Capitulo 9
Para parafrasear el aforismo humano, “Pienso, por lo tanto me largo.”
Cabell, Un Pedagogo Extranjero: Notas sobre la Campaña de los Sentinels
Los Enforcer Invid de las hordas del Regente no eran nada parecido a la clase de mecha que la Regis estaba desarrollando. Los de ella eran más grandes que los Battloids, llevando cañones enormes, sus máquinas de lucha más poderosas, mientras que los de él eran apenas más grandes que los Oficiales Blindados.
Tres Enforcer ingresaron a la Sala de Curación ahora, conduciendo a Cabell y a Veidt delante de ellos, mientras los otros contemplaban. Vince, Max, y Wolff estaban esperando allí, así como Rick, Lisa, y el resto. El brazo de Vince estaba alrededor de los hombros de Jean, mientras que Max sostenía ambas manos de Miriya. Aún existía cierta distancia entre Rick y Lisa.
Veidt giró hacia el Enforcer principal. “Deseo hablar con estos prisioneros a solas.”
La voz de los media sonó como un disco de audio combado. “¡Esas no son las órdenes del Regente! ¡Considérese afortunado de no estar confinado también!” Los Enforcer permanecieron donde estaban, las armas listas.
Veidt hizo un encogimiento de hombros impotente al volverse hacia sus amigos. “Aquellos de nosotros que creemos en la libertad estamos haciendo todo lo posible para obtener su liberación,” él dijo.
“No es probable que ayude mucho, ¿no es así?” Max preguntó rencorosamente. “Ya hemos sido medidos para las vinchas de esclavos y los dispositivos restrictivos y las jaulas. ¿Y usted me dice que las personas que nos vendieron –su gente– van a encontrar la determinación para ayudarnos ahora? Sigue soñando.”
Miriya lo hizo callar. “Si no hubiese sido por los Haydonitas, los cuatro estaríamos muertos en este momento.”
Max bajó su cabeza, hablando de tal manera que ellos apenas pudieran oírlo. “Quizá eso sería preferible. Quizá sería mejor que todos nosotros terminemos de esa manera.”
La cara de él se puso mortalmente pálida al decirlo; todos allí estaban conscientes de que Miriya estaba embarazada.
Veidt observó a Max por un momento. “Confío en que cambiará de opinión a tiempo.” Él viró, el dobladillo de sus vestiduras remolineando, y salió flotando por la puerta. Un Enforcer se fue, y los otros dos permanecieron en guardia en la puerta.
“¿Llegó a ver a Rem?” Jean preguntó a Cabell.
“No. Una gran broma del Regente, el prometernos permitirnos hacerlo. Lo que él realmente quiso decir es que todos seremos encarcelados junto con él.”
“Qué sentido del humor.” Rick gruñó. “Me pregunto si él hace bodas y funerales.”
Él estaba mirando a su alrededor al equipo del laboratorio alienígena, especulando sobre qué entre aquel serviría como la mejor arma improvisada –porque él no tenía intenciones de terminar en una jaula. Y seguramente los carceleros Invid estarían allí para ajustar a los Sentinels con vinchas de esclavos en cualquier minuto; no había mucho tiempo para actuar.
De repente Cabell comenzó a emplear una especie de Inglés Terrícola ordinario. “Debemos nos-gar-fu. Idt-Ve estará do-ran-pe-es.” Cabell dijo aquello como si él los estuviera guiando en una plegaria, o dándoles una breve charla de ánimo.
Uno de los Enforcer se movió, apuntando su pesado rifle. “¡Alto! No se permite ninguna comunicación en lengua extranjera, o los amarraremos y amordazaremos a todos. ¡Sanador, haga las verificaciones finales que el Regente ha ordenado, luego todos ustedes prepárense para ser transferidos a los laboratorios del Todopoderoso Regente!”
Los humanos, entretanto, habían estado asimilando lo que Cabell les dijo. Lisa halló un momento en el cual reír de la ironía. Aparentemente Cabell había aprendido más que sólo ciencia en sus tratos con Lang, el Dr. Penn y los demás, y con los Sentinels humanos.
¡Tenemos millones de dólares del dinero de los contribuyentes en aparatos Robotech, se le ocurrió a Rick, y ahora todo el asunto depende de un bobalicón alienígena hablando en lenguaje secreto de niños! De algún modo, ello parecía apropiado.
Fue como estar enviando transmisiones vitales de batalla con un anillo descifrador de un niño de una caja de cereal, pero pareció haber funcionado. Y la observación sobre los laboratorios del Regente tuvo a todos allí determinados a escapar o morir en el intento; había destinos peores que la muerte.
