente. ¿Cómo una persona que está en el Trabajo puede vivir en un sueño autocomplaciente diciendo «Yo» a todo cuanto tiene en sí? ¿No se hace acaso todo desarrollo por medio de un proceso de rechazo y selección? ¿Cómo puede rechazar o escoger si todo en usted es uno y la misma persona —si todo es «Yo»—? Si Ud. cuida un jardín ¿acaso no arranca las malas hierbas y cultiva las plantas útiles? Será imposible hacerlo en su vida interior si toma todo como si fuera usted. Usted tiene malos pensamientos y malos sentimientos. ¿No se da cuenta de que si los toma como «Yo» —como usted— los fortalece? Supongamos que ya entiende esta gran enseñanza de los muchos «Yoes» y de la no identificación consigo mismo:

Pues bien, ¿si se identifica con los pensamientos negativos y los sentimientos negativos que provienen de esos «Yoes» y los considera como si fueran «Yo mismo» que piensa y siente, adónde llegará? Quizá diga: «Sí, pero estos malos pensamientos y malos sentimientos están en mí, entonces ¿qué puedo hacer?». ¿Qué puede hacer? Puede estar de acuerdo con ellos, ceder a ellos, identificarse con ellos y conferirles la autoridad de «Yo». Pero en el supuesto caso en que no esté usted de acuerdo con ellos, ni ceda a ellos, ni se identifique con ellos, ni diga «Yo» a ellos, ¿se harán más fuertes o más débiles? Pues bien, piénselo usted mismo. ¿Cree usted que todas esas gentes que están en la calle son usted?

El objeto de este Trabajo es hacernos conscientes en nosotros mismos y para nosotros mismos de lo que tiene lugar en nosotros, del vasto tránsito interior de pensamientos y sentimientos que llevamos dentro, en el invisible reino psíquico que se distingue del vasto mundo físico exterior de cosas y gentes que nos es revelado por los sentidos. Aquí, en este mundo interior, y en lo que escogemos y rechazamos en él, está la clave del Trabajo, y en consecuencia de la evolución. Todos sabemos escoger y rechazar cosas en el mundo exterior. En nuestros asuntos desechamos las cosas inútiles y nos aferramos a las cosas útiles. Es la misma idea. Supongamos que, por una larga observación, usted percibe que los «Yoes» crean estados de ánimo, pensamientos y sentimientos que lo deprimen, lo corroen, lo desalientan, o hacen que sea negativo, receloso, mal pensado. Entonces ¿qué puede hacer? ¿Aprobará tales estados de ánimo? ¿Los considerará como si fueran usted? ¿Por qué ha de hacerlo? Si cae una lluvia torrencial, ¿se queda en el mismo lugar o se aparta de ella? ¿Va a practicar la no identificación con esos malos estados interiores, sin acompañarlos, sin prestarles atención? Pero si no puede ver que usted son muchos e insiste en considerarse a sí mismo como uno, entonces nada puede hacer respecto de su vida interior.

