Birdlip Gloucestershire, 27 de marzo de 1941
The Knapp

Estimado Bush:

Me interesó mucho tener su informe de la reunión del 20 de marzo. Creo que sería preferible que yo le escribiese sobre la base de las cuestiones acerca de las cuales me informó y de las notas personales que usted escribió.

En primer lugar lo que ha de comprenderse es que en esta tierra el hombre está en una situación muy extraña. Cuando oí por primera vez esta idea acerca del hombre me impresionó muchísimo. Por lo común, claro está, nos imaginamos que el hombre puede crecer y desarrollarse en una forma a la que podríamos llamar naturalmente normal, simplemente por la educación, el ejemplo y así en lo sucesivo. Empero, si contemplamos la historia, vemos que el hombre no se ha desarrollado realmente, y en particular si contemplamos el presente no podemos jactarnos de que el hombre haya alcanzado una etapa más adelantada de desarrollo. Basta mirar un instante los horrores que la humanidad se impone a sí misma en la actualidad. Sin embargo, la gente está propensa a imaginarse que el tiempo significa progreso y que todo se vuelve cada vez mejor a medida que el tiempo pasa. Y por regla general la gente toma las contradicciones obvias como si fueran excepcionales. Es decir, la gente siempre se inclina a creer que lo que son circunstancias de vida comunes y siempre presentes, en un mal sentido, son en realidad excepcionales. Estará usted de acuerdo conmigo en que la gente considera habitualmente la guerra como algo excepcional. Empero, debe admitirse que si toma cualquier libro de historia verá que trata sobre todo de guerras, y con la guerra, de intrigas, de gente que busca el poder y así sucesivamente. En realidad, a menos de tener la fuerza de ánimo que nos permita ver qué es la vida ordinaria en este planeta, permaneceremos en la imaginación, o en la ilusión, si usted prefiere esta palabra. Como ha de saber, en este sistema de trabajo, entre los muchos dichos que poseen gran densidad de significación —a saber, que demandan mucho tiempo para comprenderlos— hay uno que dice que «el nivel de ser de un hombre atrae su vida». Este dicho se aplica a la humanidad en general es decir, el nivel general de humanidad con respecto a su ser atrae la forma de vida que experimenta. Es inútil pensar que las guerras y los horrores y las revoluciones, etc., son excepcionales. Lo que es responsable es el nivel de ser de la gente. Pero nadie está dispuesto a admitirlo y cada vez que la guerra tiene lugar, como dije, la gente lo toma como algo excepcional, y hasta habla acerca de un futuro libre de guerras, tan pronto como la guerra en curso ha concluido. Podemos ver que el mismo proceso sucede ahora. La historia se repite porque el hombre permanece en el mismo nivel de ser —a saber, atrae una y otra vez las mismas circunstancias, siente las mismas cosas, dice las mismas cosas, espera las mismas cosas, cree en las mismas cosas. Y empero nada cambia en realidad. Todos los artículos que fueron escritos en la última guerra son exactamente iguales a los artículos escritos en esta guerra, y lo serán para siempre jamás. Pero lo que nos atañe, más es que la misma idea se aplica a nosotros, a cada persona individual. Mientras no se produzca un cambio en el nivel de ser, la historia personal de un hombre seguirá siendo la misma. Todas las cosas se repiten en su propia vida: dice las mismas cosas, hace las mismas cosas, lamenta las mismas cosas, comete las mismas cosas. Y todo ello pertenece a la inmensamente profunda idea de que el nivel de ser atrae su vida.

