Birdlip, 24 de octubre, 1943
Nota acerca de «los fundamentos sobre los cuales
descansa el hombre»

Es sabido que en la literatura esotérica se dicen muchas cosas, y desde luego se incluye en ella los Evangelios, en lo que concierne a los fundamentos sobre los cuales descansa el hombre, y en relación con esta idea es preciso reflexionar sobre lo que nos puede quitar la vida. Todos ustedes han comprendido que si descansan sobre alguien —esto es, si están completamente identificados— en tal caso la base sobre la cual descansan puede serles quitada y serán incapaces de recordarse a sí mismos. O para decirlo más claramente, si uno descansa sobre sus bienes, sobre sus posesiones, sobre su posición, sobre su dinero, su reputación, su pasado, etc., todo esto podrá serle quitado y entonces se sentirá completamente extraviado y quizá sienta que el único camino que le queda es el suicidio —quiero decir, si su base principal son estas cosas que no son usted. Hay una sola cosa que nunca podrá serle quitada y ésta es su comprensión. Si se interesa por el Trabajo, que es la única cosa que puede darle la comprensión en su verdadero sentido, será capaz de soportar la pérdida de muchas cosas personales exteriores. Recuerden la parábola sobre aferrarse de la cuerda. Si encuentra esta cuerda en su camino, acto que en el Trabajo todos debieran realizar, será sostenido por algo muy distinto de la vida y sus vicisitudes. Esto se llama en realidad interesarse por el Trabajo. Otras personas quizá lo defrauden, lo desengañen, etc. La vida exterior suele tomar formas muy desagradables. Algo que está más allá de la vida lo sostiene— es decir, una nueva fuerza. Es menester recordar algunas de las parábolas de los Evangelios que conciernen a los fundamentos sobre los cuales descansa el hombre. Por ejemplo, la parábola en la cual Cristo habla de los fundamentos sobre los cuales un hombre edificó su casa:

Cristo dice: «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina». (Mateo, VII, 24-27).

Luego está la parábola del hombre que guardaba sus bienes en graneros:

Cristo dice: «La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allá guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios». (Lucas, XII, 16-21).

Aquí «Dios» contrasta con «mis».

Recuerdo que una vez G. disertó en Francia sobre lo que puede sernos quitado. Es preciso comprender que si nos fundamos sobre la «Falsa Personalidad», descansamos sobre fundamentos que nos darán constantes disgustos en cuanto a la conservación del equilibrio. G. dijo que se podía comparar el hombre con un departamento de tres habitaciones. Habló un rato acerca de este departamento de tres habitaciones y de todo cuanto estaba en desorden en él y de los útiles que no estaban en su lugar, etc. Luego prosiguió y dijo que un hombre estaba siempre en deuda, era siempre insolvente, siempre expuesto a que lo intimaran, por más dinero que tuviese. Claro está que es preciso comprender que se refería a la insolvencia del Hombre de un modo particular, en efecto, del modo en que se habla tan a menudo del Hombre en algunas de las parábolas como, por ejemplo, en la parábola del siervo —es decir, usted— que debe a su Señor millones de talentos. G. dijo que el alguacil puede entrar en su departamento en cualquier momento y que tiene derecho por «ley» a llevarse todo excepto la «cama» que está en la tercera habitación o habitación interior. Por eso es menester pensar sobre qué se descansa interiormente más. Hay algo que no puede serle quitado. ¿Ha llegado ya a ese lugar? Todo lo demás puede serle quitado por los «alguaciles», que en cualquier momento pueden aparecer y sacar todo cuanto no le pertenece.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskiï Libro 1
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