Capitulo 12
¡Bueno, naturalmente yo quería una guerra! ¡Pero no quería una guerra que yo pudiera perder!
El Regente, citado por Lemuel Thicka en El Templo de las Llamas: Una Historia del Regente Invid.
Sarna circunvaló el redil de esclavos central con su enorme alfombra voladora, mirando curiosamente hacia abajo al alboroto de allí abajo. Las calles estaban llenas de Scrims y Cranns y Odeons, y hasta unos cuantos Hellcats, pero no más disparos parecían estar viniendo de adentro.
Sin embargo, ella no pudo aterrizar en la plaza cercana, como lo había planeado. Los Invid aún no habían comenzado a disparar a los Haydonitas, pero ellos la atacarían si ella descendía entre ellos. Y, más al caso, los esclavos no saldrían por allí ahora.
La ciudad estaba alborotada, con las esclavas Praxianas abandonando sus asignaciones laborales, desgarrando las vinchas inertes, y o huyendo de sus supervisores o atacándolos de frente con cualesquiera armas llegasen a sus manos. Las amazonas luchaban con coraje decidido y gran destreza, pero la guarnición Invid era grande y más tropas estaban siendo apresuradas allí desde todas partes del planeta. Podría ser sólo cuestión de tiempo antes de que la sublevación fuera extinguida.
Las propias defensas de Haydon IV permanecían fuera de la batalla, y Sarna sabía por qué. Había sido bastante fácil para el vasto intelecto de Vowad persuadir al sistema del planeta que este era un conflicto circunscrito en el que los Invid estaban justificados, técnicamente, pero no necesitaba ayuda para restablecer el orden. Así, la gloria de la civilización Haydonita estaba a salvo de la batalla extrema.
Sarna misma había intentado enviar un mensaje al crucero de los Sentinels –aún orbitando más allá de los límites defensivos de Haydon– para dejarles saber lo que estaba sucediendo. Pero su padre había interferido la transmisión de algún modo, y no había habido ninguna respuesta.
Veidt estaba muy en el interior del complejo en alguna parte, junto con los otros Sentinels, y Sarna no iba a abandonarlos. Ella cobró determinación y envió la inmensa alfombra flotando hacia abajo hacia el techo del Redil de Esclavos Central.
“¡No!” Ella oyó el grito al mismo tiempo que la alfombra se detuvo finalmente, tan suavemente como una pluma. Era Vowad, sobre una estera circular. Él la condujo sobre la propia alfombra de ella, confrontándola.
“¡Esto es una locura! ¡Ven conmigo ahora mismo!”
Ella sacudió su cabeza. “Mis amigos están aquí dentro.”
Vowad estaba vibrando de ira. “¡Ellos están definitivamente perdidos! ¡Y tú también lo estarás, a menos que vengas conmigo en este instante!”
“Tú podrías impedirlo, Padre. ¡Has caer la cólera de Haydon IV sobre el Invid!”
“¡Sarna, es mi deber preservar nuestro mundo, no verlo destruido!”
“Entonces vete,” ella dijo, “y déjame aquí. Yo hice una promesa diferente.”
***
Jack Baker levantó rápidamente su mano y saltó hacia atrás al rebotar el ardiente Odeon lejos de la columna y estrellarse sobre su espalda.
Bela y Gnea ya estaban acercándose para lograr pasarlo, hacia Arla-Non, y fue un poco como estar atrapado en el medio de una estampida de búfalos.
“¡Madre!”
“¡Su Majestad!”
Era inútil tratar de contenerlos. Ellos habían estado frustrados lo suficiente por la repentina detención del ascensor. El suministro de energía del complejo fue interrumpido por el ataque en el centro de comando, y por las cargas debilitantes hechas estallar por Wolff. El contraataque consecuente por parte de los Invid no había ayudado tampoco. Para cuando el ascensor estuvo moviéndose de nuevo, Janice Em era la única que estaba en calma abordo.
Ahora Arla-Non saludaba desde el refugio de un diseño de aspecto Invid no muy lejos, una cosa que se parecía a una dendrita. Lisa y Rick y algunos de los otros estaban allí, más bien enmudecidos.