Ocupémonos de algunas de las principales ideas que plantean la cuestión de cómo le es posible cambiar de ser a un hombre. Toda esta obra se refiere a un cambio de ser —es decir, un cambio del nivel de ser en el que el hombre está naturalmente— en la vida ordinaria. Lo que primero se ha de comprender aquí es que cada uno de nosotros está en cierto nivel de ser. Con respecto a esto es preciso visualizar una dirección vertical o una escalera que se extiende por así decir de abajo arriba y que tiene muchos escalones. La gente —nosotros todos— está en uno o en otro de los escalones de esta escalera que se extiende verticalmente por debajo y por encima de nosotros. Esta escalera es muy diferente del tiempo —a saber, del pasado, presente y futuro que podemos imaginar como una línea horizontal. Con el fin de aclarar el significado de mis palabras, me gustaría preguntarle cómo se imagina el tiempo— es decir, el paso del tiempo del pasado al presente y al futuro. Por lo general, la clase de esperanza mecánica que la gente alimenta se relaciona con la idea de tiempo que fluye hacia el futuro donde las cosas serán mejores, o donde ellos serán mejores y así sucesivamente. Pero esa escalera de la que estamos hablando y que se refiere a los diferentes niveles de ser no tiene nada que ver con el tiempo lineal. Un nivel más alto de ser está inmediatamente por encima de todos nosotros en este mismo instante. No está en el futuro del tiempo sino en nosotros mismos en este momento mismo, ahora. Todo el trabajo sobre sí, todo el trabajo personal que trata de la represión de las emociones negativas, del recuerdo de sí, de la no identificación con las penas y molestias, de no rendir cuentas, etc., tiene que ver con cierta acción que puede tener lugar en uno mismo en este momento —ahora— si tratamos de ser más conscientes y recordamos qué es lo que estamos intentando hacer en este trabajo. Es decir, el trabajo se ocupa de cierta transformación del instante, del momento, del presente, a través de la acción del trabajo mismo. Por ejemplo, un hombre que se encuentra desesperado, si se detiene un instante, si observa la situación y trata de recordarse a sí mismo, o de darse cualquier otra clase de choque consciente, tal como el de comprender el sentido de su actitud es decir, en otras palabras, si trata de «transformarse», de transformar su reacción mecánica a las circunstancias que lo rodean en ese momento ve con sorpresa que de repente todo ha cambiado, su estado de ánimo depresivo desaparece, y se encuentra en una nueva atmósfera en la cual se pregunta cómo pudo haber estado en su estado anterior. Esto representa un cambio momentáneo en el nivel de ser porque no existe un nivel de ser exacto, sino un promedio general de nivel en el cual hay grados más altos y más bajos. Pero aquí estamos hablando de la aplicación del trabajo al cambio en lo que concierne al nivel de ser. Estamos hablando acerca de lo que podría llamarse la tercera etapa de un hombre y ahora explicaré qué quiero decir con ello.

