52
Vanessa está soñando, lo sabe. Pero aun así, le parece muy real. Intenta encontrar la casa de Linnéa, pero se pierde por calles que no reconoce. Trata de llamarla por teléfono a ella o a otra de las Elegidas, e incluso a Wille, pero se le han borrado todos los números de la agenda y no se acuerda de ninguno.
Y el suelo empieza a temblar.
Como si algo tratara de salir de las profundidades. Quebrantando los estratos de roca, atravesando el asfalto.
Vanessa se despierta. El móvil está vibrando en el suelo bajo la cama y tiene que estirarse para llegar.
—Hola —responde con voz pastosa.
—No sabes lo que ha pasado —dice Anna-Karin.
Vanessa ve la luz azul entre la niebla. Parpadea en silencio desde el puente del canal. Está lleno de gente de uniforme. Bomberos. Policía. Personal sanitario. Los haces de las linternas se deslizan por las orillas entre las sombras y un foco enorme recorre las aguas desde arriba.
Vanessa aprieta el paso cuando ve a Minoo y Anna-Karin en el sendero.
—¿Dónde está? —dice al llegar hasta ellas.
—No lo sabemos —responde Anna-Karin en voz baja.
Minoo menea la cabeza en silencio.
—He intentado percibir su energía —prosigue Anna-Karin—. Pero no la encuentro.
—¿E Ida? ¿Dónde está Ida? —dice Vanessa—. A lo mejor ella puede…
—Tiene el móvil apagado —la interrumpe Minoo—. Hemos tratado de encontrarla pero…
—¡Pues inténtalo otra vez!
—No vale la pena —dice Minoo, pero aun así saca el móvil y llama. Lo vuelve a guardar enseguida—. Salta el contestador.
Vanessa cierra los ojos. Se concentra para alcanzar el estado que le permite percibir la energía de las demás. Capta a la perfección la de Anna-Karin y la de Minoo, pero no halla el menor rastro de Linnéa en la noche.
Linnéa siempre era la más fácil de encontrar cuando practicaban.
Si no la siente, es que no está aquí.
O que lo único que queda es su cuerpo.
Vanessa abre los ojos. Intenta deshacerse de las imágenes de la cara lívida de Linnéa, del pelo negro ondulando en el fondo del agua.
Tiene que ser fuerte. Por Linnéa. Mientras exista la menor posibilidad, debe procurar no venirse abajo.
Si ha conseguido salir del canal estará empapada y muerta de frío. Tienen que encontrarla. Tienen que encontrarla ya.
Vanessa mira hacia el puente. No ve por allí a Nicke. Pero en el coche de Policía hay una agente de pelo oscuro. Paula.
—¿Cuánto saben? —dice Vanessa—. ¿Habéis hablado con ellos?
—No —dice Minoo—. No podemos decirles que un zorro ha visto lo que pasaba. Anna-Karin hizo una llamada anónima. Pero dijo que era Linnéa a la que estaban empujando. Y que la estaban empujando… Erik y Robin.
Solo con oír los nombres, Vanessa casi siente ganas de vomitar.
—Quiero matarlos —dice sin alterarse—. Voy a matarlos.
Minoo no responde. Parece dudar un instante. Luego abraza a Vanessa.
La reacción es inmediata. Vanessa empieza a sollozar. La necesidad de dejarse llevar por todo aquello es casi insoportable, y se retuerce para soltarse de Minoo.
—No puedo. No puedo… Parecerá que Linnéa se ha muerto de verdad si yo…
Guarda silencio.
—Lo entiendo —dice Minoo.
Vanessa vuelve a mirar el coche de Policía.
—Esperad aquí —dice, y echa a correr antes de que Minoo y Anna-Karin tengan tiempo de responder.
Paula la ve pero no parece saber quién es.
—¿La habéis encontrado ya? —dice Vanessa.
—¿Has sido tú quien ha llamado?
—No, yo solo he oído… que una chica había caído al agua. ¿Hay alguna posibilidad de que…?
Vanessa no puede terminar la pregunta.
—Estamos esperando a un equipo de buzos de los bomberos, pero tardarán en llegar. También la estamos buscando por tierra. Ojalá haya conseguido salir por alguna parte —dice Paula—. No nos damos por vencidos.
Pero su tono de voz indica otra cosa. Y Vanessa mira el canal. Las aguas negras y heladas allá abajo.
Quiere gritar. Gritar hasta que la pesadilla se rompa en pedazos y ella vuelva a la realidad, una realidad en la que Linnéa vive, en la que está segura y se siente bien.
Porque tiene que ser eso, ¿verdad? Tiene que ser una pesadilla. Linnéa tiene que estar bien. No puede ser de otro modo.
Después de todo lo que les ha ocurrido, no es posible que Erik Forslund y Robin Zetterqvist…
Vanessa se da la vuelta. Se concentra en contar los pasos, un paso detrás de otro, para no derrumbarse.
—¿Qué te han dicho? —le pregunta Minoo cuando llega hasta ellas.
Vanessa no puede responder. Le va creciendo el grito en el pecho, trata de salirle por la garganta.
Le suena el móvil en el bolsillo de la cazadora y contesta.
Número oculto.
—¿Diga? —dice Vanessa.
Pasan unos segundos que se le hacen eternos.
—Soy yo —dice Linnéa.
Vanessa no puede articular palabra.
—¿Hola? ¿Vanessa?
—¿Dónde estás? —consigue decir.
—Acabo de llegar a casa.
Vanessa no puede reprimir más las lágrimas.
—Creía que… —solloza—. Creía que…
Minoo le tira de la chaqueta.
—¿Es ella? —susurra, y Vanessa asiente.
—¿Cómo sabes…?
—El zorro de Anna-Karin ha visto lo que ha pasado —dice Vanessa—. Todo el mundo te está buscando. Me alegro tanto de que estés viva… Yo… —Se echa a llorar otra vez, con tanta violencia que se tiene que agachar—. ¿Estás segura de que estás bien?
—Sí —dice Linnéa con voz titubeante—. Estoy bien. Vanessa… Perdona. No sabía que lo sabíais. Debería haber llamado enseguida.
Vanessa no puede seguir hablando, se lo impiden las lágrimas. Le pasa el auricular a Minoo para que siga la conversación.
Linnéa está viva. Linnéa está viva.