Capitulo 17
Él tenía su propio bestiario personal de palabras inaceptables, y la principal entre ellas era “derrota.”
Constance Wildman, Cuando el Mal Tuvo su Día: Una Biografía de T.R. Edwards
Spheris presentaba una madeja complicada de problemas diferentes a aquellos de cualquier otro planeta ocupado por el Invid en la lista negra de los Sentinels.
“No podemos llevar ningún arma de Protocultura allí abajo,” Teal explicó en una reunión de estrategia. “El hacerlo significaría un desastre.”
“¿Dime, con qué se supone que vamos a combatirlos?” alguien refunfuñó desde fuera.
Teal miró alrededor hacia la fuente de la voz, sus misteriosos ojos transparentes destellando. “Spheris es un planeta de estructuras cristalinas,” ella dijo bruscamente. “Las emisiones de las armas de Protocultura evocan ciertos armónicos de la misma estructura de mi mundo. Dispare un rayo y será muy probable que encuentre que regresará a golpearlo. O podría partir alguno de los delicados enrejados que componen el planeta, y causar numerosas muertes y destrucción entre los míos.”
“Aguarda, aguarda,” Lron refunfuñó. “¿Cómo operan los Invid renegados entonces? ¿No usan mechas?”
Teal inclinó la cabeza. “Como dije en el interrogatorio de inteligencia, los mecha con base en la Protocultura no causan daños, porque ellos no están tan enfocados, tan concentrados, como el rayo de las armas. Pero hasta el Invid no se atreve a usar armas activadas por Protocultura, y por ello emplean una variedad de armamentos convencionales. Pero esos armamentos son muy efectivos.”
“También lo son los nuestros,” Bela interpuso, casualmente golpeando rápida y ligeramente su pulgar por el filo de navaja de su espada. Ella también estaba cargando una pistola de asalto Badger y unas cuantas granadas para complementar sus armas Praxianas.
Otros secundaron lo que ella había dicho: los Karbarrianos con sus armas largas neumáticas; los Garudianos quienes se habían prendido tan rápidamente de las armas de infantería convencionales de la REF; Jack y Karen, quienes habían visto por sí mismos que los Invid podían ser dañados o detenidos con proyectiles de armas de fuego si esas armas de fuego eran empleadas debidamente.
“¡Ustedes no están escuchando!” Teal ladró. “El Invid tendrá la ventaja en el poder de fuego. Así que, debemos explotar nuestras ventajas completamente. Y la ventaja principal de los Sentinels es el acceso de Baldan y mío a las Autopistas Cristalinas.”
Con esto Teal puso su mano sobre el hombro de su hijo, Baldan II. Él estaba sentado al lado de ella, mirando a su alrededor a los Sentinels reunidos en la mesa de reunión y de pie en filas alrededor de ella.
En no más que semanas, él había crecido hasta que fue casi de la altura de su madre, un post adolescente de espaldas anchas y cintura fina, vistiendo un taparrabo. Las personas simplemente lo llamaban por el nombre de su padre, dejando de lado los numéricos. A ratos, el hablar con él, Lisa había hallado, era extrañamente igual que hablar con el Baldan original, pero en otras ocasiones era como conversar con un recién nacido.
“Pero no estarán yendo a ciegas,” Teal dijo. “Mi hijo y yo descenderemos primero, para explorar el camino e indagar las debilidades de nuestro enemigo.”
Hubo algunas observaciones bajas en decibel cuando la asamblea oyó eso. Teal nunca había sido muy entusiasta con respecto a la guerra de los Sentinels –había quedado fuera de la mayoría de las luchas con un comportamiento que le había hecho ganar el apodo de “La Princesa de Permafrost.”
Pero aquí estaba la Princesa de Permafrost, a raíz de la muerte de Baldan y una maternidad que ella había detestado al principio, lista para llevar a su hijo abajo en el primer operativo de equipo. Lista para poner su vida y la de su hijo, más enfáticamente, en esa muy conocida línea.
Rick se puso de pie ahora, en medio de muchos debates murmurados entre aquellos presentes. “Tenemos que aplicar todo lo que hemos aprendido para batir al Invid, porque ellos nos han superado en armas y excedido en número en cada oportunidad. Ahora, las poblaciones dominadas de los planetas que hemos liberado siempre han trabajado a nuestro favor, y han inclinado el equilibrio de la balanza al menos dos veces, quizá tres veces. Así que nuestras cartas de triunfo más importantes aquí son Teal y Baldan.
