Birdlip, 21 de mayo, 1942
Comentario psicológico I

Este Trabajo es psicológico. Consiste en hacer un número de esfuerzos psicológicos específicamente definidos para un fin particular. Así como todas las personas tienen un cuerpo así mismo tienen una psicología. El fin que se propone el Trabajo es elevar a una persona por encima de la base psicológica sobre la que descansa. Hablaremos ahora sobre este tema.

Tener un cuerpo es admitido por todos, y dicho cuerpo suele estar en buena o mala condición. El cuerpo es un objeto de los sentidos y, como saben ustedes, nos inclinamos a aceptar solo lo que los sentidos nos muestran como real. Pero también todos tenemos nuestra psicología. Esto no es admitido fácilmente por la gente porque no puede ver o tocar su psicología o la de otra persona por medio de los sentidos exteriores. Además por lo general una persona no admite de buena gana la posesión de una clase definida de psicología. Una clase definida de cuerpo, sí. De psicología, no. Admitirá que su cuerpo pueda estar en mal estado —pero no su psicología—. De resultas de ello ocurre muchas veces en el Trabajo que una persona no sabe dónde o en qué dirección hacer sus esfuerzos. Si el Trabajo consistiese en cierto número de ejercicios físicos, toda la gente sabría en qué dirección es preciso hacer los esfuerzos y si alguien realizara un ejercicio mal, se vería que lo hace mal y se lo corregiría. Entonces una persona se daría cuenta de su progreso por el número de ejercicios físicos que puede ejecutar correctamente, y de este modo sentiría también la satisfacción de superar a los otros. Como ustedes saben, hay escuelas de enseñanza que solo se ocupan del cuerpo. Son las escuelas que pertenecen al Primer Camino —el Camino del Hombre Número 1—. Tienen como fin el control del cuerpo por el desarrollo de la voluntad sobre el cuerpo. El Faquir que se queda con los brazos extendidos por años y años es un ejemplo. Desarrolla la Voluntad para dominar el cuerpo. Pero esto por sí solo es inútil. En algunos casos esa persona puede entrar en una escuela donde imparten otra clase de enseñanza, le rompen los brazos si es posible y le enseñan a desarrollarse psicológicamente. Posee la voluntad capaz de dominar el cuerpo, pero carece de comprensión, y la voluntad sin comprensión es inútil y aún peor que inútil. Y tal hombre, por completo ignorante y estúpido, puede «cristalizar» por sus increíbles esfuerzos —es decir, nada puede ser cambiado en él y seguirá siendo permanentemente ignorante y estúpido, aunque sea aceptado o no por otra escuela—. Pero estos ejemplos nos muestran una cosa. Nos muestran hasta qué punto el esfuerzo sobre sí es posible para los orientales y nos ayudan a comprender por qué la enseñanza esotérica siempre vino del Éste. Ahora bien, la enseñanza que tratamos de comprender aquí no pertenece al Primer Camino, el Camino del Faquir, ni al Segundo Camino, que es el Camino del Monje, ni al Tercer Camino o Camino del Yogui. Se llama el Cuarto Camino, y mencionaré luego una de las grandes características del Cuarto Camino, pero antes diré que uno de sus objetos generales es el de unir la Sabiduría del Éste con la Ciencia del Oeste. Pero su punto de partida individual es psicológico, no físico, y como dije, tiene como fin elevar a una persona por encima de la base psicológica sobre la cual descansa. Es decir, su propósito es cambiar a una persona, no físicamente, sino psicológicamente. Los esfuerzos que ello exige en el trabajo personal no son, en primer lugar, esfuerzos físicos, si bien estos también ocupan su lugar en el trabajo, sino esfuerzos psicológicos, el primero de los cuales es la observación de sí. Observarse a sí mismo es, un esfuerzo psicológico, y es solo por la observación de sí como se llega a percibir que se posee una psicología. Todos ustedes saben que éste no es un esfuerzo fácil de hacer. Es mucho más difícil que hacer un esfuerzo físico, efectuar algunos ejercicios, limpiar cacerolas y sartenes, mezclar cemento, escribir a máquina, o en verdad hacer cualquier cosa que se relacione con el mundo visible exterior, que está en el espacio, y con el cual debemos entrar primero en relaciones. Pero es preciso recordar que cada uno de nosotros vive en dos mundos, uno exterior y visible y que está en el espacio y el otro interior e invisible, que no está en el espacio. Nuestros cuerpos están en el espacio pero nuestra psicología no lo está. Pero, a diferencia de los animales, estamos hechos de tal modo que podemos contemplar tanto el mundo visible exterior que está en el espacio y donde están nuestros cuerpos, como el mundo invisible interior donde está nuestra psicología. Y del mismo modo que siempre estamos en algún lugar del mundo exterior, también estamos siempre en algún lugar del mundo interior. Ahora bien, en el Trabajo se piensa que así como es posible cambiar nuestra posición en el mundo exterior mediante el esfuerzo físico, así también podemos cambiar nuestra posición en el mundo interior mediante el esfuerzo psicológico. Y del mismo modo que un hombre puede estar en un mejor o peor lugar en el mundo exterior, así también puede estar en un mejor o peor lugar en el mundo interior. Pero como es difícil examinar el mundo interior y ver dónde se está en él, la gente se deja, por así decir, estar en cualquier lugar dentro de sí, aunque nunca se les ocurriría dejarse estar en cualquier lugar en el mundo exterior.

