CAPÍTULO 6
DESDE lo alto de su montura, Derek observó cómo Nicole Lassiter cruzaba la calle. Se había abotonado el abrigo hasta el cuello y llevaba una gruesa bufanda para combatir el viento que soplaba sobre el Támesis. Sin verlo siquiera, esquivó a un hombre que vendía pasteles de carne y a una mujer joven que le suplicaba que le comprara un abrigo de segunda mano.
Derek podía ver su cara, y su tristeza le afectaba con una intensidad que lo desazonaba. Sabía por qué Nicole estaba así. Se estaba alejando de la cárcel, y seguramente acababa de descubrir que a su padre le habían denegado la fianza.
Derek había descubierto lo mismo apenas unas horas antes. Esa mañana, se había ido con intención de dejar que Lassiter pasara allí sólo unas horas y por la tarde regresó para retirar los cargos. El oficial, uno distinto de la mañana, le dijo que Lassiter, al ser americano, iba a ser acusado por los destrozos en la taberna. Aunque Derek no quisiera presentar cargos, le informó el policía, ellos tenían pruebas suficientes como para mantenerlo entre rejas durante las siguientes dos semanas. Sutherland fulminó al tipo con la mirada y supo sin ninguna duda que le estaba mintiendo.
Al parecer, Lassiter había conseguido hacerse con un montón de enemigos en Londres, cosa que, conociéndole, no era de extrañar. Pero por desgracia, Derek les había dado la excusa perfecta para perjudicar al americano.
Maldición, no quería pensar que su más astuto competidor no podría participar en la carrera por culpa de lo que había pasado con su hija. Y ¿cómo había sido capaz de confundirla con una prostituta? Al recordar los maleducados comentarios que le había hecho a Lassiter justo antes de que empezara la pelea, Derek podía entender perfectamente que éste hubiera enloquecido.
Pero él no quería ganar sabiendo que lo hacía porque no tenía competencia; así que, a pesar de que le parecía incluso antinatural ayudar a Lassiter, había ofrecido suculentos sobornos para conseguir que lo soltaran. Sin éxito. Ni todo el poder ni todo el dinero de Derek habían impresionado al oficial, lo que le llevó a creer que alguien muy importante había decidido que Lassiter permaneciera en prisión.
No era justo, pero aunque Derek sabía que la vida rara vez lo era, quería ayudar a Nicole. Y también era importante que ella supiera que él no había tenido nada que ver con todo aquello.
Guió su caballo hacia adelante y maniobró hasta quedar a su lado. Carraspeó, pero Nicole iba tan concentrada en sus pensamientos que lo esquivó y siguió caminando. Derek observó contento que su expresión ya no era de tristeza sino de algo que sólo podía definir como terquedad.
—Nicole —la llamó, y al oír su voz ella se sobresaltó.
—¡Capitán Sutherland!
Derek se tocó el ala del sombrero para saludarla.
Ella se sonrojó y Derek se dio cuenta de que estaba fascinado observando el contraste de sus ojos que, con el azul de la bufanda, resaltaban aún más en su rostro... hasta que ella miró hacia otro lado.
Derek hizo dar media vuelta a su montura y volvió a colocarse a su lado.
—Nicole —repitió en voz baja—, he retirado los cargos contra tu padre. Yo no tengo nada que ver con que le retengan en la cárcel.
Ella se paró en seco.
Volvió a mirarle, se acercó a él y le escrutó el rostro.
—También sé que le han negado la fianza.
Nicole levantó la mano e, inconscientemente, acarició el morro del caballo. A Derek le gustó ver la mano de ella sobre el negro pelaje del equino.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Creo que tengo información que podría serte útil.
Se acercó más a él y enarcó las cejas.
—Aquí no, Nicole —dijo él—. Si quieres saber más, tendrás que venir a mi barco.
Derek estaba seguro de que ella lo mandaría a paseo. La verdad era que parecía estar a punto de hacerlo. Pero en vez de eso, se tragó su ira y esbozó una falsa sonrisa.
—De acuerdo. Mi amigo, ya sabes, el que me ha acompañado hoy a la cárcel, y yo, iremos a visitarte a eso de las nueve...
Él levantó el labio superior con sarcasmo.
—Tú sola.