“Ellos serán llevados a la superficie de Spheris por una cápsula de descenso de inserción furtiva y emplearán sus habilidades innatas para combinarse con las Autopistas Cristalinas. Recogerán información e intentarán levantar la resistencia popular, mientras nosotros mantenemos la posición y esperamos.”
“Ellos nos comunicarán el resultado y coordinarán nuestro asalto. Si alguien tiene objeciones a este esbozo general, quiero oírlas ahora.”
Los minutos pasaron, mientras los Sentinels se miraron unos a otros y a Teal y Baldan II. Pero nadie habló.
Baldan, por su parte, miró hacia donde Karen Penn estaba sentada con algunos de los turcos de la REF más jóvenes lejos de la mesa de reuniones. Él ya había oído de las hazañas de ella; su madre más bien estaba encantada con ellos. Karen estaba hablando con Gnea y otra joven amazona. Ella repentinamente levantó la vista para encontrar la mirada de Baldan, y él alejó la vista, un resplandor levantándose en sus mejillas sin razón aparente que él pudiera comprender.
Rick Hunter aún estaba hablando.
“Todos ustedes saben la importancia táctica de este objetivo planetario. El Invid ha encontrado la manera de sintetizar masivamente su fluido nutriente aquí –el mejor que ellos tienen. Aparentemente, es como de alto octanaje para ellos. Si podemos cortar ese aprovisionamiento, estaremos clavando la tapa en su ataúd.”
Él miró hacia donde Burak estaba sentado, al borde de las sombras. La cosa que era Tesla, la cosa que ponía a cada Sentinel inquieto sin importar cuánto aseverase su fe a la causa de ellos, había fallado en aparecer en la sesión de planificación.
“Y así finalmente habremos incapacitado sus fuentes de nuevos mechas”–Rick contó con sus dedos– “sus fuentes de nueva tecnología, sus astilleros y su línea de abastecimiento de soporte de vida. Estaremos preparados para la campaña en Peryton.”
Burak levantó la vista repentinamente a la mención de su mundo hogar, como un ladrón sorprendido in fraganti. Rick encontró su mirada y deseó saber lo que estaba sucediendo en la cabeza del joven caballerete.
Una cosa era aparente para todos. El Armagedón yacía delante, y no muy lejos.
***
Casi había una lucha armada entre las facciones de la REF.
Edwards estaba resuelto a tener un cara a cara con Lang, pero la gente de seguridad en el enorme complejo de Lang denegó el ingreso al convoy de limosinas, vehículos blindados, y transportes de tropas. Los Veritechs Ghost volando alto para cubrir fueron advertidos de alejarse so pena de ser derribados, y nadie se inclinó a probar las defensas de perímetro del hechicero Robotech.
Era un secreto a voces entre los Humanos, y los Tiresianos también, que las líneas de combate estaban siendo arrastradas por un concurso de deseos y/o un juego de poder en la REF. Los Ghost Rider sobrevivientes y junto con ellos un buen número de otros estaban reagrupándose bajo la bandera de Edwards, pero más y más estaban tomando partido por Lang y los miembros del consejo que estaban de acuerdo con él.
Además de la propia fuerza de seguridad de Lang había Jokers y Diamondbacks, gente de las unidades técnicas y de apoyo, clases de Destroid de los escuadrones Old Ironsides y Walking Steel, y soldados de infantería como los hombres y mujeres de los Hoplitas de Grecia.
Muchos aún estaban sin toma partido, sin embargo, y las fuerzas de Edwards estaban organizadas, altamente disciplinadas y motivadas, y eran leales a él solo. Él y su oposición se tenían uno a otro en un estancamiento inquieto, pero todos sabían que no podía durar por mucho tiempo.
Así que, la solicitud para una reunión con Lang, en la propia fortaleza de Lang, había llegado medio como de sorpresa. Las lecciones obvias del Caballo de Troya hicieron vacilar al científico, pero la distante oportunidad de que una lucha de poder pudiera ser prevenida lo hizo acceder a la confrontación finalmente.
Los VTs de Edwards cambiaron de dirección de acuerdo con las advertencias, y el mismo general avanzó desde su limosina blindada una vez que ésta estuvo adentro de un garaje-bunker. Edwards miró a su alrededor cautelosamente antes de salir del automóvil; él había comenzado a sentir una presencia inquietante y letal cerca de él en los días recientes –una sombra amenazante que él nunca pudo ver completamente fuera del rabillo de su ojo. A veces él pensaba que era un imagen fantasmal producida por su impulso cerebral, y otras veces estaba seguro de que allí había alguien suspendido en la oscuridad, esperando para matarlo.