Intentaremos concebir ahora cuál es el significado de tener cada uno de nosotros una psicología y la necesidad de observarla. Nuestra psicología es, desde un punto de vista, el lugar donde estamos y lo que frecuentamos en el mundo interior. Del mismo modo que vivimos en algún lugar y tendemos a frecuentar ciertos lugares en el mundo exterior, también vivimos y tendemos a frecuentar ciertos lugares en el mundo interior. La diferencia estriba en que en el mundo interior no nos ocupamos de lugares en el espacio, sino de estados psicológicos. Ahora bien, así como nuestro cuerpo nos pone en contacto con un lugar físico, asimismo nuestra psicología nos pone en contacto con un estado psicológico. En todo momento nos hallamos en algún lugar físicamente y en algún lugar psicológicamente. La observación exterior nos muestra dónde nos encontramos físicamente; la observación interior —es decir, la observación de sí— nos muestra dónde nos hallamos psicológicamente. Estar psicológicamente en un mal estado es como si se estuviera en un rincón oscuro de una habitación, sentado allí, sombrío y triste, cuando se podría cambiar fácilmente de posición y estar en la luz. Ahora bien, en el Trabajo la práctica de la observación de sí nos induce a percibir en todo momento dónde nos hallamos psicológicamente y de este modo a cambiar de posición. Conduce a la percepción de sí que pertenece al tercer estado de conciencia, al estado donde la ayuda puede llegarnos. Donde estamos psicológicamente en cualquier momento es lo que somos en ese momento, a menos de percibir y separarnos internamente de dicho momento. Si nos identificamos con todos nuestros estados interiores, con nuestras emociones negativas y pensamientos tenebrosos tal como hace la gente en la vida cuando está completamente dormida, entonces donde estamos psicológicamente será lo que somos en ese momento. Seremos nuestro estado en ese momento. Ahora bien, la observación de sí no es un ejercicio monótono que es preciso hacer porque así nos ordenaron. Es un acto de inteligencia práctica. Tan prácticamente inteligente como darse cuenta a dónde se va cuando se está manejando un coche. Si uno no observa nada en sí mismo, no solo no evitará nada en sí mismo y así repetirá su vida día tras día y siempre se encontrará en los mismos estados, sino que pensará que sus estados interiores son normales y naturales y los únicos posibles y los dará por supuestos. Solo esperará que la vida cambie, no usted mismo. De este modo, se negará a creer en absoluto que tiene una psicología, en todos los sentidos de la palabra, aunque admita tener un cuerpo, que posee sus propias peculiaridades. Sabe que este Trabajo es una enseñanza sobre la vida —cómo ocurre ésta— en qué punto oscuro del Universo vivimos, etc. No obstante, supongo que todos ustedes creen que lo que está sucediendo ahora es algo excepcional.

No hay nada más útil o más interesante que hacer alto repentinamente y observar dónde se está interiormente y a dónde se va. Si lo hace, empezará a ver qué clase de psicología es la suya y cuáles son las tendencias que le pertenecen y qué es lo que las mantiene en relación con usted. Empezará a darse cuenta de lo que está siempre dispuesto a hacer interiormente. Cuando llegue a ver todo esto no como usted mismo —no como «Yo»— sino como su psicología, podrá empezar a apartarse de ella y de este modo cambiarla. Pero si usted no admite en absoluto que tiene una psicología y llama «Yo» a todos los estados a que ésta lo lleva, no irá a ninguna parte.

