Capitulo 15
¡Así que es elocuencia o violencia,
Porque nadie cree en coincidencias!
Los Robotonos, “La Conexión Protocultura”
La llamada desde su instalación secreta debajo del Royal Hall no despertó a Edwards; él dormía menos y menos hoy en día, animado por su implacable hambre para arrebatar el control de la REF, y por su frustración de que Minmei, todavía en aislamiento penal, era constante en su negativa de no hablarle.
Su primer impulso fue llamar a su escolta de seguridad arriba al Royal Hall con luces destellando y sirenas aullando. Pero en los precavidos juegos de poder frontales él estaba jugando con Lang y el resto del Consejo Plenipotenciario, él no podía permitirse atraer la atención hacia la ventaja secreta que él tenía. Así que el recorrido fue de bajo perfil.
Con guardias Ghost Rider flanqueándolo, Edwards avanzó cuidadosamente por las catacumbas debajo del enorme Royal Hall, llegando finalmente a las instalaciones cuidadosamente custodiadas que estaban bajo su control personal.
“Tenemos una señal de contacto, señor,” el oficial de servicio explicó, “pero ninguna respuesta a nuestra confirmación. Sólo recibimos la misma palabra en código.”
El oficial subió el volumen y los altavoces murmuraron el nombre de Edwards repetidamente.
Edwards emitió órdenes sucintas. La habitación fue despejada, dejándolo solo con el aparato. Tuvo que hacer un esfuerzo para recordar, pero él había sido cuidadoso en aprender cómo operar el dispositivo por sí mismo.
“Aquí Edwards.”
Hubo silencio por un momento, luego él se encontró viendo la cara del Regente Invid.
¡Lo sabía! Edwards se regocijó. Tal vez era hasta cierto punto una función de las extrañas perspicacias que él había obtenido cuando había recibido aquel impulso cerebral del equipo Invid capturado, pero tal vez sólo era cuestión de su sospecha innata. De todas maneras, él nunca había creído que la criatura estrangulada en Tirol por Tesla fuera el verdadero Regente.
“Se tomó su tiempo en responder, Humano,” el Regente dijo.
“Estoy aquí ahora. ¿Qué desea?”
Cada uno estaba inspeccionando al otro con el mismo pensamiento: ¡este tonto podría ser la respuesta a mi problema!
“Han ocurrido... desgracias desafortunadas,” el Regente dijo. “Sus y mis enemigos ahora tienen a Haydon IV.”
Edwards reprimió un insulto; él tenía que parecer absolutamente calmado. El fracaso de sus Ghost Rider en retornar de la persecución a Breetai había sido prueba suficiente de que los Zentraedi probablemente se habían unido a los malditos Sentinels. Pero oír decir que ellos habían triunfado de nuevo fue casi suficiente para hacerlo dudar de su propio destino superior de gobernar toda la Creación.
Pero no; aquí estaba el Regente, un signo de que Edwards era, en realidad, el Escogido de los dioses.
Edwards resistió el impulso de burlarse del Regente; él necesitaría la buena voluntad de la criatura por algún tiempo más todavía. “Es una lástima. ¿Qué vamos a hacer sobre ello?”
El Regente ocultó su satisfacción al oír que Edwards voluntariamente sería parte de la red de maquinaciones del Regente. “Ahora estoy en camino hacia la Colmena Hogar en Optera. Una vez allí, lo contactaré con los detalles de nuestro esfuerzo combinado. La Protocultura manda, debemos borrar a los Sentinels de la existencia.”
“Espero con ansias ese día, mi buen amigo,” Edwards dijo con una voz de mosquita muerta.
Ambos rompieron contacto con un pensamiento silencioso idéntico: ¡Sólo espera hasta que ya no te necesite, bobalicón crédulo!
***
En Haydon IV, el dolor por la muerte de Sarna y las muertes de miles de otros, y la destrucción de Glike, fue disminuida algo por la satisfacción sombría de haber desahuciado al Invid.
Una vez que el Regente partió en su nave insignia, los Invid simplemente perdieron su voluntad para luchar. La limpieza de las tropas restantes no había tomado mucho. Para cuando el Valivarre de Breetai y los dos cruceros de la REF estaban haciendo el descenso planetario, la mayor parte de la lucha estaba terminada.
Ellos encontraron una ciudad donde las amazonas triunfantes estaban celebrando su liberación, patrullando la ciudad con armas en sus manos y cabezas en alto. Los Haydonitas, también, habían experimentado un cambio: habían pasado los días cuando podían aguantar la tiranía Invid sobre sí mismos u otros. Las ruinas de Glike tienen el aire de un monumento al hambre de libertad de las trans-especies.
