Birdlip, 11 de marzo, 1944
El Eneagrama VI
Proseguiremos hablando del choque que es dado en el punto 6 en el Eneagrama. Les recordaré brevemente que éste es el Primer Choque Consciente, llamado en general el choque del Recuerdo de Sí, y este choque no tiene lugar mecánicamente en el Hombre. Repito estas nociones porque es importante captarlas. Toda la idea de la Psicología Esotérica y lo que más la distingue de la Psicología Occidental radica en el hecho de que no considera al hombre como si fuera consciente. La Psicología Esotérica contempla al Hombre como si estuviese en un estado de sueño en el cual todo le sucede, un estado en el que imagina estar consciente, un estado en el que imagina que tiene Voluntad, que tiene un Ego permanente y que puede actuar. La Psicología Esotérica nos enseña que todo eso es ilusión y que el Hombre se atribuye a sí mismo lo que no posee. La primera etapa necesaria para poseer dichos atributos pertenece al choque en el punto 6 al que nos hemos referido desde diferentes ángulos. Algunas personas creen que un choque es solo una experiencia súbita y desagradable. Por cierto, algunos choques son de esa clase y muy a menudo son útiles. Pero se necesita tener un concepto mucho más amplio del choque en el punto 6. Aquí es donde se introduce un cambio completo de perspectiva, un cambio completo de mente. Es preciso comprender realmente qué significa ver que las cosas no son lo que parecen ser. Hemos de comprender en verdad que nosotros y los demás estamos dormidos, y que no podemos actuar ni tenemos verdadera Voluntad ni tampoco un Ego permanente. Llegar a entenderlo produce un choque, un choque lento y, a veces, un choque súbito. Ya han oído en una etapa preliminar de la enseñanza una definición del Recuerdo de Sí en que se lo define como comprensión de nuestra mecanicidad. Cuando empezamos a entender que no somos nosotros quienes hacemos sino que es Ello el que hace, empezamos a saborear cierta clase de Recuerdo de Sí. Pero es preciso que comprendan que si no les es posible separarse de sí mismos, nunca llegarán a captar lo que significa darse cuenta de la propia mecanicidad. Dirán a todo «Yo», y éste es uno de los mayores pecados que se puede cometer contra sí mismo y contra los otros. En verdad somos una legión de «Yoes» y nos tomamos como si fuéramos un solo «Yo» y nos comportamos hacia las otras personas como si cada una fuera un solo «Yo». Cuando se observa uno imparcialmente y con sinceridad durante un período, se comprende hasta qué punto se es mecánico y se advierte que no se tiene derecho a decir «Soy yo quien ha hecho esto», sino que es preciso decir «Es Ello quien ha hecho esto». Y se da uno cuenta de que se cede a Ello y, por así decirlo, se lo llama «Yo», si bien éste no es un proceso consciente, sino una suerte de autojustificación que obra en el trasfondo. Así, por ejemplo, un hombre cree que su charla interior es él mismo y en realidad son los «Yoes» los que están hablando y las cosas que dicen las dicen en su propio nombre aunque uno cree que es uno mismo. Luego, de súbito, un «Yo» más consciente, un «Yo» del Trabajo, suele decirnos: ¿Por qué no estás en el Trabajo? Y entonces todo cambia completamente, la charla se detiene y todos los «Yoes» que estaban charlando huyen y se esconden.
Ahora bien, no podrán darse un choque en el punto 6 si siempre hacen lo que les place o tratan de salirse con la suya. Salirse con la suya equivale siempre a permanecer dormido, a seguir siendo mecánico, a no ser más que una máquina. Cuando una persona se sale con la suya, cuando las cosas parecen andar sobre rieles, no va en contra de sí misma y no es consciente. Cuando dos cosas se cruzan, logramos un ligero momento de conciencia. Nos despertamos un poco, por un momento. Si nunca oponemos el Trabajo a la vida, no habrá lucha alguna, en amplio sentido, porque el Trabajo y la vida siguen direcciones diferentes, y esta lucha no puede compararse con las pequeñas luchas de la vida cotidiana. Una vez que esa lucha empieza a formarse en un hombre, permanece y se siente todo el tiempo. Es sabido que no se puede hacer lo que se quiere, a veces más distintamente y a veces menos distintamente, pero se sabe siempre, y se lo conoce, que si las cosas parecen fáciles es imposible engañarse pretendiendo que esto es lo que se quería. La realidad del Trabajo llega a ser una realidad más importante que las realidades de la vida. Cuando las cosas son fáciles en la vida, cuando las relaciones que se tienen con la vida son momentáneamente buenas, ello no impide que la presencia del Trabajo permanezca siempre detrás. La vida puede procurarnos satisfacciones y el Trabajo también, pero son diferentes por el sabor. Todo esto se refiere a lo que dije acerca del Primer Choque Consciente, en el sentido de que debemos conocer la diferencia entre estar dormido y estar despierto por su sabor interior aun antes de conocer de qué modo nos daremos el choque.
