63

Ida siente en la cara un golpe de viento que le retumba en los oídos. Aprieta los ojos con más fuerza si cabe. Se imagina que eso es lo que se siente al saltar desde un avión a diez mil metros de altitud.

El viento cesa de pronto. El mundo se sumerge en un silencio antinatural hasta que alguien carraspea.

Ida abre los ojos con cautela. Ahora está al otro lado del círculo. Mira a Minoo. El cuerpo en el que se encontraba hace un momento.

Ida se suelta de las manos de las demás. Baja la vista y contempla su propio cuerpo. Después de haber vivido durante tres días en el de otra persona, se da cuenta de lo familiar que le resulta el suyo… Tan suyo. No es posible describirlo con palabras, ¿y por qué iba a ser posible? Solo es necesario en esa vida tan anormal que lleva ahora.

—Pues ha funcionado, ¿no? —dice Minoo, y parece tan aliviada como Ida—. ¿Volvéis a ser vosotras o qué?

Las demás asienten. Ida las observa bajo la débil luz de la linterna que hay en el escenario. Linnéa se saca un paquete de tabaco de la bota y enciende un cigarro. Vanessa se atusa el pelo. Anna-Karin se abrocha la trenca encima del traje negro, seguramente deseando volver a ponerse el chándal.

No hay ninguna duda de que todas han vuelto adonde deben estar.

¿Podéis oírme? Ya funciona otra vez, ¿no?

Linnéa mira expectante a las demás.

Vanessa responde haciéndose invisible y volviendo a aparecer.

—Hemos recuperado los poderes. Y es como si fuera más fácil usarlos.

—Pues vamos a necesitarlos —dice Minoo—. Tenemos que ayudar a Adriana.

Ida recuerda vivamente la escena, cuando los guardias se la llevaron de la sala, recuerda que temblaba tanto que le costaba caminar.

No puede decirse que a Ida le gustara el Consejo antes, pero ahora lo detesta. El asqueroso de Alexander, que condenó a su propia hermana y mató al pobre cuervo. El asqueroso de Viktor. La asquerosa de la juez.

No le corresponde al puto Consejo decidir si ella es una Elegida o no.

—¿Pero cómo? No sé qué podríamos hacer. Y seguramente sabrán que vamos a intentarlo.

—No importa. Tenemos que pensar en algo —dice Anna-Karin—. Se ha sacrificado por nosotras.

—Estoy de acuerdo —dice Linnéa—. Habrá que hacer algo. Pero tenemos una semana para encontrar la solución. Hay otra cosa que corre más prisa en estos momentos. Creo que sé de dos personas más que están en la lista negra de los Malmgren —mira a Vanessa—. Wille y Jonte.

Es como si a Vanessa le hubieran dado una bofetada.

—¿Por qué iban a querer asesinarlos? —dice Anna-Karin.

—Le vendían droga a Elias —responde Vanessa con un hilo de voz.

—Vale —dice Minoo—. Tenemos que avisarles. Pero antes debemos repasar lo que ha ocurrido estos últimos días. Para que sepamos qué nos espera en nuestras propias vidas.

—Mi abuelo me contó un sueño que había tenido —dice Anna-Karin de repente—. Vio a una chica que vivió hace siglos. Estaba entre dos mundos. Ya os imagináis quién es, ¿no? Le dijo que era importante que nos atreviéramos a confiar las unas en las otras. Que debíamos conocer nuestros secretos si queríamos enfrentarnos a los bendecidos por los demonios.

Anna-Karin habla en voz tan baja que Ida tiene que inclinarse para poder oír algo.

—A lo mejor el intercambio de cuerpos servía también para eso. Para que nos conociéramos mejor. Matilda lo mencionó la primera vez que la vimos aquí, en Kärrgruvan. Dijo que era importante. De modo que creo que debemos contárnoslo de verdad. Todo.

Ida piensa en el rato que pasó con Gustaf en casa de Minoo.

No quiere contárselo a nadie.

Linnéa se vuelve hacia Vanessa y le hace un breve resumen.

—Y recibiste un mensaje de Wille el viernes —concluye—. Decía que no podía dejar de pensar en el último beso.

Lo dice con mucha amargura. Vanessa no responde y aparta la mirada. E Ida lo comprende. El antiguo novio drogadicto de Vanessa también es el ex de Linnéa. Todavía debe de seguir enamorada de él.

—Nosotras hemos estado juntas casi todo el tiempo, así que lo sabes prácticamente todo —le dice Minoo a Linnéa—. Pero creo que a tu profesor de dibujo no le han impresionado mucho tus bocetos.

—A propósito, vuestra profesora de física tampoco quedará muy impresionada con los resultados del examen —dice Vanessa.

Minoo las mira con pavor.

—Yo ni siquiera entendía las preguntas —dice Ida.

Es el turno de Vanessa de contarle a Anna-Karin lo que ha ocurrido en su vida. Ida se deprime con tan solo oír hablar de la madre de Anna-Karin. Puede que no sea tan extraño que Anna-Karin sea como es.

Anna-Karin la mira nerviosa. Ahora le toca a ella.

—Ya lo sabes casi todo. Pero Julia me llamó anoche…

Aparta la vista avergonzada y guarda silencio.

—¿Qué? —pregunta Ida.

—Ella y Erik —dice Anna-Karin—. O sea, ellos… Ya sabes… O sea, no sé hasta dónde llegaron, pero…

—Mejor para ellos —la interrumpe Ida.

—Lo siento…

—Se merecen el uno al otro. ¿Tú crees que me importa?