Inmediatamente después de la lucha, los otros Sentinels quedaron en varios humores y estados. Vince Grant y su esposa abrazados, regocijándose en la victoria, pero estaban melancólicos por el conocimiento de que había tanto más aún que hacer.
Jack Baker y Karen Penn, observando a Rem en una Sala de Curación, hallaron que ellos no se despreciaban uno a otro tanto. “Me alegro que lo lograras, Penn,” Jack dijo abruptamente.
“Gracias por... por venir al rescate, Lancelot,” ella trató de bromear, pero no pudo resignarse a decirlo suavemente cuando sus ojos se encontraron.
A través de ellos, Janice Em estaba observando a Rem, también. Ella vio imágenes de Rem y Zor y –algo más; impulsos lucharon dentro de ella por el predominio. Aunque era contrario a su programación, una marea innegable de emoción se derramaba en su interior cada vez que ella miraba al clon. Ella anhelaba una oportunidad para preguntar a Lang lo que todo ello significaba, pero abandonó la esperanza de alguna vez tener la oportunidad; la guerra parecía haber asumido una vida propia.
Para Breetai hubo vítores y aplausos, y besos, también, aunque sus dieciocho metros de altura lo hacían un poco impracticable.
A Lisa no le importó; ella insistió en que el Zentraedi la elevara alto de modo que ella pudiera colocar un beso mojado en su mejilla. Ella tuvo la interesante experiencia de ver a uno de los sonrojos más grandes del universo de cerca. Allí cerca estaba una Zentraedi bastante alta, alguien a quien Lisa había oído que llamaban Kazianna, quien frunció el entrecejo un poco por la demostración de afecto de Lisa.
Lisa comprendió la mirada posesiva que estaba viendo en la cara de Kazianna, y demoró un momento, literalmente agarrando la oreja de Breetai. “¡Bien! ¡Felicidades!” ella dijo astutamente. La oreja se enrojeció y calentó por el asimiento de ella, pero Breetai estaba sonriendo como un colegial.
En cuanto a Lisa y a Rick, había algo entre ellos que no había estado allí antes de la campaña de Haydon. Era el amor sin peso que había brotado cuando se probó en batalla que no había ninguna desigualdad de coraje –o preocupación– entre ellos. Cada uno era un guerrero realizado ahora, y se entendía que cada uno tendría que enfrentar peligros. Y que cada uno sentía el mismo amor por el otro, y aprensiones, y orgullo. Y cada uno sentía el valor inmensurable de cada momento que compartían.
Los Karbarrianos y Garudianos lograron contactar a los miembros de sus respectivas razas que estaban en Haydon IV, y disfrutaron de los placeres singulares de las costumbres de la ciudad natal. Complació a los otros Sentinels el saber que la noticia de las proezas de Lron, Crysta, Kami, Learna, y de los demás sería llevado de regreso a sus hogares.
Max Sterling no tomó parte en las celebraciones improvisadas porque pasó cada momento despierto al lado de la cama de Miriya y a menudo dormía allí también. Ella había perdido el conocimiento poco después de la partida de la nave insignia del Regente, y había caído en un coma profundo menos de una hora más tarde. Hasta los sanadores Haydonitas estaban desconcertados por su condición, la cual era causada por cierta interacción de su embarazo imposible, la exposición a la atmósfera Garudiana, y los esfuerzos de la batalla en Glike.
Tesla y Burak habían reaparecido. Tesla era ahora más alto, de forma más Humana. Lo más notable, él tenía una boca, y hablaba con ella. Las cosas estaban tan desorganizadas en Glike que no había mucho tiempo para comentarios. Pero todos los que lo veían se quejaban, o en voz alta o mentalmente. ¡Sí, él era lo bastante malo como era! Pero ahora que él tiene una boca para hablar de más...
La noticia de Breetai de que Tesla había estrangulado al simulagente tenía a todos mirando al científico con sospecha renovada, por supuesto, y hubo vagas pláticas de poner cierto tipo de crímenes de guerra contra él. Pero Tesla se las arregló para desviarlo, por el momento de cualquier modo, señalando que su víctima era un agente de espionaje Invid y que, en todo caso, el mismo Tesla era técnicamente un prisionero de guerra. Con las aguas de este modo enturbiadas, él quedó libre y al menos nominalmente como un colaborador de los Sentinels.
Tesla había considerado separarse de los Sentinels, pero enfrentó la conclusión que su clave para la Transformación Última yacía en visitar los otros mundos que habían sentido el toque personal de Haydon –Spheris y Peryton. Y el único modo razonablemente seguro para hacer eso yacía en la compañía de los Sentinels. Además, intentar un escape arriesgaría la cólera de los Karbarrianos, las Praxianas, los Humanos, y el resto, y aún con sus poderes incrementados, Tesla secretamente temblaba al pensar en lo que eso significaba.
