Birdlip, 21 de febrero, 1942
La ley de siete - La octava del sol
Parte IV.
Hoy hablaremos de la pequeña octava que está situada entre el Sol y la Luna. Esta octava creada por la Inteligencia del Sol da tres notas en la Tierra, La, Sol, Fa, que representan a la máquina viviente llamada Vida Orgánica en la Tierra, de la cual el Hombre es una parte. En este momento no hablaremos del significado de las diferentes notas de esta pequeña octava. Primero es preciso comprender que el Hombre no aparece en la gran octava de la creación sino en la pequeña octava lateral que proviene del Sol. El Hombre es una creación especial dentro del Rayo. Tratemos de aprehender ahora por qué apareció el Hombre y por qué es necesaria la pequeña octava.
La razón por la cual la Inteligencia del Sol ha creado esta pequeña octava es que necesitaba llenar la brecha o lugar del «semitono faltante» entre Fa y Mi en el Gran Rayo, debido a la naturaleza de la Ley de Siete. A menos que se crease algo en este punto la fuerza que desciende por el Rayo desde el Absoluto no podría pasar libremente a la Tierra y la Luna. En este punto es necesario un choque debido a la naturaleza de la Ley de Siete. Esta Ley rige el orden de creación y produce en ciertos puntos determinadas condiciones que hacen necesario un choque. Por lo tanto, algunas veces se hace referencia a la Ley de Siete como a la Ley de los Choques. Comprendámoslo claramente: se requieren ciertos choques en ciertos puntos del desenvolvimiento o progreso o evolución de cualquier cosa.
La Inteligencia de la Tierra o de los Planetas no es suficientemente grande como para crear algo que obre a manera de choque en este punto. Es necesaria la Inteligencia del Sol. Pero el Sol, al crear la pequeña octava, tiene dos objetivos cuya comprensión es esencial y que es preciso distinguir entre sí claramente.
Uno de ellos es la creación de una máquina transmisora sensible entre las grandes Notas Fa y Mi en el Gran Rayo para permitir que la fuerza pase a la Tierra y la Luna al término del Rayo. Desde este punto de vista la Vida Orgánica, incluso el Hombre, solo existe para los propósitos del Rayo y su creación es debida a la naturaleza de la Ley de Siete, la que provoca la aparición de ciertos lugares difíciles o estrechos en el orden de creación. Si éste fuera su único objeto la situación del Hombre como parte de esa máquina transmisora sería estar siempre al servicio del Rayo y de su evolución, que tiene lugar en inmensos períodos de tiempo.
El otro objeto se relaciona con el Sol mismo. Al crear la pequeña octava, el Sol no crea simplemente a favor del Rayo para llenar un lugar faltante, sino que actúa también por sí mismo. El Sol necesita algo además de las necesidades del Rayo de Creación. Es aquí donde se encuentran las posibilidades del Hombre. Pensemos ahora que es de fundamental importancia comprender esta idea en el Trabajo. La Inteligencia del Sol quiere algo para sí al crear al Hombre en la Tierra, algo que no tiene nada que ver con las necesidades del Gran Rayo. ¿Qué quiere? Quiere que el Hombre ascienda del nivel de la Tierra al nivel del Sol. Por esa razón crea al Hombre como algo incompleto, como un ser inacabado. ¿En qué sentido incompleto?
En tanto es una parte de la Vida Orgánica, que sirve a los propósitos del Rayo de Creación, es completo y no se le exige otra cosa que la vida ordinaria que lleva. Es capaz de vivir en la Tierra tal como es. Se dice entonces de él (en el Trabajo) que sirve a la Naturaleza. Pero en relación con su verdadero origen desde la Octava del Sol, el hombre encierra en si otro destino. En cuanto a ese destino el Hombre es inacabado, incompleto, porque la Inteligencia del Sol lo ha creado por otra razón y ha puesto en él, además de lo que es necesario para servir a la Naturaleza, otros poderes y posibilidades. Es decir, el Hombre tiene en sí mucho más de lo que es necesario para los propósitos de servir a la Naturaleza. Al hablar de la Naturaleza lo que se quiere decir aquí es toda la Vida en la Tierra —todo cuanto vemos a nuestro alrededor en la Tierra—, la vida de las plantas, animales, árboles, peces, y también la vida de la humanidad, con todas sus luchas, todas sus matanzas, dolores, nacimiento y muerte, lo cual, todo junto, compone esta máquina de movimiento perpetuo llamada Vida Orgánica creada por el Sol para transmitir influencias desde la parte superior a la parte inferior del Rayo de Creación.