Cambiemos un poco este punto de vista. Imaginemos una conversación del siguiente tenor. Supongamos que alguien en el Trabajo le dice: «Me es difícil observarme a mí mismo y no veo muy bien en qué sentido tengo una psicología». Le contesta usted: «Bien, usted le tiene antipatía a X, ¿no es cierto? Replica: Sí, por supuesto. Es un hombre muy injusto». Usted le dice: «Algunas personas le tienen simpatía». Contesta: «No puedo impedirlo. Le tengo antipatía». Usted le dice: «Bien, esto es una parte de su psicología, algo que tiene que ver con sus antipatías mecánicas». Contesta: «No estoy de acuerdo con usted. X no me gusta y con esto todo está dicho. No tiene nada que ver con mi psicología. Es un hecho». Le dice: «Bien, hablando francamente, algunas personas opinan que usted es injusto». Contesta: «Pero esto es absurdo. Si hay alguna cosa de la que tengo absoluta certeza es de que siempre soy justo. Y siempre lo he sido». Le dice: «Al fin y al cabo, quizá haya algo aquí que es preciso observar». Contesta: «No veo que haya nada que observar. Todo es claro como la luz del día para mí. Y creo que usted es muy injusto al insinuar que yo soy injusto. En efecto, para decirle la verdad, me parece que usted es muchas veces injusto». Le dice: «No soy injusto. Es una cosa que no soy ni nunca desearía ser. En efecto, la gente me dice a menudo que soy muy justo. Veo que usted no me comprende». Contesta: «Y veo que usted tampoco me comprende». En este punto es preferible poner fin a la conversación imaginaria. ¿Creen ustedes que no hay «psicología» aquí? Las dos personas imaginarias se indignan y ninguna de ellas al parecer se da cuenta de que una psicología personal se introduce en la situación que ha surgido entre ellas y que es su causa. Ninguna de ellas observa que se ha hecho una imagen de sí a la que quiere y cree justa. Ninguna de ellas se da cuenta de que habla según una falsa personalidad y ninguna de ellas ve que está mintiendo. Observemos una cosa en este punto: cuando sabemos que una cosa es cierta acerca de nosotros mismos, y la reconocemos internamente, las acusaciones nunca nos indignan. Tal vez nos entristezcan. La indignación deriva sobre todo de la falsa personalidad, del «Yo» imaginario y de las imágenes que nos hacemos de nosotros mismos, me refiero a la indignación que se siente por uno mismo y a la forma en que lo trata la gente y a lo que ella le dice. Esta situación es causada porque nos atribuimos lo que no tenemos, nos imaginamos lo que en realidad no somos. Y a este respecto el hecho de que seamos sensibles a cualquier clase de crítica o de censura ¿no es acaso una clara evidencia de que se tiene una psicología además de nuestro cuerpo físico? ¿Y esta psicología invisible no es acaso más real y el origen de mucho más sufrimiento que nuestro cuerpo visible, salvo cuando éste padece un intenso dolor?

