Capitulo 10
El DNA canta sus cuatro notas
Citosina, adenina, guanina, tiamina.
En infinitas configuraciones
Como si Bach fuese Dios,
O vice versa
Mingtao, La Protocultura: Viaje Más Allá de la Mecha.
“¿Cómo sabemos que esto no es el mal funcionamiento demente de un androide furioso?” Tesla pregonó, pegado contra la pared posterior de la cápsula de viaje. Garak y Pye estaban acurrucados cerca de él.
Jack estaba verificando el mecanismo de su pistola ametralladora nerviosamente, asegurándose por décima vez que el cargador estuviera cargado con perforadores explosivos. “Usted no tiene palabra, así que no importa lo que piensa. Y el resto de nosotros creemos en Jan.”
Él trató de liberar el cargador de nuevo, para asegurarse de que él podía expulsar uno viejo e insertar uno nuevo suavemente. Él estaba a punto de decir algo más cuando Bela interrumpió.
La enorme amazona giró hacia Tesla, sosteniendo su espada. Más de dos veces la altura de ella, el Invid succionó sus tripas, temeroso de que ella lo fuese a abrir.
“Sí. Creo que los míos son mantenidos prisioneros aquí. Sí, creo que Veidt y algunos de los otros están en una conspiración para botar a su especie, y sí, pienso que el reinado del Regente en Haydon IV terminará hoy.”
Pero ella se volvió hacia Jan ansiosa, a pesar de eso. “¿Esta cosa no se puede mover más rápido?”
“Estaremos allí pronto,” Janice Em trató de tranquilizarla. “Pero debo decirte que la batalla ya ha comenzado.”
Era innecesario preguntar de dónde había venido esa información. El enlace inexplicable de Jan con la Conciencia que residía en Haydon IV ya se había probado a sí misma fuera de duda. Elevadores, funiculares, transportadores de cangilones –todos ellos habían venido a disposición de Jan, apresurando a los soldados a sus maneras.
Y la Conciencia le había dicho a ella cosas, cosas que los otros no podían oír. Ella sabía de la cancelación remota del sistema de poder que energizaba a las vinchas de esclavitud que el saboteador de Veidt había hecho; del escape de Rick y de los demás; del arriesgado plan de batalla que ellos estaban siguiendo. Ella sabía que el mismo Veidt ignoraba el hecho de que ella se había conectado a la Conciencia.
También a ella le habían sido mostrados los orígenes del odio entre Vowad y Veidt, y la razón por la que Vowad era la pieza clave de la batalla entera.
Jan también sabía cosas que la Conciencia había escogido decirle sólo a ella, al menos por ahora –cosas sobre sus sistemas defensivos. Mejor que nadie en el planeta, ella sabía cómo el tiempo estaba presionando a la Conciencia, los rebeldes, su propia cuadrilla de ataque –el punto focal entero de los eventos.
Una cosa que ella no comprendía muy bien era por qué la Conciencia del planeta la había aceptado. Era apenas traducible en términos humanos, pero en cierta manera la Conciencia parecía haberla reconocido, como si cierto mensaje hubiese sido incorporado en ella para despertar al instante en que la mente sintética de Janice Em hiciera contacto con ella. Eso la preocupaba grandemente, pero simplemente no había tiempo para dirigirse a ellos en este momento.
La cápsula de viaje empezó a disminuir la velocidad. “Hora de jugar,” Jan dijo.
“¿Estás segura de que tienes el término preciso?” Jack preguntó, tomando una posición de fuego justo antes de las puertas, la pistola ametralladora levantada. Los otros estaban arrodillados o parados detrás de él, preparando rifles de aire Karbarrianos y armas dentadas y arrojadores de dardos Garudianos, y granadas y todo lo demás, en un erizo de poder de fuego convencional.
“Como lo dije,” Jan continuó, leyendo señales que ninguno de los otros podía si quiera percibir. “La comandancia de la Prisión de Esclavos Central.”
Para el asombro de los Enforcer y Oficiales Blindados quienes ni siquiera habían sido conscientes de que era movible, el pilón central en el medio de su comandancia se abrió de par en par. Ellos se preocuparon con los primeros reportes de un esclavo levantándose y se quedaron perplejos por el hecho de que no podían conseguir ninguna respuesta de las vinchas de esclavitud.
Pero cada Invid allí lo oyó cuando el primer Oficial Blindado al divisar a los soldados corsarios chilló un repiqueteo casi ultrasónico de alarma.
Arrodillados y parados en dos hileras, Jack y su cuadrilla comenzaron a regar disparos alrededor de todo el centro de comando.
