Capitulo 22

Es extraño, que el “Loki” de la campaña de los Sentinels deba tener un tocayo tan renombrado en la historia científica de la Tierra. Pero el Humano Tesla inventó los sistemas polifásicos, las dínamos, los osciladores, y tanto más, mientras que no hay registro de su contraparte Invid que indique alguna contribución de éste –más allá de las abominaciones que ya son tan notorias.

Simon Kujawa, Contra Todos los Mundos: Una Biografía de Tesla el Infame

“¿Cuál es tu apuro, Jack?”

Karen trató de hacerlo sonar en broma, pero alguna de sus inquietudes se le escapó sin embargo. Jack se detuvo, allí en el pasillo del Ark Ángel, para enfrentarla.

“Tesla debe hablar con los líderes,” él dijo con una voz sin emoción. “Estoy haciendo los arreglos finales, y estoy muy apretado de tiempo, así que si no e importa–”

“¿Qué eres ahora, el mandadero de esa enorme babosa?” ella dijo despectivamente. “¿Te mantiene ocupado besándole sus pies? ¿Es por eso que tú y Gnea están encuevados en ese compartimento con él todo el tiempo?”

Tono equivocado, muchacha, ella se dijo. Pero ella no lo pudo evitar. Ella estaba enojada con él por evitarla, ella sospechaba de todo el tiempo que él estaba pasando junto a Señorita Amazona Adolescente, y estaba preocupada por lo que Tesla podría estar tramando. Y estaba enojada consigo misma por preocuparse tanto por Jack Baker.

Él tenía esa misma mirada distante y desapasionada que había estado llevando recientemente, estudiándola como si ella fuera algo en un portaobjetos de un microscopio. “Tú eres una idiota,” él dijo, y dio media vuelta y se marchó.

Ella combatió el impulso de seguirlo y ponerlo en coma. La violencia nunca resuelve nada a menos que tú vivas por casualidad en ciertas regiones de Nueva Jersey, como alguien –¿W. C. Fields?– lo dijera.

Había cierta seguridad leve en el hecho de que Tesla estaba a punto de hacer su largamente pospuesta aparición ante la élite de los Sentinels. Rick Hunter había decidido que él no iba a tolerar ningún pretexto más, y de hecho había estado en el proceso de organizar un contingente armado para traer a la rastra al Invid ante un tribunal de investigación –aún si ello significaba meter presos a Gnea y a Burak y a Jack Baker y dar al científico alienígena una probada de la picana eléctrica.

Pero Tesla ha transmitido un anuncio –que él tenía algo de suma importancia para exponer antes que el liderato se adelantase a todo eso. Había unas cien teorías diferentes acerca de lo que estaba a punto de suceder, y algunas de ellas eran terriblemente inquietantes.

Pero aparentemente Jack Baker no iba a aclarar nada. Karen Penn halló que ella había rizado sus manos en puños. ¿Idiota, huh? Ella fue tras él con toda la intención de derribarlo sobre sus nalgas.

Le sorprendió a ella casi tanto como lo hizo con Jack Baker cuando, agarrándolo del codo y haciéndolo girar sobre su talón, ella lo besó en lugar de zurrarlo. Ella colocó una mano detrás de la cabeza de él y la otra en su mejilla y se trabó asiduamente.

No era la primera vez que ellos se besaban, pero Karen hizo de ello algo que decía mucho más que el besuqueo amistoso/competitivo que ellos habían tenido ocasionalmente en el pasado. Ella supo entonces que Jack claramente no estaba en su estado normal; fue como besar a algún extraño inconmovible.

Pero luego el beso cambió, y por un momento Jack sintió fuertes sentimientos de su verdadera naturaleza y su propio arbitrio. Él colocó sus brazos alrededor de Karen y devolvió el besó, mientras asombrados miembros de la tripulación de varias especies les daban un rodeo a los dos o se detenían para mirar con asombro. Unos cuantos silbaron y vitorearon y aplaudieron.

