Capitulo 25
Tesla estuvo muy preocupado en las últimas horas antes del ataque. Cuando le pregunté sobre ello, yo esperaba uno de sus números evasivos o silencios egomaníacos.
Pero él parecía necesitar hablar con alguien. Él estaba psicópata para entonces, creo; el personal de laboratorio conjetura que él había estado aumentando en realidad sus números de cromosomas.
En todo caso, él dijo, “He tenido un sueño recurrente recientemente. Un ave fénix grandiosa de fuerza mental se levanta de un pequeño mundo blanco y azul y se remonta alejándose hacia otro plano de existencia. Me llena con aprensión.”
Lisa Hayes Hunter, Recolecciones
Karen se había ocupado de las heridas de Jack como mejor pudo, pero él entró en shock, todavía perdiendo sangre. Ello se redujo a una simple elección de dejarlo allí e ir por ayuda, o permanecer con él y verlo morir.
Entonces la decisión le fue quitada a ella. Un Hellcat saltó en la vista a la entrada del búnker, mostrando sus colmillos resplandecientes. Sus ojos estaban destellando rítmicamente; era uno de los de Tesla.
Tres originalmente habían sido despachados por Tesla para evitar que Karen y Jack transmitiesen la noticia a los Sentinels. Pero una emboscada de las fuerzas del Cerebro había reducido a los otros dos Hellcats.
Tesla había escogido la forma felina para el trabajo porque era más pequeña y más flexible que los Inorgánicos bípedos. Ahora, aquel se escurrió por la entrada del búnker a gatas, el vientre raspando chispas del piso destellante, acechando a su presa.
Karen ya estaba tratando de halar a Jack hacia atrás hacia la seguridad, pero las puertas laterales estaban todas aseguradas. Así que finalmente ella se acuclilló doblada, con Jack, contra el extremo cerrado de la entrada –la pared trasera del camino. La Robobestia se acercó más, sus ojos estroboscópicos iluminando la oscuridad, las garras mellando el piso de duro cuarzo.
Karen levantó la pistola de Jack y la suya lado a lado y abrió fuego. El Hellcat gritó y bajó su cabeza, escudando sus ojos, pero se mantuvo viniendo; aquel tenía poco que temer de un arma de mano convencional. Una garra se extendió para rebanarla de par en par.
Pero falló porque estaba siendo halado hacia atrás. Aquel volteó para irse a las manos con algo que Karen no podía ver, incapaz de conseguir un espacio de combate en el confinamiento de la entrada.
Luego aquel ya no estaba, halado al claro, y hubo una contienda monstruosa ocurriendo en el exterior. Karen corrió deprisa hacia la entrada, buscando el distintivo del Skull; nada menos que un mecha pudo haber sacado a tirones al Hellcat por la cola fuera del búnker.
Ella tenía razón. Era un Odeon, revolviéndose y golpeando con fuerza al Hellcat más pequeño. Otro Odeon se le unió, su nariz-tentáculo lengüeteando hacia fuera para atrapar al Hellcat. En otro momento, ellos estuvieron apuñeando y pateando a la cosa, desmembrándola. Sus sensores ópticos no estaban destellando.
Karen consideró tratar de huir, pero no podía dejar a Jack detrás. Los Odeons se estaban levantando de su batalla salvaje y volviendo su atención a ella.
Ella retrocedió a las sombras otra vez; ellos se acercaron. Pero cuando los látigos nasales se rizaron y trataron de morderla, una corriente de proyectiles de transuranio reducido del tamaño de bolos ahusados los golpeó.
Karen giró y se tiró de cabeza, cubriendo su cara. Los Odeons, agujereados de lado a lado, dejaron salir un fluido nutriente verde por un momento mientras sus circuitos chisporroteaban, luego colapsaron, humo y llamas eructando de sus junturas hendidas. Ellos se rompieron en pedazos con explosiones que se mezclaron con los sonidos de los propulsores de un Alpha que descendía.