“¡Cuidado!” Jan exclamó más allá de Jack para barrer el aire con fuego de su rifle de un Enforcer. Todos los demás vieron lo que ella se proponía, y también dispararon a la nave de escaramuza y a su Oficial Blindado que habían aparecido a gran velocidad a la vuelta de una esquina para un reconocimiento del nivel inferior. Nave e Invid volaron en pedazos como un pichón de arcilla.
Hubo una gran confusión luego, particularmente con respecto al ser de apariencia singular quien sólo se asemejaba a medias a Janice Em en este punto. Finalmente, Jack consiguió que ellos comprendieran que allí había una abertura para huir: el ascensor los podía llevar claramente al techo.
“¡Basta ya!,” Veidt les dijo a todos. “Sarna está allí, con la alfombra.”
Lisa había hecho cierta adición mental rápida. “Pero sólo podemos subir a veinte o treinta a la vez. ¡Tenemos que resistir aquí abajo entre tanto! ¡Podrían ser horas!”
“Bien; eso nos dará más tiempo para matar Invid,” Arla-Non dijo alegremente.
Los heridos eran subidos a bordo para el primer viaje, pero también había muchos funcionales para protegerlos una vez que llegasen arriba. Rick tomó el brazo de Max. “Lleva a Miriya allí arriba, también. ¡Ahora! No discutas conmigo, maldita sea.”
Max estuvo indeciso por un segundo, luego agarró el brazo de Rick y giró para llevar a su esposa y niño nonato a la seguridad. Rick descubrió que Lisa lo estaba mirando fija y extrañamente.
Ella le brindó una mirada pícara. “¿No irás a insistir en que sea evacuada con los lesionados y desvalidos?”
Rick suspiró, y su cara se enrojeció un poco. “Tú no, Tigre.” La sonrisa de ella en respuesta lo entusiasmó.
Veidt estaba mirando fijamente dentro del ascensor. “Entonces, la Conciencia ha tenido a bien ayudarnos. Y usted no es lo que parecía, Janice Em. ¡Sin embargo, debe ser elocuente! Tenemos mucho que discutir.”
“Pero no hasta más tarde,” Jan dijo. “Quiero que usted tome el ascensor al techo; le responderá a usted ahora. Puedo ayudar mucho más acá abajo.” Ella alzó el rifle de un Enforcer que ella sostenía.
Veidt inclinó su cabeza lentamente. “¿Y, más al caso, Sarna está allí arriba ahora, eh? ¿Y, a menos que me equivoque, Vowad?”
Jan había aprendido cómo leer gran parte de la información oculta de Haydon IV. Ella sabía cómo estaban las cosas entre los tres. Ella inclinó la cabeza. “Aún podría haber tiempo para convencerlo, pero no soy quien para hacerlo.”
Sin otra palabra, Veidt entró al ascensor entre los heridos y los vengadores. Jan giró hacia Rick y Lisa. “Supongo que no luzco muy parecida a mis fotos PR, ¿hmm?”
Hubo un alarido proveniente de la línea de batalla cuando otro ataque de Inorgánicos empezó. Rick observó las puertas del ascensor cerrarse al comenzar su ascensión. La misión de los Sentinels había estado llena de conmociones y sorpresas inconcebibles; el que Janice fuera un androide parecía concordar con el esquema increíble de las cosas.
“Tú luces muy bien para nosotros, Jan.”
***
Sarna y Vowad estaban trabados en una batalla de voluntades, la enorme alfombra vibrando bajo ellos. Si él no podía persuadir a su hija de que fuera con él, él resolvió, la forzaría a ir, tomando la alfombra bajo su comando.
Pero ella lo estaba combatiendo con una fuerza mental mayor a la que él había creído que ella podía formar. Aunque ella era de la estirpe de él, carecía de las eras de entrenamiento y experiencia de él –y sin embargo algo dentro de ella la estaba acercando a igualar la fuerza de voluntad de su padre.
Pero la batalla se volvió un debate cuando una estructura en el techo se abrió de par en par y el ascensor apareció con su carga. Las amazonas heridas fueron asistidas sobre la alfombra, y las fuertes y sanas corrieron a establecer posiciones de fuego. Max guió a Miriya a la alfombra y la subió.
Ellos ignoraron a Vowad, quien estaba gritando, “¡Regresen, regresen! ¡Esta guerra no debe llevarse a cabo libremente en la ciudad!”
Pero era demasiado tarde. Antes de que más pudiera ser dicho, un Crann parecido a un ogro apareció en la vista, sus sensores habían detectado actividad en el tejado.
