Birdlip, 22 de febrero, 1943
Consideración Interna y Consideración Externa
I
Entre las muchas cosas que es preciso observar en nosotros mismos y sobre las cuales debemos trabajar, según la enseñanza que estamos estudiando, se encuentra el estado psicológico llamado consideración interna. Se refiere a un proceso que extrae gran cantidad de fuerza de nosotros y, como todas las cosas que nos extraen nuestra energía inútilmente, nos mantiene dormidos.
La consideración interna es un aspecto de la identificación. Como es sabido, el estudio de la identificación en todos sus diferentes aspectos, es una de las formas más importantes de trabajo práctico sobre sí. Un hombre que se identifica con todo es incapaz de recordarse a sí mismo. Con el fin de recordarse a sí mismo es preciso no identificarse. Pero con el fin de aprender a no identificarse, un hombre debe aprender ante todo a no identificarse consigo mismo. Una de las formas más frecuentes de consideración interna es pensar en lo que los demás piensan de nosotros, cómo nos tratan, y qué actitud muestran hacia nosotros. Un hombre suele sentir que no le atribuyen bastante valor y esto lo atormenta y hace que sospeche de los otros; ello provoca en él una enorme pérdida de energía y hasta puede desarrollar una actitud desconfiada y hostil.
Una forma de identificación estrechamente relacionada con ésta es la que se llama saldar cuentas. Un hombre empieza a sentir que la gente le debe algo, que merece ser tratado mejor, que merece más recompensas, más reconocimiento, y anota todo esto en un libro de cuentas psicológico, cuyas páginas da vuelta continuamente en su mente. Y dicho hombre empieza a compadecerse a tal punto de su suerte que es casi imposible hablarle de cosa alguna sin que se refiera inmediatamente a sus sufrimientos. Todas las cuentas de este género, todos los sentimientos que se refieren a lo que nos debe la gente y a que no debemos nada, tienen inmensas consecuencias psicológicas para el desarrollo interior del hombre.
En el Trabajo un hombre solo puede crecer mediante el perdón a los otros. Es decir, a no ser que salde sus deudas, nada puede crecer en el hombre. Lo dice la Oración del Señor: «Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores». El sentimiento de que a uno le deben, el sentimiento de las deudas, pone fin a todo. Es contenerse a sí mismo y contener a la otra persona. Éste es el significado interior de la observación de Cristo que se refiere a hacer las paces con nuestros enemigos.
Dice:
«Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, en tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante». (Mateo, V, 25-26).
Si se exige psicológicamente cada libra de carne o cada «céntimo» del hombre que le debe algo a uno —es decir, si se obliga a todos a pedir disculpas, a dar cumplida satisfacción y a humillarse, entonces se estará bajo la exigente ley a la que Cristo advierte que es preciso escapar—. Es ponerse uno mismo en la cárcel —es decir, bajo leyes innecesarias— y no se saldrá de ella mientras no se paguen todas las propias culpas. Pero hay una ley de misericordia —es decir, una influencia más alta que la ley literal de ojo por ojo, que es la ley del hombre violento—. Éste es un ejemplo de «ponerse a sí mismo bajo nuevas influencias». Si se desea ponerse bajo las mejores influencias que provienen del Rayo de Creación, es preciso comportarse de un modo diferente, tomar todo de un modo diferente —esto es, el trabajo—. Es preciso ponerse primero bajo las influencias del Trabajo y tratar de obedecerlas. Significa ello que se debe prestar atención al Trabajo y hacerlo. En el Trabajo no se alientan ni las emociones negativas, ni la consideración interior, ni el hacer cuentas, ni los sentimientos de violencia, ni la envidia, etc. Ahora bien, si se hacen cuentas interiores, siempre se sentirá que alguien nos debe algo. Reflexionemos sobre lo que esto significa; y entonces tratemos de observar lo que significa en nosotros mismos y finalmente intentemos hacer lo que dice el Trabajo —esto es, separarse—. Y no vayan a creer que es fácil. El Trabajo quiere decir trabajo —trabajo duro— sobre sí. Es preciso recordar que este Trabajo está destinado a aquéllos que verdaderamente quieren trabajar y cambiar. No está destinado a quienes quieren cambiar el mundo.