El bloqueo mental de Tesla se reafirmó, sin embargo, y Karen sintió a Jack abstraerse y volverse frío. Él la alejó a la longitud de los brazos, sus manos en los hombros de ella. El beso la había dejado sin aliento, pero él estaba detrás de alguna extraña barrera emocional otra vez. La interacción de sus rasgos le dijo a ella que estaba ocurriendo una lucha en alguna parte en su interior.

“Veamos sacártelo de encima, Jack,” ella le susurró, sus manos presionadas contra las mejillas de él. Él se liberó, tambaleándose un poco, y continuó su camino. Hubo unas cuantas risitas de los espectadores. Karen giró para enfrentar a los espectadores.

“¡Qué hace el manojo de ustedes parados aquí mirando de soslayo! ¿No tienen ustedes pervertidos sus propias vidas sexuales?”

Su temperamento era bien conocido. En cinco segundos ella tuvo el pasillo entero para ella sola.

***

¡Mi dios! ¡Quizá deberíamos dispararle en este momento, antes de que sea demasiado tarde! Ese fue el primer pensamiento de Rick Hunter cuando Tesla apareció ante el liderato de los Sentinels.

El científico era ahora tan alto como el Regente, pero más fuertemente semejante a la Regis. Él le recordó a Lisa de un maniquí de almacén o de una estatua antigua, su estructura corporal y su cara ahora estaban claramente definidas en conformidad con los rasgos humanas pero aún desprovisto de una identidad real.

Tesla tenía mantos hechos para él –por Baker y Gnea, Rick supuso; los dos estaban siguiendo todas sus indicaciones y cumpliendo todos sus requerimientos de manera alarmantemente ferviente estos días– mantos como los del mismísimo monarca Invid. Él hasta vestía el collar enjoyado que Lisa había fijado otrora alrededor de su garganta; pero ahora, Rick supuso, las cargas explosivas habían sido removidas. Tesla lucía... deiforme.

Lo que Rick no podía deducir era cómo el enorme gusano estaba llevando a cabo todo esta evolución. Tenía que haber una técnica o una medicina o algo por el estilo, pero nadie tenía una pista en cuanto a lo que podría ser. Por supuesto, Burak y Jack y Gnea podrían saberlo, pero ellos estaban ahora en el campamento de Tesla, y no estaban hablando.

El Invid extendió sus enormes manos con cinco dedos y habló con su nueva boca con una voz piadosa. “Estoy aquí por una sola razón, mis amigos: para traer un fin a estas desafortunadas hostilidades entre sus razas y la mía. Propongo comenzar mi gran misión aliviando el sufrimiento y la opresión allí abajo en Spheris.”

“¿Y cómo hará eso?” Rem preguntó en tonos precisos, recortados. Más y más, él se descubría como un tipo de moderador entre los Sentinels, ya que tenía cierta imparcialidad diligente y una necesidad de reparar los daños causados por su especie.

Tesla levantó dramáticamente un simple y de apariencia humana dedo índice. “Los Invid eran una raza pacífica, desde tiempo inmemorables; no conocíamos el significado de la guerra hasta que nuestra Flor de la Vida nos fue robada.

“¡Podemos volver a nuestros estados pacíficos de nuevo! Para nosotros, sería como para los humanos regresar al jardín del Edén. Pero para que eso suceda, los viejos líderes deben llegar a su fin.”

Él se apresuró antes de que alguien pudiera poner una objeción. “Los cambios independientes yacen en el corazón de la psiquis Invid; esto es bien conocido. Esa es la forma de existencia que la Flor mandó para nosotros. Ahora, yo ya estoy más altamente evolucionado que el mismísimo Regente. Por lo tanto tengo la intención de ir a la guarnición en Spheris y ordenar a los oficiales e Inorgánicos allí bajar sus armas.”

