37

 

 

 

 

 

CUANDO lo convocaron a la Sala de Reuniones A para repasar lo ocurrido el día antes durante la apertura de la tumba, Logan supuso que encontraría a las mismas personas que habían asistido a la reunión celebrada tras el accidente del generador. Sin embargo, halló la gran sala casi vacía. Solo estaban Fenwick March, acompañado por uno de sus asistentes, Tina Romero, Ethan Rush, Valentino y otros dos hombres a los que no reconoció.
Al ver al reducido grupo, se dijo que quizá fuera un buen momento para revelar su pequeño descubrimiento.
Stone entró seguido por su secretaria personal. Cerró la puerta, atravesó las hileras de sillas y se detuvo en primera fila, junto a la gran pizarra.
—Comencemos —dijo—. Por favor, que los informes sean breves y concisos. Tú serás el primero, Fenwick.
El arqueólogo cogió unos cuantos papeles y se aclaró la garganta.
—Hemos iniciado un inventario a partir del análisis por vídeo de la primera cámara. Nuestro especialista en inscripciones ha empezado a grabar las de la tumba. Tan pronto como Ethan nos dé el visto bueno, lo enviaremos a nuestro supervisor para que realice un informe detallado de las dimensiones de la cámara y su contenido.
Stone asintió.
—Nuestra historiadora de arte ha estado analizando las pinturas. En su opinión, que por el momento se basa exclusivamente en el vídeo, es que figuran entre las pinturas funerarias más antiguas que se conocen, y que lo son casi tanto como las de la tumba pintada número cien de Hieracómpolis.
—Estupendo —dijo Stone.
—Si bien la inspección visual de los objetos indica que se encuentran en excelente estado de conservación, debido a su antigüedad algunos de ellos se beneficiarían enormemente si los estabilizáramos con cuidado y los restauráramos; por ejemplo, las vasijas de boca negra y algunos amuletos. ¿Cuándo podremos empezar a etiquetarlos y sacarlos?
Aquellas palabras provocaron un airado murmullo de Tina.
—Lo primero es lo primero, Fenwick —dijo Stone—. Hay que trazar una cuadrícula y un mapa de la cámara y comprobar que es segura. Luego podremos ocuparnos de su contenido.
—No necesito recordarte que nuestro tiempo es limitado —advirtió March.
—No, no necesitas recordármelo. Esa es la razón por la que vamos a ponernos a trabajar a toda máquina. Pero sin precipitarnos. No correremos riesgos, ni nosotros ni la tumba, por ir demasiado rápido. —Se volvió hacia la arqueóloga—. ¿Doctora?
Tina se removió en la silla.
—Es un poco pronto para dar resultados concretos. Todavía tengo que examinar los papiros y las tablillas. Pero lo que he descubierto es un tanto confuso.
Stone frunció el ceño.
—Explíquese.
—Bueno... —Tina vaciló—, algunas de las inscripciones parecen haber sido grabadas o pintadas de forma bastante tosca, como si el trabajo se hubiera hecho precipitadamente.
—Olvida de que se trata de obras del período arcaico —intervino March en tono altivo—. La Primera Dinastía. Las habilidades decorativas de los egipcios estaban todavía en pañales.
Romero se encogió de hombros con evidente escepticismo.
—En cualquier caso, muchos de los objetos e inscripciones son únicos en la historia egipcia. Hablan de dioses, costumbres, rituales e incluso creencias que se contradicen con el conocimiento generalmente aceptado y con lo que siguió en períodos posteriores..., en el Imperio Medio y en el Nuevo.
—No la sigo —dijo Stone.
—Es difícil de describir porque todo es nuevo, desconocido, y acabo de empezar a analizarlo. Pero es casi como si... —Hizo una pausa—. La primera vez que vi las inscripciones, los nombres de los dioses evocados, el género, la secuencia de los rituales y esa clase de cosas, me pareció como si... Narmer se hubiera equivocado. Pero entonces comprendí que eso era imposible. Narmer fue el primero: esta es la tumba más antigua de un faraón egipcio hallada hasta ahora, de modo que debo suponer que la transferencia de sus conocimientos y prácticas a las futuras generaciones se hizo mal. Es como si sus descendientes no hubieran comprendido lo que Narmer pretendía, así que se limitaron a copiarlo de modo ritual pero sin entenderlo en su totalidad. Hay ciertos aspectos de los rituales del Antiguo Egipto que todavía no comprendemos y que parecen contradecirse. Resulta perfectamente posible que si los reexaminamos a la luz del original de Narmer seamos capaces de establecer las diferencias y darles coherencia. Sabré más cuando haya analizado a fondo el contenido de la tumba. De todas maneras, lo que está claro es que se trata de un descubrimiento que va a trastocar para siempre la egiptología.
Stone se acarició la barbilla.
—Fascinante. ¿Alguna idea respecto al guardián de la tumba?
