CAPÍTULO 29

NICOLE se despertó una hora más tarde, incapaz de dormir ni un minuto más. Se levantó y se vistió. Y, antes de ir en busca de su marido en aquella enorme mansión, se lavó la cara y se peinó un poco. Un sirviente le dijo que hacía diez minutos que Derek había salido y que no creía que regresara hasta la hora de cenar.

Habría ido a ocuparse de algún negocio. Nicole suspiró. En el fondo de su corazón, sabía que su esposo acabaría entrando en razón. Por eso había aceptado dar por zanjada aquella discusión. Pero él se había ido antes de acompañarla a ver a su padre y ni siquiera le había dado un beso de despedida. Iba a tener que enfrentarse sola a Lassiter.

Tras un corto viaje en carruaje, Nicole se plantó delante del Griffin. Chancey salió a recibirla. Bueno, más o menos, porque lo que hizo fue indicarle que se mantuviera en silencio y que lo siguiera a la habitación que había justo delante del salón, y luego la dejó sin decir ni una palabra.

Podía oír cómo en la habitación de al lado acababa de empezar una conversación entre su padre y... ¡su marido! ¿Chancey quería que escuchara lo que iban a decirse?

—¿Qué quiere? —increpó Lassiter.

Nicole escuchó cómo María intentaba calmarlo.

—Jason...

Ante su sorpresa, su padre se tranquilizó un poco.

—Está bien, ¿por qué ha venido?

La brasileña añadió:

—Capitán Sutherland, nos sentimos muy honrados por su visita.

—Y yo de que me hayan recibido —contestó Derek.

Su padre parecía muy enfadado.

—Estamos esperando, diga lo que tenga que decirnos y váyase de aquí.

Derek respiró hondo.

—Yo quiero... necesito... su ayuda —dijo por fin.

Lassiter se echó a reír. Nicole no podía creer que el hombre al que pertenecía aquella risa horrible fuera su padre.

Se oyó a María por encima de aquellas carcajadas.

—¿En qué podemos ayudarle?

—Necesito que me ayuden con Nicole.

Al oír eso, Lassiter se quedó mudo. Y luego empezó a gritar:

—¿Qué le has hecho?

Seguro que se abalanzó sobre Derek, porque Nicole pudo oír cómo se rompían algunos vasos. Iba a abrir la puerta cuando oyó a María.

—¡Jason!

Y la habitación volvió a quedar en silencio.

Nicole retrocedió.

—Obtuve la anulación y me casé con ella.

De nuevo volvió a oírse un furioso ataque. Esta vez se oyó también un puñetazo y Nicole se acercó corriendo a la puerta. Chancey, que estaba en mitad del pasillo, la detuvo y la miró enarcando las cejas.

—Sí, me he casado con él.

Chancey le sonrió satisfecho y, tras colocar un dedo delante de sus labios para indicarle que se callara, se pegó a la pared para escuchar lo que sucedía. Nicole miró a ambos lados y, levantando las manos exasperada, hizo lo mismo.

—Me casé con ella la semana pasada —dijo Derek con una voz muy rara.

Chancey le preguntó con gestos si creía que su padre le habría roto la nariz. Nicole sacudió la cabeza, y se dio unos golpecitos en la mandíbula.

—Tal vez debería explicarnos lo que ha ocurrido desde que nos fuimos —dijo María en un tono que no admitía ninguna negativa. Consiguió mantener a raya a Lassiter mientras Derek les contaba todo, o casi todo, lo que había sucedido durante las últimas dos semanas.

—Y eso me lleva a mi visita de hoy, a pedirles que me ayuden —acabó Derek, enfadado por haberles tenido que contar toda la historia.

—¿Por qué deberíamos hacerlo? —dijo su padre condescendiente. Pero ¿acaso no sonaba siempre así?

—Porque quiero darle todo lo que necesite para ser feliz conmigo. Porque quiero compensarla por haberme portado como un...

—¿Imbécil? —Eso lo dijo María.

—Sí, un imbécil. —Parecía que le estuvieran arrancando las palabras.

—Bueno, ¿y qué podemos hacer? No se me ocurre en qué puedo ayudarle —dijo su padre a Derek.

