CAPÍTULO 19

«¿QUE si quería verla?» Quería verla, saborearla, hundirse en su interior. Hacía meses que vivía en el infierno de tanto como la deseaba sin poderla tener. Ya no quería reñirla ni discutir con ella, ahora lo único que sentía era deseo. Un deseo que lo consumía como nunca antes en toda su vida.

Estaba en una posición que no era la óptima para lo que pretendía, y Derek sabía que más tarde estaría furioso, no con ella, sino con él mismo. Pero el anhelo de estar con Nicole era lo único que lo guiaba, y ahora se había instalado como un hierro candente entre sus piernas. Ardía por ella, la deseaba tanto que su ya dolorida cabeza no podía absorberlo. Le seguiría el juego. La excitaría hasta convencerla de que lo desatara. Ya no estaba furioso ni se sentía indefenso; incluso atado, si se lo proponía, lograría hacerle el amor.

Y, maldita fuera, vaya si se lo proponía. Por encima de todo. Derek asintió con la cabeza y respondió así a la pregunta que Nicole le hizo con los ojos. Y ella despacio, diablos, muy despacio, apartó la camisa y dejó al descubierto sus pechos. Derek se quedó sin aliento y su sexo se movió hambriento. Sus senos eran pálidos, perfectos y, según sus recuerdos, suaves.

La miró a los ojos y vio que ella empezaba a dudar, como si no supiera qué hacer a continuación. Él le señaló los pantalones con la barbilla. Nicole bajó la vista hacia su cintura.

—¿Quieres que me quite los pantalones?

El volvió a asentir. Y miró hechizado cómo ella se apartaba de su enorme cuerpo para ponerse de pie y, con timidez, desabrocharse los pantalones. Nicole se mordió el labio inferior y sus ojos revelaron la incertidumbre que sentía. Pero aun así, tras desnudarse, no se tapó y dejó que Derek la devorara con la mirada.

Contemplarla, ver aquel suave cuerpo, convenció a Derek de que nunca jamás habría ninguna mujer tan perfecta para él. Encajaban como con ninguna otra le había pasado nunca. Sus pechos se acoplaban perfectamente a sus manos, y sólo de pensar en ello hizo que volviera a tirar de las cuerdas. Apartó la mirada de ellos y, despacio, le recorrió todo el cuerpo, deteniéndose en su delicada cintura y en las redondeadas caderas.

Cuando sus ojos contemplaron los rizos que cubrían su entrepierna, Derek perdió la capacidad de razonar. Se le hizo la boca agua, lo mismo que cuando un lobo observaba a su presa. Quería tenerla al alcance de sus labios. Cuando lo desatara, la devoraría, y recorrería aquellos húmedos labios con la lengua hasta saciarse. Fascinado, Derek observó cómo Nicole se sonrojaba de la cabeza a los pies, como si le hubiera podido leer el pensamiento.

Al ver a Nicole mirando hacia la puerta, Derek se asustó. Ella aún estaba a tiempo de cambiar de opinión sin que él pudiera hacer nada al respecto. Señaló sus propios pantalones con la barbilla. Ella le entendió y pareció satisfecha de tener algo que hacer. Se acercó de nuevo a la cama y, con dedos temblorosos, le acarició el estómago hasta concentrarse en los botones. Él no pudo evitar temblar y excitarse todavía más.

Cuando ella se apartó, un poco asustada, Derek se maldijo, pero luego vio que Nicole lo miraba fascinada. «Maldición.» Ahora estaba aún más excitado y ella más indecisa. Antes de que Nicole pudiera cambiar de opinión, volvió a señalarle los pantalones. Sin decir una palabra, le ordenó que lo desvistiera.

Esta vez ella se los quitó del todo y, cuando se quedó desnudo, Nicole soltó un grito de admiración. Lo miraba como si estuviera hechizada, pero Derek no tenía tiempo para eso; necesitaba estar con ella sin perder un instante.

Sutherland volvió a mover la cabeza hacia Nicole, y luego hacia sí mismo. ¿Qué quería que hiciera? Ella tenía miedo de desatarle, pero aun así quería que aquello pasara. Sin embargo, se suponía que él tenía que estar encima, ¿no?

