Capitulo 11
Bien, así que los mecha están destartalados y las armas ya no tienen municiones y las provisiones de las partes de repuesto están agotadas. Muchachos y muchachas, todos estamos funcionando más allá de las especificaciones del fabricante.
Rick Hunter, citado en Calaveras y Bribones de Mizner: La Historia Verdadera de la Misión Expedicionaria de la SDF-3
“¡Lo prohibo!”
Vowad revoloteó delante de Sarna cuando ella trató de tomar el control de la gigantesca alfombra voladora. De unas dos acres de área, aquella daría cabida a todos los Sentinels y a todas las esclavas liberadas, también –siempre que alguna de ellas sobreviviera a la sublevación.
Y no era que cada Haydonita podía comandar y controlar tal alfombra solo. Pero ella era la hija del intelecto máximo de su especie.
Sin embargo, Vowad bloqueó su camino cuando ella trató de tomar el control de la alfombra allí en la inmensa superficie de aterrizaje en la cima de la torre más alta de la ciudad –el techo de su casa.
“¡Te prohibo que te involucres en este asunto bestial!” Vowad despotricó. “¡Deja que las clases bajas arreglen sus propias vendettas! ¡Deja que se maten y maten unos a otros atar si eso es lo que desean con urgencia! ¡Tú tienes un destino mucho más grandioso!”
“¿Por qué tú siempre me hablas como un dios a mí,” Sarna le preguntó, “pero inclinas tu cabeza como un esclavo a los Invid?”
Al escuchar aquello él se puso rígido, siendo el único movimiento el del dobladillo de su manto flotando en la brisa. Ella lo circundó, tomó el control de la inmensa alfombra, y le ordenó elevarse en el aire.
Momentos más tarde, ella se estaba moviendo muy velozmente hacia el Depósito de Esclavos Central.
***
Bela clavó la punta de su espada corta en el piso del ascensor para atascar las puertas dejándolas abiertas.
Los Invid en el centro de comando estaban preocupados con los reportes de una lucha armada en el arsenal, y el silencio repentino de la estación de guardia en la entrada del redil de eslavos, cuando Jack y sus corsarios comenzaron a disparar.
Las dos filas de tropas pusieron fuera del juego el volumen más pesado de fuego que pudieron, conscientes de que el Invid respondería muy rápidamente, y de que los depósitos de aire de las armas largas Karbarrianas se vaciarían rápidamente. Hasta los cargadores del revólver ametralladora durarían sólo tres o cuatro segundos en automático completo. Todos los Sentinels estaban, incluyendo a Burak, en el frente; Gnea y Bela habían abandonado sus armas tradicionales a favor de las armas automáticas.
Tesla, Garak, y Pye estaban acurrucados en la esquina más lejana del ascensor, no haciendo ningún movimiento ni para interferir ni para escaparse de sus apresadores.
En ese primer asalto el equipo puso al centro de comando en completo caos e irreparablemente cortó la cadena de mando Invid. Las balas perforantes explosivas pudieron penetrar lugares vulnerables hasta en la aleación de los Enforcer a tal corto alcance; los Invid no blindados fueron objetivos asignados a Burak, a los Karbarrianos ursinoides, y a los Garudianos zorrunos.
Y el equipo vital que hacía funcionar al centro nervioso Invid fue el centro del blanco de todos.
Los componentes explotaron y los frentes de los indicadores de polímero transparente volaron en pedazos; los conectadores de potencia hicieron cortocircuito y bastidores astillados se convirtieron en metralla mortal. Los Invid que habían estado demandando una ejecución en masa de las esclavas-rehenes sólo un momento antes murieron, asiendo heridas terribles.
“¡Fuego en el hoyo!” las amazonas gritaron, según el entrenamiento de la REF. Con sus dientes ellas habían sacado de un tirón los pasadores de las granadas en serie que ellas sostenían en cada mano. Ahora ellas las arrojaron en diferentes direcciones mientras el resto de los corsarios abrazaban el piso.
Las Praxianas habían sido cuidadosas al darle ángulo a los lanzamientos de modo que el pilón/ascensor escudaría a la cuadrilla de la ráfaga y la metralla. Los Sentinels presionaron sus manos contra sus oídos y abrieron sus bocas para reducir los efectos de las explosiones.
El mundo pareció saltar, y hubo un torbellino de tejido desmenuzado y equipos afuera de la entrada del ascensor. Cuando Jack levantó la vista, vio muertos y moribundos y oyó los gemidos de los heridos –pero eso era mero ruido de fondo. Tambaleándose hacia el ascensor estaba un Enforcer, su armadura agujereada y manchada de plomo por los impactos. Aquel estaba dando pasos vacilantes, y Jack pudo ver una substancia Invid espesa y verde escapándose de la articulación de su rodilla derecha.
