Capitulo 14

Lang fue el primero entre los humanos en notarlo, el “machihembrado,” como él lo llamó, de los mundos especialmente tocados por Haydon y aquellos que mantenían tal interés más recientemente por Zor.

Él me presionó por detalles y tuve que señalar que los Zentraedi son los últimos en inquirir en temas de historia. Pero no obstante expresé mi vasto anhelo por saber la verdad de todo ello, y esperé que Emil sintiera lo mismo.

Exedore, La SDF-3 y Yo

El crucero terrestre se meció por la fuerza de una tremenda explosión. Golpeado en sus pies, el Regente se levantó de nuevo con un temple aún más furioso.

“¿Qué fue eso?” ¿Seguramente los anticuerpos de Zor no se estaban volando?

Un científico se inclinó. “Parece que algunos de los extramundanos se han unido en la batalla, Su Excelencia. Eso fue aparentemente un transbordador espacial Karbarriano cargado con explosivos convencionales y dirigido a nosotros por control remoto. Afortunadamente, era de poder insuficiente para penetrar siquiera nuestro casco más exterior.”

“Naturalmente,” el Regente dijo bruscamente. El crucero, más grande que un portaaviones, era una montaña móvil de armas y armadura sobre huellas tan anchas como un bulevar de Glike. Él pensó nuevamente en ordenar a sus artilleros abrir fuego y arrasar la ciudad a su alrededor mientras él se retiraba, pero eso correría el riesgo de atraer a los anticuerpos. Su propia vida era de suma importancia a la causa Invid, demasiado vital para arriesgarla por mero castigo.

Era una lástima que esta parte entera de Glike parecía haber sido evacuada; él se habría consolado con moler a los miserables sintéticos bajo las huellas de su fortaleza móvil. Lo habría compensado, en parte, por tener que abandonar sus huertos de la Flor de la Vida justo cuando estaban a punto de dar Fruto.

Tal vez él aún sería capaz de recapturar su colmena de Haydon. Con este pensamiento, él ordenó a sus técnicos transmitir la vista del equipo de monitoreo automático dentro del huerto. Pero donde él había esperado ver una vista lujuriante del Fruto de la Flor, él se encontró mirando a una monstruosidad extravagante pero sin embargo, de algún modo, de apariencia familiar que estaba sentada tragando con voracidad. Lejos hacia un lado estaba acurrucado un joven Perytoniano.

“¡Por la Protocultura!” el Regente aulló. Al abrirse el canal de dos sentidos, la cosa acuclillada en el huerto de la colmena levantó la vista hacia el fonocaptor de comunicaciones.

“Ah, Su Excelencia, El Omnisciente, El Todopoderoso Regente,” la cosa ronroneó. “Gracias por su hospitalidad. ¡Cuán delicioso, este Fruto suyo!”

“¿T-Tesla?” el Regente susurró.

“¡Sí, Tesla! ¡Y pronto, usted sabrá lo que los poderes divinos de la Flor realmente son, puesto que Tesla se los demostrará a usted!”

La furia del Regente era tan grande que estuvo tentado a dar vuelta el Crucero Terrestre y regresar a obliterar la colmena y a Tesla. Pero no había tiempo; las pantallas tácticas mostraban fuerzas enemigas arrollando la guarnición de la ciudad con la ayuda de los malditos anticuerpos Haydonitas. El Regente cortó el enlace de comunicaciones con un golpe aplastante de su puño.

“¡Aumenten la velocidad!” él aulló.

El científico se encogió. “Estamos a máxima velocidad ahora, Todopoderoso. El avanzar a empellones por la ciudad hace la marcha algo difícil.”

Otro científico añadió, “Hemos detectado naves emergiendo de impulso superluminal en el espacio profundo, pero hasta ahora hemos sido incapaces de hacer contacto.”