Por lo que respecta al segundo objeto del Sol, el Hombre es creado incompleto en la Tierra con el fin de que pueda desarrollarse hasta un nivel que pueda ser representado por el Sol. Es en este sentido que se dice en el Trabajo que el Hombre es un organismo que se desarrolla a sí mismo. El hombre es así un experimento del Sol, colocado en la Tierra. Puede permanecer dormido y servir a la Vida Orgánica: o puede despertar y servir al Sol. Si hubiera sido creado con el mismo ser e inteligencia que el Sol no estaría en la Tierra. El Hombre tiene por lo tanto dos explicaciones. Es creado para servir a la Naturaleza —es decir, para ser parte de la Vida Orgánica— y en este sentido no está en el interés de la Naturaleza que el Hombre se desarrolle y deje de servirla. Pero el Hombre es creado también para desarrollarse a sí mismo, hasta que alcance el nivel del Sol. Si ustedes se esfuerzan en pensar, si ustedes tratan realmente de comprender el significado del Rayo de Creación y de la Octava del Sol, muchas cosas inexplicables y aparentemente irreconciliables llegarán a ser claras para su mente. Es decir, serán capaces de pensar correctamente respecto de la vida en la Tierra, y de la situación del Hombre —es decir, respecto de su propia situación.
Parte V.
Hablando de un modo objetivo respecto del Rayo de Creación, es evidente que la vida física en la Tierra depende del Sol físico. Si no fuera por la luz y el calor físico del Sol no podría existir vida alguna en la Tierra. Cada hoja verde, cada brizna de hierba, cada clase de alga que flota en el mar, es una diminuta máquina solar, que recibe la energía del Sol y por su medio elabora con el aire, el agua y los minerales las sustancias nutricias con las que se alimenta toda la creación animal. Pero cuando hablamos de la Inteligencia del Sol hablamos de otra luz que solo puede ser vista internamente por la mente —la luz de la Inteligencia— y así nos referimos al Rayo de Creación en un sentido interno como a una escala vertical de inteligencia y ser cuya excelencia se acrecienta a medida que subimos por ella. A este respecto, la Inteligencia del Sol es divina en relación a la Inteligencia de la Tierra. En la vasta evolución del Rayo mismo, en inconcebibles escalas de tiempo, la Inteligencia de la Tierra puede llegar al nivel del Sol. Esto no está necesariamente garantizado. La Tierra puede morir sin haber logrado nada. Del mismo modo la Luna puede llegar o no a la Inteligencia de la Tierra. No podemos ver el Sol o la Tierra o la Luna como seres, como inteligencias. Una de las razones por las cuales esto es así es que las vemos en un corte transversal, como meros círculos en el cielo, del mismo modo que seres bidimensionales cuyo mundo se limitara a una ancha hoja de papel verían a un hombre donde éste cortara su plano —a saber, como un circulo, como una tajada de hombre, tal como lo vemos en un libro de anatomía—. Pero desde el punto de vista de este sistema la Luna es un ser que crece y se desarrolla y que con el tiempo puede llegar al mismo nivel de ser que la Tierra. Entonces, cerca de ella, aparecerá una nueva Luna y la Tierra se convertirá en su Sol. Hubo un tiempo en que el Sol era como la Tierra y la Tierra como la Luna. Y aun antes el Sol era como la Luna. El Trabajo enseña que todo el Universo está evolucionando, y esto significa que nuestro Rayo, con nuestra Luna, nuestra tierra, los planetas y el Sol, está evolucionando así como el infinito número de otros Rayos. Pero algunas partes de nuestro Rayo pueden no haber alcanzado, en el período de tiempo asignado, la etapa necesaria de desarrollo y así serán destruidos. Como se dijo, si la evolución del Hombre dependiera de toda la evolución del Rayo de Creación misma que llega hasta nosotros, sus posibilidades de éxito serían remotas. En tanto el Hombre es parte de la Vida Orgánica y la Vida Orgánica sirve a los propósitos de nuestro Rayo, su evolución sería demorada hasta que todos los procesos de la evolución cósmica de la Luna y la Tierra, y de todos los Planetas y del Sol, que están por encima de nosotros, se hubieran cumplido. Pero el Hombre tiene otras posibilidades —posibilidades especiales— que se deben a la pequeña octava proveniente del Sol en la cual es creado, porque el hombre es especialmente creado. En esta pequeña octava puede elevarse o caer. Puede alcanzar el nivel del Sol o caer al nivel de la Luna. El Hombre plenamente desarrollado —es decir, el Hombre N.