“¡JUSTICIA!” él gritó, mientras estaba vaciando el cargador de su arma a la cosa, manchándolo de plomo un poco más. Pero el Enforcer estaba colocando la mira de su rifle en alineación con la jaula del ascensor.
Janice Em empelló a Jack hacia un lado, fuera de la entrada. Ella entornó los ojos a través de la mira del arma antitanque, fijó al Enforcer en el retículo, y tiró del gatillo. El Enforcer recibió el disparo en el medio de su abdomen y se hinchó, su armadura se resquebrajó abriéndose como un huevo duro con una unión dilatable. Para entonces Jan estaba en el piso con su cabeza cubierta. La ráfaga fue hacia el techo, pero dejó a todos ellos en parte sordos.
Jack sacudió su cabeza en un esfuerzo para parar el zumbido. “¡Todos de pie!” Bela estaba gritando. “¡Muévanse!”
Los soldados corsarios entraron precipitadamente al centro de comando para encontrar que explosiones secundarias del sistema eléctrico habían causado más daños que los que habían causado las balas y las granadas. Había humo en todas partes, y el hedor de la armadura resquebrajada; unos cuantos fuegos pequeños todavía llameando.
“Si ven alguna arma a Protocultura, ¡tómenla!” Jack gritó.
Gnea observó la devastación a su alrededor. “¡Este equipo es inservible! ¡Janice Em, tú dijiste que serías capaz de averiguar en dónde Arla-Non y nuestras otras hermanas son retenidas!”
“Y lo haré.” Jan no parecía necesitar conexión física directa con la Conciencia de Haydon ahora que ella había interactuado con ella una vez; en cambio, ella fue directamente hacia una pequeña terminal y solicitó un esquemático.
Ella estudió las pantallas resplandecientes por un momento luego apagó la terminal. “Allí: ese es nuestro camino.”
Ella señaló hacia una columna al otro lado del centro de comando, una todavía más grande que aquella en la que ellos habían llegado.
Los soldados corsarios se apresuraron hacia la columna. Lron y Crysta tenían rifles Invid ahora, y Kami y Learna pistolas. Los Garudianos aún mantenían una vigilancia cautelosa sobre Tesla, Garak, y Pye. Jack por su parte nunca deja a Burak perderse de su vista.
Cierta manipulación invisible de Jan causó que la segunda columna se abriese y revelase otro ascensor cuya existencia los Invid nunca habían sospechado.
“Otros Sentinels ya están en el complejo, y la batalla ha comenzado,” ella dijo. “Pero el Invid está precipitando refuerzos aquí.”
“Todos adentro,” Jack dijo, parado al lado de las puertas del segundo ascensor. Cuando los tres prisioneros Invid vacilaron, Gnea y Bela los aguijaron con los aún calientes cañones de los rifles.
“¿Por qué sólo no nos pueden liberar?” Pye se lamentó.
“Aún podríamos tener uso para ti, gusano,” Bela dijo, ominosamente gutural. El mundo entero de ella había muerto; ella ya no tenía paciencia con los Invid y pronto los mataría.
“¡El sufrimiento que han soportado es nada comparado con el sufrimiento que ustedes han infligido, así que no pongan a prueba mi paciencia!”
Jack hizo que todos abordasen, hasta Burak, quien parecía estar en otro de sus extraños y taciturnos mal humores. El ascensor descendió hacia los niveles subterráneos.
***
Rick lideraba su grupo a paso rápido, deteniéndose cuando hallaba que había comenzado a trotar. Tropezar con una emboscada no ayudaría en nada en este momento, aunque él sintiera a cada segundo como una posible pérdida de vidas Praxianas.
Justo antes de comenzar a descender, ellos habían oído el tiroteo distante, dándose cuenta que la banda de Zibyl se había armado y estaban manteniendo a los Invid ocupados. Pero aún sería sólo cuestión de tiempo antes de que el Regente llegase con tropas frescas y mechas, suficientes para aplastar cualquier resistencia que las esclavas prófugas pudieran hospedar.
Lisa había cedido la posición de liderazgo a su esposo, pero ella continuaba comportándose como el comandante del contingente. Rick, Max, Vince, y Jean lo aceptaban, como aceptaban el hecho de que Veidt y Cabell estaban resueltos a recorrer la distancia entera a pesar del hecho de que el Haydonita no podía –y el viejo sabio no deseaba– usar un arma.
Su camino llevaba hacia abajo a través de un complejo restaurado al estilo Invid, sintiéndose más como una caminata a través de un organismo vivo que una incursión en una facilidad carcelaria. Pero en el tercer nivel debajo de la superficie, ellos encontraron la primera de las jaulas.
