Birdlip, 14 de agosto, 1941
La idea de transformación en el trabajo parte
II
La personalidad que todos hemos adquirido recibe las impresiones de la vida. Pero no las transforma porque está muerta. Si las impresiones caen en la esencia serán transformadas porque caerán en los centros. La personalidad, que es el término que se aplica a todo cuanto adquirimos (y debemos adquirir personalidad), traduce las impresiones de todos los lados de la vida de un modo limitado y prácticamente estereotipado con arreglo a su calidad y asociaciones. A este respecto en el trabajo se compara a veces la personalidad con una secretaria que está en la habitación del frente, que se ocupa de todo según sus propias ideas. Tiene muchos diccionarios y enciclopedias y libros de referencia, etc., y está en comunicación con los tres centros —es decir, el mental, el emocional y los centros físicos— con arreglo a sus limitadas ideas. De resultas de ello se pone en comunicación casi siempre con centros equivocados. Esto significa que las impresiones que llegan son enviadas a lugares equivocados y producen resultados equivocados.
La vida de un hombre depende de esta secretaria, que busca mecánicamente la información en sus libros de referencia sin comprender en absoluto lo que significa en realidad y la transmite en consecuencia sin preocuparse por lo que pueda ocurrir, pero sintiendo únicamente que está cumpliendo con su deber.
Ésta es nuestra situación interior. Lo que importa comprender en esta alegoría es que la personalidad que todos adquirimos y debemos adquirir empieza a hacerse cargo de nuestra vida. Y es inútil imaginar que esto solo sucede a ciertas personas. Le sucede a todas. Quienquiera que sea se halla a través de la observación de sí, en posesión de un reducido número de modos característicos de reacción a las múltiples impresiones de la vida entrante. Estas reacciones mecánicas nos gobiernan.
Cada cual está gobernado por su propia serie de reacciones a las impresiones —es decir, a la vida— ya sea revolucionario o conservador, bueno o malo en el sentido ordinario. Y estas reacciones son su vida. La humanidad es mecánica en este sentido. Un hombre ha formado en él un sinnúmero de reacciones a las que toma como sí mismo y las experiencias de su vida son el resultado de estas reacciones. Si puede alcanzar un buen relajamiento físico y eliminar de la mente todas las ideas de sí (lo cual es el relajamiento mental) será capaz de ver lo que quiero decir. Verá, por así decirlo, que hay gran número de cosas que están por debajo de él —a saber, externas a sí mismo— a las que sigue contemplando como si fueran él. En tal estado pasivo las suele ver confusamente. A primera vista parecen estar por encima de usted. En cuanto pone sus músculos en tensión o empieza a hablar usted se convierte en ellas. Se convierten en usted o usted se convierte en ellas, y otra vez usted está fuera. Pero al comienzo no hay que practicar este ejercicio en forma excesiva.
En realidad se asemejan a pequeñas máquinas usurpadoras que insisten en hacerse cargo de usted y exigen que entre otra vez en ellas. Están puestas en movimiento por su secretaria, es decir, por el modo acostumbrado con que responde a las impresiones su secretaria. Y las reacciones que le siguen son consideradas como la vida. Tomamos nuestras reacciones características a las impresiones como la vida. Consideramos nuestras reacciones hacia una persona como si fuera ella. Toda la vida, es decir, la vida exterior, lo que vemos y oímos es para cada persona sus reacciones a las impresiones que le llegan de ella. Y como dije en la última charla, es un gran error pensar que lo que es llamado «vida» es una cosa fija y sólida, la misma para cualquier persona. No hay una sola persona que tenga las mismas impresiones de la vida. La vida son nuestras impresiones de ella y éstas pueden ser transformadas. Pero como se dijo, ésta es una idea muy difícil de comprender, debido a que es tan poderoso el hipnotismo de los sentidos. No podemos dejar de pensar que solo los sentidos nos muestran la realidad. Así nuestra vida interior —nuestra verdadera vida de pensamiento y sentimiento— sigue siendo