º 7— ha llegado a la Inteligencia del Sol. Ha logrado su completo desarrollo y solo está bajo 12 leyes, de modo que para él hay libertad. Porque la libertad total se logra elevándose en la escala vertical de creación y de este modo pasando bajo menos leyes. Al mismo tiempo el Hombre N.º 7 ha logrado la inmortalidad en la escala de la vida del Sol. Hemos dicho ya muchas veces que hay diferentes niveles de Hombre. Hablar del Hombre no es suficiente. ¿De qué hombre estamos hablando? La gente que vive en la Tierra puede pertenecer a niveles muy diferentes. Del mismo modo que hay diferentes niveles, de Hombre hay diferentes niveles en el Universo considerado como una escala vertical de ser o una escala de inteligencia. La Inteligencia del Sol es divina para nosotros en la Tierra. Las influencias del Sol que nos llegan por medio de la pequeña octava son de un orden superior a las del Mundo Planetario que a su vez son superiores a aquéllas que están en el nivel de la Tierra o a aquéllas que vienen de la Luna por debajo de nosotros. Un hombre puede estar bajo las influencias del Sol o de los Planetas, o de la Tierra o de la Luna. Y para el Hombre existe cierta posibilidad de escoger las influencias —en otras palabras, de pasar de una influencia a otra. Por ejemplo, si un hombre empieza a luchar contra sus emociones negativas, empieza a salir de las influencias de la Luna. Si un hombre se recuerda a sí mismo, empieza a pasar primero bajo las influencias planetarias y llega eventualmente bajo las influencias del Sol. Pero es preciso que aprenda a hacer una elección interior y para hacerla debe saber mucho acerca de sí y acerca de los diferentes «Yoes» en él y acerca de las partes de los centros. La influencia del Sol llega a los Centros Superiores. Pero cuando un hombre vive en la parte mecánica de los centros está bajo influencias mucho más bajas. Es preciso comprender una cosa: es imposible liberarse de una influencia sin someterse a otra. Todo el trabajo sobre sí consiste en escoger la influencia a la cual se desea someterse, y en realidad caer bajo esa influencia. Y aquí, debido a una prolongada observación, es preciso que el hombre conozca realmente qué desea a este respecto.
Parte VI.
La máquina llamada Vida Orgánica en la Tierra no solo transmite fuerzas descendentes por el Rayo de Creación, sino que crea dentro de sí ciertas fuerzas que pasan a la creciente Luna y la ayudan a desarrollarse. La Luna se alimenta de la Vida Orgánica, además de recibir fuerzas que pasan por el Rayo. Por ejemplo, todo el sufrimiento inútil en la Tierra es alimento para la Luna, tal como las emociones negativas. El dolor es alimento para la Luna y por esta razón se dice a veces que la Vida Orgánica es una fábrica de dolor. El dolor y la muerte alimentan a la Luna y se requiere cierta cantidad de ellos. Por esta razón, aquéllos que lo comprendían iniciaron sacrificios en épocas pasadas. Podríamos decir aquí muchas cosas, considerando la Vida Orgánica solo desde el punto de vista de una máquina insertada en un punto particular del Rayo para un propósito particular —a saber, para servir al Rayo—. Porque es preciso comprender que el Hombre no tiene significación alguna en el Rayo mismo sino como una parte de la Vida Orgánica. Pero respecto del Sol, que lo ha creado, el hombre tiene la mayor de las significaciones si se empeña en encontrarlas. Tiene aquí una puerta abierta para él que no lo conduce al gigantesco Rayo, sino a una escala separada junto a él. Éste es uno de los significados de la parábola del Hijo Pródigo: el Hombre puede volver junto al Padre.
