Birdlip, 14 de diciembre, 1943
Nota introductoria al trabajo práctico
Al hablar sobre los estados interiores es inútil empezar a hacerlo con vagas generalizaciones. Por ejemplo, hablar de los «estados caóticos», tal como lo hizo uno de los Grupos de Londres la última vez, es inútil. Hablar de este modo es hablar caóticamente. Uno de los objetos de la observación de sí es en realidad el de observar algo. Ahora bien, es preciso decir aquí que tomar la frase de Trabajo «el Hombre no puede hacer» de tal modo que no se haga esfuerzo alguno es un buen ejemplo de pensamiento caótico en el Trabajo.
Se le dice que hay una cosa que puede hacer respecto de sí y es observarse a sí mismo, observar el trabajo de los diferentes centros y observar los diferentes «Yoes» en sí, observar cuando está considerando interiormente, observarse cuando es negativo, cuando se está identificando, cuando se justifica a sí mismo, etc. Este Trabajo se propone integrar una persona, fortalecerla y hacer que tenga una relación más clara con todo cuanto tiene lugar dentro de ella. Por esta razón se le enseña ante todo a observarse a sí misma, y luego a observarse a sí misma desde ciertos ángulos bien definidos. Un hombre debe dominarse, debe ser firme, debe dejar penetrar la luz dentro de sí con el fin de ver lo que tiene lugar en él y ver así hacia donde va. Además debe observar donde habla equivocadamente, donde se queja y no trabaja, donde dice mecánicamente cosas que deberían pertenecer a la observación de sí.
Es preciso practicar el Trabajo. En cada estado equivocado es absolutamente necesario volver a examinarse desde lo que enseña el Trabajo y tratar de ver dónde se está. Si nunca acude al Trabajo para que lo ayude nunca será capaz de ayudarse a sí mismo. Su relación con el Trabajo es un asunto interior que está justamente entre el Trabajo y usted, dentro de lo más hondo de sí. Una persona puede hablar tanto como guste acerca de sus dificultades con el Trabajo. Puede dejar que todo el Trabajo se descargue en los pequeños «Yoes». Puede relacionar el Trabajo con algún rasgo suyo y convertirle en el origen de dudas y preocupaciones. Un hombre puede tratar al Trabajo de mil maneras diferentes. Pero tiene mucha importancia la manera de tratar al Trabajo. Es posible que produzca grandes tensiones dentro de uno. Su objeto finca en hacerlo. Es preciso mantener al Trabajo, por así decirlo, inviolado, como algo enteramente puro que no se puede contradecir y que al mismo tiempo dice algo si se presta oído a lo que está diciendo, si tan solo se pone uno en relación con lo que está enseñando. No cuesta nada decir que no se entiende el Trabajo, pero hay una manera correcta y una manera incorrecta de hacerlo. Es inútil encogerse de hombros —hablando mentalmente— y también es inútil creer que se es capaz de comprender el Trabajo después de unos pocos años de práctica casual. Se necesita mucha paciencia, y la paciencia es la Madre de la Voluntad. Dentro de nosotros encontramos a una multitud, y unos dicen una cosa y otros otra. Si hay valoración y si a pesar de todas las dificultades llegamos a sentir que allí hay algo que puede eventualmente librarnos de nuestro estado actual, y si a pesar de todos los fracasos la valoración persiste, entonces se formará un centro de gravedad, se establecerá un punto en el Trabajo, y cuando esto tiene lugar se logra una condición realmente bienaventurada.