Describiremos ahora más extensamente una forma de consideración interna, pero es preciso comprender que esta forma se debe observar en sí mismo. Nadie puede trabajar sobre sí sin observar lo que el Trabajo le dice de observar en sí mismo y sin ver la cosa sobre la cual es preciso trabajar. Debe ser capaz de percibir su estado interior en un momento dado como algo distinto de su cuerpo físico exterior y de lo que está haciendo. Una vez que una persona es capaz de distinguir entre su apariencia física y sus estados interiores, puede comenzar a trabajar. Verá que tiene un cuerpo que obedece órdenes y una psicología. El Trabajo se ocupa de lo que una persona es psicológicamente. Hoy nos referiremos al aspecto del hombre llamado en el Trabajo «Cantar su Canción». Éste es un cantar psicológico, no físico. Se basa en la consideración interior —hacer las cuentas interiores— es decir, sentir que a uno le deben y tenerlo bien grabado en la memoria. A este respecto todos tienen una canción que cantar. Si se quiere conocer realmente qué clase de cuentas interiores se han hecho a lo largo de la vida, se empieza por observar la típica «canción». Cuando en el Trabajo se llama a una persona un «buen cantante», esto se refiere a la canción que canta. A veces la gente canta su canción sin que se la aliente y a veces, después de algunas copas de vino, comienzan a cantar francamente. Las personas suelen cantar acerca de lo mal que las trataron, de que nunca tuvieron una buena oportunidad, de sus pasadas glorias, de que nadie entiende sus dificultades, que se casaron mal, que sus padres no las comprendieron, que en realidad son buenas personas, que no las aprecian, que no las comprenden, y así sucesivamente, y esto significa que todos son culpables excepto ellas mismas. Todo esto es hacer cuentas interiores, o más bien es el resultado de hacer cuentas. Ésta es una forma de consideración interna.
Ahora bien, ¿por qué creen que en el Trabajo es necesario hacer todo lo posible para librarse de las canciones? ¿Por qué es preciso reparar en ellas, hambrearlas, expulsarlas de la posición central que ocupan en nuestra vida hasta que solo canten en escasas ocasiones, con voz débil, y quizá, por último, hacerlas callar para siempre? Nos incapacitan interiormente. Nos roban nuestra energía. Se sonríe valientemente —todos conocemos esa valiente sonrisa— y se dice que todo es mentira. En el Trabajo, alguien que canta bien no puede ir más allá de sí mismo. Es víctima de sus propias cuentas. En cuanto algo se pone difícil empieza a cantar.
Esto lo detiene:
No puede crecer. Quizá se eche a llorar. No puede cambiar su nivel de ser. No puede ir más allá de lo que es —es decir, un hombre impedido por tristes canciones—. Es un signo de ser lo que se es y para cambiar el ser es preciso no ser lo que se es. En lugar de trabajar sobre sí, esa persona en situación difícil, comienza a cantar en seguida, quizá bella y tranquilamente. Si la critican o le hablan con dureza, se compadece a si misma o se deja llevar por la ira, y siente que no la comprenden. Y entonces comienza a cantar, ya sea suavemente para sí o para los otros, en especial para la gente que le presta atención. Muy a menudo una persona traba amistad con otra solo porque le es fácil cantarle su canción, y si la otra persona le pide de pronto que se calle, se ofende tan profundamente que corre en busca de un nuevo amigo —una persona que lo comprenderá verdaderamente, tal como suele repetirse— como si alguien pudiera comprender a otra persona con tanta facilidad. «Si tan solo», dicen. Para comprender a otra persona, es preciso primero comprenderse a sí mismo, y esto solo se logra parcialmente después de un arduo trabajo sobre sí y de tener vislumbre de lo que uno es realmente. Por cierto un buen cantante no se comprende a sí mismo. Prefiere cantar la canción de no ser comprendido y soñar así con un mundo maravilloso donde todas las cosas estén arregladas de tal modo que él es la figura central. Y esta actitud y estos sueños crean debilidad y, de hecho, una verdadera enfermedad psicológica, y a veces un hombre debe pagar sus consecuencias durante toda la vida.
Por así decirlo permitió que la vida lo venciera. Pero es preciso comprender que esto no se aplica únicamente a gente que no hace esfuerzo alguno, a gente que no se ha adaptado. Se aplica también a gente que hace esfuerzos y que sin embargo se siente defraudada porque les parece que la vida les debe las cosas que nunca fueron capaces de lograr. Sienten que deberían ser más felices y muchas veces piensan que las otras personas parecen más felices. Y las otras personas piensan lo mismo de ellas. Y si bien no cantan su canción abiertamente, tal vez la cantan secretamente para sí. Sienten una tristeza interior, una sensación de monotonía, una especie de cansancio interior o frustración a cuyo alrededor se amontonan los pensamientos. Hablaré esta noche de las canciones interiores secretas. Porque también ellas nos cierran el camino, y muy a menudo no son observadas, aunque durante todo ese tiempo nos carcomen secretamente la vida. Solo una profunda observación de sí las revelará. Toda observación de sí deja penetrar la luz en uno mismo. Nada puede cambiar en nosotros a menos de ser llevado a la luz de la observación de sí —es decir, a la luz de la conciencia— y toda observación de sí hace al hombre más consciente de lo que está sucediendo en él.