Karen se incorporó de nuevo, la cara tiznada y pálida. El VT estaba en modo Guardián, la cubierta de su cabina se levantó ahora cuando el piloto se puso de pie. La luz de Blaze se reflejaba en un casco de vuelo de buena reputación, uno moldeado a la imagen de un yelmo de guerra Praxiano.
“¡Vaya, vaya! ¡Quizá cuando tengamos un momento, puedas decirme por qué dos babosas enemigas mataron a un Hellcat amigo que estaba a su vez a punto de comerse a una Sentinel!”
Era Bela.
***
“¡Tesla! ¡Ark Ángel a Tesla!”
“Aún no hay confirmación, Capitán,” el oficial de comunicaciones humano dijo a Lisa.
“Soga intentando de cualquier modo,” ella dijo. En el micrófono, ella repitió, “¡Las líneas de sus tropas están colapsando en todos los sectores! ¡Debe conseguir que no cedan!”
Ella apagó su micrófono y dijo al oficial, “Continúe tratando de contactarlo.” Luego ella conmutó a la red de la nave. “Rick, él no responde. Creo que es una traición.” Ella miró asiduamente al duplicado del gatillo, en su consola de comando, para los explosivos en el collar de Tesla.
“Muy bien; haz otra aproximación,” él respondió desde la bahía de descenso. “Tomaré las últimas de las reservas, para conseguir retirar a nuestras tropas.”
Estaba en los labios de ella oponerse, pero lo contuvo. Las lecciones de las Praxianas habían subsumido aquellas de la Academia. Por supuesto tú no dejas a tus camaradas en graves problemas, no importa cuál sea el costo. Ella lo sabía al igual que él. Era sólo que ella deseaba que ella pudiera hacer el asalto con él y las otras unidades.
Ella condujo la nave en un nuevo rumbo, recalando sobre Beroth a baja altura y el timón fijo, disminuyendo la velocidad a cero. Afortunadamente, el Invid había agotado la mayoría de sus misiles, y su cañoneo convencional y los cohetes más pequeños no eran bastante poderosos para hacer más que abolladuras en el blindaje de la nave estelar y volar facciones superestructurales no críticas.
El Ark Ángel codeó ligeramente sobre o destrozó una gran cantidad de la arquitectura local en su aterrizaje, tendiéndose casi directamente en el medio de Beroth. A la orden de Rick los equipos de combate salieron a la carga para proveer de apoyo de artillería a los elementos Sentinels que aún trataban de retirarse, ahora que las fuerzas de Tesla los habían abandonado.
Lisa vio por las pantallas tácticas que ello lucía muy sombrío. Estaba claro que Tesla los estaba abandonando en dificultades, teniendo algún plan propio, pero había poco que los Sentinels podían hacer al respecto; los Inorgánicos del Cerebro estaban tras ellos ahora.
En ese momento hasta el vacilante itinerario de la retirada fue descartado. Había sonidos de disparos de armas a Protocultura en la ciudad. Spheris misma clamaba en tormento.
***
Baldan y Teal regaron al Cerebro y a sus séquitos con corrientes firmes de disparos de los rifles, abatiendo Oficiales y Enforcers y dejando vetas de tejido ennegrecido a través de los lados de la abultada monstruosidad Invid.
El ataque había llegado tan repentinamente que toda oposición fue segada antes de que el Invid tuviera oportunidad de regresar el fuego. Con exaltación desenfrenada Baldan pensó, ¡Los hemos tomado por sorpresa. Podemos matar al Cerebro y terminar la batalla aquí!
Pero al mismo tiempo que él pensaba eso, el piso se estaba levantando debajo de él. Las armas a Protocultura habían sido disparadas, y Spheris estaba reaccionando de dolor.
Su afinidad con su mundo le permitió entender lo que estaba sucediendo. Las vibraciones simpáticas de un tipo que sólo la Protocultura podía evocar estaban enviando fracturas a lo largo de y entre las Autopistas Cristalinas, como dagas fractales impelidas dentro de Spheris misma. De algún modo, las meras explosiones de los mecha no producían este fenómeno –tal vez porque tales estallidos no eran dirigidos. Pero el fuego de los rifles, menor como lo era en comparación a la guerra que ocurría en Beroth, era una cuestión totalmente diferente.
