19

 

 

 

 

 

AQUELLA tarde, un pequeño grupo se reunió en la sala forense del pulcro centro médico de Rush. Además del doctor asistían una enfermera ayudante, Tina Romero y Jeremy Logan. Cuando Logan llegó, Rush abrió la boca para protestar —debido a las órdenes de Porter Stone en cuanto a compartimentación—, pero enseguida se encogió de hombros, esbozó una media sonrisa y le indicó con un gesto que entrara.
El equipo arqueológico había finalizado el examen inicial del esqueleto descubierto por los buzos. Había llegado el momento de que Rush realizara lo que iba a ser, en esencia, una autopsia.
La osamenta se hallaba en un contenedor de plástico azul sobre una mesa de acero inoxidable con ruedas. Mientras los demás observaban, Rush se puso un par de guantes de látex, encaró el micrófono que colgaba del techo hacia él, pulsó el botón de record y empezó a hablar:
—Examen de los restos encontrados el decimosexto día de la excavación en una caverna poco profunda de la cuadrícula G Tres. Realiza el análisis Ethan Rush con la ayuda de Gail Trapsin. —Hizo una breve pausa—. Al parecer, la mezcla de sedimentos y barro que recubría los restos ha actuado como capa protectora y el esqueleto se halla en buen estado. No obstante, la descomposición es considerable.
Levantó la tapa del contenedor y comenzó a sacar los huesos de uno en uno y a depositarlos en la mesa de autopsias.
—Los huesos faciales y craneales están intactos, al igual que los de la caja torácica, los brazos y la columna vertebral. Los equipos de buceo han buscado lo que falta del esqueleto sin éxito, solo han encontrado unos restos correosos de lo que bien podrían ser unas sandalias. El equipo arqueológico ha conjeturado que solo la parte superior del cuerpo se conservó bajo la cobertura sedimentaria y que la inferior se descompuso hace tiempo.
Colocó los huesos en la mesa en un orden anatómico aproximado. Logan los miró con curiosidad. Eran de color marrón oscuro, casi caoba, como barnizados por ese baño de sedimentos que había durado cinco mil años. A medida que Rush iba sacando huesos, la sala empezó a oler al Sudd: a turba, a descomposición vegetal y a algo extraño y dulzón que hizo que Logan sintiera una ligera náusea.
Rush siguió hablando ante el micrófono.
—La datación del carbono mediante espectrometría de masa indica que los huesos tienen cinco mil doscientos años de antigüedad, con un margen de error aproximado de un dos por ciento debido a los contaminantes naturales del entorno.
—Contemporáneos de Narmer —dijo Romero en voz baja mientras jugueteaba con su omnipresente estilográfica.
—Junto al cuerpo —prosiguió Rush— se ha encontrado un escudo muy deteriorado y los restos de lo que aparenta ser una maza.
—Armas de los guardaespaldas del faraón —añadió Romero.
—Si bien el escudo está en muy mal estado, como he dicho, el equipo de arqueología ha utilizado una técnica de moldeado inverso combinado con un proceso de aumento digital para ver lo que parecen ser ornamentaciones del escudo. Los de arqueología opinan que la ornamentación consiste en un serej que contiene dos símbolos: un pez y una herramienta.
—Un siluro y un cincel —dijo Romero—. Las representaciones fonéticas del nombre de Narmer. O al menos eso creo. Joder, si al menos March me dejara echar un vistazo a la pieza...
Rush apretó el botón del micrófono.
—Christina, ¿te importaría reservar tus comentarios hasta que haya terminado mi informe?
Romero inclinó la cabeza en gesto de burlón arrepentimiento.
—Perdón.
Rush volvió a conectar el micro.
—En cuanto a los huesos, el cráneo está relativamente intacto. El neurocráneo y el viscerocráneo son los que han sufrido menos daños. Faltan los huesos temporales. La mandíbula, el hueso hioides y la clavícula muestran un deterioro mayor. La mayoría de los dientes han desaparecido, y los que quedan presentan las caries avanzadas comunes en ese período.
Hizo una pausa para examinar los demás huesos.
—Las vértebras están más descompuestas y estropeadas cuanto más nos desplazamos de la zona cervical a la dorsal y lumbar. La última vértebra es la segunda lumbar. Faltan las sacras y las del coxis. Tenemos las costillas de la uno a la ocho, y aunque las inferiores están más dañadas, en la parte anterior de la sexta hay unas marcas que... —se interrumpió para estudiarla de cerca— sugieren una laceración producida por un cuchillo o una espada. Esto nos llevaría a considerar que la causa de la muerte pudo ser homicidio.
—¡Lo sabía! —exclamó Romero en tono triunfal.
Logan dio un respingo ante aquel súbito estallido tan en contraste con el habla mesurada del médico. Rush apagó de nuevo el micro y se volvió hacia la egiptóloga con expresión disgustada.
—Christina, debo insistir en que...
—Se equivoca en cuanto a las causas de la muerte —le interrumpió de nuevo Romero—. No fue homicidio. Fue suicidio.
El enfado de Rush se trocó en escepticismo.
—¿Cómo puedes saber...?
—Y eso no es todo. Cerca de donde se ha encontrado este esqueleto, puede que a unos cincuenta o cien metros al norte, hallaremos más. Un montón de esqueletos más. Voy a decirle a Valentino dónde tiene que concentrar a sus buzos.
Dicho eso, Romero salió rápidamente de la sala de autopsias mientras Logan y Rush se miraban perplejos.