Capitulo 27

Cuanto más información acumulamos sobre el tema del ser conocido como Haydon, más convencido estoy de que mi trabajo sólo está comenzando.

Dr. Emil Lang, notas personales en la misión de la SDF-3

“Escúchame, querida: quiero que pujes de nuevo ahora. ¿Está bien?”

Miriya recuperó el aliento, dejó de sollozar, y asintió con la cabeza.

“Esa es mi niña,” Jean Grant dijo, los alientos automáticos mientras ella se concentraba en su trabajo. “¿Max, estás sosteniendo su mano?”

“Sí.” Max y Miriya intercambiaron apretones de dedos, pero el suyo estaba tan débil.

“Muy bien, Mami y Papi; hagámoslo,” Jean dijo. “Puja, querida.”

Miriya lo hizo, mordiendo su labio inferior hasta que éste sangró, entonces gimió de dolor. Ninguna herida de batalla le había dado alguna vez un sufrimiento como este; ninguna tortura enemiga podía ser más horrible.

Jean no tuvo tiempo para decir una frase indecente. Los avances médicos habían hecho del seguro y relativamente indoloro parto de bebés una cosa corriente, pero esos avances no aplicaban a una mujer Zentraedi embarazada por un macho humano cuando por derecho ello debería haber sido imposible. O un período de gestación que sólo durase unos cuantos meses pero había, por todas las indicaciones, llegado a término completo. O un embarazo que había estado cerca de llevarse la vida de la madre varias veces por ninguna razón evidente.

“¿Qué es eso? ¿Qué está mal?” Max preguntó a Jean, cuando allí hubo una conmoción de actividad. Él no podía ver lo que estaba sucediendo desde donde él estaba sentado en el extremo de la mesa médica de parto de Miriya, sosteniendo la mano de ella.

“Estamos trayendo un bebé al mundo. ¿No merece eso darle un beso a tu esposa?” Jean dijo distraídamente a través de su máscara. Pero por dentro, estaba desesperada. Miriya estaba sangrando mal, y nada de lo que Jean podía hacer parecía ayudar.

Miriya gritó, y Max, apretando las manos de ella y murmurándole palabras tranquilizadoras, vio los ojos de ella enrollándose dentro de su cabeza. Él se arrancó su propia máscara.

“¡Mir! ¡Mir! ¡No hagas esto! ¡Por favor por favor, quédate conmigo!”

Ella comenzó a sufrir convulsiones, y Jean, verificando los signos vitales, pensó, La estamos perdiendo.

Max estaba inclinado contra su esposa, sosteniendo su cabeza hacía la de él, llorando y rogándole que no se muriese. “¡Jean, haz algo!”

“¡Shhhh! Estoy intentándolo, Max.” Pero era irremediable.

No te preocupes, Madre; estoy contigo.

Max enjugó sus ojos. “¿Qu-qué dices, Jean?”

“Yo no dije nada, Max. Pensé que tú lo hiciste.” Las enfermeras y los técnicos y otros dos médicos que ayudaban no tuvieron nada que agregar.

Pongan sus mentes a descansar. Todo saldrá bien; ya lo verán.

Jean no tenía tiempo para preguntarse si ella se estaba volviendo loca –escuchando voces directamente en su mente. Las convulsiones de Miriya pararon y sus signos vitales se elevaron y estabilizaron. La hemorragia disminuyó a un goteo, luego cesó.

Y otros acontecimientos continuaron. Hubo unos cuantos segundos laboriosos, pero Miriya pasó por ellos con sus ojos cerrados y una sonrisa dichosa en su rostro.

“Tienen una hermosa y pequeña hija, amigos,” Jean dijo. La niña estaba llorando con entusiasmo. Los ojos de Miriya se abrieron y ella y Max rieron y lloraron, abrazándose mutuamente.

Pero Jean, viendo el cordón umbilical, sintió un aire frío soplar a través de ella. Ella no era obstétrica, pero había parteado muchos bebés.

Y este era el primer recién nacido que ella había visto alguna vez venir al mundo ya respirando, con los ojos abiertos y los dientes ya brotando.

El bebé se movía débilmente, pero sus ojos se fijaron en los suyos.

Gracias, Jean, esa misma voz dijo.