Se acercó a la cama y se arrodilló junto a él, embobada aún con su erección. Era como si tuviera vida propia, temblaba y no dejaba de crecer. Su miembro era hermoso, como si estuviera esculpido en mármol pero caliente al mismo tiempo. Sin pensar lo que hacía, se lo sujetó entre las manos. El vello que cubría el extremo inferior era suave, el saco que había al final, apretado. Lo acarició y lo sopesó y Derek tembló aún más, gimiendo al mismo tiempo. Buscó sus ojos con los suyos y dijo algo contra la mordaza. Seguro que le estaba pidiendo que lo soltara.

—No voy a desatarte.

Derek negó con la cabeza. Nicole estaba segura de que, por miedo a que su tripulación lo viese en ese estado, no iba a gritar, así que despacio y con cuidado se acercó a él. Tras aflojarle el nudo de la nuca, le quitó la mordaza. Derek respiró hondo, como si no supiera qué decir. Incapaz de detenerse, la chica lo acarició de nuevo y recorrió la punta de su sexo con la yema de los dedos. Podría pasarse la vida entera tocándolo...

Él se arqueó como si se hubiera quemado.

—Desátame.

—No me lo pidas, no voy a hacerlo.

—Si me desatas, puedo darte más placer del que sentiste la noche de la tormenta.

Los recuerdos de aquella ocasión aún la afectaban, la atormentaban, la hacían arder de deseo. Pero ahora tenía mucho más que un recuerdo, y si quería podía volver a hacer lo que habían hecho entonces.

Nicole desvió su atención hacia su propia mano, que seguía acariciando su erección. Estaba fascinada, como una mosca ante un tarro de miel, y para poder acariciarle mejor, se sentó encima de una de las piernas de Derek. Él levantó el otro muslo y la retuvo allí apresada. Nicole pensó que debería apartarse... pero eso la calmaba, como cuando se sopla encima de una quemadura. Se quedó allí, y siguió mimándole.

Aquella mano que lo sujetaba era la suya. Ya no podía ni respirar, y no la avergonzaba darse cuenta de que su propia humedad estaba mojando la pierna de Derek. En ese preciso instante, él levantó un poco la cadera haciendo que ella se deslizara arriba y abajo. Nicole gimió. Él volvió a hacerlo y luego se detuvo para susurrarle con voz ronca:

—Hazlo tú, amor. Toma lo que necesites...

Y lo hizo. La joven cabalgó la pierna de Derek mientras con la mano derecha se sujetaba a su esculpido torso y con la izquierda seguía acariciándole.

—Nicole, ¡mírame!

Ella apartó la vista que tenía fija en la entrepierna de él y lo miró a la cara; vio que estaba sufriendo.

—¿Quieres que te haga sentir cosas que nunca antes has sentido? —preguntó él con voz entrecortada.

Al oírlo tan emocionado, Nicole se echó a temblar y respondió del único modo posible:

—Sí.

—Ponme dentro de ti.

A esas alturas, ya no sentía vergüenza alguna. Tenía la sensación de que la cabeza le iba a estallar y era como si su propia piel no pudiera contenerla. La ansiedad que gobernaba su entrepierna la impulsó a hacer lo que él le pedía.

Cuando Nicole se sentó encima de su sexo, al igual que había hecho con su pierna, Derek se quedó sin respiración, y al sentir la humedad de ella contra la piel, casi estalló. Verla cabalgar su muslo lo había hecho enloquecer, llevándolo al borde de correrse entre sus dedos mientras ella lo acariciaba, pero ahora, sentirla allí...

—Tienes que parar —gimió él—. Tienes que ponerme dentro de ti.

Nicole bajó la vista, nerviosa, hacia donde sus cuerpos se tocaban.

Derek se sintió como un bastardo. En aquella postura, a ella le haría más daño, pero ya no había vuelta atrás. No poder hacerle el amor de una manera más convencional no era culpa de él, maldita fuera.

Sin embargo, su conciencia lo obligó a hacer lo correcto:

—Nicole, te dolerá... Probablemente más que si yo pudiera estar encima de ti.

Ella lo miró a los ojos.

—Las anteriores veces que has hecho esto... ¿hiciste algo para evitar que a esa mujer le doliera?