***
Aunque las armas de los Enforcer caídos eran extra grandes para los estándares humanos normales, no eran demasiado difíciles de manejar para las robustas amazonas. Los revólveres fueron destinados al instante. Con alaridos perforantes, muchas de las mujeres tuvieron un enorme placer quitándose violentamente las vinchas inertes y arrojándolas al suelo y pisoteándolas, o retorciéndolas a basura, o, entre las más musculosas, simplemente partiéndolas en dos.
Para entonces, una alfombra voladora estaba aterrizando cerca, cargando a los Tiresoides quienes estaban vestidos como los lugareños, pero piloteada por un Haydonita real.
Rick tuvo la intención de hacer un anuncio rápido para poner las cosas en camino, pero Lisa le cogió la delantera. Ella se quitó el manto y se lanzó al pavimento brillante mientras la alfombra aún estaba a un metro sobre el camino, sosteniendo su pistola en alto y disparándola dos veces para conseguir la atención de ellas.
“¡Guerreras de Praxis! ¡Somos los Sentinels, aliados de su grandiosa guerrera Bela! ¡Nos hemos liberado del Regente y tenemos la intención de levantar una rebelión! ¿Están con nosotros?”
Algunas de las esclavas liberadas dispararon al aire también, para comunicar su intención, mientras que el resto alentaba a Lisa y a aquellos a quienes las amazonas naturalmente asumieron eran los seguidores de Lisa. El resto de los Sentinels también se estaba quitando sus disfraces, y aunque varios de ellos tenían el inconveniente obvio de ser hombres, las Praxianas los saludaron. Al menos el enorme miembro de piel oscura con el rifle era del tamaño de una amazona –y más– y lucía alentadoramente recio.
“El poder de las vinchas de esclavitud está eliminado, pero no estamos seguros de cuánto tiempo durará,” Lisa continuó. “¡Tenemos que atacar ahora mismo! Su reina y sus hermanas están justo allí en la Prisión de Esclavos Central. Así es como las vamos a sacar.”
Era básicamente el plan que los Sentinels habían armado juntos mientras esperaban que las esclavas pasasen junto a ellos, pero ella había insertado unos cuantos mejoramientos propios. Rick tuvo que admitir que fue impresionado. Las amazonas, todas adiestradas en las disciplinas de combate, se dividieron en escuadras y se movieron con pequeña confusión o demora.
***
Dentro del puesto de mando de la prisión de esclavos, las cosas habían comenzado a marchar perturbadoramente mal.
Poco tiempo antes, el sistema de relevo de poder que energizaba y controlaba las vinchas de esclavitud simplemente había quedado inoperante. Casi inmediatamente, habían comenzado a llegar reportes de las cuadrillas de trabajo en varias instalaciones Invid y en el camino que las Praxianas estaban en rebelión. Las jaulas donde las prisioneras eran alojadas se habían vuelto una batahola, también, y las amazonas estaban aparentemente tratando de doblar las barras con sus manos desnudas.
La noticia había sido enviada al Regente, y tropas ya estaban siendo desplegadas hacia los lugares problemáticos desde todas partes de la ciudad y las afueras.
“Al menos un puñado aún está bajo control,” un Oficial Blindado observó con su voz de única banda lateral. Una pantalla remota mostraba una columna de prisioneros que regresaba arrastrando los pies ingresando por la entrada principal del complejo, las cabezas inclinadas en señal de abatimiento y agotamiento.
“Tal vez el mal funcionamiento no afecta a todo el sistema,” otro sugirió, luego los dos volvieron su atención a desplegar los refuerzos. Pero nadie en el centro de comando había notado que la instrumentación en las vinchas de las esclavas estaba apagada. Y ellos se habían vuelto antes de darse cuenta que allí no había Enforcers u Oficiales conduciéndolas.
Ningún Invid estaba mirando la pantalla cuando las mujeres no giraron hacia los elevadores de carga que las llevaría abajo hasta sus jaulas, sino más bien hacia el arsenal del edificio.
Los Invid desperdigándose por ahí para responder a la emergencia no lo notaron tampoco, y las cabezas abatidas de las esclavas ayudaron con la decepción. Esto es, hasta que las Praxianas alcanzaron la puerta del propio arsenal.
Un Oficial Blindado se interpuso en su camino. “¡Alto! ¿Dónde están sus supervisores?”