Los Praxianas y Max abrieron fuego inmediatamente, pero el Crann era tal vez el más poderoso de los Inorgánicos bípedos, y la cosa sólo se mantuvo viniendo, devolviendo el fuego. Un agujero fue quemado a través de la alfombra, y varios de los heridos fueron muertos instantáneamente mientras el Crann avanzaba.
Las personas estaban zambulléndose en busca de cubierta que no estaba allí; Max dejó a Miriya y fue directamente hacia aquel, esquivando y descargando andanadas con un rifle de un Enforcer.
El Crann lo ignoró, girando el cañón de su arma de un lado a otro, inmolando todo lo que veía. Luego el rayo giró hacia los tres Haydonitas.
Veidt trató de embestir a Sarna y ponerla a resguardo, pero ella vio que su padre estaba paralizado en shock o de susto.
“¡No!” ella gritó, y eludió a su compañero para impulsarse directamente hacia Vowad, el manto de ella ondeando sobre el tejado. Ella golpeó a su padre con su cabeza y el torso superior, empujándolo fuera de la línea de tiro, pero el rayo del Crann golpeó en el mismo centro de Sarna, y ella voló hacia la superficie del techo, sus mantos quemándose.
Veidt estuvo allí al instante, sofocando las llamas con su propio cuerpo, sintiéndose más inútil de lo que alguna vez se había sentido. Pero Max llegó a ellos en otro segundo, usando su chaqueta, y hasta Miriya se había tambaleado hacia ellos para ayudar.
Entretanto, las amazonas habían hecho puntería en el Crann. El fuego masivo de sus armas pequeñas encontró un punto vulnerable en su rodilla inversamente articulada, y al perder aquel el balance también perdió pie allí al borde del techo. El Crann se precipitó de la vista, pero ellos oyeron el impacto cuando aquel golpeó la calle a gran distancia abajo.
Max no sabía mucho sobre la fisiología Haydonita, y lo que vio de la herida de Sarna reforzó aquello; las extrañas texturas y formas, los fluidos y sistemas no muy familiares, parecían en parte orgánicos, en parte sintéticos. Pero él pensó que el daño era demasiado grave para que ella sobreviviese. Ella confirmó ello cuando habló, su voz un desfallecimiento efervescente.
“¿Padre, lo ves? ¿Qué es Haydon IV subordinado al Invid sino un hermoso redil de esclavos amueblado? La guerra nos podría destruir, pero nunca nos mancharía de la manera en que la esclavitud lo hace.”
Ella no tenía una expresión que un humano pudiera leer, pero el tono en su voz retorció violentamente el corazón de Max. Vowad levantó su cara para mirar a las heridas y moribundas entre las Praxianas, las mujeres determinadas quienes mostraban su sufrimiento en cada línea de sus rostros.
Entonces Sarna tuvo convulsiones. Desde lo más profundo de su interior anónimo, Veidt dejó salir un lamento que fue terrible para oír. Sin brazos para un último abrazo, él se dejó caer hasta que yació cubriendo el cadáver de su compañera, y el sonido de algo que él había aprendido entre los Sentinels vino de él, un sonido que ningún Haydonita había hecho alguna vez antes. Veidt lloró como un alma perdida.
La boca de Max se abrió completamente. Del semblante sin ojos de Veidt, lágrimas estaban escurriendo.
“Ah, Veidt: tú eres mi amor,” Sarna logró decir, sin embargo la voz sonaba muy lejos, como si ahora estuviese viniendo desde fuera de su cuerpo. “Y ni todo el tiempo y el espacio nos separará.” Luego ella tembló de nuevo, y quedó inmóvil.
Les tomó un momento a los demás darse cuenta que un nuevo sonido se estaba levantando para ahogar el dolor de Veidt. Vowad flotaba allí, con la cabeza hacia atrás, el rostro en blanco levantado hacia el cielo. Max de algún modo supo que si el Haydonita tuviese brazos, esos brazos habrían estado extendidos y abiertos, con las manos cerradas en puños.
El sonido que emanaba de algún lugar de dentro de Vowad era de dolor animal, y de ira animal.
“¡Más Inorgánicos!” dijo a gritos una mujer que se había lanzado al borde del techo. La alarma fue repetida por otras a lo largo de esa parte del edificio.
