Birdlip, 26 de julio, 1943
El recuerdo de sí

Esta noche hablaremos del Recuerdo de Sí. Es necesario recordarse a sí mismo todos los días, por lo menos una vez. En los escritos del pasado se hallan muchas descripciones diferentes de esta práctica. Citaré una que se dio hace tres siglos. Un discípulo pregunta a su maestro cómo puede llegar «a la vida supersensual y oír hablar a Dios». El maestro replica: «Cuando puedas arrojarte en AQUELLO, donde ninguna criatura mora, aunque sea por un instante, entonces oirás hablar a Dios». El discípulo le preguntó si el lugar donde ninguna criatura moraba, donde nada creado moraba, estaba lejos o cerca. El maestro dijo: «Está en ti», y agregó que se lo alcanza haciendo que cese, aunque sea por un solo instante, toda la voluntad y el pensamiento —«cuando aquietes el pensamiento y la voluntad de ti y puedas detener la rueda de la imaginación y los sentidos»—. En otro lugar dice que este acto es preciso hacerlo una vez al día y solo por un breve momento. Por cierto no se debe intentarlo demasiado a menudo. En realidad describe lo que en el Trabajo es llamado Recuerdo de Sí. Muchas veces es difícil oír el Trabajo cuando habla en nosotros. Por lo general estamos tan inmersos en la vida y en los intereses egoístas de diversas clases que no podemos oír al Trabajo. En el ejemplo que acabamos de dar el discípulo pregunta cómo puede llegar «al estado supersensual y oír hablar a Dios». Significa esto un estado que está por encima de la vida de los sentidos. ¿Han pensado realmente alguna vez qué es la vida de los sentidos? Son todas las preocupaciones diarias, los cuidados, los contactos cotidianos, todo cuanto se ve y se oye, etc. a través de los sentidos. Uno ve que no hay suficiente alimento, o que las cacerolas y sartenes están gastadas, o que ha perdido el ómnibus, etc. Todo esto es la vida de los sentidos. ¡Uno ve la guerra, el dinero! Ve que la mesa está rota; ve una carta con malas noticias; ve la enfermedad; ve un terremoto; ve su propia cara. Todo ello es sensual —es decir, es vida transmitida por los sentidos—. ¿Cuántas veces nos hemos sentido trastornados porque la luz eléctrica no anda bien, o a causa de otro ser humano, o porque no podemos comprar lo que deseamos? Es la vida tal como se experimenta por la vía de los cinco sentidos. Cabe preguntarse: «¿Hay acaso otra vida fuera de mis negocios, de mi trabajo, de mis preocupaciones diarias, de mi hogar, mi familia, mi hijo enfermo, mi esto, mi aquello, etc?». En otras palabras, uno se pregunta: «¿Hay acaso otra vida que no sea la vida sensual?». El esoterismo habla de otra vida. El Trabajo se refiere a ella. Es sabido cuantas veces dice el Trabajo que es preciso transformar las impresiones que nos llegan del exterior. Empero, pegados como estamos a la realidad sensorial que nos domina en todos los instantes y hace de nosotros sus esclavos, no es fácil ver más allá de la particular circunstancia que ejerce su influencia sobre nosotros en un momento dado, como por ejemplo, el haber perdido nuestro boleto o nuestra billetera o la grosería de alguien para con nosotros. Cuando estamos sumergidos en un particular evento exterior todo parece ser ese evento, ¿no es cierto? Luego pasa y nos preguntamos qué sucedió. Recuerdan lo que se dijo una vez —que la vida es una serie de eventos— o, si lo prefieren, el tiempo que pasa, hora tras hora, día tras día, está compuesto de una estructura definida de eventos, que se amontonan todo el tiempo en diferentes escalas —es decir—, eventos personales, eventos en la familia, eventos locales, eventos nacionales, eventos mundiales, todos en escalas diferentes. Son debidos a las 48 órdenes de leyes bajo las cuales vivimos. Ahora bien, nunca se puede estar sin algún evento que trata de extraer nuestra fuerza. Las malas noticias son un evento, por ejemplo. Por cierto la guerra es un evento. Pero no están en la misma escala, por supuesto. Una frase común dice que la «vida es una cosa tras otra». Lo es necesariamente ya que estamos bajo leyes definidas. No somos libres. Entenderlo, probablemente, nos tome toda nuestra vida —y en tal caso tampoco lo entenderemos.

Si se observa la clase de ser que cada uno tiene, se llegará a saber que el ser teje un hilo que continúa la misma serie de eventos. Nuestro nivel de ser atrae nuestra vida —esto es, los eventos que le pertenecen—. Le parece una enormidad que le sucedan a usted siempre las mismas cosas. Sí, pero ¿qué es lo que dice el Trabajo? ¿Lo ha relacionado alguna vez con lo que dice el Trabajo? ¿Ha observado acaso su vida y los eventos desde el ángulo de lo que enseña el Trabajo sobre el ser?

Hay momentos en que la observación de sí no es conveniente. En tal caso puede decir: «Deseo recordarme a mí mismo». Verá que el Trabajo lo ayudará.

El Sr. Uspenskiï sugirió recientemente que es preciso que la gente se observe a sí misma en ciertos momentos definidos, como ejercicio. El Trabajo subraya la importancia del Recuerdo de Sí desde el comienzo. Muy a menudo olvidamos recordarnos a nosotros mismos. Nos preguntamos qué debemos hacer, pero olvidamos recordarnos a nosotros mismos. Quizá pensemos en ello pero no tratamos de hacerlo. Siempre pensamos en ello pero no hacemos el Trabajo. Cuando no hacemos ningún intento de recuerdo de sí, nuestra continuidad interior con el Trabajo se rompe. El Trabajo se aparta de nosotros y entramos en la vida. Cuando esto sucede el recuerdo de sí es necesario. Nos abre otra vez a las influencias del Trabajo. Ésta es una experiencia muy definida, pero, como dije, por lo general olvidamos el recuerdo de sí y en lugar de ello tratamos de hacer algo. El recuerdo de sí es la entrega de sí. Entonces se comprende la propia impotencia. El recuerdo de sí es imposible si no se entiende y comprende que de este modo nos pueden llegar mejores influencias. En un libro escrito hará cosa de ocho siglos por alguien que pertenecía a las escuelas Sufí, el autor compara el Recuerdo de Sí con la subida a la superficie del mar y la aspiración del aire. «Este aire», dice, «es milagroso, y dura todo un día, aun cuando esté uno en el fondo del océano».

Cuando se está muy identificado con la vida, el recuerdo de sí es muy difícil. También es difícil cuando nuestra actitud interior hacia el Trabajo es equivocada. Además, es difícil comprender el Recuerdo de Sí cuando se está identificado consigo mismo. Cuando se hace, una práctica del Recuerdo de Sí todos los días, se empieza a tener la percepción de la continuidad de toda la vida. Por otra parte, ello ayuda a advertir cuándo se pierde esta continuidad. Cuando se siente esta continuidad y su pérdida, se tiene el objeto del Trabajo en el Centro Emocional. Ese es el «sabor interior», el punto de partida de la verdadera conciencia de Trabajo.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskiï Libro 1
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