Birdlip, 24 de junio, 1941 comentario IV
De las influencias A, B, y C parte
II.
Hemos hablado la última vez de la existencia de dos clases distintas de influencias, llamadas A y B, respectivamente. En ese comentario, hablamos de la necesidad de relacionar cualquier parte o detalle de este sistema con su significado íntegro. Con el fin de obtener la fuerza para trabajar, lo que usted hace al trabajar sobre sí debe tener un significado y cuanto mayor es el significado que el sistema le aporta, cuanto más significa para usted y cuanto más se acrecienta su valoración tanto más fuerza obtendrá de él. Si no lo aprecia, si prefiere dudar de él, si en verdad nunca piensa sobre él y no ve una y otra vez su significación a medida que el tiempo pasa, trabajando tanto a lo largo de la línea de conocimiento como a lo largo de la línea de ser, entonces haga lo que hiciere en relación con el trabajo no tendrá significado para usted y de este modo carecerá de fuerza. Ya está enterado de que cuando algo tiene un intenso significado genera fuerza en usted, y si tiene escaso significado o ningún significado, entonces no se produce fuerza alguna.
Ahora hablaremos del significado general del trabajo en la escala superior. A este respecto es preciso hablar ahora de la fuente de las influencias B. Como hemos dicho en la Parte I, las influencias B no surgen dentro de la vida como lo hacen las influencias A. Tienen su origen en una fuente exterior a la vida mecánica. En realidad, su fuente está en las influencias C. ¿Qué significa esto?
Como es sabido, en la enseñanza de este trabajo, no se toma a la humanidad como un ser uniforme y que está en el mismo nivel. El hombre se divide en diferentes categorías. Existen clases muy diferentes de hombres. Está, antes que nada, el círculo de la humanidad mecánica, como se la llama, en la cual existen los hombres N.º 1, N.º 2 y N.º 3. Son respectivamente los hombres en quienes es usado principalmente un centro: el centro instintivo motor en el caso del hombre N.º 1, el centro emocional en el caso del hombre N.º 2 y el centro intelectual en el caso del hombre N.º 3. Aquellos hombres, el hombre del centro instintivo motor, el del emocional y el del intelectual, debido a que son ante todo hombres de un «solo centro», ven todo de un modo diferente, cada uno desde un lado, desde un centro. Forman juntos el círculo de la humanidad mecánica que se caracteriza por el hecho de que los hombres que pertenecen a ese círculo se apoyan en la violencia y no se comprenden entre sí o unos a otros. A veces se lo llama el círculo de la «confusión de las lenguas» o de Babel, en el cual la mala inteligencia, las querellas, las luchas, las persecuciones y las guerras de todo género han de existir siempre sin conducir a nada diferente. Luego viene el círculo intermedio formado por el hombre N.º 4. Este círculo no tiene su origen en la vida sino que es el resultado del trabajo. En el hombre N.º 4 están desarrollados todos los centros ordinarios de modo que no es un hombre parcial y es llamado «hombre equilibrado». Los hombres N.º 4 ya comienzan a comprenderse unos a otros y son capaces de vencer la violencia en ellos. Luego viene el círculo consciente de la humanidad formado por los hombres N.º 5, N.º 6 y N.º 7 que se comprenden unos a otros, que no se apoyan en la violencia, y en quienes no están solo desarrollados los centros ordinarios sino que tienen el poder de ser conscientes en menor o mayor grado del centro emocional superior y del centro mental superior. Esos centros transmiten influencias a las cuales la humanidad mecánica —es decir, la humanidad dormida— es insensible, o más bien, influencias que es incapaz de «oír». Las influencias B tienen su origen en el círculo de la humanidad consciente. Pero se originan, no como influencias B, sino como influencias C. Solo al ser sembradas en la vida mecánica se convierten en influencias B. Esto ocurre, debido a que, como influencias C, no pueden existir en la vida mecánica, sino que deben ser cambiadas y alteradas de tal modo que solo se aproximan a su forma original. Así como las ideas y las percepciones emocionales que pertenecen a los centros superiores no pueden ser captadas o comprendidas por el «centro formatorio», así la enseñanza consciente no puede existir por sí misma en la esfera de la vida mecánica. Pero se la puede conservar viva y transmitirla por medio de escuelas que están en relación directa con personas que han alcanzado ese grado de evolución interior y de conciencia y que pertenecen al círculo de la humanidad consciente. En esas escuelas, las influencias C pueden existir y ser transmitidas oralmente —es decir, por medio de la enseñanza oral de una persona que comprende, a otra, que empieza a comprender, y así a otra que aún no comprende. Esta cadena debe existir. Y en tal caso, estas influencias pueden ser transmitidas oralmente como influencias C, comunicadas de una persona a otra.