***

“Tenemos que movernos rápidamente, Almirante,” Burak dijo a Rick con un tono controlado/impaciente. “Los esfuerzos de Tesla para liberar Peryton son bien venidos, por supuesto, y estoy agradecido que él haya guiado la avanzada, pero yo soy el que ha sido escogido por el Destino para liberar a los míos y convertirme en su señor.

“Mientras me compadezco de los Spherisianos y de la reconstrucción que deben hacer, el hecho es que ellos han sido libertados, mientras que mi gente está bajo el peso de una maldición terrible. Usted puede ver mi punto, estoy seguro.”

Burak estaba aseado y vestido en nuevas prendas, la sangre de Jack Baker lavada de sus cuernos. Rick lo había estado evitando durante días, pero finalmente el Perytoniano lo había detenido y retenido para conversar, en su camino hacia otra reunión de estrategia.

“Um, veo a lo que se refiere, Burak. Me aseguraré que todos en el liderato comprendan.”

“Por favor vea que así sea. Esperaré noticias en mi habitación.”

Burak giró y se alejó a zancadas de modo majestuoso, seguido por unos cuantos de su gente. Rick no pudo deducir si ellos sólo estaban complaciendo a Burak fuera de lealtad y lástima, o si realmente creían toda su palabrería sobre ser el Mesías de su planeta.

Ciertamente, nadie pudo desengañarlo del convencimiento de que Tesla se había marchado para comenzar la liberación de Peryton, aún cuando ellos le mostraron a Burak los planos de rastreo de las naves de Tesla que escaparon con rumbo a Optera.

Rick había estado listo para atribuirlo todo a la hipnosis de Tesla, o lo que fuera que el Invid usó, pero Gnea y Jack no mostraban ningún signo de ningún efecto residual mientras que Burak aún estaba caminando por ahí hablando como loco de atar. Él se encogió de hombros para sus adentros, y tomó nota para hacer que seguridad mantenga vigilancia sobre los Perytonianos.

Irónicamente, el planeta hogar de Burak era, por fin, el próximo en la larga campaña de los Sentinels. Pero antes de que esa batalla pudiera ser montada, los Sentinels tenían que atender a sus heridos y enterrar a sus muertos. También había que hacer reparaciones al Ark Ángel, a los mechas, a las armas, y al equipo.

Y, a pesar de sus singularidades de conducta crecientes, Burak estaba siendo más cooperativo por cuanto él y sus seguidores mostraban más buena voluntad para responder las preguntas específicas de los oficiales de inteligencia sobre su mundo hogar. Sin embargo el consenso general era que ellos estaban ocultando mucho, los Perytonianos habían dado al resto de los Sentinels más para reflexionar con respecto a ese planeta trágico y maldito.

También estaba la situación de los Spherisianos para considerar: sus ciudades en ruinas, su infraestructura económica e industrial –la parte de la superficie, en todo caso– destruida. Aunque ellos podían sobrevivir en el interior del planeta y reconstruirlo por su propia cuenta, a tiempo, los Sentinels sintieron que era su deber ayudar a los Spherisianos en lo posible antes de partir.

Un mensaje parcial había sido recibido de Max Sterling, y aunque Rick y Lisa ya habían partido para entonces, ellos rebosaron de alegría al oír que Miriya había dado a luz a una niña que la pareja había nombrado Aurora. La grabación de la transmisión estaba borrosa e interrumpida por la estática, pero Rick pensó que Max lucía preocupado, aunque la madre y la hija fueron ambas reportadas estar bien.

***

De más importancia para la misión era el hecho de que los Haydonitas habían establecido contacto intermitente con Karbarra. Los enormes ursinoides de allí tenían muchos de sus problemas técnicos superados, y la producción de mechas del tipo de la REF y naves menores debía comenzar en semanas –al igual que la construcción de una SDF-7 prototipo clase crucero. Eso no cambió el itinerario de invasión Perytoniano, pero animó a los Sentinels –a los miembros Humanos en particular. ¡La flota que los llevaría a casa estaba ahora en construcción!

***

El Regente marchó a pasos regulares por sus halls orgánicos abovedados, seguido por su fiel guardaespaldas. Él había perdido todo contacto con Spheris, y podía suponer el resto.