¿De qué trata el Trabajo? Nos revela nuevas y mejores influencias que provienen del Rayo de Creación. ¿Qué es la vida? Es una máquina que está bajo ciertas influencias y que alimenta a la Luna. La ve operando ahora. Obsérvela. Piensa a qué se asemeja. El orden de cosas que prevalece ahora no tiene nada de excepcional. Es el orden corriente de cosas, de vida. Pero la Octava Lateral del Sol desciende sobre nosotros trayéndonos la posibilidad de nuevas influencias. En el breve período espiritual del Antiguo Egipto, bajo Amen-Hotep, creo, el Sol era representado por largos rayos que terminaban en manos. Claro está, no se refiere al sol literal, visible, sino a un nivel de comprensión superior y a la vida tal como es cuando pertenece a la Humanidad Consciente —no a esa violenta, codiciosa, adormecida y caótica humanidad que cubre la superficie de la Tierra y que es usada casi exclusivamente para fines cósmicos—. Esto es muy comprensible. Ya nos hemos familiarizado con la enseñanza esotérica, con el Trabajo, a este respecto. No cuesta nada comprender por qué Amen-Hotep representaba al Sol con manos al extremo de los rayos que se dirigían hacia la Tierra. Pero esas manos, empero, nunca llegaban a tocar la Tierra. ¿Recuerdan la cuerda, de que habla el Trabajo, y que exige saltar para alcanzarla? Ahora bien, si uno estima el Trabajo con los prácticos «Yoes» de negocios, o con los ordinarios «Yoes» mundanos del placer, nunca podrá comprender que no es uno sino muchos. Ello requiere un vestigio de Centro Magnético, algo de comprensión emocional y no una mera prueba formatoria. ¿Cómo puedo probarle que el sabor de una fresa es diferente del sabor de una manzana? No con argumentos formatorios, se lo puedo asegurar. Es preciso que prueben y lo vean por sí mismos. ¿Cómo puedo probarle que sentir las muchas influencias del Trabajo es algo muy diferente de empaparse de vida? Desde luego no lo puede hacer por medio de ningún argumento formatorio. Tampoco puedo probarle que el Trabajo es verídico. Si está completamente sumergido en la vida, es preferible no intentarlo. De hecho, el Trabajo no tratará de ponerse en contacto con usted. Está, pues, en la vida con sus horizontes. Si esto lo satisface, ¿por qué buscar una nueva interpretación, un nuevo sentido a la existencia en este planeta imperfecto y violento? Este Trabajo es para quienes están convencidos de que la vida no puede ser comprendida en función de sí misma. Si está satisfecho con todas sus experiencias, si siente que la vida es todo cuanto necesita, si está completamente satisfecho de sí, si está contento con cuanto ha experimentado hasta ahora, entonces, repito, ¿por qué buscar el Trabajo? Pero si no lo está, entonces ha de ser lo bastante inteligente como para relacionar su descontento con el Trabajo. Es preciso que se dé cuenta de que sus muchos desengaños no tienen nada de excepcional y que debe tener una vislumbre de lo que el Trabajo dice acerca de la vida —cómo todo sucede, cómo su ser atrae lo que le sucede—, etc. De otro modo ¿cómo podrá ayudarle el Trabajo? Meditemos sobre lo que aquí se quiere decir. Es una idea muy profunda. Es demasiado fácil ser negativo y echar la culpa a los otros o a las circunstancias. Esto sucede por doquier. Es la acostumbrada ópera de la vida. Pero el Centro Magnético hace que una persona sienta que debe haber algo más. Piensa que debe haber otra ópera —que no es en absoluto emoción negativa ni tragedia—. El problema es un problema interior. Su solución radica en la observación de sí con arreglo a instrucciones definidas. Por eso a menos que se observe a sí mismo, el Trabajo permanece muerto. Con el fin de observarse a sí mismo, es preciso comprender que no es uno sino muchos. A no ser que pueda ver eventualmente los diferentes «Yoes» en sí mismo, no podrá rechazar o escoger. Y sin el Trabajo y la comprensión de que trata, no será capaz —eventualmente— de rechazar y escoger correctamente. Pero si se hace todo eso, las nuevas influencias se abren camino en su vida interior. Se siente que comienza una nueva vida, y una vida muy grata. Si le presta atención, algo empieza a crecer. Si siente en qué momento no está en contacto con el Trabajo y siente su falta y lo busca otra vez, retornará nuevamente. Durante mucho tiempo —y es inevitable— se oscila entre lo viejo y lo nuevo. Se trata de la valoración interior, de esa extraña cosa llamada Voluntad, que se asemeja a cambiar de rumbo sin violentarse a despecho de todos los vuelcos —como una aguja magnética. Pero todo esto— todo el comienzo de esa octava a la que nos hemos referido y que crea nuevas energías —digo, todo ello sigue siendo casi imposible si dice «Yo» a todo en sí mismo. Entonces, está en tinieblas como en los primeros versículos del Génesis. La luz no estaba aún separada de las tinieblas.

Ahora deseo que algunos de ustedes noten en especial a los «Yoes» que carcomen su energía. Recientemente fui acosado por ellos y por un tiempo no los advertí. Tomé a todos esos sentimientos y palabras y pensamientos como «Yo». Esto es, estaba adormecido. Cada uno de ustedes está rodeado interiormente de «Yoes» negativos, débiles, criticones, recelosos, mezquinos, estúpidos. Algunos, por una prolongada y habitual aquiescencia, se han fortalecido mucho. Observe a una persona: de súbito pierde energía, se debilita, se vuelve negativa, se siente extraviada, etc. ¿Qué ha sucedido? Algún «Yo» está devorando a esa persona. Nuestra vida interior es mucho más peligrosa que nuestra vida exterior con todos sus riesgos.

Ahora es preciso que comprendan, todos ustedes, que la doctrina de los «Yoes» no los descarga de su responsabilidad. Solo un insensato puede imaginar tal cosa. Rechazar o escoger los «Yoes» es algo muy real. Estar acompañado de «Yoes» equivocados es algo que hace sufrir, un verdadero sufrimiento. Éste es un sufrimiento útil. Es preciso aprender a odiar los «Yoes» en uno mismo. De otro modo el Trabajo se hace trivial, una buena excusa para hacer lo que a uno le da la gana. Hay momentos en que el Trabajo apremia. Luego pasa por un tiempo. Pero si nunca lo apremia, tenga la seguridad de que no está dispuesto a ponerse en contacto con usted.

El año pasado alguien que no está aquí en este momento me contó un sueño. Esa persona soñó que todos sus tíos, y tías, su madre, su padre, sus hermanas, hermanos, lo estaban rodeando. Estaba en cama, agonizando y casi muerto. Todas esas personas estaban vestidas de negro. Yo entré en la habitación, muy delgado y enfermo y pálido y me fui de prisa sin echarle siquiera una mirada. Pues bien, ésta es una imagen parábola emocional del estado interior de dicha persona. Todos los «Yoes» adquiridos la rodean. Está muriéndose. El Trabajo entra, pero en una forma lastimosa, y sale de prisa. Quizás esto les haga ver por qué esa persona murió para todo lo que se relaciona con el Trabajo. No gozaba del libre poder de elección. En cierto modo veía el Trabajo, pero sus «Yoes» eran demasiado fuertes. Recuerden que el Trabajo en un hombre es tan fuerte como éste lo permita. Es una cuestión de valoración.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskii Libro 2
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