Al mismo tiempo que el guardia Enforcer estaba recitando su advertencia, Jean Grant furtivamente ajustó un control en el equipo de monitoreo de los signos de vida. Los osciladores oscilaron y las alarmas zumbaron; luces destellaron y tonos electrónicos hicieron trinos apremiantes.
El Enforcer hizo girar su cañón alrededor. “¿Qué es esto?”
Jean pretendió estar estudiando los dispositivos de curación. “¡Creo que sus excrecencias tálmicas han formado una fístula medular!” A sus ex pacientes ella dijo bruscamente, “¡Rápido, todos ustedes! ¡Acuéstense boca arriba! ¡Su refracción está atascada en el oscilador óptico!”
Los Enforcer estaban titubeando un poco, abrumados. “¿Qu-qué está diciendo, mujer? ¡Explique lo que quiere decir!”
Jean demostró su impaciencia. “¡Ellos están teniendo una recidiva, tú enorme gusano enlatado! ¡Rápido, tú y tu socio vayan a conseguir ayuda! ¡Traigan a los sanadores! ¡Traigan al Regente! ¿No puede ver que se están muriendo?”
Karen fue la primera en entender su indicación y cayó de espaldas al piso gimiendo. Lisa la miró con la boca abierta por un instante, luego simuló su propio pretendido ataque, tambaleándose y contorciéndose exageradamente, haciendo algunas muecas muy extrañas. Rick lo entendió y se dejó caer al piso en un paroxismo escandaloso; Miriya desfalleció sobre un sofá de tratamiento y comenzó a pronunciar sonidos desgarradores de dolor.
Los dos Enforcer estaban tan desconcertados que por un momento casi se fueron a conseguir ayuda. Pero se dieron cuenta y apuntaron a los prisioneros de nuevo. “¡Ustedes, no se muevan! ¡Déjense de sus trucos ahora!”
“¿Truco? ¿Parece esto un truco?” Jean dijo, señalando hacia el incomprensible show de luces y sonidos del instrumental médico Haydonita.
¡Y espero que no diga sí!
El Enforcer caminó pesadamente hacia la máquina para echar un vistazo por sí mismo, haciendo a un lado a Jean con el cañón del fusil. Ella sólo se alejó un paso o dos, pero eso no incomodó al Invid; ella sólo era una humana desarmada. El segundo Enforcer se acercó, cubriendo a los estrambóticamente afligidos retorcientes por si acaso estuviesen tramando algo. Inadvertido, Vince Grant se escabulló de la vista entre dos hileras de equipos.
El primer Enforcer echó un vistazo a las desconcertantes pantallas de los instrumentos mientras los supuestamente recaídos pacientes babeaban, aullaban como perros, y pasaban por espasmos vigorosos. Jean observaba alejada a un paso, sus manos detrás de su espalda.
“¿Qué significa todo esto? ¡Explique!” el Invid demandó.
Jean presentó una mano de modo que ella pudiera señalar con el dedo. “¡Está todo justo allí, en el escáner del medio! ¿Ve?”
Cuando la cosa se inclinó hacia delante para observar más de cerca, ella enrolló el cable de suministro de poder que ella había aflojado de un tirón y lo empujó contra el torso blindado. Guirnaldas chisporroteantes de pura energía envolvieron a la cosa, haciéndolo entrar en convulsiones. Jean hizo una oración en silencio en agradecimiento de que el grueso aislamiento del cable evitó que ella se friera también. Sin embargo, el campo generado por la corriente furiosa hizo que su pelo corto se erizase.
La furia radiante de ello la hizo retroceder después de sólo un segundo o dos, sin embargo, forzándola a soltar el cable. El Enforcer todavía estaba temblando y forcejeando; Jean pensó que ella había tenido éxito en herir fatalmente por dentro al Invid en forma de embrión, o los circuitos de su mecha.
El segundo Enforcer estaba moviéndose en ángulo para dispararle a ella, cuidadoso de mantener a los afligidos Sentinels y a Max y a Wolff en su campo de fuego. Pero al levantar su enorme rifle, una mano desenfundó la pistola de su cinturón. Vince Grant dio un rápido paso hacia atrás y disparó a la cosa directamente a la parte posterior del casco.
Humo y vapor y una materia pegajosa verde estalló por la abertura en la armadura del Invid, junto con el olor del tejido incinerado y salpicaduras de aleación fundida. Vince tuvo que esquivar rápidamente cuando el segundo guardia se colapsó hacia atrás, casi sujetándolo.
Los otros prisioneros estaban todos de pie ahora, acercándose a los Enforcer caídos. “¿Crees que ellos despacharan una alarma?” Max quiso saber.