Como se dijo, un hombre nace como esencia y esto constituye su verdadera parte, la parte desde la cual puede realmente crecer y desarrollarse. Pero esta parte solo puede crecer de una manera muy reducida. No tiene la fuerza de crecer más por si misma después de la edad de tres o cuatro o cinco años. Llamémoslo la primera etapa de un hombre. Es decir, que esta primera etapa es pura esencia capaz de crecer por sí misma hasta cierto nivel, pero que no tarda en alcanzar un punto más allá del cual no puede crecer más. He observado en algunas de las preguntas que me hace usted en su carta que este punto acerca del hombre no ha sido comprendido, por eso voy a repetirlo otra vez. Como dije, este sistema enseña que la esencia en el hombre solo puede crecer muy poco por sí misma. Es preciso que entienda lo que quiero decir. La gente piensa naturalmente que el crecimiento y el desarrollo es algo continuo o que habría de serlo, pero la notable idea enseñada por este sistema nos dice que no ocurre así. La esencia del hombre solo puede crecer por sí misma sin ayuda en pequeñísimo grado, y en este caso el hombre no es sino un niñito. Con el fin de que crezca más, algo debe suceder. Algo debe formarse en torno de la esencia y esto es llamado personalidad. La esencia debe estar rodeada por algo que es en realidad ajeno a ella, algo que se adquiere de la vida, que entra a través de los sentidos. Un niñito debe dejar de ser él mismo y llegar a ser algo diferente de sí mismo. Como ya le dije, el centro de gravedad de sí empieza a pasar de la esencia a la personalidad. Aprende toda clase de cosas, imita toda clase de cosas, y así prosigue. Esta formación de la personalidad que es necesaria para el desarrollo de la esencia puede llamarse segunda etapa del hombre. Pero, es preciso comprender claramente lo que se quiere decir aquí. El futuro desarrollo de la esencia depende de la formación que se produzca a su alrededor. Si se forma una personalidad muy pobre, una personalidad muy débil, no es suficiente para ayudar a un nuevo crecimiento de esencia que mencionaremos cuando lleguemos a la tercera etapa. En la segunda etapa, tiene lugar la formación de la personalidad, y, como dijimos, cuanto más rica sea tanto mejor. Pero he observado que algunos de ustedes no han entendido el significado de lo que se ha dicho aquí. La razón por la cual no han comprendido lo que se dijo aquí es porque no ven la extraordinaria situación en que se encuentra el hombre —a saber—, que el hombre no puede crecer continuamente desde la esencia porque la esencia es demasiado débil para crecer por sí misma. El próximo crecimiento de esencia depende ante todo de la formación de personalidad y cuanto más rica es la personalidad mejor será eventualmente el crecimiento de la esencia, pero, hablando en términos generales, la formación de la personalidad es por entero suficiente para los propósitos de la vida. Un hombre se encuentra en una buena posición, frente a la vida, mediante la formación de una rica personalidad. Pero este trabajo, esta enseñanza, se refieren a una nueva etapa del hombre, y esta etapa la llamaré la tercera etapa.

Ha de comprender usted que este trabajo no se refiere realmente a la vida; se refiere a algo diferente que el hombre puede intentar prescindiendo de su posición actual, ya sea un político triunfante, un famoso científico, o un respetable carnicero o panadero o fabricante de candelas. Este trabajo empieza desde el hombre que ha desarrollado la personalidad y puede habérselas con la vida a su propia manera, en una forma bastante razonable. Es decir, empieza desde el nivel de un buen dueño de casa, lo cual pertenece a la segunda etapa del desarrollo del hombre. Esta tercera etapa se ocupa de todo lo tocante a un posible nuevo desarrollo de esencia y es por eso que tantas cosas aparentemente paradójicas o al menos extrañas se dicen en los Evangelios, tales como las que están contenidas en el Sermón de la Montaña, acerca del hombre. Todas ellas se refieren a dejar que la esencia crezca a expensas de la personalidad y ésta es la única manera en que la esencia, que es demasiado débil por sí misma para crecer, puede seguir desarrollándose. En este sentido, la personalidad, que se forma en torno de la esencia, llega a ser eventualmente —si se penetra en esta tercera etapa— la fuente misma desde la cual la esencia puede crecer aún más. Supongamos que por un individuo la personalidad está ricamente desarrollada. Es, entonces, un hombre rico, en el sentido dado por los Evangelios. Conoce todo, es una persona importante. Pero lo que hay de pobre en él es su esencia. No es aún un hombre cabal. Lo que hace, lo hace para lograr mérito, o por temor a la pérdida de honor o reputación, pero no hace nada por sí mismo, nada por amor a lo que está haciendo, prescindiendo de los elogios, la autoridad, la posición, la popularidad o cualquier otro beneficio a los ojos del mundo. Supongamos que este hombre sienta, de alguna manera, como el Hijo Pródigo que no come otra cosa que cáscaras. Quiero decir sencillamente que se siente muy vacío a pesar de todas sus «riquezas». Tiene una hermosa casa, o joyas, un hombre muy conocido, de algún modo obtuvo lo mejor de todos los demás, y sin embargo se siente vacío. Tal hombre se está aproximando a la posible tercera etapa de desarrollo Ha llegado ahora a una posición en la cual su esencia, su parte verdadera, puede crecer, y así reemplazar el sentimiento de vacío por un sentimiento de significación. Pero con el fin de que se realice en el hombre este nuevo desarrollo debe empezar, por así decirlo, por sacrificar su personalidad y marchar en dirección opuesta a la que siguió hasta ahora. En otras palabras, debe tener lugar en él una especie de inversión, lo que está muy bien expresado en la Parábola del Hijo Pródigo, y a menos que comprenda que esta tercera etapa es posible y lleva al hombre a un verdadero desarrollo, nunca comprenderemos qué dicen los Evangelios o a qué se refiere este sistema.