—Yo sola no...
—Lo harás, Nicole, porque la curiosidad se te comerá.
Se fue y la dejó sola en mitad de la calle, con una expresión probablemente parecida a la suya. Cuando le había sonreído se le había iluminado la cara. Él ya había visto esa sonrisa la noche que estuvo en el barco, pero no la apreció en todo su esplendor. Ahora, a la luz del día, con la melena suelta, su rostro parecía irradiar luz.
Si hubiera soplado viento, en esos momentos Derek se habría caído del caballo.
No iba a ir, se repetía Nicole una y otra vez. Ya había aprendido la lección y no iba a regresar al barco de Sutherland. Así pues, ¿por qué estaba ya planeando cómo esquivar a Chancey? Y como si éste supiera qué estaba tramando, entró de repente en el salón.
—¿Cómo te ha ido con tu abuela? —preguntó, quitándose el abrigo para dejarlo en una vieja silla. Chancey se había estado ocupando de todo y se lo veía exhausto.
—No ha sido tan malo —contestó Nicole, pero en seguida rectificó—. Ha sido horrible. Pero no del modo en que creía. Se ha pasado tres horas insultando a papá, por supuesto, diciendo que se tenía bien merecido que lo encarcelaran y quejándose de mis modales. Pero al final me ha contado unas anécdotas preciosas sobre mamá.
—Eso me alegra al menos. No me gusta que desobedezcas a tu padre, pero ya era hora de que fueras a ver a tu abuela. —Sacó la pipa y el tabaco de su bolsillo—. ¿Te ha dado el dinero?
—Me ha hecho prometer que en menos de un año me casaría con el hombre que ella escogiera, pero sí, me lo ha dado. —Se derrumbó en la silla que había junto a la de Chancey y cerró los ojos un instante—. He ido a pagar la fianza de papá, pero se la han denegado.
—¿A santo de qué? —preguntó Chancey sorprendido.
—Me han contado un montón de mentiras sobre no sé cuántos crímenes que supuestamente habría cometido en el pasado. Y también me han dicho que a los ciudadanos de otros países pueden retenerlos mucho más tiempo que a los nacionales.
—Bueno, decididamente, hoy ha sido un día horrible.
—¿Qué más ha pasado?
—Clankson ha venido a buscar a tu padre.
—¿Clankson? ¿De Clankson Emporiums?
—El mismo. Al parecer, se ha sumado al clamor que inunda todo Londres. Ha apostado a favor del Bella Nicola. Mucho. Y si tu padre no gana, Clankson nos retirará la cuenta.
Nicole soltó el aliento muy despacio. La cuenta de Clankson Emporiums significaba la mitad de su negocio.
—Si perdemos esa cuenta, el negocio se irá a pique —dijo Nicole riéndose sin humor—. Y no lo digo en sentido figurado.
Ella sabía lo importante que era la victoria, pero no tenía ni idea que de ello dependiera la existencia misma de la empresa de su padre. Todo lo que tenían estaba hipotecado, y si perdían a Clankson, la naviera se derrumbaría como un castillo de naipes. Y, tras la muerte de su madre, Nicole sabía que su abuela no movería un dedo para ayudarlos.
Chancey olvidó por completo su pipa y se quedó quieto.
—Nic, tengo que confesarte que no tengo ni idea de lo que podríamos hacer.
—Sutherland se ha acercado a hablar hoy conmigo —dijo tragando saliva.
—¿Y?
—Me ha dicho que había retirado los cargos contra papá y que sabía que le habían denegado la fianza. Y ha añadido que tenía información.
Chancey apoyó los codos en las rodillas y se inclinó hacia adelante.
—De acuerdo, iremos a...
—No ha querido contarme nada más, Chancey. Seguro que él es el culpable de todo. ¿De qué otro modo podría haberse enterado de todo eso?
—No pinta nada bien para Sutherland. Pero los hombres como él tienen muchos contactos. Y con tantas horas como pasa en la taberna, seguro que sabe todo lo que sucede en el puerto.
—Si no es él, ¿quién podría ser?
—Lord Tallywood —respondió Chancey. Volvió a apoyarse y cruzó los brazos poniéndose a la defensiva.
—¿Ese cretino? —preguntó Nicole pensando en ese noble al que le gustaba tanto navegar como ir a la última moda.