“Bien, asegúrense de que mi nave insignia esté lista para despegar en el momento en que yo arribe,” el Regente rugió. Si esas fueran naves Invid, él freiría a Haydon IV desde una distancia segura; de lo contrario, él estaría preparado para una retirada estratégica en la nave más rápida de la flota Invid.

“¿Y dónde están nuestros refuerzos?” él agregó.

“Ellos están siendo despachados ahora a los sectores este y norte de la ciudad, Todo Poderoso, para los contraataques de distracción que facilitarán nuestra retirada. También estamos monitoreando una caída en los recursos de poder de la ciudad, y una correspondiente disminución en la actividad de los anticuerpos.”

Tal vez sería posible ganar después de todo. ¡Cómo pagarían los Sentinels y los Haydonitas y las Praxianas! Él comenzó a planear un elaborado festival de días de duración de tortura y celebraciones, pero el ensueño fue hecho añicos momentos más tarde.

“Señal de las naves estelares que se aproximan, Omnipotente Lord,” un técnico dijo. Dicho esto, la cara de Breetai apareció en la pantalla.

El gigante sintió una satisfacción no sonriente. Él de algún modo había sabido desde el principio, en sus huesos, que el Regente no estaba muerto. No había manera de que la criatura hubiera sido engañada o doblegada en lo alto de su vida tan fácilmente.

Durante unos cuantos segundos, el Regente halló que no podía recuperar su aliento. ¡Breetai, el comandante más brillante de los Zentraedi, y, después del fallecido Dolza, su guerrero más poderoso!

Breetai miró con ira al Regente. “Venimos por usted,” él dijo, y nada más. La pantalla quedó en blanco.

El Regente hizo escabullirse a su personal con airados golpes y puntapiés. “¡Más velocidad! ¡Mataré al primero que me ofrezca excusas!”

Su as de reserva podría ser de importancia crucial después de todo. El Regente miró de frente a su par de Hellcats mascotas. “¡Vayan, y traigan al clon de Zor ante mí!”

Ellos se alejaron saltando, y el Regente llamó a un lacayo. Silenciosamente, de modo que los demás presentes no pudieran oír, él ordenó, “Preparen mi armadura de batalla personal.”

***

La alfombra era apenas lo bastante grande para dos Humanos pesadamente armados y Veidt, y el empujarse era un asunto peligroso en realidad. Pero de algún modo Jack y Karen se las arreglaron para mantener pie mientras la cosa pasaba como un silbido por el cielo. Cómo Veidt mantenía su lugar, levitando sobre la alfombra como lo hacía, era algo que los Humanos no podían comprender.

Ellos aparecieron sobre el Crucero Terrestre por detrás, mientras aquel trituraba a Glike bajo él, abriendo su ponderoso camino hacia el puerto estelar. Considerando la velocidad y la distancia, Karen calculó que sólo tenían unos cuantos minutos para encontrar y salvar a Rem.

“¿Cómo lo vamos a hallar, en un embalaje de ese tamaño?” Jack dijo sobre el sonido del aire fluyendo rápidamente por ellos.

“Puedo sentir su paradero,” Veidt respondió simplemente. Con el trauma de la muerte de Sarna, Veidt parecía cambiado –más intenso, más capaz, pero frío y lejano. Un precio terrible que pagar por los poderes aumentados, Karen reflexionó tristemente.

Ella trajo su mente de regreso a las cuestiones inmediatas. “Estoy más preocupada sobre cómo vamos a entrar a ese destructor.”

“Vowad ha tomado medidas para...una diversión,” Veidt dijo. Al mismo tiempo que él dijo ello, llamas calidoscópicas se elevaron velozmente desde los escombros alrededor de las pisadas del Crucero Terrestre y de los edificios a punto de ser aplastados bajo ellas. Las llamas giraron y formaron un remolino turbulento, un embudo centelleante de poder de anticuerpos Haydonita. Se elevó más y más, hasta que tuvo sesenta metros de alto. Luego aquel cambió, destelló, y tomó forma.