El otro día, en una reunión, se leyeron las siguientes líneas: «Tomemos el Sermón de la Montaña y tratemos de comprender cuál es su significado. Como hemos dicho, en la última charla, la “religión” considerada como las ideas psicológicas enseñadas por Cristo acerca de la evolución individual del hombre y su transformación de un “nuevo hombre” se ocupa del desarrollo de la esencia después de haber sido formada la personalidad. Un hombre en quien se formó una rica personalidad por la experiencia, la educación y los intereses, es un “hombre rico” en personalidad. Pero la esencia sigue siendo pobre. Para que pueda desarrollarse, la personalidad debe llegar a ser pasiva». Esto no ha sido bien entendido, pero es muy importante que cada cual llegue a comprender en el trabajo qué significa este parágrafo. Significa que la religión en su verdadero sentido —y solo conocemos el Cristianismo— se refiere a la tercera etapa del hombre, a hacer la personalidad pasiva para que la esencia pueda crecer. He de repetir otra vez que el significado más profundo de los Evangelios no tiene nada que ver con la vida. Su enseñanza se inicia en un punto donde la personalidad ya ha sido formada en el hombre y se refiere a la posibilidad de esa tercera etapa de desarrollo. Ante todo la acción de la vida desarrolla la personalidad en el hombre. Este trabajo es a veces llamado una segunda educación. Está destinada a aquéllos que buscan una segunda educación. La primera educación es la educación que la vida nos da; y ésta es absolutamente necesaria. Cuanto mayor es la educación que una persona recibió de la vida, más aprende, más inteligente es, más experiencia posee, más conoce a la gente, los asuntos y la manera de comportarse, sabe expresarse mejor y es más capaz de aprovechar los diferentes aspectos de la vida. Ésta es la primera educación. Ésta forma la personalidad. Hemos dicho antes que el hombre consiste de diferentes centros y que cada uno de dichos centros tiene diferentes partes; esos centros y sus partes deben estar bien provistos y cuanto mejor provistos están, tanto mejor para él. Pero se llega a un punto en el desarrollo de un hombre, como hemos dicho antes en que éste se siente vacío, y es en esta etapa en la que la enseñanza de los Evangelios y todo este trabajo tienen cabida. No sé si entre ustedes hay alguien que haya pensado profundamente sobre este tema. Pero, posiblemente, algunos de ustedes que han cumplido con su deber en la vida se preguntaron muchas veces qué están haciendo realmente, qué significa todo esto. Por el momento, hablando de persona a persona, me gustaría hacerles esta pregunta: ¿Creen ustedes que la vida y las significaciones que nos ofrece son suficientes y sienten que de algún modo la vida no les ha concedido todo cuanto esperaban? No estoy diciendo que la vida carece de sentido; obviamente tiene sentido. ¿Pero alguno de ustedes no ha llegado al punto de sentir cierta falta de significación hasta en los intereses que tiene y trata de mantener? Lo digo porque si la vida tuviera para nosotros pleno significado, no habría entonces razón alguna, de hecho, sentido alguno, en lo que dicen los Evangelios o en lo que dice este sistema. Si usted se contenta con el sentido que le brinda la vida, si está plenamente satisfecho, entonces no hay razón alguna en tratar de comprender lo que enseña este sistema, y, permítame agregar, no hay razón alguna en tratar de comprender qué significa realmente la enseñanza de Cristo. Ahora bien, si el hombre no fuera otra cosa que una personalidad bien formada y ésta fuera su fin, cabe muy bien creer en todas las doctrinas de humanitarismo y en otras ideas científicas que nos dicen que el hombre no es sino una criatura vuelta hacia la vida exterior y que tiene que adaptarse tan inteligentemente como le sea posible a ella. Pero si ha seguido lo que se ha dicho en esta carta acerca de la idea del hombre en este sistema, verá que el desarrollo de la personalidad es meramente una etapa, pero una etapa absolutamente necesaria, hacia un nuevo estado de ser. Es directamente comparable a la formación de una masa de alimento en torno de una semilla, como en el caso de una nuez. La nuez tiene una parte esencial —a saber, la misma semilla que puede crecer— pero no puede crecer mientras no esté rodeada por una masa de material nutricio, de igual modo que un huevo tiene una semilla rodeada por una masa de yema, y así sucesivamente. Tomemos el último ejemplo: ¿Cómo puede el pollo crecer a menos que tenga todas las sustancias que lo rodean para alimentarse? Y recuerde que crece dentro de la cáscara del huevo y finalmente emerge un pollo completo y este pollo completo se ha hecho de todas las sustancias que este germen viviente ha atacado y comido. Ahora bien, el destino de una bellota es una cosa, pero el destino de un roble es una cosa diferente, y, como se dijo, el hombre rodeado por la personalidad se asemeja a una bellota y sufre, por así decirlo, el mismo destino que la bellota, a menos que empiece a crecer, y el crecimiento en el hombre corresponde a lo que llamamos la tercera etapa después que la personalidad se ha formado en torno de la esencia. Si tomamos al hombre en esta segunda etapa donde la esencia está rodeada por la personalidad se asemeja a una bellota, quizás una bellota más grande o más pequeña, pero nada más que una bellota. Quizá sea muy importante; ha aprendido muchas cosas; siente que conoce; está, en suma, lleno de personalidad, y éste es su nivel, y en este nivel sufre, en realidad no un destino humano apropiado, sino el destino de un organismo no desarrollado, el destino de una persona que no ha llegado a su pleno crecimiento, de igual modo que una bellota no es un árbol que ha llegado a su pleno crecimiento. Y a menos que comprendamos muy claramente esta tercera etapa, es decir, el desarrollo de una bellota en árbol por su esencia viviente o la semilla que se alimenta de las sustancias que se han formado a su alrededor nunca comprenderemos, como lo dije antes, a qué se refiere este trabajo, ni tampoco comprenderemos a qué se refieren los Evangelios. Ya ha oído usted hablar de que el hombre es un organismo que se desarrolla a sí mismo y que fue creado como tal. Pero ahora comprenderá que este desarrollo no es continuo. Debe ser interrumpido por la formación de la personalidad. Me alegraría mucho si todos comprendieran verdaderamente esta cuestión de la esencia y la personalidad. Luego, hablaremos en forma más detallada acerca del significado de desarrollar la esencia a expensas de la personalidad, pero ya conocen algunos puntos sobre ese desarrollo. Permítame preguntarle una vez más antes que termine esta carta: ¿ha pensado alguno de ustedes qué significa el Sermón de la Montaña? ¿Acaso lo confunden con la segunda etapa del desarrollo del hombre o han llegado ya a una mejor valoración? ¿No han comprendido que el Sermón de la Montaña, cuando habla de la humildad, etc., no tiene nada que ver con la vida ordinaria sino que se aplica a la tercera etapa de un hombre que ha llegado al punto de sentirse vacío, puesto que la personalidad no lo satisface y desea encontrar un nuevo sentido a su propia existencia? Trataré de escribirle luego en una forma más detallada.