Derek frunció el cejo.

—¿Te refieres a... cuando he hecho el amor con una virgen?

—Sí —respondió ella, moviéndose de nuevo.

Derek vio la pasión que había en los ojos de la chica y todo su cuerpo respondió haciéndole casi imposible hablar:

—Yo nunca... nunca he estado con una virgen. Pero sé que ayuda si estás... excitada —trató de explicarle con voz entrecortada—... Y al parecer en eso vamos bien.

Nicole abrió los ojos y lo miró... ¿feliz?

—¿Te estás burlando de mí? —le preguntó, sonriendo y bajando de nuevo la mirada hacia sus cuerpos.

—Amor mío —dijo él antes de perder la sonrisa para adoptar una expresión de preocupación—. O paramos o hacemos lo que... —Lo que fuera a decir murió en sus labios al ver cómo Nicole se incorporaba un poco para sujetarlo y guiarlo hacia su...

Cuando ella se empezó a deslizar encima de él, Derek apretó los dientes y soltó el aire que retenía en sus pulmones. El placer era tan intenso que tuvo que recurrir a todas sus fuerzas para no empujar hacia arriba.

Despacio. Nicole tenía que moverse despacio.

Al parecer, ella no lo entendió así. Cuando el glande de él empezó a penetrarla, intentó apartarse, pero su cuerpo no captó el mensaje e hizo todo lo contrario, agachándose hacia él. Nicole repitió ese lento movimiento arriba y abajo de un modo regular, cada vez conquistando un poco más del sexo de Derek. No podía haber peor tortura. ¿Lograría alguna vez entrar por completo dentro de ella?

—Nicole —gimió Derek—... ponme dentro... necesito estar dentro de ti. —Si no lograba hundirse pronto en aquel cálido interior, no podría detener el impulso que sentían sus caderas por levantarse y apoderarse de ella del todo.

Después de una pausa, Nicole apoyó las manos en el torso de Derek y bajó hasta que él pudo sentir la barrera de su virginidad.

El no dejó de mirarla a los ojos, y esperó a que terminara de inclinarse y se quedara quieta. Pero cuando vio que se le llenaban de lágrimas, supo que tenía que ayudarla. Respiró hondo, clavó los talones en la cama y levantó las caderas hasta hundirse dentro de ella.

Nicole gritó y, antes de quedarse completamente inmóvil encima de él, le clavó las uñas en el torso.

—Nicole, ¿estás bien?

Sintió cómo respiraba contra su piel.

—Mmm.

Derek se obligó a no moverse, y como sabía que ella necesitaba tiempo para acostumbrarse, se deleitó en lo bien que ella lo envolvía.

No supo cuánto tiempo pasaron así. Lo único que sus músculos entendían era la tensa agonía de no poderse mover, pero Derek era un hombre muy grande y no quería hacerle daño.

Por fin, el cuerpo de Nicole se acostumbró a aquella nueva sensación y empezó a exigir más. Se incorporó un poco, lo que hizo que él penetrara aún más hondo. Derek quería que durara, pero ella empezó a moverse encima de él, a suspirar, a gemir, a luchar por conquistarle por completo. Si tuviera las manos libres la acariciaría de arriba abajo y la sujetaría por la cintura para reducir el ritmo de aquel enloquecido apareamiento.

Al acordarse de que estaba atado, la situación le pareció increíblemente erótica y aunque intentó no pensar en las cuerdas que lo sujetaban, sentía el orgasmo cada vez más cerca. Él no podía moverse, pero Nicole podía utilizarlo como quisiera para alcanzar su propio placer.

Ella estaba al borde del clímax, y ahora que ya sabía lo que le estaba pasando, no iba a resistirse, sino que iba a alargarlo lo máximo posible. Cabalgó a Derek con abandono, separó un poco más las rodillas para que él pudiera poseerla por completo. Los límites de sus cuerpos desaparecieron y cada vez estaba más cerca del orgasmo. Deseó haberle desatado para que él pudiera acariciarle los pechos. Él debió de darse cuenta de lo que estaba pensando, porque le dijo:

—Arquea un poco más la espalda y acércate a mí.