“Así como así,” Lisa oyó a Janice Em murmurar. La persona artificial exhibía el aspecto de una hembra humana poco más o menos constantemente estos días, sin embargo algo de la fría lógica de androide conferida a ella por Lang había moldeado su personaje.

Tesla lo había escuchado. “Sí, Srta. Em, así como así. ¡Piense en las vidas liberadas y en el sufrimiento y en los daños de los que el mundo será librado!”

“¿Qué ocurrirá si no funciona?” Kami de Garuda dijo, inhalando por su máscara de respiración especial. “¿Qué ocurrirá si usted falla?”

La cara de museo de cera de Tesla se volvió hacia él. “Entonces, prosigan con el plan de batalla que Teal y Baldan II están llevando a cabo. Y recuérdenme con la compasión de la que puedan prescindir, porque estaré muerto.”

Eso hizo hablar a las personas unas con otras, y Crysta, golpeando el mazo del que ella disponía como la actual presidenta del liderato, estuvo algún tiempo para imponer silencio.

“No confío en él,” Rick dijo por el costado de su boca a su esposa. Él estaba observando a Burak y a Gnea y a Jack Baker, quienes estaban de pie detrás de Tesla y daban todas los indicios de estar apoyándolo.

“Sea lo que sea que Baker y el resto hayan contraído, espero que no sea contagioso,” Lisa coincidió.

“¿Y cuáles son las alternativas?” Tesla avanzó con firmeza. “¿Luchar la batalla y sufrir las bajas que habían planeado de cualquier modo? ¡Denme una oportunidad para compensar por lo que los míos han hecho! ¡Es todo lo que les pido! ¡Esta aún puede ser una galaxia de paz y mutuo entendimiento!”

Ni un ojo seco en casa, Rick pensó agriamente, sintiendo que camino seguiría la votación.

En cuanto a Tesla, él sintió un calor esparciéndose dentro de él al sentir la victoria. ¿Cómo iba la línea de esa historia humana? ¡No me arrojes en el pequeño sembrado de zarza!

O en este caso, en el medio de una guarnición Inorgánica que él podía comandar. En un jardín de Protocultura donde nuevas variedades del Fruto de la Flor de la Vida esperaban para apresurar la evolución sin precedentes de Tesla. En una base de poderío militar desde la cual él lanzaría su campaña para dominar el universo entero.

Una vez, una era atrás, dándose cuenta que la estrella de él estaba ganando fama, la Regis le había preguntado, “Tesla, ¿por qué eres tan perverso?”

Y él había contestado con un aburrido bostezo mental, “Señora, sólo los intelectos mediocres pueden soportar el tedio de ser dios.”

***

Contactados en la profundidad dentro de Spheris, Baldan II y su pueblo concordaron intentar el plan de Tesla. La carnicería que había acompañado las batallas previas con el Invid era bien conocida ahora, y cualquier idea que pudiera prevenir tal ruina en Spheris valía la pena probarla.

Teal tuvo recelos de ello, sin embargo; una ves aquietados de que otros llevarían a cabo la lucha por ellos, podría ser difícil o imposible que los Spherisianos trabajasen en un modo luchador otra vez.

***

Los proyectores corniformes de energía de los Odeon vertieron chorros de descargas ardientes hacia él, pero el Hovertank de Wolff giró apartándose, disparando una salva desde su propia arma principal masiva.

Los Inorgánicos se levantaron como una candela romana cuando el resto del Wolff Pack siguió a su comandante, combatiendo su paso a través de la resuelta resistencia Invid hacia el edificio del cuartel general de la REF.

Los Hovertanks estaban logrando sólo el progreso más lento; los Inorgánicos estaban siendo increíblemente obstinados. Tenía algo que ver con el control de Edwards sobre ellos y el fervor militar del hombre, Wolff conjeturó. Los Inorgánicos parecieron haberse paralizado por unos cuantos momentos un rato atrás, y Wolff pensó por unos cuantos segundos que el general estaba muerto, pero los mecha alienígenas se habían despabilado a sí mismos y zambullido en la batalla una vez más.