Espero que comprenda usted lo que, al comienzo de esta carta, llamé la extraordinaria situación del hombre en la tierra en lo que concierne a su desarrollo. El hombre ha nacido con esencia y ésta es la verdad y es el germen viviente en él, pero solo puede desarrollarse por sí misma en pequeñísimo grado. La personalidad se forma entonces en torno de la esencia y la esencia no tiene oportunidad de crecer más a menos que esta personalidad se forme en torno de la esencia. Pero si un hombre permanece en ese estado al que hemos llamado la segunda etapa, no es aún un hombre y es comparable a la bellota o a una semilla que ha formado en torno de sí el alimento para su eventual desarrollo. La tercera etapa de un hombre es aquélla en que hace a su personalidad pasiva de modo que la esencia en él pueda crecer. Y, por así decirlo, en consecuencia hay tres formas de enseñanza que un hombre puede encontrar. Como esencia, en la primera niñez, oye sencillas ideas de su madre, y después veremos la importancia de esas sencillas ideas. Luego entra en la vida y se entera de las opiniones del período del mundo en que le tocó nacer. Ésta es la segunda etapa; en esta etapa absorbe sistemas de memoria, cursos de correspondencia, pasa exámenes, y así continúa. La personalidad se está formando. Pero existe en este mundo una clase de enseñanza muy extraña, de la cual los Evangelios son un claro ejemplo. ¿Cuál es el lugar que ocupa? ¿A qué se refiere? Pertenece a la tercera etapa del desarrollo de un hombre, al nuevo crecimiento de la esencia que ahora tiene lugar a expensas de la personalidad. A menos que lo comprendamos, no podremos comprender ni este sistema ni los Evangelios. Pertenece a esta tercera etapa que fue definida por Cristo cuando dice al hombre rico: «Anda, vende todo lo que tienes, y dadlo a los pobres». Y es preciso recordar que el «pobre» en nosotros es el pobre desarrollo de la esencia y que el «hombre rico» es la personalidad. Si ha comprendido usted algo de todo cuanto significa esto estará en una mejor posición para comprender lo que le diga sobre el significado de la falsa personalidad y será capaz de comprender lo que significa el intento de ir en contra de la falsa personalidad.