Max se levantó cansadamente, ignorando el dolor de sus manos quemadas, para recoger su arma. Las amazonas tenían razón; al menos había tiempo para matar algunos Invid más antes que la derrota final se definiese. Una lástima que los Sentinels tuviesen que terminar de esta manera...
Pero justo entonces, con chillido de Vowad haciendo eco en los edificios de Glike, el mundo comenzó a temblar.
No era como un terremoto; era más como si el planeta artificial entero Haydon IV resonase como un diapasón al dolor de Vowad. El cielo parecía brillar tenuemente como una batea de agua siendo golpeada y golpeada de nuevo en su borde. Una vibración simpática aguda fue sentida por todos allí en el techo. Aún más asombroso, los Invid apiñados en la calle de abajo dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se quedaron completamente inmóviles.
Luego hubo un sonido que se oyó por todo Glike, como llamas abatidas por el viento –como la pulsación del infierno de una hoguera fúnebre.
Esos en el techo abruptamente vieron movimiento por toda la ciudad. Desde aberturas ocultas y de las propias junturas del paisaje urbano de Oz, colores incandescentes emergieron en formas que parecían vivas. Y de repente los Invid en las calles de abajo fueron atacados por un ejército de hormigas móvil de formas.
Max aulló y brincó hacia atrás cuando una correteó por al lado de él, rozando su tobillo. No le causó daño, pero el contacto hizo que su piel hormiguease y se sintiese algo entumecida. Era obvio, sin embargo, que la cosa no estaba tras Max; miles de otras como aquella estaban emergiendo de cada grieta y dirigiéndose hacia el Invid más cercano.
Y entonces él se dio cuenta de lo que la cosa era: una figura humanoide en miniatura, cuya imagen Max había visto bastante a menudo para reconocerla: ¡Zor! Los Zor eran del tamaño de un modelo de juguete para niño, hecho de colores calidoscópicos, saltando por el aire o corriendo a una velocidad increíble para encargarse de los Inorgánicos.
Los innumerables Zor estaban filtrándose de la estructura de la ciudad para atacar las tropas del Regente. Aparentemente, el fantasma en la máquina que era la Conciencia de Haydon IV conocía la mente del Invid muy bien –y había escogido formar sus anticuerpos en la imagen del enemigo más odiado del Regente.
En segundos, los mecha Invid estaban combatiendo a enemigos que no sabían de rendición o retirada. Ráfagas de armas de Protocultura desintegraban anticuerpos de Haydon IV, pero en el tiempo que llevaba eliminar a uno, una docena de imitaciones de Zor más pequeñas emergían para atacar. Al fijarse los anticuerpos a los Inorgánicos, cubriéndolos, las máquinas de guerra comenzaban a resplandecer.
A diferencia de la contienda en la cual los soldados corsarios de Jack habían luchado debajo del planeta, no había anticuerpos en cantidades inacabables ahora. Existían límites aún para el poder de Haydon IV. Mientras los Inorgánicos disparaban continuamente en todas partes a los pequeños demonios moldeados en la imagen de Zor, menos y menos aparecían para tomar sus lugares.
Pero la ciudad aún estaba cubierta con anticuerpos deseosos de lanzarse sobre los mecha. Mientras Max observaba, un Hellcat, bañado con los cambiantes y resplandecientes colores de los anticuerpos que se habían fijado a él, rodó y esputó y se desplomó, desgarrándose a sí mismo inútilmente. Su aura destructiva aumentó de brillo, y un momento más tarde fue rota por una explosión deslumbradora, desapareciendo de la vista.
En otra parte, un Odeon se tambaleaba ebriamente, disparando al aire, mientras los anticuerpos lo absorbían. Aquel trató de descontaminar su brazo con disparos de su arma de mano, pero sólo tuvo éxito en volarse el brazo. Un momento más tarde él, también, voló en pedazos.
Max giró hacia Veidt. “¡Apresúrate! ¡Has que el ascensor regrese abajo para los otros! ¡Rápido, antes de que este complejo entero desaparezca!”
Veidt aún estaba extendido a lo largo de Sarna, olvidado de todo a su alrededor. Al fin, Vowad recobró parte de su compostura.
“Yo iré,” él dijo. En un instante, él había puesto en marcha el ascensor de regreso abajo en una carrera para salvar tantos más como pudiese.