Capítulo 34
—¿Tu marido está ocupado?
Linda apartó la vista de la pantalla del ordenador y miró a Max, que estaba delante vestido con pantalones cortos y una camiseta arrugada.
—Vaya… Pareces un turista japonés.
—Como puedes comprobar, no llevo calcetines blancos y sandalias.
—Pues será lo único. ¿De dónde vienes? —miró el reloj—. Es casi la hora de comer y hoy no has podido leer la prensa deportiva a primera hora de la mañana. ¡Mecachis!
Sonrió ante el tono guasón de su cuñada.
—Ja, ja, ja. Bueno, ¿está o no está Martín disponible?
—Creo que sí. ¿Por qué?
—Tengo que hablar con él —dijo en tono indiferente; como ella sospechase algo, no lo iba a dejar respirar.
—Ah, pues mira qué bien, entretenlo, yo tengo cosas que hacer —sacó su bolso del cajón inferior de su escritorio y se levantó.
—Dudo que yo lo entretenga tan bien como tú, pero algo se podrá hacer.
—Hoy estamos de lo más simpático. ¿Querrás compartir el motivo?
—No, se lo contaré a Martín, así tendrás una excusa para sonsacarlo.
—¿Sabes? Si te afeitaras, te vistieras decentemente, y que conste que conozco tu fondo de armario, y te mostraras así más a menudo, serías un jefe encantador.
—Sí, bueno, tengo mis días, y me da que prefieres a tu jefe habitual.
—En fin, lo he intentado. Distrae a Martín, tengo cita con Tony.
Linda se despidió, como siempre, con un beso en la mejilla y se marchó.
Entró sin llamar al despacho de su hermano y se sentó a esperar a que éste finalizara su conversación telefónica.
—Supongo que la policía te ha retenido hasta ahora por escándalo público —señaló su vestimenta—. Pero con tu habitual don de gentes te han soltado.
—Tengo el traje en la tintorería.
—Me lo imaginaba —Martín se rió.
—¿Tienes planes para esta tarde?
—No, ¿por?
—Hace tiempo que no vamos a comer juntos. Yo invito.
—Vale. Aviso a Linda y nos vamos.
—No está. Tenía cita con un tal Tony.
—¿Entonces por qué me preguntas si tengo planes? Joder, con Tony.
—¿Quién es?
—Su peluquero.
—¿El maricón?
—No te fíes, por lo que he oído le gusta la carne y el pescado —aseveró Martín convencido y molesto.
—Ah, joder, ahora me acuerdo. Estaba en tu boda, ¿no? —Martín asintió.
—Intentó convencernos a Linda y a mí de que en nuestra noche de bodas lo invitáramos.
—Para retocar el pelo de ella, ¿no? —Max se rió con ganas.
—Muy gracioso, aunque no te reirías tanto si supieras que me preguntó por ti. Dijo que hacérselo con un futbolista famoso daría más caché a su negocio.
—Pues me da que tendrá que vivir sin mí. ¿Qué haces?
—Quitarme la corbata, si vamos a comer por ahí y tú no estás dispuesto a cambiarte…
Max pasó por alto el sarcasmo de su hermano. Decidieron ir a comer a un restaurante cercano, donde, como ya los conocían, podrían sentirse a gusto y no ser molestados.
Así que cuando ya estaban servidos, degustando el primer plato, Max le había acribillado a preguntas sobre la reforma que estaban haciendo en casa de Nicole y Martín no podía aguantar más sin preguntar.
—Ahora explícame a qué viene tanto interés de repente.
—Siempre me acusas de no involucrarme en el negocio. Ah, y la próxima vez que aparezca Travis me avisas.
—¿Por qué?
—Tengo que hacerle un par de sugerencias —nada amistosas, claro.
—No voy a permitir que estropees este proyecto. Nicole es una tía sensata y, la verdad, tú no eres santo de su devoción, así que…
—Me la estoy tirando —bebió tranquilamente de su copa de vino mientras Martín se atragantaba y buscaba su bebida para pasar el trago.