“Probablemente no, pero eso no significa que estemos fuera de peligro,” Wolff conjeturó. Él cuidadosamente tocó el rifle tirado del que Jean había liquidado; estaba tibio, pero intacto y aparentemente aún funcional. Él levantó el rifle sobre su hombro.
Vince pasó su pistola a Rick y levantó el otro rifle. Lisa tomó el arma de mano del guardia eliminado antes de que Max pudiera asirla. Tenía la forma de algo parecido a un arma de engrapar de Protocultura gigantesca. “El Rango Tiene Sus Privilegios, y todo eso.” Ella sonrió.
Max le dio una sonrisa sesgada. “Que lo aproveches, Lisa. ¡Sólo que, pongámonos en marcha!”
Hubo acuerdo universal sobre eso. Rick levantó el arma portátil del voluminoso Invid al guiar el camino, agradecido que todos los Sentinels habían practicado tiro de familiarización con las armas enemigas frente a tal emergencia. Él hizo una pausa en la entrada y se volvió para hallar a Lisa un paso detrás de él, preparada para respaldarlo.
Ellos emprendieron la marcha pasillo abajo. En la primera esquina, Rick se encontró cara a cara con Veidt y casi le disparó.
“Vamos. Apresúrense.” Veidt hizo piruetas y se alejó flotando a gran velocidad, dejando a los otros moverse con ruido pesado y apagado tras él. Ellos lo siguieron hacia un campo-ascensor que los condujo hasta el techo del lugar.
“¿Cómo supo que escapamos?” Max demandó cuando el campo lo arrastró flotando hacia fuera sobre el embarcadero flotante de techo iluminado por el sol.
“Podemos mantener vigilancia sobre cualquier cosa que suceda en las Salas de Curación,” Veidt contestó. “Después de todo, se recomienda mantener una vigilancia estrecha sobre los pacientes. Rápidamente ahora: pónganse eso.”
Él señaló hacia una pila de mantos Haydonitas sin mangas que yacían sobre una alfombra voladora bastante pequeña. Ellos se zambulleron sobre las vestimentas, cayendo pesadamente sobre la alfombra. A Vince le tomó cierta reorganización para finalizar con la prenda de vestir más larga, y aún así sus piernas quedaron expuestas desde la mitad de la canilla hacia abajo. Él se conformó con arrodillarse, el voluminoso rifle Invid sostenido entre sus rodillas.
Los otros fueron más fácilmente ocultados, y en el siguiente instante Veidt tenía a la alfombra en el aire. Lisa se dio cuenta de que no había modo de confinar su cabello, o para los otros de evitar que los suyos volasen, algo no Haydonita, al viento, pero no había remedio para ello ahora. Al menos los cuellos altos ayudaban a camuflarlos un poco.
De todos ellos, sólo Miriya no se había recobrado completamente. Max mantenía un brazo alrededor de ella mientras ella estaba agarrada a él aturdida.
Ellos pasaron por complejos modelos de transporte de alfombras, conos voladores, aeronaves extranjeras, y vehículos Invid, pero Veidt lo superó sin esfuerzo aparente, y nadie pareció prestarles atención.
“Veidt, no sé cuál sea tu plan,” Rick dijo, “pero tenemos asuntos urgentes propios. Uno de ellos es que las Praxianas son–”
“Son mantenidas como esclavas por los Invid,” Veidt anticipó. “Estoy muy consciente de ello. Y ahora estamos en camino para hacer algo al respecto. Es el lugar de partida más probable para hacer lo posible para desalojar al Regente de mi mundo.”
Rick deseó una vez más que fuera posible llamar al crucero de los Sentinels –el Ark Ángel, como lo habían llamado– para una extracción, pero sabía que eso sólo resultaría en una batalla desigual que la nave insignia de los Sentinels no podía esperar ganar. Además, había elevada posibilidad de que el crucero fuera atacado por los “anticuerpos” de Haydon IV.
Wolff vio que la alfombra voladora estaba en curso hacia la fortaleza Invid en la unión del Sendero del Cielo y del Camino de Plata, donde él había visto a las prisioneras de guerra amazonas antes. Él se preparó, deseando haber tenido tiempo para recoger un arma.
Pero bajo la guía de Veidt, la alfombra comenzó a descender justo antes de alcanzar la fortaleza, para asentarse sobre una superficie de aterrizaje en el techo del edificio de al lado, dominando desde lo alto el ancho bulevar. “La próxima cuadrilla de trabajo de esclavos debería pasar justo por debajo de nosotros,” él dijo.
“¿Usted espera que sólo unos cuantos de nosotros, con cuatro armas de pequeño calibre, elimine a los Inorgánicos?” Wolff se mofó. “¿Si es tan fácil, porque ustedes no lo hicieron antes?”
