Birdlip, 17 de junio, 1941 comentario IV
De las influencias A, B, y C parte
I.
Es preciso que cada cual piense a menudo en lo qué ha comprendido sobre el significado de este sistema de enseñanza. ¿Cuál es la implicación de esta enseñanza? ¿De qué trata? Por ejemplo, es preciso luchar con la identificación, con los estados negativos, con la imaginación, con la consideración interna, con la justificación de sí y con otras formas de mentira mecánicas, con la charla mecánica, etc. ¿Por qué ha de empeñarse uno en examinar y romper topes u observar actitudes mecánicas, o descubrir imágenes de uno mismo? ¿Por qué se ha de luchar contra la falsa personalidad en todas sus desagradables manifestaciones? ¿Por qué es necesario el recuerdo de sí?
En primer lugar, debe comprender que este sistema forma un todo orgánico. No basta tomar una pequeña parte que no esté conectada con el resto. No basta porque el significado de la enseñanza entera se refleja en cada parte de ella, y con el fin de captar el significado de cualquier parte de ella —tal como la que se refiere a la justificación de sí, por ejemplo— es preciso tener una idea del todo. Simplemente decirse: «Debo observar la justificación de sí en mí mismo y tratar de detenerla», aunque sea útil si se lo hace con sinceridad y pueda mostrarle algo en lo que aún no había reparado, llega a convertirse fácilmente en una acción mecánica, una acción que se hace sin intención consciente.
Contemple, un momento, qué significa el que este sistema sea un todo orgánico. El significado de este trabajo en su conjunto y los significados atinentes que derivan del significado general, hasta el menor de ellos, están todos conectados los unos con los otros y dentro unos y otros. Su organización se asemeja a la de todas las cosas vivientes, como por ejemplo la del cuerpo. En el cuerpo las partes más pequeñas se unen para formar las partes más grandes, y éstas se combinan para formar el cuerpo en su conjunto. Todo está en conexión y en relación con todo lo demás.
El conocimiento de este sistema exige el conocimiento de los detalles y las partes y el todo; y si este sistema no fuera orgánico en el sentido explicado anteriormente, esto sería imposible. La gente dice a menudo de uno u otro detalle o parte de este sistema: «Oh, esto se parece a algo que leí en un libro», o dice: «Oh, se asemeja a lo que fulano enseña, o a lo que dice ésta o aquella filosofía o religión», etc. Es muy cierto que si se lee cierto género de literatura se encuentra una oración aquí o una oración allá que recuerde algo de este trabajo. Pero son todos fragmentos. Son simplemente trocitos separados, que no están en relación orgánica con un todo, y, aislados por sí mismos, son inútiles. Supongamos que alguien caiga sobre una oración en un antiguo libro que dice que el «hombre está dormido». Se imaginará un momento que ha encontrado el sistema en ese libro, pero si mira con más atención verá que es una aseveración aislada. No tiene conexión alguna, y por lo tanto ninguna relación orgánica, con cualquier otra idea. Y si compara este detalle con todo cuanto este trabajo dice acerca del sueño y acerca del despertar, acerca de los diferentes estados de conciencia, acerca de la humanidad mecánica y de la humanidad consciente y acerca de todo cuanto es necesario para despertar del sueño, comprenderá que el hombre que escribió ese libro había simplemente oído algo, pero que carecía del verdadero conocimiento. ¿Qué es, pues, el verdadero conocimiento?
El verdadero conocimiento implica el conocimiento de la parte en su relación con el todo —es decir, que el verdadero conocimiento es relativo en este sentido—. Éste es el verdadero significado del principio de relatividad en el conocimiento, desde el punto de vista de este sistema. Un ejemplo general sobre su significado es el siguiente: Un hombre suele conocer todo con respecto a la aldea donde vive, pero nada con respecto a la ciudad o el condado o el país donde vive, o con respecto a los otros países, o con respecto al mundo en general. No posee conocimiento relativo y así no puede ver cosa alguna en sus justas proporciones, ni tampoco poseer un mayor conocimiento. Es de suma importancia comprender esto. Pero cuando el hombre tiene un conocimiento verdadero —es decir, un conocimiento relativo—, el conocimiento de un hombre puede acrecentarse en una forma correcta, de otro modo solo resulta de ello la parcialidad, con todos los males que le siguen, los que son más evidentes hoy que en cualquier otra época del mundo.
Apliquemos ahora lo que hemos dicho a una parte cualquiera del trabajo. Tomemos el ejemplo de la justificación de sí. Como es sabido, se dice, en conexión con el trabajo práctico sobre sí, que es necesario observar la justificación de sí. Pero si un hombre no ve por qué ha de observar la justificación de sí en él y trabaja en contra de ella, está haciendo algo que no tiene significado alguno para él, salvo que se le ordene hacerlo. Si tal es el caso, estará trabajando de la manera más externa posible. Lo que está haciendo será superficial, no estará realmente relacionado con él mediante un significado interior cualquiera. Trabajar de esta manera no es más que ofrecer un apoyo fingido al trabajo. Y, aún peor, lo puede hacer por amor al merecimiento, simplemente para decir que está trabajando, en especial si habla del trabajo. Y no verá que en la raíz misma del sentimiento de placer que le produce tal merecimiento, está la justificación de sí, la que solo vigoriza la falsa personalidad, pues no tiene nada de verídico o de genuino en ella. Comprenderá ahora por qué se dijo al comienzo de este comentario que es preciso que cada cual piense por sí mismo el significado de esta enseñanza. Mientras no lo haga, hará todo de una manera vaga y externa, sin ver, ni comprender de qué se trata, y sin tener fuerza alguna para trabajar. El significado otorga fuerza y cuanto más significa este trabajo para usted tanto más lo afectará emocionalmente y tanto más fuerza obtendrá de él. Porque la fuerza mayor deriva del despertar del centro emocional.