Pero él no tenía ningún escrúpulo sobre ir al cubil de Lang, realmente; tontos como el buen doctor siempre jugaban según las reglas, por lo cual siempre estaban predestinados a perder.
Pronto, ambos estaban encerrados juntos en el lugar sagrado secreto de Lang, la guarida de un alquimista de equipo Robotech experimental bizarro, retortas resplandecientes, y exhibiciones ológrafas espectrales de flora y fauna de esa región galáctica.
“Estamos derrochando tiempo y recursos con toda esta disputa.” Edwards encontró oportunidad para su avance rápidamente. “¡Sólo deseo lo mejor para la REF! ¡Para la Tierra y la raza Humana!”
Todo ese tiempo, él estuvo monitoreando los sensores que habían sido incorporados en su placa craneal, leyendo los alfanuméricos e indicadores que eran proyectados sobre el interior de su cristalino. Era la realización culminante de su equipo técnico, el último equipo espía.
Edwards sabía que Lang tenía varios sistemas de monitoreo que el científico pensaba atraparían cada palabra y movimiento en la habitación, pero los remotos incorporados en el cinturón de Edwards y en las charreteras y en la tela de su uniforme de media gala contendería todo eso. Lang se iba a encontrar con una gran cantidad de cinta en blanco.
“¿Cómo puedo probar eso a usted y a los otros?” Edwards terminó.
Lang no había pestañeado un ojo. “Permanezca neutral durante la audiencia de Wolff y los otros, ya que usted no tiene evidencia real. Ponga todas sus fuerzas bajo el comando directo del consejo. Y lo más importante, permítame a mí y a mis equipos examinar los artefactos Invid, o restos, o lo que eso sea, debajo del Royal Hall.”
“¡No!” Edwards se propasó, su puño golpeando una mesa de modo que los artículos menores saltaron de ella y se dispersaron en el piso.
“¿No?” Lang repitió apaciblemente. “¿Y por qué no, General? ¿No tiene nada que ocultar, seguramente? Así que, cuando usted me permita investigar las catacumbas allí, las cuales su gente vigila tan estrechamente, entonces podremos hablar sobre su concienzuda caridad hacia la REF.”
“¡Usted permanezca alejado de allí, maldito mago de magia negra!” el general gritó.
“Y otra cosa,” Lang dijo apaciblemente. “El Mayor Carpenter y la expedición a la Tierra ya han partido sin dificultades. La advertencia ha salido, y no hay nada que usted pueda hacer al respecto.”
El general quedó atontado por un momento. ¡Él no había tenido idea de que alguna de las nuevas naves SDF-7 había sido equipada con una unidad de transposición espacial! Y ahora una estaba en camino hacia la Tierra, comandada por un oficial leal al consejo y a Lang, poniendo en peligro todos los magnos planes de Edwards.
El general, irritado más allá de las palabras, acechó al científico, las manos extendidas para estrangularlo.
Repentinamente, las manos de Lang estaban sujetadas alrededor de las muñecas de Edwards con una fuerza que amenazaba con aplastarlas. El general estaba siendo forzado a retroceder y a arrodillarse. Hubo un momento alocado en el que Edwards comprendió que la fortaleza de Lang no era humana –que Lang podía matarlo muy fácilmente.
Edwards había entrado a los dominios de Lang sin guardaespaldas, sin embargo, porque él estaba seguro de que había estudiado al hombre. “Siga... adelante,” él hizo rechinar los dientes. “¡Termínelo, si piensa que puede hacerlo! ¡Asesíneme! ¿No es eso a lo que sus preciados Formadores se refieren?”
La tremenda presión del apretón del científico cedió, y Edwards se quedó frotando sus entumecidas muñecas. Él rió un poco de modo histérico. “No, no puede, ¿no es así? Eso no estaría de acuerdo con los Formadores de la Protocultura, ¿ó sí?” Él chachareó para sus adentros, poniéndose de pie con dificultad.
“Detenga su subversión ahora,” Lang dijo casi monótonamente, “antes de que haya más derramamiento de sangre. Adhiérase a su juramento, y abandone estos sueños megalomaníacos.”