En el Nuevo Testamento se dicen muchas cosas significativas que se relacionan con la Octava del Sol. Ya habrán visto que el Sol deseaba algo para sí al crear al Hombre en la Tierra. El Hombre no fue creado solo para los fines del Rayo, sino que fue creado para los fines del Sol —como un experimento en la evolución de sí—. A menos que esta autoevolución del Hombre se cumpla en suficiente número de hombres el Sol no recibirá lo que desea y no quedará satisfecho. Remitámonos a una de las muchas parábolas que a este respecto se encuentran en los Evangelios:
«Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone: y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después». (Lucas: XIII, 6-9).
No trate de entender esta parábola literalmente. Entiéndala psicológicamente y verá que significa que el Hombre tiene ciertas posibilidades que pueden llegar a dar fruto, y, a menos que den fruto, el hombre será derribado.
Parte VII.
Todo cuanto se ha dicho hasta ahora, aunque en forma somera, acerca de la creación del Universo, mediante la acción de la Ley de Tres y la Ley de Siete, y sobre la octava del Sol, debería hacer imposible que ustedes dijeran: «Si hay un Dios, ¿por qué permite que las cosas sucedan en la Tierra en la forma en que lo hacen?». Pero es menester que se esfuercen y piensen lo que se ha dicho sobre la creación, y que tengan en cuenta las profundas ideas y los amplios diagramas presentados, para contestar clara y vigorosamente a esta pregunta según su nueva comprensión. Porque a menos que puedan ordenar sus pensamientos sobre este particular, que es tan desconcertante y un obstáculo de tal magnitud para la mayoría de la gente, no se hará la correcta conexión en su mente —en su Centro Intelectual—. Según un antiguo dicho «Dios debe ser justificado». Si no se comprende la creación, es difícil tener una idea cabal de la vida. No podremos ver las dificultades y restricciones que comporta inevitablemente la creación, ni las puertas abiertas, y así alimentaremos secretamente un sentimiento de difícil definición pero negativo por su carácter, capaz de apartarnos de un mayor desarrollo de nuestra comprensión. Es preciso entender las cosas de un modo correcto, y no se lo podrá hacer a menos que se comprendan las condiciones y limitaciones de la creación. La dificultad radica en que la gente, aun cuando se ponga en contacto con la enseñanza esotérica, no le presta atención, o si lo hace, no la comprende o bien, si ve realmente lo que significa, se aferra a ella como uno se agarra de una cuerda. Basta que nos examinemos sinceramente para comprender cuan difícil es trabajar y hasta qué punto estamos dormidos. Sin embargo el verdadero, el más intenso significado del Hombre en la Tierra está en la Octava del Sol en la cual puede crecer internamente y pasar a depender de otras influencias. En nuestro caso debemos someternos a las influencias del Trabajo y obedecerlas. Una vez que la humanidad pierda toda conexión con la Inteligencia del Sol, será inevitablemente destruida, y éste es quizá el mayor peligro hoy en día. Y ocurre lo mismo en la escala individual del hombre. Una vez que pierde contacto con los mejores «Yoes» que existen en él mismo, una vez que pierde toda la fe, todo significado, toda afirmación, toda comprensión profunda, se destruye a sí mismo. Y cuando la vida toma formas malignas el hombre cede fácilmente. Pero si el Trabajo se ha consolidado en su mente de modo que piensa de acuerdo con él para todas las cosas de la vida, nada puede debilitarlo.