Deben comprender que si están identificados con la vida están en la vida. Solo responden a las influencias A. Están en todos los sentimientos que produce la vida, en todas sus ansiedades. Pero están entonces muy lejos del Trabajo. El Trabajo les parece un sueño. Estarán muy alejados de la posibilidad del choque en el punto 6. Deseo que todos comprendan que es preciso reinterpretar la vida y verla a la luz del Trabajo. Pero mientras estén completamente inmersos en los «Yoes» de la vida y absortos en las cuitas, ansiedades, roces y ambiciones de la vida ¿cómo pueden tener la esperanza de interpretar la vida de otro modo? Solo los «Yoes» del Trabajo pueden hacerlo. Los «Yoes» de la vida solo conocen un idioma, el de la vida, pero los «Yoes» del Trabajo conocen dos lenguajes, el de la vida y el del Trabajo. Si no fuera así ¿qué esperanza tendríamos de evitar servir a la maquinaria de la Vida Orgánica? ¿Cómo podríamos separarnos de nosotros mismos si en nosotros no hubiera nada diferente de nosotros mismos? ¿Cómo, si se cree ser uno, puede separarse uno de sí mismo? Éste es otro aspecto del choque en el punto 6. Consiste en valorar siempre más a los «Yoes» del Trabajo en los períodos difíciles. Es preciso obedecer lo que dice el Trabajo en una situación dada. Reflexionar en cómo se obra con arreglo a las directivas del Trabajo y tratar de obedecer a aquello que se percibe y visualizarse a sí al hacerlo. Por esa razón es tan importante llegar a conocer el Trabajo, hacer un verdadero esfuerzo para comprender su enseñanza, mantenerla viva en la propia mente, descubrir nuevas conexiones.
Ahora deseo regresar a la primera definición del Recuerdo de Sí y a la comprensión de la propia mecanicidad. Cuando nos hallamos hablando de un modo característico nos damos cuenta de que hablamos desde una actitud relacionada con uno o dos discos de gramófono. Es sabido que no cuesta mucho ver los discos de gramófono en las demás personas una vez que alguien nos los señala. Es mucho más difícil ver los discos de gramófono en uno mismo y sorprenderlos cuando están trabajando. Se puede reconocerlos luego por cierto sabor y también por un sentimiento interior de pérdida de energía. Cada vez que pensamos mecánicamente o que sentimos mecánicamente tendemos a perder energía. Cuando se llega a percibir algunos típicos discos de gramófono, tanto de la clase que se expresa exteriormente por medio de la palabra hablada como de la clase que obra internamente dentro de uno mismo, ya se comienza a entender qué clase de mecanicidad se tiene dentro de sí. Por supuesto no se lo entiende si uno se justifica —es decir, si se hallan razones que dan cuenta de lo que se dice exterior o interiormente mientras se está hablando—. Cada vez que se dicen las mismas cosas una y otra vez, esto es mecanicidad. Cuando se llega a percibir esta clase de mecanicidad, la ilusión acerca de uno mismo queda destruida. Entonces se produce una lucha muy interesante que no trataré de describir porque es una experiencia que todos deben sufrir y que cada cual deberá enfrentar inevitablemente en cierta etapa del trabajo sobre sí. Ahora bien, esa ilusión de uno mismo debe ser destruida antes de que se pueda dar en realidad el choque en el punto 6. Si se intenta darse ese choque mientras se está lleno de la ilusión de sí que siempre se tuvo, no se llegará a ser más consciente sino que, al contrario, se tenderá a caer en un sueño más profundo. Es preciso que nos demos cuenta de nuestra posición. ¿Recuerdan la historia de la cuerda y el precipicio? Un hombre no advierte a ninguno de los dos. Luego ve el precipicio, y entonces se da cuenta de su verdadera posición, y después ve la cuerda que cuelga encima de su cabeza. ¿Comprenden lo que esto quiere decir? Un hombre no piensa en asirse de la cuerda mientras no ve el peligro, y no ve el peligro mientras está dominado por la ilusión de que todo anda bien. De la misma manera, una persona con la ilusión de sí, una persona en la que aún no fue revelado algo, no hará un correcto esfuerzo de Recuerdo de Sí, puesto que no ve el precipicio, y por lo tanto no ve la cuerda. Ahora bien, la cuerda es el Trabajo. La cuerda es el Esoterismo que está por encima de nosotros, pero en un nivel más elevado. Las influencias curativas del Esoterismo pueden alcanzarnos en el 3.º Estado de Conciencia pero no en el 2.º Estado. El Primer Choque Consciente es elevar hasta la Conciencia las formas del Despertar, esa especie de Luz, que pertenecen al 3.º Estado.
Ahora comprenderán por qué se dice que darse cuenta de la propia mecanicidad es una forma de Recuerdo de Sí. Significa que empezamos a percibir el peligro en que estamos al advertir que lo que hemos dado por supuesto en nosotros es una ilusión y que no existimos. Y una vez que esa ilusión de sí se desvanece es posible sentir que las influencias del Trabajo no solo nos llegan sino que nos enseñan. En cambio, si se tiene el convencimiento de que el modelo de sí mismo es correcto, naturalmente cuesta mucho trabajar sobre sí porque no hay razón alguna que impulse a hacerlo. Si no se siente una carencia, ¿por qué se habría de trabajar? Si se siente que no se ha perdido cosa alguna, ¿por qué buscar? Si se siente que se conoce todo, ¿por qué aprender? Si se siente uno fundamentalmente satisfecho consigo mismo, ¿por qué cambiar?