Edwards se levantó, los labios retirándose de sus dientes cerrados. Él tal vez nunca más tendría una oportunidad para regañar a Lang en privado; este sería el único momento cuando los dos estaban solos juntos fuera de la vista del público, por decirlo así.
“Aquí está el juramento al que serviré,” él dijo en voz tan baja que apenas era audible. Pero al hablar se convirtió en voz alta. “Juro matar a Wolff. Juro exterminar a Rick y a Lisa Hunter y a Breetai, después de que los haya hecho sufrir bastante. El resto de ustedes o se inclinará a mis pies o morirá. Juro tener a Obstat y a Huxley y a todos los demás en el consejo como mis esclavos personales–”
Estaba en la punta de su lengua el decir que él pretendía subyugar a Minmei, pero aquel secreto lo contuvo. “Juro tener a la galaxia como mi dominio personal.”
Él se alejó retrocediendo, doblando los dedos parcialmente paralizados. “Juro vengarme.”
Lang no lo persiguió; de hecho, Lang permaneció con las manos cerradas detrás de su espalda ahora. “Entonces no hay nada que discutir. Pero –una última pregunta, si quiere, General.”
Edwards hizo destellar una sonrisa como la de un tiburón. “¿Qué?”
Las cejas de Lang se acercaron. “Comprendo porque desprecia a Rick Hunter; su conexión con su antiguo némesis, Roy Fokker, lo hace obvio. ¿Pero de dónde viene este hastío de Lisa Hayes Hunter? ¿Qué le ha hecho ella?”
Edwards olvidó el dolor, dejando a sus manos caer a sus lados. “Usted lo descubrirá cuando los tan santos Hunter lo hagan: cuando sea demasiado tarde.”
Él volvió su espalda hacia Lang, saliendo a zancadas de la habitación tan rápidamente que la puerta apenas tuvo tiempo para quitarse de en medio.
Lang se aseguró que la puerta estuviese segura, luego se volteó hacia una esquina sombría de su lugar sagrado. “¿Scott, captaste todo eso?”
Scott Bernard, el aprendiz y ahijado de Lang, emergió –un niño esbelto, de cabello oscuro y no sonriente de trece años más o menos, pequeño para su edad. “Las máquinas están en cierto tipo de fluctuación, Doctor.”
***
Tacones castañeteando sobre la superficie dura, Edwards regresó a pie hacia su limosina cuando sus guardaespaldas personales se formaron a su lado. El módulo de la muñeca todavía indicaba verdadero; él rió.
¡Nada de lo que dije puede ser utilizado en mi contra!
Eso dejaba varios otros asuntos, pero repentinamente el más apremiante entre ellos era Minmei. Edwards hizo un sonido irritante, de pantera, cuando se deslizó dentro de su limosina.
¡Dios! Sería tan fácil romper su voluntad por medios físicos o químicos –para convertirla en algo que obedecería todas sus palabras y caprichos, que satisfaría cada anhelo suyo.
Lo raro en el asunto es que él quería a Minmei, no algún zombie sin cerebro que luciese y hablase como ella. Él la quería para que lo amase.
Y ella lo haría. Si él tuviese que volver el universo al revés y sacudirlo como un juguete para hacer que ella lo haga, ella lo amaría.
La limosina se alejaba bajo los proyectores orientables de seguridad, flanqueada por vehículos de seguridad, a punto de arremeter debajo del paraguas de seguridad de VTs del Ghost.
“¡Esperen!”
El efecto superficial de propulsores frenando resonó; las personas sacaron armas y guerreros en modo Guardián se abalanzaron, mientras la red de seguridad crepitaba con transmisiones confusas.
Edwards estaba fuera de la limosina virtualmente sobre el regazo de un guardaespaldas voluminoso. “¿Lo han visto? Allí, por allí–”
Pero el sitio hacia el cual él estaba señalando, el techo de un edificio cercano, estaba vacío. Al mismo tiempo que los proyectores de luz de los VT convergían encima, él pudo ver eso.
Adams estaba fuera del asiento delantero. “¿Qué era, señor?”
Edwards mantuvo sus ojos dirigidos hacia el lugar. ¡No los dejes verte sudar! ¡Tú no puedes darte el lujo de mostrar ninguna debilidad!
“Nada; un truco de la luz. Que sigan moviéndose.”
Cuando el convoy estuvo de nuevo en marcha, él volvió a ver el vislumbre de una fracción de segundo y no se pudo convencer de que se había equivocado.
Una figura humana, suspendida en el techo casi imperturbablemente. Vigilando.
Esperando...