Zibyl, la de cara redonda y piel de color verde olivo quien había mostrado resistencia porfiada fuera del complejo, guiaba la línea. Ahora ella miró de un lado a otro en fingida sorpresa, diciendo, “Por qué, no sé, Gran Amo; ellos estaban allí hace un instante. Tal vez se detuvieron para hablar con otro Amo. ¿Puedo ir a buscarlos?”
Ella dio un paso camino abajo por donde había venido. “Permanezca donde está,” el Oficial gritó. Aquel automáticamente dio unos cuantos pasos en esa dirección, también. “¡Los esclavos no deben estar en esta área solos!”
Cuando lo hizo, varias de las mujeres se deslizaron más allá, por detrás de su espalda, entrando silenciosamente al arsenal.
“Yo no veo ningún supervisor,” el Oficial estaba diciendo. “Y no veo luces de función en sus vinchas. ¡De hecho, algunas de esas mujeres allí atrás no tienen vinchas en modo alguno! Todas ustedes, pónganse en fila con sus manos contra aquella pared mientras me pongo en contacto con–”
El Invid no prosiguió. De los remanentes andrajosos de su vestimenta de combate Zibyl extrajo la pistola que Lisa le había dado. El Oficial acababa de girar para mirar hacia atrás en dirección a ella cuando ella apretó el gatillo. El rayo estaba regulado en dispersión mínima, una línea caliente como una estrella no más ancho que la mina de un lápiz.
Zibyl mostraba una sonrisa de mal agüero.
El Oficial fue hacia atrás dando manotazos mientras una sustancia pegajosa verde y pequeñas estrellas fugaces chispeaban en chorro desde la abertura en su casco. Zibyl le disparó de nuevo, en el mismo centro del pecho, y dos veces más; el Invid se desplomó al piso con un estruendo ensordecedor de metal pesado.
Precisamente entonces hubo un alarido desde la retaguardia de la columna, “¡El equipo de lanza llamas enemigo está en camino!”
“¡Apártense!” gritó Zibyl, plantando sus pies desnudos más firmemente y levantando la pesada pistola Invid con ambas manos. Ella se mantuvo firme, su mandíbula afirmada, mientras sus hermanas se zambullían o se arrojaban o corrían a toda velocidad fuera de su línea de tiro.
Cuatro Enforcers avanzaron pesadamente a la vuelta de una esquina como tanques caminantes, sus pasos resonando de arriba abajo del pasillo como locomotoras poniéndose en marcha. Ellos estaban alistando sus rifles.
Zibyl apuntó cuidadosamente al líder, determinada a ganar tiempo y fúnebremente dispuesta a morir con tal de poder llevarse a algunos de los más odiados amos de esclavos con ella. Ella pensó que le daría a uno o, con extraordinaria suerte, a dos, antes de que ellos la incinerasen en el acto.
Zibyl despachó el primer disparo pero erró con el arma de mano no muy familiar. Los Enforcer estaban apuntando sus armas de apoyo, los cañones de circunferencia de tubos de chimenea centrando la puntería sobre ella, cuando Zibyl oyó un intenso contralto detrás de su estampido, “¡Hermana! ¡Tírate al suelo!”
Zibyl lo hizo. Las tres Praxianas que habían manipulado el arma de asalto del Enforcer fuera del arsenal y colocado en el pasillo lo habían erigido sobre su trípode. El artillero tuvo que apoyarse en los hombros de otra mujer para apuntar, y disparó.
El tiro le dio al Invid líder donde el ombligo de la criatura habría estado si hubiese tenido uno, y lo partió a la mitad. Las Praxianas movieron de un lado a otro el rayo y cortaron al siguiente Enforcer en dos.
Más amazonas entraron a montones en el pasillo desde la armería, disparando continuamente con pistolas y rifles. Zibyl giró sobre su estómago y disparó, también. En momentos, los Enforcer eran escombros humeantes en un estanque esparcido de baba verde.
Zibyl se puso de pie, tosiendo por el olor de aquello, y gritando a sus hermanas, “¿Qué están esperando? ¡Ahora ellos saben que estamos aquí! ¡Tomen las armas, rápido; no tenemos mucho tiempo!”
***
“Han sido descubiertas,” Veidt dijo, mientras aparentemente miraba fijamente lejos en el espacio. “Las alarmas van a sonar ahora.”
Vince aspiró profundamente. “Muy bien; todos manténganse abajo.”
Él se impelió de la pared con sus hombros y salió del ocultamiento detrás del contrafuerte volante de la Prisión de Esclavos Central. No había moros en la costa. Vince corrió a paso largo hacia la entrada, Wolff detrás de él con el otro rifle Invid. Lisa, Rick, y Jean fueron los siguientes, junto con la aún tambaleante Miriya Sterling, quien era ayudada por Max. Cabell siguió detrás, luciendo señorial aún en este esfuerzo frenético, y con su flotante Veidt. Karen Penn cubría la retaguardia, cubriendo con la pistola de Rick.