Examinemos ahora lo que resulta de esta conversación característica que hemos imaginado. Las dos personas que toman parte en ella se indignan al ser llamadas injustas. De hecho, reaccionaron del mismo modo que lo hubiéramos hecho nosotros. Hemos supuesto que están en el Trabajo, y que las dos son negativas. ¿Qué sucederá psicológicamente? Las dos empezarán a justificarse a sí mismas. Como ustedes saben, uno de los esfuerzos específicos que nos enseñan en nuestro trabajo personal es el de ir en contra de la justificación de sí. La justificación de sí es un proceso complicado y muy interesante de mentira interior y exterior por el cual creemos tener razón. Pertenece a nuestro nivel psicológico —a nuestro nivel de ser— y es una de las cosas que nos mantienen en este nivel. Las emociones negativas, la justificación de sí, la identificación, y todas las grandes cosas centrales enseñadas en el Trabajo en relación con el esfuerzo práctico sobre sí son las cosas que nos mantienen donde estamos. Nos mantienen en la base psicológica sobre la cual descansamos. Impiden cualquier cambio, cualquier evolución de nosotros mismos. Es por eso por lo cual se las menciona y define especialmente como las cosas contra las cuales es preciso luchar y combatir. Es preciso no creer que la justificación de sí es equivocada solo porque el Trabajo lo dice así. No es equivocada en un sentido moral, pero es inútil en el trabajo sobre sí, del mismo modo que es inútil mezclar pan con cemento. Se necesita, en verdad, bastante tiempo antes de llegar a ver por nosotros mismos por qué el Trabajo menciona ciertas cosas especiales contra las cuales es preciso esforzarse. Pero si dice: «No debo justificarme a mí mismo porque el Trabajo dice que no debo hacerlo», tampoco conseguirá nada, porque no habrá nada desde sí mismo, desde su comprensión, y trabajar desde la propia comprensión es una de las grandes características del Cuarto Camino. Al ver claramente desde la propia observación de sí que la autojustificación lo mantiene donde está y es un proceso cuya finalidad es ésta, de modo que siempre tiene razón, a expensas de cualquier cambio o evolución de sí, y si al mismo tiempo tiene el propósito de cambiar, su poder para detenerlo será mucho mayor, porque entonces usted lo comprenderá y deseará hacerlo desde su propia comprensión. Al hacerlo, se dará cuenta del bien que logra para si. Entonces le será posible empezar a hacer un esfuerzo correcto. Porque si siempre tiene razón, nunca se equivocará, y al no equivocarse nunca, nunca cambiará. Sentir que se tiene siempre razón es cerrar el camino que lleva a cualquier cambio de sí.

Imaginemos ahora que dos personas imaginarias permiten que el proceso mecánico de la justificación de sí prosiga sin ser obstaculizado y que no lo observan mientras obra en ellas, sino que ambas están por completo identificadas con él, por completo ocupadas en él, de hecho, les gusta y lo gozan plenamente, sin discernir nada en sí mismas. Empezarán a edificar lo que cabe llamar sistemas negativos en sí mismas, una contra la otra. Una vez que este proceso se inicia entre dos personas es muy difícil lograr que las cosas se arreglen. Solo recordarán las cosas desagradables de cada cual, porque cuando una persona se siente negativa hacia otra, su memoria, obrando por asociación, solo recuerda las cosas desagradables, de las cuales la actividad de la autojustificación hace rápido uso. Y así proseguirá, del mismo modo que lo hace en la vida, sin obstáculo alguno desde el interior, pero obstaculizada por cosas exteriores tales como el temor a la ley, el temor a la difamación o la calumnia, el temor a perder la reputación o a hacer el ridículo, etc., en suma, por las restricciones externas que controlan a la gente y que, si se suprimen, la convertirían en otra clase muy distinta de gente. Es sabido lo que sucede en la guerra. Se conoce muy bien en qué se puede convertir la gente cuando las restricciones externas son suprimidas.

Supongamos ahora que esas dos personas imaginarias ya han logrado que el Trabajo desarrolle en ellas algunos rechazos y restricciones interiores y que cada una de ellas en cierto momento, recobra, por así decirlo, el sentido. Quiero decir, despierta un poco, se vuelve más consciente, y pasa a los «Yoes» del Trabajo y empieza a observarse a sí misma según el sentimiento del Trabajo y sus influencias, que son muy diferente de las influencias de la vida. Observa que se está justificando a sí misma. Se da cuenta de que solo recuerda las cosas desagradables de la otra persona y ninguna cosa agradable lo que, en todo caso, es injusto. Piensa en lo que se dijo de ella y en lo que ella dijo. Busca en la memoria especial que la consciente observación de sí le ha formado, ejemplos de haber sido injusta en el pasado y encuentra varios que no había observado. De pronto toda su indignación la abandona. Ya no defiende más la falsa idea que tiene de sí misma. Ve la verdad, a menudo ella es injusta. Ahora bien, la justificación de sí no puede obrar en presencia de la verdad una vez que ésta se reconoce. Es el proceso de la mentira el que mantiene en nosotros viva y en perfectas condiciones la gran mentira central, es decir, la falsa personalidad. Supongamos ahora que esas dos personas se encuentran al día siguiente. Se darán cuenta instantáneamente de que cada una de ellas trabajó sobre sí, sin decir una palabra a la otra, y todo habrá terminado. Ya no están más en el pasado. Está concluido. Ambas están libres.

Todo lo que hemos dicho se refiere a la psicología y al trabajo psicológico sobre sí desde el punto de vista de esta enseñanza y de su método psicológico en la forma en que se aplica a uno mismo.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskiï Libro 1
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