Las esclavas Praxianas eran mantenidas dentro de cosas grandes de hierro suspendidas de los techos, más parecidas a pájaros capturados o espectáculo secundario que a prisioneros de guerra. Cuando Rick divisó la primer jaula, las mujeres apiñadas en ella lo miraron indiferentemente durante un segundo o dos, luego repentinamente se dieron cuenta de lo que estaban viendo.
Una se haló a sí misma medio camino hacia sus pies, los puños agarrados a las barras. “¡Hermanas! ¡Miren hacia aquí!”
Era fácil de ver que las mujeres sabían que algo había sucedido; el piso frío debajo de sus corrales estaba cubierto de vinchas de esclavitud torcidas y rotas. Evidentemente las Praxianas no habían perdido tiempo en liberarse de ellas una vez que las bandas fueron desactivadas.
Un momento más tarde las prisioneras estaban murmurando y exclamando unas a otras, pero no había bienvenidas a gritos o vivas. Los Sentinels eran desconocidos por las Praxianas, y esto podría ser alguna nueva maniobra Invid. Sin embargo, las amazonas empellaron para ver lo que estaba sucediendo, haciendo oscilar y girar sus jaulas.
Alguna de ellas se abrió camino a través del apiñamiento de prisioneras hacia las barras de la primer jaula. Ella era una de las más altas allí, poderosamente constituida, con una melena leonina larga de cabello blanqueado por el sol. Los coloridos harapos de su traje de combate estaban descoloridos y raídos, y sus botas altas y de piel blanda estaban completamente desgastadas, sin embargo ella tenía un porte real, su cabeza erguida.
“¿Quiénes son ustedes, y por qué han venido?” ella demandó. “¿Son ustedes aliados de los Invid?”
Lisa reconoció a la mujer de fotografías que ella había visto en Praxis. “¡Somos los aliados de su hija Bela, Su Majestad, y de otros que combaten a los Invid!”
La reina Arla-Non meneó hacia atrás su melena orgullosamente. “Entonces, ustedes son nuestros aliados, también.”
Rick había ido a estudiar los mecanismos que suspendían la jaula, mientras que Vince, Max, y Jean se abrieron como un abanico como seguridad. Hasta Miriya estaba en alerta, sosteniendo su pistola lista.
Veidt estaba cerca de una unión de sistemas, en cierto tipo de trance. Cabell fue a mirar sobre el hombro de Rick, ofreciendo su entrada. Era algún tipo de cosa complicada de bobina y engranaje, inútilmente primitiva.
“No toque nada hasta que podamos–” Rick estaba diciendo.
“Tal vez esta pequeña palanca,” Cabell aventuró, golpeándola rápida y ligeramente.
Arla-Non y sus hermanas gritaron airadamente al caer la jaula. Rick dejó salir una queja chillona y apretó el freno manual, que afortunadamente la detuvo, y las prisioneras fueron sacudidas por todas partes entre las barras.
“Hmm, interesante,” Cabell admitió.
Las jaulas fueron bajadas sin más percances, y las Hermanas de Praxis se agolparon, saliendo caminando libres. Arla-Non dio una palmada a Lisa y a Jean en los hombros. “¡Gracias a ustedes, Hermanas! ¡Y a sus hombres subordinados también!” Ella estrechó los antebrazos con Miriya.
Rick lucía un poco sobresaltado, pero Vince ofreció una risa casual y Max murmuró, “Oh, sólo estuvimos a un paso de ser compañeros.”
Ésas que habían sido liberadas eran sólo una pequeña fracción de las amazonas que eran retenidas en el centro, y ésa a su vez era sólo una parte del número total de esclavas Praxianas en Haydon IV. Arla-Non envió a sus guerreras a los otros bloques carcelarios, para continuar la liberación. Miriya y Lisa entregaron sus pistolas, así las rescatadoras no tendrían que ir desarmadas.
Justo entonces Veidt regresó flotando. “Sarna estará aquí pronto, pero me temo que la otra noticia no es buena. El Regente está reuniendo sus tropas para atacar el Redil de Esclavos Central. Y... hay algún otro intelecto en contacto con la Conciencia de Haydon IV. No lo puedo discernir bien; una mentalidad sintética, creo.”
“No hay tiempo para eso ahora,” Rick dijo. “Tenemos que asegurarnos que Wolff y Karen no sean aplastados allá arriba, y debemos conseguir armar a las Praxianas. Esto acaba de comenzar.”
Lisa reconoció el sentido de eso. Una vez que Arla-Non comprendió la situación ella organizó a sus mujeres inmediatamente, tan competente como cualquier comandante de campo que los guerreros de la REF alguna vez hayan visto. Ella dio órdenes por escuadras y pelotones, y sus guerreras se apresuraron a obedecer, algunas saliendo corriendo para ayudar a liberar al resto de las Praxianas, el resto formándose para devolver la batalla a la superficie.
“¿Qué hay de las patrullas aquí abajo?” Lisa preguntó.