Y ahora deseo agregar unas cuantas palabras más, aún a riesgo de que piense que me estoy repitiendo demasiado. ¿Empieza usted a comprender realmente algunas de las implicaciones de esta idea sobre la esencia y la personalidad? ¿Empieza a ver qué significa? ¿Qué significa en verdad? No importa qué forma de educación se ha recibido en la vida, a qué color político se pertenece, si todo ello forma tan solo la personalidad en el hombre. Se puede obtener la mejor enseñanza posible en ciencia, economía, historia, literatura, etc., pero solo formarán la personalidad en un hombre; no lo pueden llevar a un eventual y verdadero desarrollo. Y ahora quizá comprenda usted más claramente por qué existen, en la vida, dos clases de influencias que actúan sobre el hombre, como recuerdan todos los antiguos alumnos en el trabajo. Una clase de influencias se llaman las influencias A: éstas son creadas por la vida y son formas de educación que pertenecen al período en que fuimos educados, todos los puntos de vista que pertenecen a la época particular en que un hombre ha nacido. Éstas son las influencias A y forman la personalidad en él. Pero hay asimismo, como lo podemos ver nosotros mismos aún hoy, otras influencias que son sempiternas. Los Evangelios y su enseñanza constituyen para nosotros el principal ejemplo. Éstas, se llaman influencias B y se aplican a cualquier época porque son siempre la misma cosa; es decir, la tercera etapa de desarrollo en el hombre, en la cual la esencia empieza a crecer a expensas de la personalidad. A menos que se comprenda verdaderamente esta aparente paradoja nunca tendremos una idea muy clara del lugar que ocupa en este sistema. Empieza al final de la segunda etapa, cuando la personalidad ya está formada y un hombre ha saboreado la vida y visto cómo son las cosas y se siente insatisfecho y comienza a buscar algo más, algo que lo hará comprender mejor, algo que lo ayudará y lo encaminará y eventualmente lo completará.

Su amigo.

Maurice Nicoll.

Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff y Uspenskiï Libro 1
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