Él había emitido órdenes para desmontar todas las avanzadas y las guarniciones planetarias, para traer a casa a cada soldado Invid para proteger la Colmena Hogar. Pero él sabía que si un enemigo estaba en camino desde Spheris, no había tiempo para refuerzos.

Él se paró finalmente frente a los Niños Especiales, los embriones bio-manipulados dejados atrás por la Regis con la exhortación de que él los dejase llegar a ser lo que ella se había propuesto que fueran, y respetase las cosas que ella había diseñado en ellos.

“¡Bah! ¿De qué utilidad son ellos para los Invid si la Colmena Hogar cae?” Él se había refrenado de violar los deseos de ella con la esperanza constante de que algún día ella retornaría a él; él preservaba los Niños Especiales de ella como un signo de su anhelo por ella. ¿Pero qué beneficio tendría honrarla si ello significaba la derrota y muerte de él?

Él extendió su mano en un barrido hacia las filas y filas de huevos silenciosos y resplandecientes. “¡Apresúrenlos y empóllenlos! ¡Aliméntenlos con los alimentos más nutritivos y hagan todas las demás cosas para aumentar al máximo su –potencial!”

Él giró hacia su séquito reverenciante. “Vean que se haga que todas las defensas estén preparadas y en alerta. Y preparen mi armadura de combate.”

Si era su destino presidir el fin del imperio Invid, él vería que no le sorprendiese mansamente o a costo pequeño.

***

Una vez que Jack estuvo fuera de peligro de sus heridas, su relación de odio-amor con Karen comenzó a regresar rápidamente a su antigua armonía agridulce.

Hubo un par de días –él estaba despierto a intervalos, pero en condición vigilada y tan débil como un gatito– en los que ella fue en realidad dulce con él. Especialmente cuando él logró decir un poco tímidamente, “Gracias por venir al rescate, Lancelot.”

Sin embargo...

“Tan pronto estoy lo suficientemente bien para hacer algo al respecto, tú regresas a ser Atila el Penn,” él dijo burlonamente.

Ella eludió su abrazo ágilmente y arrojó un uniforme limpio y empaquetado en su cara. “El doc dice que estás en estado convaleciente ahora, baboso vicioso sexual, así que vas a convalecer. La nave de Veidt se reunirá con nosotros en el techo en diez minutos, ¡así que muévase, Señor!”

Jack comenzó a desatar su vestimenta de hospital, pero ella salió por la puerta antes de que él pudiera fantasearla.

En realidad, su primera excursión fuera de la enfermería prometía ser el viaje de una vida. Numerosos Sentinels ya habían hecho el viaje; todos habían recibido invitaciones sinceras de los agradecidos Spherisianos.

Da la casualidad que hoy era el primer día que los Hunter podían ponerse en marcha para realizar el peregrinaje, y Gnea, oyendo que Jack iba a ir, decidió ir, también, para una segunda visita. Burak anunció con dignidad augusta que era apropiado que él atestiguase el más protegido santuario en Spheris. Veidt, su nave reparada, sintió que era un buen momento para una prueba de vuelo.

Teal y Baldan II, sabiendo quienes estarían en la nave de Veidt, insistieron en mostrarles a los Sentinels los alrededores personalmente.

Veidt estaba perfectamente cómodo revoloteando a varios centímetros lejos de la cubierta, pero asientos como sillas de director de patas largas habían sido instaladas para los otros. Además, un almuerzo de día de campo se hallaba en una pila de cajas termales en la parte posterior del espacio para los pasajeros cubierto con una cúpula en forma de burbuja.

“¿Aún no está listo para el vóleibol, Baker?” Rick preguntó inocentemente cuando Karen ayudaba a Jack a sentarse. Jack bufó una risa y luego gruñó de dolor, pero no se quejó; era precisamente el tipo de cosa que él había hecho a otras personas, y él no tenía intenciones de ser acusado de asestar golpes pero no ser capaz de recibirlos.

Aunque Karen podría abusar de Jack, sin embargo, ella no iba a ver a alguien más hacerlo. “¡Almirante! A menos que haya suficientes personas aquí con el mismo grupo sanguíneo para dar transfusiones al Teniente Comandante Baker en el caso de que él se rompa unas tripas, Señor, respetuosamente sugiero que tengamos cuidado con él.”