“Conocemos los horarios de las patrullas regulares, créame,” Arla-Non dijo, “y deberíamos ser capaces de encargarnos de ellas, al menos por ahora.”
El grupo partió, y Arla-Non era tan buena como su palabra. Ellos emboscaron a la dotación mínima de Enforcers que venía en su dirección, un par de guardias a pie. Las armas recientemente adquiridas fueron distribuidas rápidamente.
Pero cuando ellas se dirigían hacia la superficie, Karen Penn llegó corriendo cansadamente a medio galope desde esa dirección. Ella obviamente había estado en alguna lucha pesada. A su espalda venía una escuadra de las mujeres del grupo de Zibyl, en cierto modo lo peor para el combate.
“Esa cuadrilla de la armería llegó hasta nosotros,” ella explicó sofocadamente a Rick. “Tenemos la mayor parte del nivel de superficie asegurado. Pero una multitud de Enforcers y Oficiales apareció e instaló un fuego cruzado en la entrada. Nadie puede entrar o salir, y creemos que están trayendo Inorgánicos.”
“¿Otras vías de escape?” Rick preguntó.
Karen sacudió su cabeza. “Todo cubierto, y el fuego cruzado es atroz.”
Más y más Praxianas estaban apareciendo ahora, liberadas de otros bloques carcelarios. Aunque había miles en el lugar, Rick sabía que no significaba mucho a menos que estuviesen armadas. “Muy bien, subamos y veamos lo que podemos–”
El complejo entero tembló y se sacudió cuando un impacto distante hizo retumbar al edificio.
“Algo pesado,” Max remarcó.
Hubo más voces, y ríos de Praxianas comenzaron a venir en la dirección de la superficie. Muchas estaban heridas, algunas parecían que no lo lograrían. De entre ellas salió Wolff, sosteniendo –prácticamente cargando– a Zibyl, cuya cabeza colgaba.
“Los Inorgánicos lograron meter algunos golpes,” Wolff explicó. “Scrims y Odeons, principalmente. Volamos la entrada del redil de esclavos e hicimos que el techo cayera sobre ellos cuando vinieron a la carga; no hubo otra opción. Pero eso no detendrá a esos demonios por mucho tiempo.”
Eso basta en cuanto a planes de rescate improvisados, Rick pensó.
“Un buen intento de cualquier modo,” Arla-Non juzgó severamente. “Nosotras preferimos morir libres a vivir en jaulas, y al menos podemos hacer eso.”
Ella tenía razón. Las tropas de Zibyl estaban sobrecargadas con armamentos, algunas de ellas cargando dos de los pesados rifles Invid, o enormes morrales provisionales cargados con munición y explosivos. Las otras amazonas las rodearon, agarrando las armas, preparándose para hacer pagar a los Invid.
Mientras las Praxianas corrían para establecer campos de fuego y preparar emboscadas, Lisa consiguió la atención de Veidt. “¿Qué hay sobre Sarna?”
Él sacudió su cabeza lentamente. “Las calles están llenas de Inorgánicos, y no hay modo de que ella pueda aterrizar allí.”
Lisa tenía curiosidad sobre el incremento de los poderes de Veidt ahora que él estaba de vuelta en Haydon IV, pero ella no tenía tiempo para ponderarlo.
Momentos más tarde hubo una tremenda explosión en la distancia, y Wolff dijo en voz alta para sí, “Los Inorgánicos.”
La pocas armas portátiles que las Praxianas tenían fueron instaladas para un fuego cruzado. Más atrás, abajo en la conejera de los rediles de esclavos, posiciones de refugio estaban siendo establecidas. La única cosa que quedaba por hacer era asegurarse de que la victoria del Invid fuese costosa.
Después de unos cuantos minutos, ellos oyeron el sonido de mechas marchando pesadamente, avanzando sobre su presa sin temor o vacilación.
Un par de colosales Odeons doblaron una esquina, llenando el pasillo. Las artilleros amazonas esperaron hasta el momento óptimo, luego abrieron fuego. Los Odeons parecieron experimentar un gesto de agonía cuando el fuego chapoteó sobre ellos y los desgarró en partes; luego ellos colapsaron sobre sí mismos.
Más Odeons aparecieron, moviéndose más cautamente. Los Sentinels y las Praxianas detuvieron su fuego hasta el momento oportuno, entonces siguieron disparando. Uno, su torreta de cráneo en llamas, dio vueltas y se convulsionó, luego, tratando de mantenerse erecto, fue tambaleándose hacia una columna gigantesca.
Un panel camuflado en la base de la columna se resbaló abriéndose y Jack Baker estaba allí, con los ojos muy abiertos, mientras observaba a un mecha de cuatro metros y medio de altura que se estaba quemando bambolearse directamente hacia él.