“Como usted sabe, la violencia física directa no es el fuerte Haydonita” Veidt indicó. “Pero ya que no hay otra vía de escapar del planeta, ayudar e instigar es nuestro único recurso.
“Y además, las mujeres estarán protegidas por Enforcers y Oficiales Blindados, no Inorgánicos. Más aún, los éxitos de los Sentinels han dado a otros Haydonitas el aliento que necesitaban para prestarnos ayuda.”
“Da lo mismo que las cosas se resuelvan de esta manera,” Lisa dijo, verificando su pistola. “No podíamos dejar a las Praxianas aquí, esclavizadas.”
De nuevo, esa agudeza en Lisa para combatir tomó a Rick de algún modo por sorpresa. Luce como algo a lo que tendré que acostumbrarme.
“Otras cosas estarán trabajando a su favor también,” Veidt continuó, “y no deseo mucho explicárselas.”
La línea de Praxianas se movía cansadamente, después de un día agotador de trabajo en los almacenes y astilleros Invid. La Prisión de Esclavos Central aparecía frente a ellos.
Por supuesto, los Invid no necesitaban la mano de obra de las cientos de miles de mujeres que ellos habían capturado en su conquista de Praxis; había zánganos y autómatas suficientes para realizar el trabajo. Pero tenía sentido para mantenerlas ocupadas y agotadas, y para servirse de ellas. Además, la práctica indicaba a las Praxianas –y a los Haydonitas y a varias razas de otros mundos representadas en Glike– exactamente lo que les sucedía a aquellos que desafiaban al Regente.
Los Enforcer sobre el suelo y su Oficial Blindado quien se deslizaba sobre sus cabezas en su nave de escaramuza abierta y de un solo ocupante mantenían una vigilancia cuidadoso en sus prisioneras. A veces, después de un turno de trabajo de dieciocho o veinte horas, las mujeres se volvían rebeldes, renuentes a volver a ingresar a sus celdas. Allí era cuando se requería de una sacudida de las vinchas de esclavos o de un latigazo de nervios para mantenerlas en movimiento.
Efectivamente, una de las perturbadoras habituales se separó de la línea cuando estaba a punto de pasar por los portales a las perreras de esclavos. Ella era más baja que la mayoría de ellas, y sólida, de cara redonda y de piel color verde olivo. Desatenta de las reprimendas de la vincha y del latigazo de nervios, ella aún estaba desafiante.
“¡No volveré a entrar en ninguna jaula!”
“Usted ha sido advertida,” el Enforcer más cercano dijo, activando la vincha de la prisionera de guerra/eslava. Retorciéndose de dolor, ella sería arrojada dentro de su jaula a pesar de lo que había dicho, y así mismo cualquiera que la apoyase. Era un trabajo tedioso para los Enforcer, pero ellos no tenían nada mejor que hacer de cualquier modo. Ellos vivían, literalmente, para servir a su Regente.
Pero en esta tarde de color turquesa brillante de Haydon, el itinerario fue repentinamente botado. La vincha no respondió, y la provocadora permaneció de pie allí, mostrando sus dientes blancos en una mofa de lucha, las manos levantadas en postura de combate, los pies en su lugar y lista.
El Enforcer trató de nuevo, pero aún no había respuesta. Otra amazona, con una trenza larga de color rojo flama, avanzó desde las filas, y dos más vinieron detrás de ella. Los Enforcer registraron el hecho de que había algún tipo de mal funcionamiento y se prepararon para restablecer el orden de un modo más directo, con latigazos sónicos y disparos de advertencia –o con golpes blindados y descargas de Protocultura, si se llegaba a eso.
Pero cuando el primer Enforcer levantó su arma, un rayo de un rifle Invid golpeó su casco de frente y lo hizo estallar en pedazos. Otro rayo de rifle golpeó al próximo Enforcer cercano, taladrando a través de aquel en una fracción de segundo. Descargas de pistolas acribillaron a la nave de escaramuza y al Oficial Blindado en ella, quien, tomado por sorpresa mientras volaba bajo y lento, emitió humo y llamas. La nave de escaramuza cayó descompuesta y herida hacia la superficie del camino.
Las mujeres guerreras de Praxis rápidamente se dieron cuenta que una emboscada había sido montada, y que las despreciables vinchas ya no podían proporcionar castigo. Había personas en el embarcadero flotante superior –Tiresoides, aunque ellos llevaban puestos mantos Haydonitas por alguna razón– apremiándolas.
Las mujeres guerreras no necesitaron mucho apremio. Con un coro de gritos como Hellcats enfurecidos, ellas se abalanzaron sobre sus enemigos.