confusa para nuestras concepciones mentales. No obstante, al mismo tiempo sabemos muy bien dónde vivimos realmente, es decir, en nuestros pensamientos y sentimientos. Para establecer un punto en el trabajo, para hacerlo más real que la vida, debemos observarnos a nosotros mismos y hacer de nuestra vida interior de pensamientos y sentimientos un hecho más poderoso que cualquier «hecho» dado por nuestros sentidos. Éste es el comienzo de la transformación. No se puede transformar cosa alguna en nosotros si seguimos pegados a los sentidos. Como dije, en la última charla, el trabajo le enseña que si usted es negativo se debe a su propia culpa. El punto de vista sensorio es que ésta o aquella persona en el mundo exterior, a quien ve y oye por medio de sus ojos y oídos, tiene la culpa. Esta persona, dirá usted, porque hace esto o dice aquello, es culpable. Pero en realidad, si usted está hecho de un modo negativo, lo que tiene que trabajar, lo que tiene que observar, es esa emoción negativa que se introduce en su vida interior, en el invisible «lugar» donde usted realmente existe. El verdadero ser está en su invisible mundo interior. ¿Desea discutir este punto? Pues bien, ¿son menos reales los pensamientos y sentimientos y emociones y esperanzas y desesperanzas que tiene, que las mesas y las sillas en su comedor? ¿Vive usted, por así decir, en el comedor? Puede estar muy identificado con sus particulares mesas y sillas, pero aun en este caso, ¿no es acaso lo que siente acerca de esas mesas y sillas lo que es real para usted? Supongamos que esté enfermo y sienta la muerte próxima, ¿se preocupa aún por ellos? Por supuesto no. ¿Y por qué? Porque ya no siente nada por ellos. Son sus sentimientos y sus maneras de identificarse lo que hace que considere ésta o aquella cosa importante. No son las cosas que ve con sus ojos físicos. Supongamos que una persona observa que se identificó, digamos, con sus muebles: ¿cree usted que debe desprenderse de sus muebles para cambiar? Por supuesto no. Sería una tontería. Lo que puede cambiar es el haberse identificado tanto. Si trabaja sobre esto, si empieza a transformar dicha reacción en sí mismo, podrá seguir gozando de sus muebles pero no se suicidará si estos son destruidos en un incendio. ¿Ve la diferencia? No se puede transformar la vida, pero se puede empezar a transformar la manera de encarar la vida. El primer choque consciente significa el trabajo sobre sí en general. El rasgo característico de este trabajo es el de dar este choque. Todo cuanto se enseña en este sistema, en el aspecto práctico, pertenece al primer choque consciente, la no identificación, la no consideración, etc. Esto puede conducir a un verdadero momento de recuerdo de sí. Entonces se logra la percepción de la naturaleza interior de lo que se debe hacer y la comprensión de la verdad del trabajo.
El sentido, el sentimiento y la valoración del trabajo deben acompañar todo esfuerzo, porque nadie puede trabajar por sí solo, de otro modo los resultados redundan en la falsa personalidad y así en el mérito. Un hombre debe trabajar por amor al trabajo. Esto lleva al Hidrógeno 12 al lugar de entrada de las impresiones. Las impresiones entrantes son Hidrógeno 48. No pueden pasar al Hidrógeno 24 sin el Hidrógeno 12 como fuerza activa. Si este hidrógeno está presente en el lugar de recepción de las impresiones —es decir, en el lugar en que somos conscientes— el Hidrógeno 48, que llega como fuerza pasiva, pasa al Hidrógeno 24, completándose la tríada con el Carbono 12. El Hidrógeno 12 no está presente naturalmente en este punto de la máquina humana. Tiene que ser traído hasta ese punto. Si una persona toma la vida como siempre, de la manera ordinaria, es decir, si siempre recibe impresiones del mismo modo mecánico y habla según ellas del mismo modo mecánico y obra según ellas del mismo modo mecánico, entonces nada puede cambiar en la persona. Tales personas no pueden evolucionar. No ven dónde está en ellas el punto de trabajo. Creen que el trabajo es algo que está fuera de ellas. Una persona debe llevar un hidrógeno muy poderoso al punto donde las impresiones están entrando. Éste es el Hidrógeno 12.