Birdlip, 18 de mayo, 1942
Charla psicológica
Nos referiremos ahora a la observación de las conexiones entre los centros en la forma de «Yoes». Como saben ustedes, este Trabajo empieza con la observación de sí porque trata de esa cosa invisible llamada «uno mismo» a la que por lo general damos por supuesto y que solo puede ser observado individualmente por cada persona. Lo que es preciso comprender ante todo es que usted no es una sola y misma persona ya sea en diferentes momentos o en este mismo momento. Al practicar por primera vez la observación de sí se le dice de observar los diferentes centros o mentes que trabajan simultáneamente en usted. Tiene pensamientos, emociones y movimientos, si se consideran solo estos tres centros, a saber, el Centro Intelectual, el Centro Emocional y el Centro Motor. Son tres cosas por completo diferentes. Ahora bien, cada persona es una reunión de «Yoes». En usted los diferentes «Yoes» están representados en mayor o menor grado en estos tres centros. Es decir, cada «Yo» está representado en estos tres centros o mentes diferentes, y así aparece de un modo muy diferente en cada centro —de hecho, de un modo tan diferente que se necesita mucho tiempo para descubrir la manera de manifestarse de un «Yo» en estas tres formas—.
Si bien existen otros centros, nos referiremos ahora a los Centros Intelectual, Emocional y Motor. En un hombre cada «Yo» está representado en estos tres centros.
Al tratar de controlar un «Yo» al que se observa, es preciso recordar que es algo que piensa, siente y se mueve —es decir, que cada representación de un centro es diferente—. El control de la máquina humana es por lo tanto difícil porque todo lo que se ha formado en ella psicológicamente —a saber, como un «Yo»— es representado de tres maneras por completo diferentes, que a primera vista no parecen tener conexión alguna. Por ejemplo, usted frunce el ceño. Esto está en el Centro Motor. Pero este fruncimiento del ceño está representado en el Centro Emocional como un sentimiento, y está representado en el Centro Intelectual como un pensamiento o como una grabación fonográfica —es decir, una serie de pensamientos que giran en redondo mecánicamente. La plena observación de un «Yo» finca en observarlo en los tres centros de su origen simultáneamente.
Encontremos ahora un ejemplo de discusión general. Elijamos «Preocupación».
Pregunta:
¿Qué es preocuparse? ¿Dice algo el Trabajo sobre las preocupaciones? ¿Cómo se las puede refrenar?
Respuesta:
La preocupación es una forma de identificación. Literalmente, esta palabra en inglés tiene el sentido de desgarrar y retorcer, o ahogar y estrangular; originalmente se relacionaba con la palabra «retorcer», que aún se emplea en la expresión «retorcerse las manos», una de las señales exteriores de preocupación[2]. Recordarán que cada estado psicológico o interior encuentra su representación exterior por medio del centro motor —es decir, es representado por algunos movimientos musculares o contracciones peculiares—, etc. Habrán observado que un estado de preocupación se refleja a menudo por un fruncimiento del ceño o por retorcerse las manos. Los estados de alegría nunca se representan de este modo. Los estados negativos, los estados de preocupación, o temor, o ansiedad, o depresión, se representan en los músculos por contracciones, flexiones, agachar la cabeza o los hombros, etc. (y también, muchas veces, por debilidad de los músculos), mientras que los estados emocionales opuestos se reflejan en el centro motor por expansión, erección, extensión de los miembros, relajamiento de la tensión, y por lo general por un sentimiento de fuerza. Para reprimir las preocupaciones, la gente que se preocupa y por lo tanto frunce el ceño o la boca, arruga la frente, cierra los puños, deja casi de respirar, etc., debe empezar por relajar los músculos que expresan el estado emocional y liberar la respiración. Según el esoterismo, por lo general el relajamiento tiene tras sí la idea de prevenir los estados negativos. Los estados negativos se producen menos fácilmente cuando una persona está en estado de relajamiento. Por eso se dice tan a menudo que es preciso practicar el relajamiento todos los días, prestando atención a todo el cuerpo y relajando deliberadamente todos los músculos en tensión.
