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LOGAN entró, libreta en mano,
en el intensamente iluminado Centro de Inmersiones. En algún lugar
en medio del bullicio y la actividad incesante se encontraba el
operario que había informado de haber oído extraños y ominosos
susurros nocturnos. Era el siguiente en la lista de interrogatorios
de Logan..., suponiendo que pudiera localizarlo.
Echó un vistazo alrededor y se detuvo en
seco. Algo ocurría. Había muchas personas apiñadas junto a la Boca,
técnicos, operarios y algún que otro científico. Porter Stone y
Fenwick March estaban entre ellas y hablaban con el semblante
serio. Logan se acercó, curioso. Habían bajado por el Umbilical una
red de nailon azul de calibre industrial y colgaba suspendida de un
torno como las cuerdas de una marioneta monstruosa.
Seguía mirando cuando el torno se puso en
marcha y la red empezó a subir entre un zumbido de engranajes.
Stone, asomado al borde de la Boca, miraba hacia abajo y hacía
gestos con la mano al operario para que continuara subiendo la
red.
Logan observó cómo el cable se iba
enrollando. Un momento después, Stone indicó al operario que
redujera la velocidad. Fue entonces cuando Logan vio que una gran
caja de acero inoxidable salía a la luz envuelta en la red. Tenía
unos dos metros y medio de largo por uno de ancho, y le pareció un
ataúd.
Tardó unos segundos en comprender que eso
era precisamente y que solo podía contener una cosa: la momia de
Narmer.
Dos técnicos llevaron la caja con sumo
cuidado hasta una plataforma con ruedas preparada al efecto y
retiraron la red. Toda la operación fue supervisada por March, que
se movía entre el personal, gritando órdenes, como un insecto
enfurecido. Stone observaba la escena cruzado de brazos y con
rostro inexpresivo.
De repente, Logan detectó un movimiento con
el rabillo del ojo. Se volvió y comprobó que se trataba de Tina
Romero, cuya figura se recortaba en el umbral de la puerta del
Centro de Inmersiones. Le egiptóloga vio el ataúd en el soporte y
por un momento se quedó petrificada. Entonces se dirigió hacia
March con mirada de odio y se plantó ante él. Logan apenas alcanzó
a oír las airadas frases que intercambiaron en voz baja. Pero de
pronto Romero explotó.
—¡Capullo egoísta y arrogante! —gritó la
egiptóloga mientras lo cogía por la camisa, blandía el puño y lo
lanzaba hacia atrás—. ¡No le pongas las manos encima!
Se produjo un breve y sorprendido silencio.
Porter se interpuso, rodeó los hombros de Tina con el brazo y se la
llevó a un aparte mientras le decía algo en voz baja pero
urgente.
March, colorado como un tomate, se alisó la
camisa, se pasó la mano por el ralo cabello y regresó junto al
ataúd. Logan se acercó a donde estaban Stone y Romero.
—... solo lo hemos sacado para hacerle una
tomografía computerizada —oyó que Stone le decía antes de bajar la
voz aún más.
Tras unos minutos de tranquila conversación,
Stone le dio a Tina un apretón en el hombro, la miró fijamente un
par de segundos y fue a reunirse con el resto del grupo en la Boca.
Tina no se movió de donde estaba. Respiraba agitadamente y sus
labios se habían convertido en una fina línea. Luego dio media
vuelta y abandonó el Centro de Inmersiones. Logan corrió tras ella
por la pasarela que salía del sector Amarillo.
—¡Tina! —llamó.
Ella se volvió, lo vio y continuó sin
detenerse.
—¿Qué pasa? —le preguntó Logan cuando la
alcanzó.
—Ese cabrón de March... —dijo ella sin
detenerse—. Antes de que comenzara la expedición sentamos las
reglas de cómo nos ocuparíamos de los objetos que encontráramos.
Todos se estudiarían in situ, se documentarían y se estabilizarían.
Para retirar cualquier cosa sería necesario el acuerdo de un comité
formado por los líderes de las distintas especialidades. Pero ese
gusano ha obrado a mis espaldas... Se las ha arreglado para sacar
todo lo que hay de valor en la tumba y que no está sujeto al suelo.
Su gente lo está etiquetando y clasificando, y lo único que yo
tengo son las grabaciones de vídeo. —La voz le temblaba de ira—.
Ahora, para acceder al contenido de la tumba debo rellenar un
montón de solicitudes. Es increíble que Stone haya cedido de esta
manera... Dios santo, si hasta se ha hecho con la momia de
Narmer... —Meneó la cabeza—. En momentos así desearía que esta
maldita estación se hundiera en el fondo de la marisma.
Caminaron un rato en silencio.
—Porter Stone tiene fama de ser muy
respetuoso con los hallazgos arqueológicos —comentó Logan al
fin.
—Lo sé, y es verdad, pero está paranoico por
el poco tiempo del que disponemos. Los trabajos de la presa
Af’ayalah están muy adelantados, y todo el Sudd podría quedar
anegado bajo las aguas en cuestión de semanas y no de meses. March
ha estado utilizando este argumento para convencer a Stone de que
apresure los trabajos al tiempo que halaga su vanidad diciéndole
que se trata del mayor hallazgo de su carrera. Ahora que los
objetos están fuera de la tumba va a ser prácticamente imposible
convencer a ninguno de los dos para que los devuelvan a su sitio
original —concluyó, meneando la cabeza con amarga
resignación.
Habían llegado a los pasillos del sector
Rojo. Logan siguió a Tina hasta su despacho, y cada uno se sentó a
un lado del escritorio, lleno de objetos y cuadernos.
—Tenía curiosidad por saber si habías sacado
algo en claro... —dijo Logan—. Me refiero a los aspectos de la
tumba que te tenían desconcertada.
—Toda la tumba es un maldito rompecabezas
—gruñó Tina, ya serena pero aún de malhumor.
—Dijiste que hay inscripciones que carecen
de sentido, seres extraños y objetos que no encajan con las
tradiciones y con los faraones que hubo después.
Tina asintió.
—Misterios dentro del misterio.
—Me preguntaba si crees que lo que
hallaremos en la tercera cámara aclarará algunos de ellos.
—Es posible. Normalmente en la última cámara
de una tumba se encuentran los objetos más valiosos e importantes.
Por eso nos sorprendió tanto descubrir que Narmer y sus objetos
preciosos estaban en la segunda cámara. —Se encogió de hombros—.
Otro misterio.
—¿Qué crees que hallaremos en la tercera
cámara?
Tina reflexionó y luego miró a Logan.
—Soy una de las mejores egiptólogas del
mundo. Por eso Stone me eligió. He estudiado prácticamente todas
las tumbas reales, túmulos, mastabas, pirámides y templos de culto
de los que hay constancia. Nadie sabe más de la materia que yo.
Pues bien, ¿quieres saber una cosa, señor cazador de fantasmas? —Se
inclinó hacia delante y lo traspasó con la mirada—. No tengo la más
remota idea de qué vamos a encontrar cuando abramos esa tercera
puerta.