Por lo tanto no debemos quejarnos con tanta facilidad, porque, como lo saben todos ustedes, se necesita mucho tiempo para aprender cabalmente algo, aun en la vida. Recuerden cuántas veces se les dijo que si deseaban aprender perfectamente el chino les tomaría toda la vida. Por eso no hay que tener una vista tan corta. No crean que al observarse y encontrar dentro de sí un caos es preciso abandonarse al pesimismo. Es en realidad el primer paso que se da en el Trabajo, el primer paso hacia la realización. ¿Qué voy a hacer, pues, suele preguntar una persona? Basta contestarle que debe cumplir tan sinceramente como le sea posible todas las cosas prácticas que el Trabajo le dice de cumplir y abstenerse de otras. El escrutinio inteligente de sí, la práctica de una percepción dirigida de sí, la aplicación de la no identificación con ciertos estados de sí, recordando que ciertos «Yoes» debilitan el sí y socavan todo cuanto se hace —todo esto está bajo la dirección del Trabajo—. Todo esto es cumplir con el Trabajo. La gente no se entrega al Trabajo por largo tiempo. Trata de hacer las cosas por sí misma según sus propias luces en lugar de hacerlo según el Trabajo. Siguen haciendo los mismos esfuerzos de vida que hacían antes, sin hacer los esfuerzos de Trabajo. Pero es preciso pasar por todo eso, y se ha de pasar por esta jungla, a través de este enmarañado bosque, de esta clase de tinieblas, hasta que se discierna el Trabajo y lo que nos está diciendo. Durante mucho tiempo hemos vacilado en emprender el trabajo sobre sí de acuerdo con lo que nos enseña el Trabajo. Nos retorcemos, por así decirlo, como un pez al extremo de un sedal y no nos sometemos al gentil tirón del sedal que nos elevará a otra atmósfera. Entramos en un mal estado y nos identificamos en seguida con él. Luego vemos todo a través de ese mal estado, pero no pensamos en practicar la no identificación con ese mal estado, en no ver que no es «Yo». Por el contrario, le decimos «Yo», y discutimos todas las cosas causadas por ese mal estado, que es incapaz de llevarnos a lugar alguno salvo a un peor estado. Nos asemejamos a esas personas que aguantan una lluvia torrencial quejándose del frío y repitiendo cuan miserables se sienten, cuando tienen su casa muy cerca donde pueden refugiarse. Muchas veces cuando estamos bajo una lluvia torrencial y en este mal estado interior, pensamos vagamente en trabajar sobre nosotros mismos y en separarnos internamente de dicho estado interior por medio de un acto de conciencia y Voluntad, pero algún pequeño «Yo» aparece y dice: «Oh, el Trabajo es demasiado difícil para mí».
En relación con la idea de aclarar las cosas dentro de nosotros mismos he escrito un breve comentario sobre las tres diferentes clases de relaciones que suelen ocupar nuestra atención. Es muy necesario establecer una clara percepción de dónde está uno. No quiero decir con ello el lugar donde se está en el espacio físico sino dónde se está en el mundo de relaciones que es el verdadero mundo donde vivimos. Todo radica en las relaciones, en cómo estamos en relación con las cosas. No se puede cambiar la cosa misma, pero se pueden cambiar las relaciones que tenemos con ella. Todo este Trabajo se refiere al cambio de las relaciones, tanto con nosotros mismos como con la vida. Decir que no se puede hacer nada es tomar la idea del Trabajo de un modo muy equivocado. No se puede cambiar la vida. No se puede hacerlo en ese sentido, pero se puede cambiar uno mismo y las relaciones que se tiene con todo. Esto es lo que el Trabajo subraya una y otra vez. Podemos cambiarnos nosotros mismos por medio de las influencias C a condición de que se las reconozca —es decir, a condición de que reconozcamos la existencia de una Mente Más Grande—. Pero en general no podemos cambiar la vida ni tampoco podemos cambiar a los demás. No se puede hacer un nuevo mundo y si nos creemos capaces de hacerlo somos lo que en el Trabajo se llama «lunáticos».
Recuerden que toda la cuestión estriba en cambiar nuestras relaciones con las cosas, en tomar las cosas de una manera nueva y así en pensar acerca de todo en una forma nueva.
Nota:
A este respecto es preciso recordar que los tablones y soportes son cosas que cambian nuestras relaciones con el lodo que es tanto la vida exterior como nuestro estado ordinario de sueño interior. Para cambiar esta metáfora el Trabajo nos enseña que estamos en una prisión y no en una prisión agradable. Algunos viven en mejores celdas y otros en peores. Hasta algunos gozan de estar en la prisión. Pero hay una manera de salir de la prisión y el secreto pasó de una generación a otra. Es un extraño secreto, del mismo modo que la prisión es una extraña prisión, porque no está compuesta de muros de piedra y de baluarte y guardianes literales ni tampoco de cadenas y mazmorras literales. Y el hecho de su existencia se debe a que miramos del lado equivocado, en la dirección equivocada. Les aconsejo a todos ustedes que lean el Mito de la Caverna en La República de Platón y reflexionen sobre su significado. Les ayudará a comprender cuan antigua y cuan sabia es su enseñanza.