—Cretino o no, ocupa el primer puesto en la lista que hizo tu padre de posibles saboteadores de nuestro barco. Y cuanto más lo pienso, más creo que quien estuviera detrás del sabotaje también está detrás de todo esto. Tiene sentido. Tu padre lleva tiempo temiendo ser víctima de un ataque. Y esto encaja demasiado bien.
Nicole intentó recordar al joven capitán y sacudió la cabeza.
—Yo he visto a Tallywood, y reconozco que es un hombre peculiar y que su comportamiento es muy raro, pero no puedo imaginármelo junto a Clive y a Pretty, y mucho menos como cerebro de una operación de este estilo. —Tenía que ser Sutherland. El mayor delito de que veía capaz a Tallywood era el de llevar la misma chaqueta a dos fiestas seguidas. ¡Qué horror!—. ¿Por qué no quieres ni considerar que haya sido Sutherland?
—Tu padre odia a ese hombre, pero ni siquiera él cree que pueda estar detrás de todo esto. Este sabotaje ha sido un ataque por la espalda. Tal vez Sutherland sea un individuo peligroso, e incluso podría decir que no es un buen hombre, pero tengo la sensación de que él nunca caería tan bajo.
Nicole se levantó y caminó hacia la chimenea. Frunció el cejo; se habían quedado sin combustible. ¿Tan mal estaban las cosas? Se dio la vuelta.
—A mi padre le han denegado la fianza y Sutherland se entera el primero, ¿por casualidad? Lo sabía antes que yo. No entiendo por qué te niegas a sospechar de él. ¿Acaso no es el peor rival de papá?
—Sí, lo es —contestó Chancey a regañadientes—. Pero...
—¿Y no sería él el más beneficiado si papá no participara en la carrera?
—Probablemente —admitió—, pero hay mucha gente a quien le encantaría que tu padre no pudiera zarpar. Tenemos toda una lista de sospechosos.
Nicole sacudió la cabeza. Sí, seguro que a un montón de navieros les iría bien que su padre no participara. Pero ninguno tenía una situación económica tan desesperada como para recurrir a ese tipo de medidas.
—Si no me falla la memoria, creo que en una de sus cartas mi padre me contó que la compañía de Sutherland no pasa por un buen momento.
—Sí, así es. Pero eso no significa que esté detrás de todo esto.
—Pero ¿y si lo está?
Chancey resopló exasperado.
—Mira, tu padre odia a ese hombre y ni siquiera se le ha pasado por la cabeza que él pudiera ser el culpable.
Nicole negó persistente.
—Tengo que ir a ver a Sutherland y averiguar qué es lo que sabe. No tengo más remedio que enfrentarme a él.
—¿Lo dices en serio? —preguntó atónito. Y luego, intentando serenarse, añadió—: De acuerdo, esta noche iremos a verle. He hecho cosas peores.
—Eh..., él ha dicho que fuera sola.
—¡Qué raro! —exclamó Chancey.
Como si no le hubiera oído, Nicole añadió:
—Creo que si le cuento lo que pasa, no retendrá a papá en la cárcel por más tiempo. —Nicole de verdad creía eso. No sabía por qué pero pensaba que podía convencer a Sutherland de cualquier cosa.
Chancey en cambio la miró como si se hubiera vuelto loca.
—Chancey, no me mires así. —Lo señaló con el dedo—. Es una gran idea y no sé de qué te extrañas... tú que navegaste en el Liverpool Irishmen. Si no recuerdo mal, erais famosos por vuestras locuras y vuestras conquistas.
El hombre se sonrojó.
—Pero ¡ahora me he centrado!
—Bueno, algún día yo también lo haré.
Se quedó mirándola.
—Punto uno, sigo convencido de que Sutherland no tiene nada que ver con todo esto. Y, si lo tuviera, sería yo quien se enfrentaría a él, ¡y no la hija de Jason!
Nicole no lograba entender por qué el irlandés confiaba tanto en Sutherland.
—No puedo quedarme aquí sentada habiendo tantas pruebas que lo incriminan. Lo peor que puede pasar es que no lo convenza de que debe ayudarnos, pero aprovecharé para fijarme en todos los detalles de su barco. —«Y, de paso, intentar ayudar en algo a ganar esta maldita carrera», pensó Nicole.