Empecemos ahora a ocuparnos del significado de este trabajo desde la escala más elevada. Empecemos, desde la cumbre. ¿Qué significa este trabajo? Todos ustedes han oído decir que existen en la vida dos clases muy diferentes de influencias, denominadas respectivamente influencias A y B en este sistema. Las influencias A son creadas por la vida. Surgen dentro de la vida de la humanidad mecánica a causa del interés por los negocios, la acumulación de dinero, la ciencia, los deportes, la política, las conquistas, las intrigas, el crimen, el poder, la riqueza, la posición, la ostentación, las posesiones, y de todo interés necesario por el alimento, la ropa, la vivienda, la ley, el orden, etc. Basta abrir un periódico para ver qué significan las influencias A y cómo son creadas por la vida y surgen dentro de la vida de la humanidad. Todos esos intereses desarrollan la personalidad, y con el tiempo, de la personalidad, en especial de la falsa personalidad, surgen otros intereses, que llegan a ser parte de la vida humana y que son nuevamente influencias A. Pero hay también en la vida influencias de una clase muy distinta, llamadas en este sistema influencias B. Éstas no surgen de la vida. Su fuente originaria es diferente. No tienen nada que ver con los negocios, la acumulación de dinero, la política, el deporte, etc. Provienen del exterior del círculo de la vida mecánica. En todas las edades y en todos los tiempos encontramos la prueba de su existencia en cierta clase de literatura, en ciertas ideas religiosas, en muchos escritos antiguos, en antiguas enseñanzas que se conservaron, y a menudo en toda clase de formas enmascaradas, como las alegorías, y los cuentos de hadas. Es una sorprendente experiencia para aquél que se ha familiarizado con las ideas de este trabajo y ha empezado a comprender algo de su verdadera significación abrir un libro escrito, digamos, hace mil o dos mil años o aún más, y encontrar alguna oración que es, de alguna manera «el puro trabajo». ¿Cuál es su explicación? ¿Por qué las ideas de este sistema tienen tantas raíces? ¿Cuál es su significado? Significa, para empezar, que el sistema de trabajo que estamos estudiando no es en absoluto nuevo. No es nuevo en el sentido de que no fue inventado recientemente por algún hombre y fraguado por su propia mente, como alguna pasajera teoría psicológica moderna. El sistema que estudiamos es la presentación en una forma adaptada a la época de algo que se había comprendido hace muchísimo tiempo, y enseñado en un remoto pasado, acerca del hombre y sus posibilidades interiores. Había sido comprendido y enseñado desde los albores de la historia conocida, la cual es solo una breve parte de toda la historia humana, pero mucho antes, llegando a nuestras manos solo en la forma de leyendas, mitos y alegorías. Siempre se impartió la misma enseñanza, pero se la había impartido en diferentes formas exteriores, con diferentes vestiduras, con arreglo a las circunstancias, según los tiempos y según la naturaleza del pueblo o de la raza a la cual se la inculcaba. Solo ha cambiado en lo concerniente al estado general de la gente, a su nivel de ser y a la profundidad de su sueño determinado por las cosas que captan los sentidos externos.
Ahora bien, en la historia todos los rastros concernientes a la idea de que el hombre es capaz de alcanzar algo de incalculable valor, un tesoro que no puede ser estimado, a través del trabajo interior sobre sí, constituye lo que se denominan en este sistema las influencias B. Puesto que no se relacionan con la vida, su existencia en la vida es inexplicable a menos que comprendamos que son esenciales para la humanidad, a menos que la humanidad desee perecer en su totalidad en el odio y la destrucción, lo cual es una posibilidad que está muy cerca de nosotros. En el próximo comentario hablaré de la fuente originaria de las influencias B a la luz de las ideas enseñadas en este sistema. Pero si alguien desea pedir un claro ejemplo de las influencias B que existen ahora en la vida, basta tomar como ejemplo el Nuevo Testamento, o más bien, los cuatro Evangelios, que solo contienen la enseñanza de Cristo, y remitirse únicamente a las palabras escritas de Cristo. Es evidente que las ideas contenidas en esas palabras no son similares a las ideas pertenecientes a las influencias A —a los diarios— y evidentemente se refieren a algo diferente de los fines ordinarios y de los intereses de la vida, aunque, de modo sutil, tienen cierta relación con estos.
Hasta ahora hemos visto que este sistema de trabajo es un todo orgánico, y cada parte y detalle de él, tal como el detalle de la justificación de sí, está relacionado con ideas que siempre existieron y fueron enseñadas en todas las épocas. Estas ideas y enseñanzas son siempre la misma cosa. Se refieren siempre a la transformación de la vida. No se refieren a la vida ni a los intereses de la vida, sino a la transformación de sí mismo en relación con todo lo que le sucede cada día en la vida, a la luz de una serie de ideas completamente nuevas y de fines enteramente nuevos y de esfuerzos completamente nuevos. Y cuando empiece a tratar de hacerlo, recuerde que empieza a hacer algo que siempre fue enseñado a aquellos capaces de comprensión y que la significación de lo que está haciendo es tan grande, tan profunda, tan eterna que, aun cuando solo capte un mero vislumbre de ello, sus emociones se despertarán y verá en un relámpago lo que significa la valoración del trabajo, la amplitud de la mente y el sueño de la humanidad.