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CUANDO lo convocaron a la
Sala de Reuniones A para repasar lo ocurrido el día antes durante
la apertura de la tumba, Logan supuso que encontraría a las mismas
personas que habían asistido a la reunión celebrada tras el
accidente del generador. Sin embargo, halló la gran sala casi
vacía. Solo estaban Fenwick March, acompañado por uno de sus
asistentes, Tina Romero, Ethan Rush, Valentino y otros dos hombres
a los que no reconoció.
Al ver al reducido grupo, se dijo que quizá
fuera un buen momento para revelar su pequeño descubrimiento.
Stone entró seguido por su secretaria
personal. Cerró la puerta, atravesó las hileras de sillas y se
detuvo en primera fila, junto a la gran pizarra.
—Comencemos —dijo—. Por favor, que los
informes sean breves y concisos. Tú serás el primero,
Fenwick.
El arqueólogo cogió unos cuantos papeles y
se aclaró la garganta.
—Hemos iniciado un inventario a partir del
análisis por vídeo de la primera cámara. Nuestro especialista en
inscripciones ha empezado a grabar las de la tumba. Tan pronto como
Ethan nos dé el visto bueno, lo enviaremos a nuestro supervisor
para que realice un informe detallado de las dimensiones de la
cámara y su contenido.
Stone asintió.
—Nuestra historiadora de arte ha estado
analizando las pinturas. En su opinión, que por el momento se basa
exclusivamente en el vídeo, es que figuran entre las pinturas
funerarias más antiguas que se conocen, y que lo son casi tanto
como las de la tumba pintada número cien de Hieracómpolis.
—Estupendo —dijo Stone.
—Si bien la inspección visual de los objetos
indica que se encuentran en excelente estado de conservación,
debido a su antigüedad algunos de ellos se beneficiarían
enormemente si los estabilizáramos con cuidado y los restauráramos;
por ejemplo, las vasijas de boca negra y algunos amuletos. ¿Cuándo
podremos empezar a etiquetarlos y sacarlos?
Aquellas palabras provocaron un airado
murmullo de Tina.
—Lo primero es lo primero, Fenwick —dijo
Stone—. Hay que trazar una cuadrícula y un mapa de la cámara y
comprobar que es segura. Luego podremos ocuparnos de su
contenido.
—No necesito recordarte que nuestro tiempo
es limitado —advirtió March.
—No, no necesitas recordármelo. Esa es la
razón por la que vamos a ponernos a trabajar a toda máquina. Pero
sin precipitarnos. No correremos riesgos, ni nosotros ni la tumba,
por ir demasiado rápido. —Se volvió hacia la arqueóloga—.
¿Doctora?
Tina se removió en la silla.
—Es un poco pronto para dar resultados
concretos. Todavía tengo que examinar los papiros y las tablillas.
Pero lo que he descubierto es un tanto confuso.
Stone frunció el ceño.
—Explíquese.
—Bueno... —Tina vaciló—, algunas de las
inscripciones parecen haber sido grabadas o pintadas de forma
bastante tosca, como si el trabajo se hubiera hecho
precipitadamente.
—Olvida de que se trata de obras del período
arcaico —intervino March en tono altivo—. La Primera Dinastía. Las
habilidades decorativas de los egipcios estaban todavía en
pañales.
Romero se encogió de hombros con evidente
escepticismo.
—En cualquier caso, muchos de los objetos e
inscripciones son únicos en la historia egipcia. Hablan de dioses,
costumbres, rituales e incluso creencias que se contradicen con el
conocimiento generalmente aceptado y con lo que siguió en períodos
posteriores..., en el Imperio Medio y en el Nuevo.
—No la sigo —dijo Stone.
—Es difícil de describir porque todo es
nuevo, desconocido, y acabo de empezar a analizarlo. Pero es casi
como si... —Hizo una pausa—. La primera vez que vi las
inscripciones, los nombres de los dioses evocados, el género, la
secuencia de los rituales y esa clase de cosas, me pareció como
si... Narmer se hubiera equivocado. Pero entonces comprendí que eso
era imposible. Narmer fue el primero: esta es la tumba más antigua
de un faraón egipcio hallada hasta ahora, de modo que debo suponer
que la transferencia de sus conocimientos y prácticas a las futuras
generaciones se hizo mal. Es como si sus descendientes no hubieran
comprendido lo que Narmer pretendía, así que se limitaron a
copiarlo de modo ritual pero sin entenderlo en su totalidad. Hay
ciertos aspectos de los rituales del Antiguo Egipto que todavía no
comprendemos y que parecen contradecirse. Resulta perfectamente
posible que si los reexaminamos a la luz del original de Narmer
seamos capaces de establecer las diferencias y darles coherencia.
Sabré más cuando haya analizado a fondo el contenido de la tumba.
De todas maneras, lo que está claro es que se trata de un
descubrimiento que va a trastocar para siempre la
egiptología.
Stone se acarició la barbilla.
—Fascinante. ¿Alguna idea respecto al
guardián de la tumba?
—Al principio creí que se trataba de una
representación de Ammut, la devoradora de corazones, pero luego me
di cuenta de que la morfología no encajaba. Solo es una conjetura,
pero creo que puede tratarse de una representación muy tosca y
primitiva del dios que en el Imperio Medio se conoció como Apep y
que en años posteriores se representó como un cocodrilo o una
serpiente. Es lo que más se parece a la figura que vimos. Apep era
el dios de la oscuridad, del caos, el devorador de las almas, la
personificación de todo lo maligno. Como guardián es una elección
interesante. —Hizo una pausa—. Es posible que estemos ante una
representación muy temprana de ese dios, de antes de que Ammut y
Apep desarrollaran identidades diferenciadas.