Rick tosió detrás de su mano para ocultar su sonrisa. “Por supuesto; completamente de acuerdo.” Lisa codeó a Rick, luego miró el devastado pero reconstruido Beroth, temblando silenciosamente de risa.

La nave en forma de cucurucho de helado los llevó a través de la campiña cristalina, hacia una chimenea volcánica que los Spherisianos habían abierto de modo que sus libertadores pudiesen ver su máximo tesoro. Ellos descendieron más allá de vistas tan maravillosas como nada que ellos hubiesen visto en sus viajes hasta ahora.

Finalmente ellos se detuvieron con la brida de paseo estrecha que circundaba el pequeño domo de pasajeros a la misma altura de una pasarela de cristal cortado. Estaban a kilómetros de profundidad, sin embargo la temperatura era agradable, la presión del aire poco diferente de la de la superficie. Rick quiso preguntar cómo podía ser aquello, pero él estaba seguro de que los Spherisianos sólo lo confundirían de nuevo, como lo habían hecho con los ingenieros y científicos Sentinels.

El equipo salió caminando y siguió a Teal y a su hijo, por un corredor abovedado inmenso de lava sofrenada y trenzada como filamentos múltiples de melcocha. En el otro lado, todos ellos se quedaron mudos excepto por unos cuantos alientos inspirados y en voz alta.

Ningún no-Spherisiano había visto alguna vez aquella representación de Haydon hasta que los Sentinels fueron invitados a los dominios subterráneos de Spheris. Estaba ubicada en el medio de una caverna desde la cual la luz brillaba en saetas lo suficientemente brillantes para incomodar a los ojos de los no-Spherisianos. Se levantaba en la magnificencia facetada y pulida de la montadura de piedra preciosa más hermosa del planeta, una forma de trescientos metros de altura.

Una figura de arcilla.

La materia era de un color indescriptible, imposible de discernir allí donde exhibiciones de luz fantásticas cambiaban de instante a instante. La cuestión de la resistencia del material y la imposibilidad de que tal cantidad inmensa de materia sostuviese su forma apenas valían la pena mencionar, porque la realidad estaba allí ante ellos.

La arcilla no estaba cocida, luciendo como si hubiese sido moldeada sólo momentos antes; sin embargo había estado allí desde la época del mismísimo Haydon. Era como si un artista divino hubiera sido llamado, por un momento, de un trabajo inconcluso. De nuevo allí estaba aquella falta de rasgos excepto la definida fortaleza y nobleza del contorno. Ello coincidía en la forma con los otros que los Sentinels habían visto.

“Haydon fue el modelo vivo para su forma,” Teal dijo con una voz orgullosa y distante. “Vengan; miren de cerca.”

Ella guió el camino hacia un sendero ascendente de un metro más o menos de ancho el cual unía con una red que seguía un curso en espiral alrededor y de arriba abajo de la estupenda caverna. Con temor reverente, el resto comenzó a tirarse dentro de forma automática.

A excepción de Jack, quien echó un vistazo a ese sendero en tirabuzón y supo que nunca lo lograría. En realidad, él ya estaba sintiendo un dolor agudo en su mitad zurcida por la actividad; las enfermeras le habían hecho prometer que se sentaría en la nave y no se movería en modo alguno, y él ya las había desobedecido.

Karen estaba a punto de ayudar a Jack a ir a la nave de Veidt, pero Gnea intervino. “Yo ya he estado aquí una vez, Hermana. Yo le daré una mano.”

Los otros ya estaban siguiendo la senda empinada a excepción de Burak, quien aún estaba inmóvil ante el Haydon de arcilla. Karen asintió con la cabeza y soltó el brazo de Jack, luego corrió en pos de ellos. Jack cojeó, más o menos apoyándose en Gnea, dejando salir un aliento dichoso cuando ella lo ayudó a sentarse nuevamente en su silla.

“Ya no soy un inválido, Gnea. Puedes ir con los otros; estaré bien.”

Ella se aflojó en una silla junto a él y golpeó ligeramente el antebrazo de él. “Ningún problema, fanfarrón. ¿Tienes hambre?”

“No, yo–”

“¡Bien, yo sí!”

“Bueno, tú eres una Amazona en crecimiento,” Jack señaló.