Y de este modo cuando él finalmente fue llevado ante el liderato, Bela pinchándolo en el costado con una espada corta, Tesla desvió sus acusaciones y preguntas sobre los cambios que el Fruto de la Flor había obrado en él.
En cambio, él decía con su voz más suave, “Tenemos una causa común; ustedes deben dejar a un lado su odio y desconfianza, y trabajar conmigo en amistad.”
El grupo central de los Sentinels estaba a favor de asarlo vivo, o al menos colocarle de vuelta una correa y un collar explosivo, pero los mismos estatutos de los Sentinels, y de Haydon militaban contra eso. Y así, cuando los Sentinels se juntaron para deliberar sobre su próximo movimiento, Tesla expresó su opinión.
“Mi gente es una raza pacífica; ¿quién puede negar esto? ¿No vivimos en la tranquilidad por millones de eones, hasta que extramundanos nos enseñaron el crimen y el pecado y el odio? Al igual que el Regente y la Regis fueron perturbados por esta experiencia, así nuestros soberanos descarriaron a los Invid.
“¿No he cometido yo asesinato la mayor parte por su causa? ¿Yo, que nunca levanté una mano en violencia contra ninguna cosa viviente en mi vida? Pero al igual que ustedes están dispuestos a hacer guerra por la paz, así yo lo he hecho a mi modo.”
Hubo caras furiosas por todos lados del nuevo salón de conferencias que había sido levantado por mechas Robotech y la ciencia Haydonita, allí en las ruinas de Glike. Muchos miraron con ceño y murmuraron, pero ninguno discutió los hechos. Janice Em, vistiendo el aspecto de su propia identidad androide como hacía a veces estos días, observó a Rem para ver su reacción, preguntándose cuál sería la opinión del heredero genético de Zor. La cara de Rem era resueltamente no reveladora.
En cuanto a Breetai, él estaba estudiando a Janice Em y preguntándose sobre los motivos de Lang para crearla. Afortunadamente para el androide y su creador, los Sentinels parecían mirarla como su aliada y camarada de armas, antes que como alguna versión de simulagente de la REF.
La nueva y extraña boca de Tesla, casi como el de una muñeca, formaba sus palabras con una gracia y cadencia sobrenatural.
“¡Pero los míos merecen una oportunidad para redimirse y hacer reparación!” Tesla se apresuró. “He tenido la oportunidad de aprender sobre la paz y la limitación y el amor en mis días entre los Sentinels, y–”
Aquí su voz se quebró de una manera calculada e hizo una exhibición de contenerse las lágrimas. “¡Destruyan al Regente y a la Regis, sí! Pero regrésennos la Flor de la Vida, o dennos cualquier mundo en el cual la Flor elija para prosperar. Y entonces seremos los inofensivos e introvertidos y compasivos Invid de antaño. ¡Mil generaciones de herencia genética nos llaman a ser así! Y si el Destino lo concede, yo tendría el humilde honor de hacer mi pequeña contribución al Destino de mi especie.
“¡Se nos dio vida, como a ustedes! ¡Déjennos vivir!” Ese asunto estaba postergado por ahora, pero el liderato de los Sentinels intercambiaron miradas de preocupación. Tesla podría ser un completo imbécil militarmente, pero era un político consumado.
Quizá los dos vayan de la mano, Rick pensó, reflexionando sobre el Senador Russo y su familia en la Tierra.
***
Otros asuntos ganaron fama y fueron más rápida y concluyentemente tratados.
Breetai argumentó fuertemente que todos los Sentinels, las Praxianas liberadas incluidas, deberían retornar a Tirol para combatir los cargos difamatorios de Edwards. Parecía que él conduciría la objeción, no por astucia o politiqueo, sino simplemente por la fuerza de su convencimiento.
Rick miró a su alrededor, preguntándose quien iba a tomar el contra argumento. Pero él recordó que Baldan de Spheris estaba muerto, y Teal, la otra Spherisiana principal, aún estaba encerrada a solas y cuidando la muerte-origen de Baldan. El único notable Perytoniano, Burak, había estado callado y había sido imposible hablarle desde la campaña Garudiana, de algún modo bajo el hechizo de Tesla.
Y Spheris y Peryton eran los últimos dos mundos en los mapas tácticos de los Sentinels, los últimos dos de los cuales los Invid deberían ser desarraigados. Rick exploró la habitación y se dio cuenta de que allí había pocos Spherisianos –y ninguno que quisiera hablar– y ningún Perytoniano en absoluto, además del silencioso Burak.