—Al principio creí que se trataba de una representación de Ammut, la devoradora de corazones, pero luego me di cuenta de que la morfología no encajaba. Solo es una conjetura, pero creo que puede tratarse de una representación muy tosca y primitiva del dios que en el Imperio Medio se conoció como Apep y que en años posteriores se representó como un cocodrilo o una serpiente. Es lo que más se parece a la figura que vimos. Apep era el dios de la oscuridad, del caos, el devorador de las almas, la personificación de todo lo maligno. Como guardián es una elección interesante. —Hizo una pausa—. Es posible que estemos ante una representación muy temprana de ese dios, de antes de que Ammut y Apep desarrollaran identidades diferenciadas.
Logan cruzó una mirada con Rush.
«El devorador de almas», pensó. Ese era el dios al que se había referido Jennifer. Se preguntó cómo podía haberlo sabido a menos que una voz del pasado se lo hubiera dicho. Rush parecía cansado, y a Logan no le extrañó: su mujer había tardado casi dos horas en despertar del tránsito del día anterior.
—Como es natural —continuó Tina—, no sabemos qué lugar ocupa ese dios en la teogonía de Narmer ni qué representaba en una época tan primitiva.
—¿Qué me dice de las pinturas de la cámara, esas que parecen representar algún tipo de castigo? —preguntó Stone.
—Sé lo mismo de ellas que ayer. Lo siento, para mí son algo completamente nuevo.
—¿Y la segunda puerta?
—A juzgar por la inspección visual, el sello real parece igual que el de la primera.
—Gracias. —Stone se volvió hacia Rush—. ¿Y tú, Ethan?
El médico cambió de postura en su asiento y carraspeó.
—Mis análisis de la atmósfera, del polvo hallado y de los restos de mortero están terminados. Todo parece inerte. Hay una concentración relativamente alta de esporas de moho y polen, pero nada que pueda preocuparnos si el tiempo de exposición es limitado. Como es natural, una buena limpieza acabará con todo eso. No he hallado rastro de bacterias, hongos o virus dañinos. De todas maneras, hasta que se haya completado el proceso de descontaminación, propongo que sigamos utilizando respiradores con filtro de partículas y guantes de látex, que es lo que tú has establecido como procedimiento estándar.
—¿Veneno?
—Ninguno según mis análisis.
Stone asintió con satisfacción y se volvió hacia los demás.
—¿Cuál es el informe del radar de penetración? —preguntó.
Un joven delgado y de aspecto nervioso se irguió en su silla y se subió las gafas en el puente de la nariz.
—El radar muestra que en la segunda cámara hay un único objeto muy grande cuyas dimensiones aproximadas son de cuatro metros de largo por dos de alto. Dispuestos ante él hay cuatro objetos idénticos pero más pequeños.
Hubo un breve silencio.
—Un sarcófago... —murmuró March.
—Y sus cuatro vasos canopos —añadió Tina.
—Tal vez. —Stone frunció el entrecejo—. Pero ¿en la segunda cámara en lugar de en la tercera?
—Al parecer hay varios objetos más —añadió el joven—, pero el eco de la señal hace que sea difícil distinguirlos.
—Muy bien —repuso Stone, pensativo—. Dedicaremos el resto del día a asegurar, estabilizar y descontaminar la primera cámara. Lo primero que haremos mañana será abrir la segunda puerta. Si entretanto alguien, en sus análisis, descubre algo nuevo o que se salga de lo corriente, quiero que me lo comunique en el acto. —Miró a Logan—. Por cierto, ¿quieres añadir algo, Jeremy?
—Sí. Anoche hablé con Fontaine y me contó que uno de los aparatos electrónicos que tiene a su cuidado ha tenido un comportamiento errático. Según parece, se enciende y se apaga por su cuenta y funciona cuando no debe.
Tina silbó por lo bajo la melodía de La dimensión desconocida.
—El aparato en cuestión —siguió explicando Logan— es uno de los teléfonos vía satélite. Cuando me enteré de que ambos incidentes se habían producido a la misma hora, la una y media de la madrugada, le pedí a Fontaine que comprobara la memoria del teléfono.
—¿Y? —preguntó Stone.
—La memoria interna mostraba que se habían efectuado un total de cuatro conexiones vía satélite sin autorización y que todas habían sido a la una y treinta y cuatro de la mañana, hora local. Las conexiones eran correos electrónicos encriptados enviados a un servicio de reenvío de internet que los hace imposibles de rastrear.
El silencio y el desconcierto llenaron la sala.
Stone se había puesto pálido.
—¿Cómo puede ser? Nadie tiene acceso a los teléfonos vía satélite. Solo los pueden utilizar los responsables de transmisiones.
—Un examen más a fondo del aparato reveló que había sido modificado con un circuito impreso hecho a mano. En estos momentos Fontaine lo está examinando con un osciloscopio y un generador de señales, pero parece que su función es recibir mensajes de texto inalámbricos de la banda ancha de la estación, codificarlos y mandarlos vía satélite de madrugada, cuando no hay nadie en la sala de comunicaciones. A partir de ahí, el satélite se encarga de enviarlo a su destino.
Siguió otro largo silencio. Logan se fijó en que todos se miraban unos a otros con incomodidad.
—¿Quién está al tanto de esto? —preguntó Stone.
—Fontaine y los que estamos aquí.
Stone se pasó la lengua por los labios.
—Esto no tiene que salir de aquí. ¿Entendido? Nadie más debe saberlo. —Meneó la cabeza—. Válgame Dios. Un espía.
—O un saboteador —apuntó Tina.
—O ambas cosas —añadió Logan.