Pero sí que le importa. Erik se la trae al fresco, pero Julia… ¿Cómo ha podido Julia hacerle eso?

Ida se muere de ganas de ver a Troja.

—Te toca, Ida —dice Minoo.

Ida empieza a hablar con desgana. Evita mencionar el encuentro con Gustaf durante el mayor tiempo posible. Pero al final no le queda más remedio.

—Gustaf y tú os habéis reconciliado, gracias a mí. Habría sido más fácil si me hubieras contado por qué discutisteis.

—Es que no creí que fuera necesario —dice Minoo—. Hacía mucho tiempo que no nos hablábamos.

—En cualquier caso, ahora sí. Ha comprendido que EP es maligno. Pero piensa quedarse y reunir información sobre ellos para tu padre.

—¡No puede hacer eso! —dice Minoo—. ¡Es demasiado peligroso!

Está enamorada de Gustaf de verdad. Ida lo tiene clarísimo.

—¿Crees que no intenté decírselo? Pero Ge es supertestarudo —dice, y luego añade rápidamente—: Y después también hablamos un poco de mí. No fue culpa mía. Tuve que defenderme.

—¿De qué? —dice Minoo.

—Es que parece que cree que soy tonta de remate. Y lo vi convencido de que tú estabas de acuerdo con él. Así que tuve que hacerle comprender que mis defectos no son tan grandes como todo el mundo piensa. Y puede que me pusiera un poco sentimental, ¿vale? Así que no te sorprendas si Ge cree que eres un poco inestable.

—¿A qué te refieres? ¿Qué hiciste? —dice Minoo aterrorizada.

—Por Dios, nada. Solo… como que lloré un poco. Y él… como que me consoló. No fue nada del otro mundo.

La pista de baile se sume en un silencio extraño.

—¿Qué? —dice Ida—. ¿Qué pasa ahora?

—Lo sabemos, Ida —dice Linnéa—. Sabemos por qué le hablaste de ti a Gustaf.

Ida se echa mano al corazón de plata, contenta de volver a tenerlo.

—Ya que hablamos de secretos… —continúa Linnéa—. ¿Recuerdas cuando tomaste el suero de la verdad?

—Claro que sí —dice Ida y se retuerce la cadena de plata con tanta fuerza alrededor del dedo índice que se hace daño.

—Pero no te acuerdas de lo que dijiste, ¿no? —dice Anna-Karin.

—No, ¿y qué?

—Dijiste que estabas enamorada de Gustaf —dice Vanessa—. Y desde hacía bastante tiempo.

Es igual que cuando Felicia lo soltó todo en la fiesta de otoño. La misma sensación de verse desnuda delante de la gente. Solo que esto es peor. Es como darte cuenta de pronto de que llevabas desnuda un año entero.

—¿Por qué no me dijisteis nada? —pregunta Ida—. Os habéis estado riendo de mí a mis espaldas desde entonces, ¿no?

—Perdona, Ida —dice Minoo—. Y lo digo de corazón.

Las demás asienten en voz baja.

—Bueno, en fin. No importa —dice Ida.

Por increíble que parezca, todavía se mantiene en pie. El secreto ha salido a la luz y no puede hacer nada. Que piensen lo que quieran. Sabe que Gustaf y ella acabarán juntos.

—¿Alguien más quiere decir algo? —pregunta Minoo.

Ida se mira las botas. Todavía guarda un secreto. La promesa que le hizo el Libro. Que la liberará de sus poderes si colabora con las demás hasta impedir el Apocalipsis. Que ella y Gustaf llegarán a estar juntos, siempre y cuando cumplan con su deber.

Pero le prometió al Libro no decir nada. Esa promesa será más importante que cualquier cosa que haya soñado el abuelo de Anna-Karin, ¿no?

—Tenemos que irnos —dice Vanessa, y se vuelve hacia Linnéa—. Yo hablo con Wille y tú con Jonte.

—¿Y qué les decimos? —pregunta Linnéa.

—Pues la verdad. Que están en peligro.

—No deberíais ir solas —dice Minoo.

—Yo a lo mejor te puedo echar una mano —dice Anna-Karin.

Linnéa asiente.

—Pues sí, estaría bien que me acompañaras. Con que consigamos convencer a Jonte, Wille vendrá por añadidura. Siempre hace lo que él dice.

Ida suspira para sus adentros. Podría pasar de ofrecerse. Este no es su problema.

Pero eso no es del todo cierto. Aunque Ida haya vuelto a ser Ida, no se reconoce a sí misma. Algo le ha pasado. Por primera vez siente que forma parte de las Elegidas.

No es que le guste. Pero ha aceptado su destino. Esta es su vida ahora. Al menos hasta que salven el mundo.

—Yo te acompaño —le dice a Vanessa—. Por lo visto ahora puedo electrocutar a la gente. Y podemos usar el coche de mi madre.

Vanessa la mira sorprendida.

—Y yo iré a hablar con Gustaf —dice Minoo—. A ver si ha averiguado algo más de EP durante el fin de semana. Quizá pueda enseñarle el amuleto, por si lo reconoce. Y sobre todo deberíamos llevárselo a Mona, y preguntarle si ha sido ella quien se lo vendió a Helena y a Krister.

—Kristallgrottan abre mañana a las doce —dice Vanessa.

—Bien —dice Minoo.

—¿Cuánto le vas a contar a Gustaf? —pregunta Anna-Karin.

—Lo menos posible —responde Minoo—. Pero tengo que persuadirlo de que se vaya de EP.

—Espero que tengas más éxito que yo cuando era tú —dice Ida.

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Fuego
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