CAPÍTULO 30

NICOLE y Derek vieron lo excitado que estaba Grant antes de empezar la expedición, pero los dos sabían que las posibilidades de encontrar a nadie con vida en aquella zona eran mínimas. Las islas que poblaban Oceanía estaban muy aisladas y llenas de piratas, pero si aquel viaje iba a hacer que el joven fuera más feliz, ambos estaban dispuestos a apoyarle.

El día antes de que Grant zarpara, Nicole y Derek fueron al puerto a desearle buen viaje. A primera hora de la mañana, tan pronto como subiera la marea, partiría a bordo del Keveral. Grant se iría y Derek le echaría tanto de menos que Nicole ya tenía ganas de llorar. Últimamente lloraba por casi todo.

Grant vio que se frotaba los ojos y dijo:

—No llores, Nic. —Luego, emocionado insistió—: Lo digo en serio, no llores.

Nicole ya no se acordaba de lo incómodo que se sentía Grant al ver llorar a una mujer, de modo que sonrió para tranquilizarlo. Al ver que su esposo se acercaba y le rodeaba la cintura con el brazo, esa sonrisa se hizo más ancha. Una de esas noches, cuando estuviera entre sus brazos, le diría lo que ya hacía días que sospechaba.

Grant tenía que supervisar unas entregas de última hora, así que Derek le dijo:

—Regresa al trabajo, Grant —y le dio un cariñoso apretón de manos seguido de una sentida palmada en la espalda.

—Buen viaje, Grant —dijo Nicole al abrazar a su cuñado, y casi se echó a llorar de nuevo—. Espero que los encuentres.

—Si están allí, los encontraré —dijo Grant, valiente y seguro de sí mismo.

Derek lo acompañó hasta el barco y volvieron a despedirse y a desearse buen viaje. Grant por su parte les ordenó:

—¡Portaos bien el uno con el otro!

Derek cogió a Nicole del brazo y la acompañó hasta el carruaje.

—Supongo que dentro de poco volveremos a repetir esta escena.

Nicole le dio un codazo y él se echó a reír. La semana siguiente, tendrían que despedirse de Lassiter, María, Chancey, y de la antigua tripulación del Bella Nicola. Se iban todos a América del Sur, para desarrollar allí sus nuevas rutas. Incluso su abuela, que había acabado por encariñarse con su padre y con Chancey por no hablar de María, la institutriz, les echaría de menos. Claro que la marquesa estaba muy excitada ante la idea de que Nicole y «docenas de bisnietos» se quedaran a vivir en Inglaterra.

Nicole ya no se preocupaba por María y su padre. Sabía que juntos lograrían sacar adelante la naviera, y confiaba en que Lassiter empezara a ver a María de verdad. Aquella encantadora e inteligente mujer lo miraba con tanta ternura que Nicole estaba convencida de que acabaría conquistándolo. Un amor que brillaba con tanta fuerza era capaz de superar cualquier obstáculo.

Lo sabía porque el suyo lo había hecho.

El carruaje se alejó de allí mientras ambos observaban cómo Grant los saludaba por última vez.

—Espero que en este viaje encuentre tanta felicidad como nosotros —manifestó Derek.

—Y que la que aún seguiremos encontrando —dijo Nicole acurrucándose junto a él—. Y que cuando Grant regrese, su deseo se haya hecho realidad.

—¿Qué deseo? —preguntó Derek junto a su pelo.

—El de convertirse en tío.