Nicole le obedeció y Derek se incorporó tanto como se lo permitieron sus ligaduras para poder besarle los pechos. Cuando volvió a tumbarse, el cuerpo de la chica lo siguió, sintiendo la extraña necesidad de ofrecerle su cuerpo entero. Nicole se llevó una mano bajo el pecho e intentó acercárselo a Derek. Él entendió el gesto y en seguida empezó de nuevo a besarlo hasta endurecerle el pezón con los labios.

Luego fue en busca del otro. A pesar de lo mucho que le gustaba besarla, todo su cuerpo se tensó y, clavando los talones, levantó las caderas para moverse con furia dentro de ella... Era demasiado. Nicole se tensó... y de repente, una ola de calor se apoderó de ella sacudiéndola sin control encima de él. A él le sucedió lo mismo y, con un pecho de Nicole aún entre sus labios, gimió de placer y estalló dentro de ella.

Derek se tumbó inmóvil. Después de aquel increíble orgasmo, Nicole se había quedado dormida encima de él, envolviéndolo con su cuerpo.

El inglés intentó entender lo que estaba sintiendo, pero entre las miles de preguntas que se le venían a la mente, sólo una cosa tenía completamente clara... no podía perderla. No entendía lo que sentía por ella, y eso le daba miedo.

Estar atado a una cama sin poder escapar, con cualquier otra mujer lo habría puesto furioso. Una vez acabado el acto, Derek nunca se quedaba con su compañera de lecho. A esas alturas, debería estar acostumbrado a los ataques de pánico que sentía siempre que alguien se le acercaba demasiado. Pero en vez de eso, estar así atado lo enfurecía porque, si Nicole decidía levantarse e irse, él no podría hacer nada para evitarlo. Derek nunca había sentido por nadie lo que sentía cada vez que estaba junto a esa joven, y en lo más profundo de su ser sabía que si la perdía jamás volvería a sentirlo.

¿Cuánto tiempo llevaban ya sus hombres en tierra firme? ¿Tres horas? Si podía retenerla allí hasta que regresaran, tal vez Nicole no quisiera huir. Y luego, con el tiempo, lograría convencerla de que se quedara con él.

Podría gritar y pedir ayuda a los guardas que estaban vigilando el barco, pero sólo imaginar lo traicionada que se sentiría Nicole al despertarse lo hizo cambiar de opinión. O peor aún, ¿y si no se despertaba a tiempo de taparse? Al fin y al cabo, pensó satisfecho, le había dado motivos para estar exhausta.

Derek se tensó incómodo. Pensar en que los guardas pudieran verla tal como estaba... No, pensó enfadado, eso estaba descartado. Lo único que podía hacer era quedarse allí, lo más quieto posible, y confiar en que Nicole no se despertara hasta que regresara la tripulación.

Al menos, ése era el plan. Hasta que volvió a excitarse.

La muchacha se movió medio dormida y murmuró algo a la vez que le besaba el hombro. Por suerte, no se despertó, sin embargo, no podía decirse lo mismo del excitado miembro de él.

«Piensa en otra cosa. En cualquier otra cosa.» Pero sentir el delicado cuerpo de Nicole encima de él, con sus pechos apretándose contra su torso, era superior a él. Respiró hondo, pero el aroma de su melena junto con el olor a sexo de la habitación le inundó las fosas nasales. Era una batalla perdida.

Se esforzó por elaborar un plan alternativo y finalmente se le ocurrió que podría retenerla allí haciéndole el amor durante toda la noche. Tal vez, si lo hacían una segunda vez, Nicole volvería a dormirse.

Ella se movió y Derek dejó de pensar. Dormida, le acarició el hombro y gimió al sentir cómo él crecía en su interior. No tardó en despertarse y, tras parpadear, lo miró con curiosidad.

Debió de gustarle lo que vio en sus ojos, porque, lentamente, sus labios esbozaron una dulce sonrisa. La parte superior del cuerpo de Nicole se onduló encima de él muy despacio. Derek gimió y levantó la cabeza para poder besarla y atrapar sus labios y su lengua con los suyos, en un beso de intensa posesión. Nicole respondió de igual modo. Sus lenguas bailaron juntas al ritmo de sus cuerpos.