Logan cruzó una mirada con Rush.
«El devorador de almas», pensó. Ese era el
dios al que se había referido Jennifer. Se preguntó cómo podía
haberlo sabido a menos que una voz del pasado se lo hubiera dicho.
Rush parecía cansado, y a Logan no le extrañó: su mujer había
tardado casi dos horas en despertar del tránsito del día
anterior.
—Como es natural —continuó Tina—, no sabemos
qué lugar ocupa ese dios en la teogonía de Narmer ni qué
representaba en una época tan primitiva.
—¿Qué me dice de las pinturas de la cámara,
esas que parecen representar algún tipo de castigo? —preguntó
Stone.
—Sé lo mismo de ellas que ayer. Lo siento,
para mí son algo completamente nuevo.
—¿Y la segunda puerta?
—A juzgar por la inspección visual, el sello
real parece igual que el de la primera.
—Gracias. —Stone se volvió hacia Rush—. ¿Y
tú, Ethan?
El médico cambió de postura en su asiento y
carraspeó.
—Mis análisis de la atmósfera, del polvo
hallado y de los restos de mortero están terminados. Todo parece
inerte. Hay una concentración relativamente alta de esporas de moho
y polen, pero nada que pueda preocuparnos si el tiempo de
exposición es limitado. Como es natural, una buena limpieza acabará
con todo eso. No he hallado rastro de bacterias, hongos o virus
dañinos. De todas maneras, hasta que se haya completado el proceso
de descontaminación, propongo que sigamos utilizando respiradores
con filtro de partículas y guantes de látex, que es lo que tú has
establecido como procedimiento estándar.
—¿Veneno?
—Ninguno según mis análisis.
Stone asintió con satisfacción y se volvió
hacia los demás.
—¿Cuál es el informe del radar de
penetración? —preguntó.
Un joven delgado y de aspecto nervioso se
irguió en su silla y se subió las gafas en el puente de la
nariz.
—El radar muestra que en la segunda cámara
hay un único objeto muy grande cuyas dimensiones aproximadas son de
cuatro metros de largo por dos de alto. Dispuestos ante él hay
cuatro objetos idénticos pero más pequeños.
Hubo un breve silencio.
—Un sarcófago... —murmuró March.
—Y sus cuatro vasos canopos —añadió
Tina.
—Tal vez. —Stone frunció el entrecejo—. Pero
¿en la segunda cámara en lugar de en la tercera?
—Al parecer hay varios objetos más —añadió
el joven—, pero el eco de la señal hace que sea difícil
distinguirlos.
—Muy bien —repuso Stone, pensativo—.
Dedicaremos el resto del día a asegurar, estabilizar y
descontaminar la primera cámara. Lo primero que haremos mañana será
abrir la segunda puerta. Si entretanto alguien, en sus análisis,
descubre algo nuevo o que se salga de lo corriente, quiero que me
lo comunique en el acto. —Miró a Logan—. Por cierto, ¿quieres
añadir algo, Jeremy?
—Sí. Anoche hablé con Fontaine y me contó
que uno de los aparatos electrónicos que tiene a su cuidado ha
tenido un comportamiento errático. Según parece, se enciende y se
apaga por su cuenta y funciona cuando no debe.
Tina silbó por lo bajo la melodía de
La dimensión desconocida.
—El aparato en cuestión —siguió explicando
Logan— es uno de los teléfonos vía satélite. Cuando me enteré de
que ambos incidentes se habían producido a la misma hora, la una y
media de la madrugada, le pedí a Fontaine que comprobara la memoria
del teléfono.
—¿Y? —preguntó Stone.
—La memoria interna mostraba que se habían
efectuado un total de cuatro conexiones vía satélite sin
autorización y que todas habían sido a la una y treinta y cuatro de
la mañana, hora local. Las conexiones eran correos electrónicos
encriptados enviados a un servicio de reenvío de internet que los
hace imposibles de rastrear.
El silencio y el desconcierto llenaron la
sala.
Stone se había puesto pálido.
—¿Cómo puede ser? Nadie tiene acceso a los
teléfonos vía satélite. Solo los pueden utilizar los responsables
de transmisiones.
—Un examen más a fondo del aparato reveló
que había sido modificado con un circuito impreso hecho a mano. En
estos momentos Fontaine lo está examinando con un osciloscopio y un
generador de señales, pero parece que su función es recibir
mensajes de texto inalámbricos de la banda ancha de la estación,
codificarlos y mandarlos vía satélite de madrugada, cuando no hay
nadie en la sala de comunicaciones. A partir de ahí, el satélite se
encarga de enviarlo a su destino.
Siguió otro largo silencio. Logan se fijó en
que todos se miraban unos a otros con incomodidad.
—¿Quién está al tanto de esto? —preguntó
Stone.
—Fontaine y los que estamos aquí.
Stone se pasó la lengua por los
labios.
—Esto no tiene que salir de aquí.
¿Entendido? Nadie más debe saberlo. —Meneó la cabeza—. Válgame
Dios. Un espía.
—O un saboteador —apuntó Tina.
—O ambas cosas —añadió Logan.