—Nicole tiene miedo de decirle que se ha casado conmigo, y está preocupada por su naviera. Yo ya le he dicho que nos hemos casado, así que usted no puede enfadarse con ella, porque yo jamás me habría rendido. La habría perseguido hasta conseguir que dijera que sí. Y, en lo que se refiere a la naviera... —Hizo una pausa. Nicole podía imaginárselo pasándose la mano por el pelo, cosa que hacía cuando se sentía frustrado o nervioso—. Lo único que se me ocurre es que les preste dinero.

—¿Prestarme dinero?

—Sé que la pérdida del Bella Nicola le ha dejado con el agua al cuello. Si me permite que le ayude con la naviera, seguro que puede mantener a raya a los acreedores hasta recuperarse un poco.

—A ver si lo he entendido, usted quiere prestarme dinero para así hacer feliz a mi hija.

—Ella se preocupa por usted. A no ser que tenga una idea mejor, eso es exactamente lo que le propongo. —De nuevo, lo único que recibió como respuesta fueron unas sonoras risas.

María se acercó a Derek.

—Capitán Sutherland —dijo en un tono más amable—, la naviera de Lassiter ha recibido nuevo capital. Lo gestionamos todo desde Ciudad del Cabo, y yo estoy ayudando a Jason con la contabilidad y las finanzas. Creo que ahora la compañía es mucho más solvente que antes.

—Es cierto, capitán. No queremos su dinero, y no lo necesitamos.

«¡Papá!»

—Jason, sé más comprensivo —dijo la mujer—. ¿Ya te has olvidado de que este hombre le salvó la vida a Nicole?

—También la comprometió. Mientras seguía casado con otra mujer.

Derek volvió a hablar.

—Eso estuvo mal, lo reconozco.

—Pero ¿estaba tan enamorado de ella que no pudo evitarlo? —dijo María por él.

La habitación se quedó en silencio. Nicole creyó incluso que se le había parado el corazón y contuvo la respiración. ¿Qué iba a decir? ¿De verdad estaba enamorado de ella?

Luego, Derek respondió, una única sílaba cargada de emoción.

—Sí.

Y ella esquivó a Chancey y entró corriendo en la habitación para colarse entre los brazos de su estupefacto marido, que la abrazó sin dudarlo.

—Te amo. Te quiero tanto —dijo Nicole pegada a su cuello.

Con su rostro oculto en la melena de Nicole, Derek murmuró:

—Te amo, Nicole. Más de lo que puedo decirte sólo con palabras.

María tosió con discreción y la chica se dio media vuelta sin salir de los brazos de Derek, ambos de cara a su padre.

—Papá. Eres muy malo —declaró ella, y él pareció disgustado—. Os quiero a los dos, así que, ¿por qué no os limitáis a olvidar el pasado?

—Pero ¿y esa vez en las afueras de Hong Kong, cuando me hizo embarrancar en un malecón? —dijo Lassiter como si fuera un niño pequeño.

Derek frunció el cejo y dijo:

—¿O esa otra vez en Melbourne, cuando les dijo a los oficiales del puerto que mi tripulación tenía la varicela? Mi cargamento y mis hombres estuvieron en cuarentena durante tres semanas.

—¡Basta! —ordenó Nicole mirando primero al uno y luego al otro—. Ahora mismo, vosotros dos vais a daros la mano.

Ninguno se movió hasta que María empujó a Lassiter hacia adelante al mismo tiempo que Nicole tiraba de Derek. Con gran esfuerzo por parte de ambas mujeres, y gran reticencia por parte de Derek y de su padre, los dos hombres se dieron un apretón de manos.

—Si no la haces feliz, te mataré.

—Si no la hago feliz, tal vez le deje intentarlo.

La recepción nupcial iba a tener lugar en la mansión Atworth al cabo de dos semanas.

Así lo había decidido la marquesa y todos habían aceptado encantados.

La noche de la celebración fue maravillosa para Derek, exceptuando algunos comentarios sarcásticos que hizo Lassiter. Pero si decidía tomárselo bien, extraordinariamente bien, Derek empezaba a entender el sentido del humor que se ocultaba tras aquellas palabras. Con el tiempo, tal vez lograrían convivir en paz.

A pesar de que la fiesta siguió hasta tarde, Derek se dirigió a su habitación. Ya hacía rato que Nicole había ido a acostarse, y estaba ansioso por estar con ella.

—Derek —lo llamó Grant desde la terraza. Estaba allí solo, fumando un habano.