Es preciso observarse a sí mismo estando solo, del mismo modo que al estar con gente. La observación de sí es atención interior. No vayan a creer que al estar solo la atención interior no es necesaria. Cuando uno está solo, «Yoes» muy diferentes, formas de imaginación diferentes, pensamientos diferentes, estados de ánimo diferentes, se presentan. No hay que pensar que se está necesariamente bien acompañado cuando se está solo. Es muy fácil estar mal acompañado y empero ni siquiera se le ocurre a uno observar dónde está en sí mismo y quiénes son los compañeros que están en uno mismo. Los «Yoes» más negativos y peligrosos se presentan cuando uno está solo. Se tienen canciones bien escritas que solo acuden cuando uno está solo —cuando se siente que nadie nos está mirando—. Sí, pero uno debe mirar. Nunca hay que sentirse como si nadie nos estuviese mirando, simplemente porque la puerta está cerrada. Ni tampoco sentir que se abandona uno a los peores «Yoes» negativos porque está solo y por lo tanto puede comportarse como mejor le parezca en sí mismo. Es preciso cultivar la idea completamente nueva de la propia responsabilidad para consigo mismo a este respecto.
Creer que es posible dormir en sí mismo solo porque no hay nadie y que, debido a ello, se puede gozar de toda la charla interior negativa, es no tener un concepto exacto de lo que significa el Trabajo. Significa que no se tiene sinceridad interior —y el Trabajo exige ante todo sinceridad interior porque es una cosa esencial. En la vida guardamos las apariencias exteriores. Pero en el Trabajo es muy diferente. Se ocupa de lo que ocurre en nosotros— dentro de nosotros, en nuestros pensamientos y sentimientos. Mediante el trabajo interior sobre nosotros cuando estamos solos, podemos cambiar muchas veces toda nuestra situación exterior. Pero no lo podemos hacer sin sinceridad interior y sin observar cuáles son los «Yoes» que en nosotros están mintiendo o tergiversando las cosas. Quizá tengamos el propósito de no ser negativos con alguna persona, pero si estamos solos y dejamos que nuestros «Yoes» negativos digan lo que les da la gana y no hacemos esfuerzo alguno para no identificarnos con ellos, entonces no trabajamos sinceramente —y podemos desbaratar una semana de trabajo en unos pocos instantes—. Si no nos dejamos llevar por los «Yoes» negativos en público, pero nos abandonamos a ellos a solas, ¿qué creen ustedes que estamos haciendo? Por cierto, ni siquiera empezamos a comprender lo que significa el Trabajo. Debemos manejar a una persona con quien estamos trabajando con tanto cuidado y tanta conciencia en nuestros pensamientos y sentimientos interiores como lo hacemos exteriormente por cortesía. Si no podemos ver lo que esto significa, entonces no vemos lo que significa la observación de sí.
En cierta oportunidad estaba sentado con el Sr. Uspenskiï. Guardábamos silencio. Me miró sonriente y me preguntó por qué estaba tan triste. Le contesté que me había dado cuenta de que estaba triste. Me dijo: «Es un hábito. Está escuchando a algunos “Yoes” que cantan una canción triste y lejana, quizá una canción sin palabras o palabras que ha olvidado. Trate de observarlo. Le extrae su fuerza y es completamente inútil». Y agregó: «Éste es un ejemplo que muestra cómo la Luna lo está comiendo».
Lo doy como ejemplo de lo que en este comentario llamo «canciones interiores secretas». Sabemos que el Trabajo habla a veces de sacrificio —que es preciso sacrificar algo con el fin de obtener otra cosa—. ¿Qué nos aconseja el Trabajo sacrificar ante todo? Dice que es preciso sacrificar nuestro sufrimiento. Muchas veces expresamos nuestro sufrimiento en canciones, articuladas e inarticuladas. Les llamo la atención aquí sobre las canciones interiores inarticuladas que es preciso observar y que nos hacen perder fácilmente nuestra fuerza, sin que nos demos cuenta de lo que está sucediendo. Son, por así decirlo, extrañas y tristes relaciones que tenemos con nosotros mismos, que nos roban la fuerza y que no notamos porque son hábitos.