Rick había vacilado un poco antes de tomar la decisión de dar a Karen su pistola, pero se redujo a un asunto de necesidad práctica. Karen tenía la destreza y el entrenamiento para el trabajo que él le había asignado, y era sensato que estuviese armada. Max no podía dejar a Miriya, y el mismo Rick quería estar al frente, donde él podía ver lo que estaba sucediendo y ayudar a tomar decisiones, aún si esto se había convertido en el show de Lisa. Para su alivio, Lisa no había hecho ninguna objeción.
Las instalaciones de armas automatizadas que protegían la entrada principal estaban inactivas, como Veidt lo había prometido. Los fugitivos lograron pasar por la puerta y la enorme rotonda de más allá. Ellos siguieron por las sombras a lo largo de las paredes, abriéndose paso en la dirección opuesta de la tomada por Zibyl y las demás. Ellos se dirigieron hacia las jaulas de esclavos.
Los Enforcer y Oficiales Blindados, junto con un puñado de científicos y otros Evolucionados, estaban corriendo de un lado a otro, no prestando atención a los intrusos al principio. Vince, guiando el camino, estaba agradecido que los Invid hayan decidido hacer de su operación de esclavitud de Glike una instalación manejada por Oficiales y Enforcers; si hubiesen sido bípedos Inorgánicos, los Sentinels y las Praxianas habrían tenido pocas esperanzas de arreglárselas con ellos.
El punto de control a las jaulas de esclavas era una estación de guardia a un cuarto de camino alrededor del círculo verde destellante de la rotonda. Ellos estaban casi allí cuando un Oficial que pasaba los advirtió y patinó al detenerse, los talones arrancando chispas de la substancia superdura del piso.
“¡Alto! Identifíquense–” fue todo lo que él logró pronunciar antes de que Vince lo untase con una ráfaga sostenida del rifle. Los guardias empezaron a darse cuenta del peligro cuando Vince y Wolff fueron a la carga hacia ellos al estilo de asalto, disparando cada dos pasos mientras caminaban rápidamente. Rick avanzó rápidamente hacia el oficial caído, para relevarlo de su arma portátil.
Karen se precipitó a ayudar a Vince y a Wolff, disparando andanadas con la pistola. La estación de guardia había sido abandonada en la emergencia a no ser por tres soldados, y ellos sólo duraron unos cuantos latidos acelerados una vez que el tiroteo comenzó.
Pero al menos ellos dejaron detrás más armas. Todos estaban armados ahora excepto Veidt, y Cabell, a quienes Rem había advertido una vez, ¡Manténganse alejados de las armas o acabarán volándose los pies! Incluso Miriya estaba en la pelea, insistiendo en empuñar una pistola. Después de estudiar el equipo instalado por los Haydonitas por unos instantes, Veidt juzgó que el escape de las prisiones de esclavos podía ser interrumpido por los Invid en el centro de comando, o aún allí en la estación de guardia si las estaciones eran recapturadas intactas.
Wolff resolvió aquello con su desenvoltura usual. Transfiriendo el cerrojo de las pesadas puertas de seguridad para que se abran por todo el laberinto de la prisión de esclavos con los controles de la estación, él luego levantó la boca del cañón del rifle y voló los controles en despojos.
“Un problema menos, pero ellos ya estarán enviando refuerzos aquí ahora,” Lisa dijo.
Wolff pasó la punta de un dedo sobre su espléndidamente cuidado bigote. “¿Entonces, muy querida Capitana, puedo sugerir que no estemos aquí para cuando lleguen?” Él giró y colocó su rifle a través de un tablero de control, verificando los campos de fuego, preparándose para mantener la posición mientras los otros efectuaban el rescate. A la orden de Lisa, Karen se quedó con él, dando su pistola a Jean y tomando otro rifle en su lugar.
Rick había reajustado la correa portafusil de su propio rifle Invid de modo de poder llevarlo colgado, ajustada en posición de disparo, a la altura de la cintura con la charpa sobre su hombro izquierdo, la mano derecha en la empuñadura y el gatillo. Era increíblemente pesado, la charpa presionando profundamente dentro de su carne. Él dijo, “¿Están todos listos? ¿Ninguna objeción?”
Ninguna objeción. Los Sentinels descendieron dentro de los rediles de esclavos de Haydon IV.