Es difícil controlar directamente el centro emocional, en parte porque trabaja con tanta velocidad, 30 000 veces más rápidamente que la parte formatoria del centro intelectual, de modo que un hombre se preocupa o se vuelve negativo antes de darse cuenta. Pero en el Trabajo se compara a veces el centro emocional con un elefante bribón que no está domeñado y que tiene dos elefantes domeñados a cada lado —a saber, el centro intelectual y el centro motor—. Primero es preciso observar la existencia de uno de los estados emocionales equivocados, los acostumbrados y dañinos estados de preocupación, enojo, etc. Por regla general las personas no se dan cuenta de sus estados porque ellas son sus estados. Después, es preciso usar uno de los elefantes domeñados. A este respecto, consideremos lo que significa usar el centro intelectual. Significa que se debe observar el flujo de los pensamientos mientras se está preocupado. Cierta parte de nuestra voluntad se ejerce sobre el centro intelectual —para que podamos controlar hasta cierto punto el pensamiento—. Si detenemos la parte pensante de la preocupación, si no la acompañamos, si no creemos en ella, si no cedemos a ella, un elefante, por así decir, es llevado junto al incontrolado centro emocional. El otro elefante controlable es el centro motor, sobre el cual se ejerce nuestra voluntad si le prestamos atención. Podemos relajar los músculos. Como saben ustedes, en las instrucciones dadas en el Trabajo sobre el relajamiento, se dice que primero es preciso relajar los pequeños músculos —los pequeños músculos del rostro, los músculos de la expresión, particularmente. Esto incluye a los músculos de los ojos, los músculos en torno de la boca y del mentón, de la lengua y la garganta, los músculos del cráneo y así sucesivamente.
Volvamos a las preocupaciones. La preocupación es debida a un trabajo equivocado de los centros. Es siempre inútil. Es una forma de consideración interior —es decir, de identificación—. Es una mezcla continua de imaginación negativa con unos pocos hechos y produce conexiones incorrectas en los centros. Es una especie de mentira, entre las muchas otras clases de mentira que se producen en nosotros y desordenan los centros. Preocuparse es siempre fácil, pues es un alivio y es, por así decirlo, una forma de justificación de sí. Está muy cerca de la autocompasión y de la violencia. Preocuparse no es pensar. La mente es impulsada a la preocupación, por el estado emocional, y está oscurecida. Prestar atención a algo siempre ayuda, porque al prestar atención nos pone en las partes más conscientes de los centros. Preocuparse es no pensar en los otros. No es consideración externa. Está mezclado con uno mismo y esto demanda largo tiempo para observarlo distintamente. Al aprender a vivir desde el punto de vista del Trabajo, de manera que podamos vivir más conscientemente en la vida o vivir el Trabajo en la vida y no solo la vida sin nada entre nosotros y la vida, la preocupación nos muestra algo sobre nosotros mismos si la observamos objetivamente y por mucho tiempo. Pero es preciso no pensar que lo opuesto a la preocupación es la indiferencia. Pueden y deben sentir «ansiedad» por una persona que está en peligro —una mezcla de esperanza y temor— pero la preocupación es muy diferente, porque en ella entra la imaginación. Se convierte en hábito, así como muchos otros estados negativos, y la gente se imagina a veces que es mejor que los otros por tener preocupación y se sienten meritorias al preocuparse. La gente hasta llega a pensar que es justo preocuparse por todo, por el pasado y el futuro, por sí mismos, por los otros. Esto no es otra cosa que una seria enfermedad negativa, difícil de curar, porque en tanto una persona no es sino una máquina invertida de preocupaciones, se establece toda clase de conexiones equivocadas y todo trabaja de un modo erróneo ya que su único goce es la preocupación. Privarla de ella, si esto fuera posible, sería destruir lo que más le interesa. A este respecto, recordarán uno de los dichos del Trabajo —ante todo les piden hacer una cosa, abandonar su forma peculiar de sufrimiento—. Esto parece fácil. Traten de hacerlo. La razón por la cual es tan difícil es porque para hacerlo hay que destruir todos los sistemas de «Yoes» que están en ustedes y gozan en hacerlos sufrir y a quienes temen como si fueran ustedes mismos.