Baldan y Teal perdieron el equilibrio y cayeron al suelo y el Cerebro chapoteó en su estanque nutriente. Baldan trató de pararse y disparar al Cerebro de nuevo, pero Teal gritó. “¡No, o nos condenarás a todos! ¡Vamos, vamos! ¡Antes de que los Inorgánicos nos capturen!”
Los pisos ya estaban redoblando como tambores por las pesadas pisadas de Inorgánicos corriendo que venían en respuesta a las órdenes desesperadas del Cerebro. Baldan se levantó finalmente, tomando los brazos de su madre y halándola en la otra dirección. Ella dejó caer su rifle y se aferró a él. Ellos se alejaron tambaleándose mientras la colmena temblaba en sus cimientos.
La curva en un pasillo los condujo hacia una puerta de seguridad sellada; el sonido de los Inorgánicos se sentía más cerca. Baldan retrocedió y disparó a la puerta repetidamente, aunque él sabía que ello no serviría de nada.
Cuando los mecha bípedos llegaron avanzando pesadamente a la vuelta de la esquina, Teal vio que Baldan no estaba tan loco como parecía. El piso tembló y se desplazó, y una proa de cristal helado avanzó a empellones en la vista. Spheris estaba reaccionando contra su fuente de dolor.
El levantamiento había aislado a los Inorgánicos de su presa por el momento. Baldan tiró al suelo el rifle, tomó la mano de su madre, y se dirigió al cristal mientras la colmena se ladeaba de nuevo. Ellos se unieron con aquel y se alejaron tranquilamente.
Agitándose en su estanque nutriente, casi loco del dolor de sus heridas, el Cerebro perdió todo control. Si las razas esclavas iban a usar armas a Protocultura, ¡armas a Protocultura serían!
***
Tesla, también, casi perdió su equilibrio cuando el planeta se convulsionó. El Cerebro demostró su ira un momento más tarde. Los contenedores de las armas situados en mástiles altos alrededor de la colmena se abrieron. Las ráfagas eran altamente precisas, golpeando a los Inorgánicos de ojo centelleantes de Tesla y volándolos en pedazos.
“¡A las naves! ¡Las naves!” él gritó, un eco de su comando mental. Los transportes de tropas disfrazados estaban a sólo metros de distancia, pero la mayoría de sus tropas leales aún estaban cubriendo su retirada.
Él vaciló, atormentado por la indecisión. El huir sin el ejército que él había reunido le dejaría una paria miserable una vez más, ¡pero de quedarse sería muerto, o por el Cerebro, o por los Sentinels, o por el mismo planeta! Mejor vivir para combatir otro día.
“¡Despeguemos la nave inmediatamente!” él gritó, tan en voz alta que Burak y Gnea cejaron.
***
Las Autopistas Cristalinas se convulsionaron. El planeta dio indicios de rasgarse en pedazos. Los Spherisianos quienes habían confiado en la seguridad del subsuelo se miraron unos a otros.
***
“¡Que todos retrocedan! ¡Retírense!” Rick estaba casi ronco de vocear sus órdenes por la red táctica. “¡Prepárense para la extracción!”
Se sentía como si Spheris fuera a partirse por las grietas, y la única cosa para hacer era tratar de llevar a sus Sentinels a la seguridad. Él no tenía idea de lo que los solevantamientos significaban para los Spherisianos, pero no parecía haber mucho que él pudiera hacer por ellos, excepto–
Él conmutó a la frecuencia de mando. “¡Lisa! ¡No uses armas a Protocultura! ¡Sólo empeorará las cosas aquí abajo!”
Ello no parecía incomodar al Cerebro Invid, sin embargo. Rayos y discos de aniquilación fluían desde las baterías defensivas de la colmena, aniquilando cada mecha que destellaba la señal de Tesla, y cualesquiera objetivos Sentinels que pudieran encontrar también.