Cuando el asalto Invid empezó, el primer impulso de Wolff había sido hacer descender sus Hover en las catacumbas debajo del Royal Hall, donde el Cerebro que los activaba flotaba en su cuba. Pero aún antes de que el Wolff Pack pudiera conseguir organizarse para el asalto, los Inorgánicos habían establecido posiciones defensivas casi inexpugnables en las catacumbas. Los detectores indicaban que algo grande, envolviendo una gran cantidad de Protocultura, estaba ocurriendo allí abajo, pero nadie podía imaginarse qué.

Ya que Edwards no podía dejar la Computadora Viviente atrás sin perder la mayor parte de su fuerza de lucha, Wolff dedujo que se estaban llevando a cabo preparaciones para moverlo. Pero lo que sea que se estuviese haciendo, no era ningún impedimento para las capacidades de combate de los Inorgánicos.

Edwards y un parte principal de su fuerza se habían abierto paso hacia el edificio del cuartel general. Jonathan Wolff y la mayoría de sus mechas disponibles fueron en su persecución. Entretanto llegó la noticia del secuestro del crucero SDF-7; Wolff sabía que había poco tiempo.

Gran parte del triunfo de los Hovertanks era debido, puro y simplemente, a la determinación testaruda del coronel de llegar al cuartel general. Sólo podía haber una razón por la que Edwards demoraría su escape y desviaría a sus tropas del modo en que lo estaba haciendo: Minmei. Aunque Edwards había declarado al consejo que él no tenía idea del paradero de ella, Jonathan Wolff nunca lo creyó ni por un instante.

Adoptando la configuración de Tanque, Battloid, y Gladiator de acuerdo con sus instrucciones y su despliegue de ellos, sus fuerzas blindadas se abrieron paso golpeando con fuerza acercándose más y más al cuartel general. Los Inorgánicos les estaban haciendo pagar por cada metro de suelo que ellos ganaban a lo largo de las autopistas elevadas y los amplios y rectos bulevares. Afortunadamente, tres cuartos completos de los despertados mechas enemigos estaban inmovilizados en la pelea en el Royal Hall o habían sido atacados por otros guerreros de la REF y de los Sentinels humanos.

Los refuerzos desde la SDF-3 y desde otra parte de Tirol estarían llegando en cualquier momento, sin embargo, y los Inorgánicos tendrían la ventaja numérica por otra crítica media hora más o menos todavía. Wolff estaba denodado, sin embargo: la clave para la victoria no yacía en el puro agotamiento de la florida batalla, sino más bien en golpear la cabeza del monstruo –literalmente. Matando a Edwards.

Pero el itinerario de Wolff cambió cuando la voz de Exedore apareció por la red de comunicaciones táctica. “¡Coronel! ¡Tenemos Terror Weapons Invid despegando desde el Royal Hall! ¡Algunas están dirigiéndose a un encuentro inmediato con la SDF-7, pero otras van en su dirección!”

Así que, ése era el otro as de reserva de Edwards. El Regente había dejado más que sólo tropas y la Computadora Viviente atrás en su prisa por abandonar Tirol. El Cerebro Invid ya estaba indudablemente en camino a la seguridad.

Mientras Wolff estaba recibiendo la mala noticia, los Inorgánicos comenzaron a romper el contacto, regresando a las posiciones defensivas, esperando la evacuación. Pronto, el camino al cuartel general estuvo libre, pero el propio edificio estaba lleno de mechas alienígenas bípedos proporcionando fuego asesino y concentrado.

En un minuto, dos de las bizarras naves de desembarco Invid estaban descendiendo hacia el techo, acompañadas por pilotos de escaramuza. Con su superioridad de fuego incrementada, las naves enemigas hicieron retroceder a los pocos VTs que los humanos aún tenían en el aire. Los Inorgánicos pronto estaban embarcándose para su escape.