Volviendo a esta cuestión: ¿Qué es preocuparse? Ya que es una forma de identificación, significa que produce una pérdida continua de fuerza. La gente que se preocupa mucho se agota, sufre un drenaje de fuerza. Si se pudieran observar mientras están preocupados, verían que en realidad se asemeja a desgarrarse, retorcerse y ahogarse dentro de sí mismo, lo cual corresponde a movimientos musculares externos ya descritos. No hay centro de gravedad. No hay dirección alguna, ni ningún propósito claro; todo está en desorden, todo está, por así decirlo, corriendo dentro de uno mismo sin rumbo alguno. Es como si todos los diferentes «Yoes» en uno no supieran qué hacer y se retorcieran las manos y solo dijeran lo que la imaginación negativa, que domina la escena, les sugiere. No digo que sea posible dejar de preocuparse. Se presentan situaciones, en especial hoy en día, en que es casi imposible no hacerlo. Me refiero más bien a la tendencia habitual a preocuparse por todo y a aprovechar cualquier suceso como motivo de preocupación. Formularse claramente lo que uno está por hacer —tener una dirección— ayuda a prevenir este estado de desorden, que es, como se dijo, una forma de consideración interior y no de consideración exterior. La consideración interna es siempre mecánica. La consideración externa es siempre consciente —es ponerse conscientemente en la posición de otra persona— y puesto que esto exige una atención dirigida, lo saca a uno de las preocupaciones. Si observa, verá que las pequeñas formas de preocupación empiezan muy temprano en la mañana. Es una muy buena cosa, que vale la pena hacer, efectuar el trabajo sobre sí en las primeras horas de la mañana, antes, por así decir, de sumergirse en la vida y los deberes. Un poco de trabajo consciente en ese momento, prestando atención al origen de las preocupaciones o de los pensamientos negativos o de la compasión de sí, etcétera, y diciendo no a ellos —elevándose por encima de ellos— no tomándolos como uno mismo —todo este trabajo sobre la no identificación con ciertas máquinas, ciertos «Yoes», puede cambiar el día entero—. Y esto, claro está, pertenece a la idea de saldar las deudas, abandonando todas las cuentas interiores, si es posible. Entonces algo nuevo y fresco empieza el día, y se impide el enmohecimiento de la vida que en realidad es el enmohecimiento de uno mismo que siempre reacciona de la misma manera a todo, que siempre tiene los mismos puntos de vista, que siempre considera a los demás del mismo modo, y así sucesivamente. El Trabajo sobre sí produce resultados maravillosos si se recuerda que se vive la vida en el Trabajo y no la vida sin nada entre uno mismo y ella. El Trabajo finca en transformar nuestras relaciones con la vida. Todas las cosas prácticas que se dicen en él tienen este objeto. Esto es trabajar sobre sí. Es decir, es estar en el Trabajo, en la vida —no en la vida sola—. ¿Cuál es su tarea? ¿Por qué está usted aquí? ¿Qué es lo que tiene que cambiar? ¿Qué es lo que tiene que aprender acerca de sí mismo, esa cosa que da por supuesta, esa cosa que es su aparato para vivir? ¿Su aparato para vivir le da los resultados que desea? Usted mismo, su personalidad, es el aparato que usa para vivir la vida. Conviene que empiece a darse cuenta de que su manera de tomar la vida es su vida —y que puede empezar a trabajar sobre su manera de tomarla— y esto significa trabajar sobre sí mismo y sobre sus reacciones mecánicas a todo lo que sucede. Porque sus reacciones mecánicas a la vida son usted mismo y lo que hace su desdicha y su felicidad en esta cosa llamada usted mismo es el aparato para vivir la vida que usted ha hecho y que fue hecho en usted por miles de causas olvidadas. Ésta es la cosa que ponemos en movimiento todas las mañanas para enfrentarnos con el día. Y ésta es la cosa a que se refiere el Trabajo en todas sus etapas —la cosa sobre la cual puede trabajar y cambiarla. Trate de pensar que no es su vida la que puede cambiar, sino usted mismo en sus reacciones ante la vida. Es ahí donde radica la primera idea de lo que significa el trabajo sobre sí. Una vez que uno comprende esta idea, entonces, sean cuales fueren las condiciones de la vida, tiene en sus manos un poder cuyo valor es inapreciable. Tiene en su poder la perla, ve lo que en realidad significa la vida en la tierra.
Durante mucho tiempo absorbemos toda clase de emociones negativas, nos identificamos con ellas y las tomamos como si fueran nosotros mismos, como si fueran necesarias, verdaderas, y es preciso trabajar sobre ellas una vez que se han formado. Pero llega el momento en que ya no pueden formarse. Ahora bien, no dejar que se produzcan reacciones mecánicas en uno mismo y sentirse libre respecto de ellas, causa un efecto mágico. Observará entonces lo que sucede. Es muy interesante, pero es una cuestión que atañe a su propia experiencia. Quizá entienda que el Trabajo no es una mera tarea insípida. Es liberador por sí mismo mediante un esfuerzo interior peculiar, que se llama el trabajo sobre sí.
En los meses de marzo y abril de 1942 el Dr. Nicoll escribió una serie de artículos sobre los Evangelios.