—Creo no haber oído bien —bebió de nuevo—. ¿Me lo puedes repetir?
—Has oído perfectamente.
—Joder… ¿Desde cuándo? ¿Cómo?
—Desde el primer día y supongo que de la forma habitual. Eres mayorcito, no voy a darte los detalles.
—¿El primer día? Pero si ella ha estado en las oficinas y tú no… Y ella no ha dicho nada… —Martín intentaba encontrar la lógica.
—Hemos sido discretos.
—No me lo creo, joder, no puede ser. No es de esa clase de tías con las que tú vas —Max arqueó una ceja y Martín seguía devanándose los sesos—. Quiero decir, normalmente te enrollas con modelos y tías así, y que conste que no me quejo, durante años he disfrutado de tus descartes.
—¿Linda entra en esos descartes?
—Sabes perfectamente que no, eso fue diferente —se defendió Martín.
—Entonces, ¿por qué no puedo salir con una mujer como Nicole?
—Porque… joder, no lo sé, no pegáis, y… No me explico cómo ha pasado. ¿Vas a decirme que significa «desde el primer día»?
—Pues eso, cuando «me obligaste» a presentar el proyecto, fui a su casa, una cosa llevó a la otra… Yo qué sé, tío, ocurrió y punto.
—Pero has repetido, ¡me cago en la puta! Qué callado lo tenías, cabrón. ¿Y cómo has hecho para que nadie lo sepa? —Martín miró a su hermano y entonces se le encendió la luz en el cerebro, era para darse de tortas—. Será… Cuando la pille.
—¿A quién?
—¿A quién va a ser? ¡A Linda! Me dijo algo pero yo… Bueno, no presté atención…
—No imagino por qué —Max habló con sarcasmo.
—Eso no viene al caso —dijo enfadado consigo mismo—, y eso me recuerda otra cosa… ¿Sabe quién eres?
—Más o menos.
—La madre que te parió… ¡No lo sabe! ¿Verdad?
—No es muy aficionada al fútbol, si es lo que estás preguntando.
—Pues entonces tienes un problema y gordo. ¿Cómo te las apañas para que nadie os vea cuando salís?
—Respecto a eso… —y le contó la escapada a la casa rural, la cita en el lavadero de coches y las visitas al apartamento de Nicole para no ocuparse precisamente del estado de las obras.
—Cuando se entere mamá… Vaya show que se va a organizar. ¡Y ella buscándote novias! Insistirá en conocerla…
—Para eso estás tú, para desviar la conversación y que me deje tranquilo.
—Eso será imposible, tarde o temprano te descubrirá o, mejor dicho, te descubrirán, y ya sabes lo que viene a continuación…
—Lo sé —suspiró—, y no quiero joderla, Nicole no se lo merece.
—Veo que estás más que interesado.
—Puede —respondió enigmático—, aún no lo tengo claro. Lo importante, y por eso te lo cuento, es que no salga de aquí.
—Haré lo que pueda, pero mamá tiene un radar.
—Ya, bueno, tú inténtalo y yo no le recordaré que tiene que concertaros una cita en la clínica de fertilidad.
—Eso es un golpe bajo —se quejó Martín—. En fin, supongo que ya no podré coquetear con ella cuando nos reunamos.
Max lo avisó con la mirada de que se estaba metiendo en terreno peligroso.
—Limítate a tu trabajo y todo irá bien.
Parece que es importante, pensó Martín, y aunque seguía sin ver a Max y a Nicole como pareja, no podía sino alegrarse por su hermano mayor. Ahora bien, respecto a ocultarle su pasado… En eso no podía estar de acuerdo, y apostaría cualquier cosa a que ella no se lo tomaría demasiado bien. De momento no le daría la lata con eso, aunque, si su querida esposa estaba al tanto, ya se encargaría ella.
Y hablando de Linda, al llegar a casa tendría una conversación seria respecto a sus obligaciones como secretaria; vaya forma de mantener informado al jefe… Se concentraría; por muy estupenda que viniera de su sesión en el centro de belleza, no lo distraería, al menos no al principio.