Tomemos el ejemplo de los Evangelios. Como se dijo en la primera parte de este comentario sobre las influencias A, B y C (que hemos leído la última vez) los Evangelios constituyen un ejemplo de las influencias B. Las personas hacen algunas veces una pregunta de la siguiente naturaleza: «¿Por qué», dicen, «son los Evangelios un ejemplo de las influencias B? ¿De seguro Cristo era un hombre consciente? ¿Por qué entonces los Evangelios no son un ejemplo de las influencias C?». Es preciso recordar que los Evangelios aparecieron mucho tiempo después de la muerte de Cristo, de cincuenta a cien años después. No se tiene certeza alguna con respecto a quiénes fueron sus autores. Es incorrecto suponer que son meros testimonios escritos en el momento mismo por testigos presenciales. Lucas, por ejemplo, nunca oyó a Cristo. Era un discípulo de Pablo, quien desde luego nunca había oído a Cristo, y se había querellado con la escuela en Jerusalén y, al parecer, obtuvo su enseñanza en una escuela cercana a Damasco. Pero es innecesario investigar cuestiones históricas. Basta leer los Evangelios para darse cuenta de que Cristo enseñó a sus discípulos a solas y únicamente transmitió una pequeña parte de su enseñanza al público, y casi siempre en la forma de parábolas. En el Evangelio según Mateo, después de haber relatado la Parábola del Sembrador, se dice que los discípulos preguntaron a Cristo por qué hablaba al pueblo en parábolas:
«Él les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; más a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado. Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden». (Mateo XIII, 11-13).
El reino de Dios es el círculo de la humanidad consciente. Significa el círculo de aquéllos que han evolucionado más allá de la violencia, de aquéllos cuyo conocimiento es práctico, que lo que conocen lo quieren, y así lo hacen; de aquéllos que se comprenden unos a otros porque hablan un lenguaje común (y recordemos que nosotros, en este trabajo, estamos aprendiendo un lenguaje común). Todos conocen y sienten que debe de haber algún lugar, alguna sociedad, algunos seres que viven sin hacerse violencia mutuamente, sin criticarse, sin antagonismo u odio. Citaré, sobre este particular, un pasaje de la literatura esotérica mahometana. Un discípulo fue a ver a Mahoma para que lo instruyera. Mahoma dijo: «¿Cuál es la sustancia de tu fe y la realidad de tu comprensión de ella?». El discípulo dijo: «He visto el Infierno y el Cielo tres veces en una visión. En el Infierno todos estaban atacando a su prójimo. En el Cielo se visitaban los unos a los otros». Mahoma dijo:
Ya he dicho bastante en este comentario para mostrarles cuál es el significado supremo de este trabajo. Quienquiera que lo desee puede leer y sacar sus propias conclusiones sobre las parábolas de los Evangelios relativas al Reino de los Cielos, es decir, el círculo de la humanidad consciente. Estas parábolas son muy extraordinarias cuando se piensa en ellas a la luz del trabajo. Porque el trabajo es necesario para comprender los fragmentos de enseñanza dados en los Evangelios. Entonces cabe la posibilidad de comprender por qué se dice, en este sistema, que lo que buscamos por encima de todas las cosas es la Luz, y la Luz significa conciencia. Buscamos vivir más conscientemente y llegar a ser más conscientes. Vivimos en la oscuridad debido a la falta de luz —la luz de la conciencia— y buscamos en este trabajo la luz sobre nosotros mismos. Todo lo que en este sistema se refiere al trabajo sobre sí, acerca del recuerdo de sí, acerca de la lucha con las emociones negativas, acerca de la consideración interior, acerca de la justificación de sí, y así sucesivamente, tiene como suprema meta hacer al hombre más consciente, dejar que la luz se haga en él. Y esta luz es una cosa muy extraña. Es ante todo tener más conciencia de sí y luego más conciencia de los otros. Ésta es una extraña experiencia. Quiero decir con ello que la dirección a que le conduce el trabajo lo lleva a través de una conciencia siempre creciente, de una luz siempre creciente, no es en absoluto la dirección que podría imaginar una persona dormida, una persona que solo conoce la conciencia ordinaria, es decir, los dos primeros estados de conciencia en los cuales vive la humanidad. Llegar a ser más consciente de sí es una extraña experiencia. Llegar a ser consciente de los otros es una experiencia igualmente extraña y aún más extraña. La vida que se caracteriza por sus pasiones y celos, su mezquindad, sus antipatías y odios, se hace por completo ridícula. De hecho, se pregunta qué diablos estuvo haciendo toda su vida. ¿Estaba loco? Sí, exactamente. En el profundo sueño en que vivimos, a la luz del Reino de los Cielos, estamos todos completamente locos y no sabemos qué estamos haciendo. El trabajo empieza por enseñarle qué hacer. Despertar es el objeto de este trabajo. Y para el hombre que despierta aun a una sola cosa que el trabajo le enseña significa que ya no es más el mismo hombre. De este modo el trabajo nos cambia. Pero el trabajo no puede cambiar a nadie a menos que sienta su profunda significación. Al comienzo solo experimentará su significado a través de otra persona, pero llegará el día en que lo sentirá a través de usted mismo. Y entonces cada detalle del trabajo cobra vida porque lo ve como un libro de instrucciones, como un plan, como un mapa, como una brújula, que debe ser seguido si quiere despertar a otra vida y a otra manera de vivir en esta tierra. Basta que siga sencillamente esta sola instrucción: No se identifique. Siga esta instrucción. Sígala hasta el fin y vea qué sucede y qué cambios tienen lugar en usted y qué luz empieza a llegarle. Pero si este trabajo no tiene significado alguno para usted y si el significado de la vida es siempre mucho mayor y mucho más real para usted que el significado del trabajo, entonces nunca podrá ocurrirle cambio alguno y solo conocerá las emociones de la vida y se quedará en el círculo de la vida mecánica, en el círculo de la confusión, la lucha, las querellas, los desengaños, las quejas y la guerra.