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La comida favorita del Rata eran las tortitas recién hechas. Apilaba unas cuantas en un plato hondo, las cortaba en cuatro trozos y las regaba con una botella entera de Coca-Cola.
La primera vez que lo visité en su casa, estaba vertiendo esa comida espeluznante en su estómago, sentado a una mesa que había puesto bajo los tibios rayos del sol de mayo.
—Lo mejor que tiene esto —me dijo el Rata— es que comes y bebes a la vez.
En el amplio jardín lleno de frondosos árboles se reunían pájaros silvestres de distintos colores y formas que picoteaban con ansia las palomitas de maíz esparcidas por todo el césped.