Wolff vio que no había manera de que sus fuerzas pudieran detenerlos. Él conmutó a la frecuencia de comando de Edwards y transmitió claramente. “¡Esto no lo termina, General! ¡Iré tras usted! ¿Me oye?”

Inesperadamente, la estática del tráfico codificado en línea se rompió, y la cara de Edwards apareció en una pantalla en el tablero de instrumentos del tanque. Él lucía como si hubiese estado en una pelea de puños, pero aparentemente había salido ganador, porque él aún radiaba ese aire cínico y superior suyo. Wolff pudo ver por el trasfondo que Edwards ya estaba a bordo de una nave Terror.

“Está bien para mí, Coronel. Tuvo suerte de que yo estuviese muy apresurado para acabarlo allí en Royal Hall. Aún tengo una cuenta que saldar con usted.”

“Pero hasta que nos encontremos de nuevo, aquí hay alguien más a quien usted podría querer decir adiós.” La cámara se movió hacia atrás, y Wolff blasfemó impotentemente.

Minmei estaba allí, catatónicos ojos de mirada vidriosa. Wolff susurró su nombre.

“¡Por qué, Minmei!” Edwards le sonrió a ella. “¿No le dirás al malvado de Wolff cuánto lo amas? Él por fin ha vuelto a casa para rescatarte, después de todo.”

Ella levantó la vista hacia la pantalla en la nave de desembarco que mostraba la cara de Wolff. “¿Amarlo? El hombre al que amo está muerto.”

“¡Minmei, no digas eso! Sólo resiste; te salvaré, Juro que–”

“No quiero nada que tengas para ofrecer, Jonathan. El hombre al que amaré para siempre está muerto.”

Ella quería estar con Edwards así ella podría matarlo tan pronto como tuviese la oportunidad, no de vuelta en la compañía del coronel quien la había abandonado –como ella contemplaba ahora con fijeza su partida con los Sentinels– después de que ella le había rogado que no se fuera. No había nada que Jonathan Wolff pudiera hacer por ella nunca más.

Pero había una cosa que ella podía hacer, para quitarse parte del peso en su conciencia y dar salida a la amargura que ella sentía hacia el mundo entero a raíz de la muerte de Lynn-Kyle. Ella podía hacer el rompimiento claro y final.

“¿Por qué no regresa con sus camaradas Sentinels, Coronel?” ella dijo, estrechando sus ojos hacia él. “O mejor todavía, ¿por qué no regresa a su casa con su esposa y los niños? ¡Recuérdelos, cerdo traicionero!” Ella extendió su brazo y rompió la conexión.

Edwards se regocijó con este súbito giro de la suerte. Él había esperado que la confusión mental y el pesar de Minmei la haría rechazar Wolff –él no había tenido nada que perder dejando a ella y al coronel hablar mutuamente otra vez. ¡Pero esto era simplemente maravilloso! Él se comprometió a que haría que Minmei lo amase, como él lo había hecho una vez otrora. Ella lo aceptaría a su tiempo.

Las naves de desembarco se estaban levantando sobre Tiresia, dejando caer fuego sofocante para mantener abajo las cabezas de la REF. La nave estelar secuestrada estaba suspendida en órbita baja para la recuperación, sus bahías abiertas.

Por supuesto, era una tragedia que Lang no hubiese instalado el nuevo dispositivo de transposición espacial en la nave estelar robada todavía; de otra manera, Edwards habría tenido su boleto de regreso a la Tierra, y un ejército leal a sus espaldas.

Ningún lamento hasta ahora. Los oficiales Ghost a bordo de la nave estaban preguntando nerviosamente qué curso debían establecer, para estar listos para la inmediata partida.

“Optera,” el general respondió brevemente, y rompió la conexión. El Regente ya había sido de utilidad, pero eso no era nada comparado con cuán útil él estaba a punto de volverse para los sueños de conquista de Edwards.