Rick se sorprendió tanto como los demás cuando él se oyó dirigirse a la asamblea.
“Yo he luchado contra el Gran Breetai y a su lado, y en todo este tiempo, según recuerdo, en realidad nunca he encontrado el vigor para contradecirlo.”
Por ese comentario, hubo retumbos de risa de los Zentraedi, sentados como dioses Escandinavos en sillas inmensas alrededor de las paredes de la habitación. Kazianna colocó su mano sobre el hombro de Breetai, y Breetai posó la suya sobre la de ella pero mantuvo su atención en Rick Hunter. El tamaño no significaba nada en la arena de debate, y Breetai, tan prudente como cualquier Borgia o Cesar, sabía eso.
“Nos felicitamos por el trabajo que hemos hecho, como debemos,” Rick continuó. “¿Pero qué hay sobre Spheris? ¿Y Peryton? Las cosas allí están tan malas como lo estaban aquí en Haydon IV, ¿no lo creen? ¿O quizá algo peor?
“Así que la elección es entre continuar para terminar con la miseria que el Invid está infligiendo en esos planetas, ó regresar para limpiar nuestros nombres. Bien, aquí está mi voto: yo tengo que vivir con los recuerdos de lo que hago, o no hago, no con lo que la gente dice de mí. Digo que continuemos, y al diablo Edwards.”
Él volvió a tomar asiento en medio de una mezcla casi igual de vítores y objeciones. Pero Lisa lo estaba mirando con un chaflán raro para su barbilla.
No más viajes por mundos ofreciendo ayuda, no más vivir el día, no más osadías locas, ella pensó. Él es otra persona ahora, como todos nosotros lo somos. Más viejo pero sabio. Y sin embargo él estaba sosteniendo la causa en contra de la cual él había argumentado antes, cuando Burak quiso volver el itinerario al revés. Un sentimiento de justicia, quizá.
Lisa extendió su brazo por debajo de la mesa y dio a la mano de su esposo un apretón. Rick pareció un poco sobresaltado, luego le regresó un apretón.
Después de que las cuestiones menores estuvieron resueltas, la sesión se asentó en una colisión entre las dos facciones. El punto de Breetai era uno válido, hasta aterrador: si Edwards conseguía el control del consejo y socavaba la autoridad de Lang, el general podría arrebatar el control de la nueva flota de naves con capacidad de transposición espacial. Que a su vez lo podría hacer imparable.
Pero allí había muchos que sentían como Rick sentía, al haber combatido la opresión Invid en varios mundos ahora. Entre los más determinados de éstos estaban las esclavas Praxianas liberadas.
El pleito cortó a través de estirpes de especies, género, y hasta familia, sin embargo. Las voces poderosas de los Zentraedi y los rugidos de los Karbarrianos y las objeciones de los Humanos y los griteríos de las otras razas amenazaban con volver el debate en un motín.
Rick apenas había hablada desde su primera declaración. Pero cuando pareció que los Sentinels estaban a punto de perder su sentido del propósito y recaer en una completa riña, él se levantó de nuevo.
“Um, no veo que haya otra cosa que podamos hacer sino componernos. Alguien tiene que responder a los cargos de Edwards, y alguien tiene que luchar por Spheris y Peryton, ¡ahora!”
***
Él metió la mano en su bolsillo y extrajo una moneda de la buena suerte, cincuenta centavos de dólar de Kennedy que su padre le había dado. “¿Qué dices, Breetai? Te confiaré una u otra misión. ¿Cara, vas a Spheris y yo enfrento a Edwards?”
Él mostró ambos lados de la moneda, para demostrar que no había ningún arreglo.
Breetai se había aliviado de su silla para arrodillarse junto a la mesa. Su cara se rajó ampliamente en la primer sonrisa verdadera que él se había permitido en algún tiempo. Breetai extendió su palma, tan grande como un escritorio. “Láncela aquí, Rick Hunter.”
Rick lo hizo. Breetai la atrapó, juntando sus palmas, y abrió sus manos de nuevo para mostrárselas a todos. Era cruz.
Habrá mucho que hacer mañana, pero por ahora, todos necesitamos un aplazamiento.
Cuando todos los demás se dispersaron y ellos estaban paseando bajo las extrañas constelaciones, Kazianna Hesh tomó la mano de Breetai. “No es el resultado que buscabas, lo sé, mi amor, pero aún pienso que no es uno injusto.”
“Tal vez. Pero te aseguro esto: Edwards será detenido, aún si lo tengo que hacer solo.”
Ella besó su mejilla. “Breetai, nunca enfrentarás ningún peligro solo de nuevo –no mientras yo respire.”