La marea de la batalla de los Inorgánicos claramente se había dado vuelta, con los mecha de Tesla combatiendo desanimadamente o simplemente inclinándose a correr, mientras que las máquinas de guerra del Cerebro avanzaban implacablemente. Sin embargo, por alguna razón ninguno de los Inorgánicos estaba usando armas a Protocultura. ¿Alguna proscripción programada?
Los artilleros del Cerebro realmente lo estaban agravando ahora, y el planeta se mecía. Rick abandonó la esperanza de alguna vez sacar a sus tropas –o salir él mismo– con vida.
***
Alrededor del perímetro de la colmena una cabeza se levantó desde la roca viviente como si estuviese naciendo de ella. Luego otra emergió, y otra. Pronto multitudes estaban allí mientras el planeta cimbraba y se sacudía bajo ellos. Ellos intercambiaron miradas y palabras mudas, luego se sumergieron de vuelta y desaparecieron de la vista.
***
Tesla gimió cuando un temblor repentino le hizo perder el equilibrio a él y a un Crann que se le vino encima.
Él luchó para mantener el dominio sobre sus tropas, para mantener dominación sobre las tripulaciones de los transportes que él había puesto bajo su control, y para detener el ataque mental del Cerebro. Pero en este último revés, algo tuvo que ceder.
Gnea sintió su mente palanquearse soltándose de la atadura de Tesla. Ella sacudió su cabeza, oyendo un zumbido y viendo luces ante sus ojos. Una voz en su mente dijo, “¡Gnea! ¡Rápido! ¡Por aquí!”
Ella giró alrededor y vio a Veidt suspendido ni a seis metros de distancia, sobre una alfombra voladora. Sus vestiduras estaban ennegrecidas y agujereadas donde granadas o balas las habían arrancado. “¡Date prisa! ¡Sólo tenemos segundos!” Ella se dio cuenta de que él la había liberado del asimiento de Tesla.
Otros Inorgánicos estaban tratando de separar a Tesla de aquel que había caído sobre él. Gnea asió el hombro de Burak. “¡Ven! ¡Nos vamos!”
Burak trató de liberarse de ella sacudiéndose. “¡Déjame en paz!”
Ella no sabía nada sobre la alianza impía en la que Burak había entrado con Tesla –cuanto más profunda la influencia del Invid se daba sobre el Perytoniano que sobre Jack y ella misma. Ella sólo asumió que Veidt no había sido capaz de arrebatar el asimiento mental de Tesla de ambas víctimas simultáneamente.
Así que, con la naturalidad Praxiana, ella hizo girar de un tirón a Burak y le propinó un gancho largo derecho que lo alcanzó precisamente en la barbilla. Las rodillas de él se curvaron pero ella lo sostuvo y lo colocó sobre su hombro en un movimiento. Con las piernas moviéndose como pistones, ella cruzó el espacio entre ella y la alfombra revoloteante en tres saltos, casi volcándola cuando ella aterrizó encima de ella.
Veidt la mantuvo estable, sin embargo, y ella se alejó rápidamente hacia el Ark Ángel que se acercaba, manteniéndose a baja altura debido a que todo el fuego convencional aún continuaba, y las ráfagas desde la colmena. Gnea notó con interés que la alfombra era en realidad la esterilla de piso elástica del cono volador de Veidt –un modo original de hacer a un transporte de escape de emergencia servir doble servicio.
Evidentemente, los Haydonitas sobrevivir caídas desde alturas considerables, ella decidió.
El fuego desde la colmena se estaba poniendo más pesado, y toda Spheris estaba sobreexcitada y sacudiéndose. “Parece que las fuerzas del Regente tendrán su venganza no importa qué.”
Veidt sacudió su cabeza serenamente. Sus poderes mentales le habían dado un vislumbre de los últimos desarrollos. “No me parece. ¿Ve allí?”
Gnea miró donde él estaba señalando y el aliento se contuvo en su garganta.