Desde el día que había regresado del Griffin con Nicole tenía ganas de hablar con Grant. Derek no pudo evitar sonreír al acordarse de aquella noche. Nicole insistió, como si de un pequeño general se tratase, en que, antes de acostarse, tenían que definir los principales objetivos de su vida juntos. Había algunas partes de sus vidas que tal vez necesitaran algunos ajustes...

A Derek le asustó ver lo mucho que tenía que ceder, pero hizo un esfuerzo por relajarse y se comprometió a hacerla feliz. Al fin y al cabo, eso era lo único que le importaba; si ella era feliz él también lo era. Derek sabía que el destino le había dado una segunda oportunidad, con Nicole lo mismo que con su familia, y no quería que su hermano siguiera preocupándose por él; por fin iba a asumir sus responsabilidades.

Derek le hizo compañía allí, en el balcón que quedaba justo por encima del jardín, y aceptó el habano que le ofrecía.

—¿Y cuándo vamos a celebrar una fiesta de éstas en tu honor?

Grant se echó a reír.

—Yo no me haría demasiadas ilusiones.

—¿En serio? ¿Y qué me dices de la hija de los Bainbridge?

—A pesar de los múltiples esfuerzos por parte de su familia, sigo soltero.

Derek encendió su puro.

—Siempre creí que hacíais buena pareja. Ella es una buena chica, seria y tranquila. Me cuesta creer que pudieras resistirte a alguien tan libre de todo pecado.

—Es una buena chica. Me ha jurado incluso que me esperará hasta que regrese.

—¿Que regreses? —preguntó Derek enarcando las cejas.

—¿Te acuerdas de ese loca misión de Belmont? dijo Grant sonriendo—. Yo soy el loco que va a llevarla a cabo.

—¿Lo dices en serio?

Grant asintió.

—Fui a verle para decirle que no. Pero él siguió diciendo que, cuando se muera, me dejará en herencia Belmont Court.

Derek silbó impresionado.

—Tiene que estar muy seguro de que la familia de su hijo está aún con vida en alguna parte si está dispuesto a darte lo único que le queda.

—Belmont está desesperado. Es un hombre muy emotivo —dijo Grant censurándolo—. Cree estar a las puertas de la muerte, y piensa que perder su casa a cambio de encontrarles merece la pena.

Derek frunció el cejo.

—Pero si te entrega la casa a ti y tú encuentras a su familia, ¿qué será de ellos?

—No te ha costado demasiado dar con la única pega del negocio. Si yo fuera un hombre intuitivo, juraría que lo que el viejo pretende es casarme con su nieta cuando la encuentre y que vivamos juntos y felices para siempre en la susodicha mansión, o alguna tontería por el estilo.

Derek hizo una pausa y precisó:

—Has dicho «cuando».

Grant sonrió, pícaro.

—Sí, bueno, ese loco ha conseguido convencerme de que tiene razón. —Del bolsillo de su chaqueta sacó un viejo daguerrotipo de una chica con una tímida sonrisa—. Mírala. Parece tan delicada....Si ha sobrevivido al naufragio... sólo de pensar en ella, sola por ahí.

Derek debió de mirar a Grant de un modo extraño porque éste se apresuró a guardar de nuevo el retrato en su bolsillo y luego dijo un poco incómodo:

—Lo más probable es que sea una pérdida de tiempo. Seguro que no sobrevivió.

—No sé si me gusta que hagas esto —comentó Derek sacudiendo el habano—. Justo acabo de hacerme cargo de la Peregrine y, por otra parte, tengo la sensación de que acabo de recuperar a mi hermano —confesó emocionado. Su mujer le había dicho que dejara de ocultar sus sentimientos y aún era un poco torpe.

—Pues tendrás que echarme de menos hasta que regrese, porque ya lo tengo decidido —le dijo Grant sin enfadarse—. Y me imagino que entre tú y Nicole podréis haceros cargo de Whitestone y de la Peregrine durante un año; será como un juego de niños.

Derek dio unos golpes al habano y miró a su hermano resignado.

—Seguro que a Nicole le gustará ayudarme con la naviera ahora que su padre ya no es nuestra competencia directa.

—Exactamente —aseveró Grant—. ¿Y quién sabe? —Levantó un poco el labio superior en una sonrisa—. Yo tal vez encuentre algún tesoro oculto. —Le dio unas palmaditas a Derek en la espalda y le dijo, con un entusiasmo que hacía años que no oía en la voz de su hermano—: Zarparé dentro de dos semanas.