Chancey respiró resignado y, con un mal humor nada propio de él, se levantó y se acercó a Nicole. Desde que lo conocía, era la primera vez que el marino utilizaba su enorme tamaño para intimidarla.
—Ya sé lo que estás tramando y ya puedes ir quitándotelo de la cabeza —le gritó señalándola con el dedo—. ¡De ningún modo permitiré que te quedes a solas con ese seductor!
Nicole miró tras él y vio a varios miembros de la tripulación escuchando junto a la puerta. Les hizo una mueca y se alejaron corriendo. Todos estaban acostumbrados a los gritos de Chancey, pero en ese preciso instante estaba descontrolado. Sin embargo, Nicole sabía que por muy enfadado que estuviera acabaría convenciéndole. Ella nunca perdía una discusión.
—Nunca conseguirás que te dé la razón en esto, señorita —la advirtió paseándose por la habitación—. Tu padre no permitiría que hicieras algo semejante por él. —La cogió por el brazo y añadió—: Estamos viviendo unos tiempos muy peligrosos, recuerda que te atacaron en tu propio barco.
Nicole intentó razonar, pero Chancey la seguía sujetando con su mano llena de cicatrices y optó por callarse.
—Te has convertido en una mujer. —Dudó un instante y luego continuó con torpeza—: Eres atractiva, y un hombre como él no se lo pensará dos veces antes de intentar llevarte a la cama.
Nicole levantó una ceja y se rió. Ella no era atractiva. Tenía una cara rara y, por mucho que insistiera su padre en decir que era «delicada», la verdad era que estaba demasiado delgada.
—Vas a tener que encontrar una excusa mejor —dijo ella a la defensiva.
Chancey frunció el cejo como si no la entendiera.
—Mira, Nic, a mí no me gusta ese tipo, no me gusta ningún hombre que se rinda ante sus demonios... —añadió para sí mismo— pero sea quien sea el que mantiene a Jason encarcelado es un tramposo, y no puedo imaginarme a Sutherland ganando la carrera de ese modo.
Nicole quería decirle que aunque no pudiera imaginarse eso, no podía negar que la enemistad entre Sutherland y su padre existía. Pero se le estaba agotando el tiempo. Así que optó por atacar el problema desde otro ángulo. Con un suspiro exagerado y un abatimiento aún más extremado, dijo:
—Es que estoy muy preocupada por mi padre. Seguro que tienes razón.
Se comportaría como si la hubiera convencido, y de ese modo no la vigilaría tan de cerca y podría escaparse para ir al Southern Cross. En el fondo de su corazón, Nicole sabía que no había sido Sutherland, pero tenía que estar segura. Y de la información que él pudiera darle dependían muchas más cosas de las que él creía.
Al enterarse de que a su padre le denegaban la fianza, Nicole sintió como si el lazo de una horca se cerrara alrededor de su cuello. Y tras las noticias sobre Clankson ese lazo se apretó aún más y empezó a ahogarla. Sin su padre no podían ganar. Y si no ganaban, no tendrían clientes. Sin clientes, en una época tan peligrosa como la que estaban viviendo, no les quedaría más remedio que liquidar la empresa para pagar a sus acreedores.
Iría a ver a Sutherland, escucharía lo que tuviera que decirle, y luego intentaría convencerle de que los ayudara. Si no lo conseguía con palabras, entonces lo manipularía. Era una idea arriesgada, él no parecía el tipo de hombre que se deja manipular, pero ella tenía práctica en conseguir lo que se proponía. Y si eso tampoco funcionaba... bueno, en esos momentos no iba a pensar en ello.
Siendo sincera consigo misma, tenía que reconocer que la avergonzaba sentirse tan atraída por él. Había sido así desde la primera noche en que lo vio y, tras el beso, había ido a peor. Él le había dicho que sentiría curiosidad, y vaya si la sentía.
Consiguió escapar de Chancey justo cuando dieron las diez. Él era un hombre honrado y confiaba en que ella también lo fuera; así que odiaba tener que mentirle, pero ya estaba hecho.
Aprovechó que había salido de la habitación y saltó el ojo de buey para irse en busca de la verdad.