“¡Oh mi dios!” Karen murmuró.

Era una imagen ardiente de Zor, parado con las piernas abiertas, bloqueando el camino de retirada del Crucero.

***

“¡Mátenlo! ¡Mátenlo!” el Regente lloriqueó, repartiéndole golpes en el puente del Crucero Terrestre. “¡Yo, su dios, les ordeno que maten a Zor de una vez por todas!”

***

Cuando el Crucero Terrestre desató su imponente andanada hacia la figura inmóvil, Veidt estaba listo.

Él hizo avanzar a la alfombra en un curso serpenteado entre la lluvia de descargas de las armas menores y los supercañones. Las andanadas estaban desintegrando el paisaje urbano frente a ellos, pero no tenía efecto aparente en el colosal Zor.

En lo alto en la popa del casco del crucero, un estante de misiles se estaba levantando para colocarse en posición desde su vaina blindada. Al abrirse las puertas de la vaina para permitirle elevarse, Veidt arremetió, dentro del espacio entre los cascos. Karen y Jack se encontraron asiéndose el uno al otro, tratando de mantener su pie, rogando que el Haydonita sepa lo que estaba haciendo.

Jack estaba tan asustado que ni siquiera pudo disfrutar el abrazo.

Veidt parecía conocer el esquema entero del crucero, cada tuerca y perno. Un ascensor de munición hacia la recámara del lanzador les dio, a su vez, acceso a un centro de uso práctico. En segundos, ellos estaban moviéndose rápidamente por un pasadizo escalado a tamaño medio, en lo alto sobre las cabezas de los preocupados Invid.

Veidt les transportó hacia una parte remota de la barriga del crucero. Ellos se detuvieron ante un compartimiento con una escotilla gigantesca. “La celda de Rem,” Veidt explicó.

Pero la escotilla estaba abierta. Karen y Jack se apiñaron, los rifles listos, para asomarse al interior. Los dos Hellcat del Regente, teniendo arrinconado a Rem, giraron hacia los intrusos.

Los Hellcat se abalanzaron sobre los Humanos al mismo tiempo que Jack y Karen levantaban sus cañones disparando continuamente.

***

Vestido en su pesada armadura de batalla potenciada, el Regente insultaba y bramaba cuando los cañoneos más poderosos de su crucero no lograban tener ningún efecto en la enorme figura de Zor que estaba de pie bloqueando su camino.

“¡Ha despegado y abierto fuego mi nave insignia!” él chilló.

Cuando la orden fue transmitida, un técnico dijo, “¡Todopoderoso, hay un objeto volador no identificado acercándose!”

El Regente miró al monitor al que el técnico estaba señalando. Ciertamente, algo estaba corriendo deprisa más adelante justo a través del casco superior, serpenteando entre baterías de armas y de misiles, demasiado cerca del crucero para hacer fuego sobre él.

“Yo-yo–” El Regente sintió su cabeza dando vueltas. Él vio una alfombra voladora Haydonita con varias figuras montándola. Cuando ella pasó zumbando el puente, dos objetos resplandecientes fueron arrojados y rebotaron lejos del casco delantero justo delante del puerto de observación.

El Regente apartó con empellones a los miembros de la tripulación quienes estaban tratando de ver lo que había sido arrojado, y echó un vistazo por sí mismo. Allí sobre la cubierta yacían los dos extraordinarios collares, montados con gemas de todos los mundos dominados por los Invid, que sus Hellcat mascotas habían llevado. El Regente dejó salir un chillido penetrante, y estaba a punto de dirigir todo el fuego hacia la alfombra que huía, cuando alaridos de horror reventaron de su tripulación.

El Zor gigante se estaba moviendo.

La imagen enardecida caminó a zancadas hacia delante, directamente hacia el Crucero Terrestre, mientras la nave insignia se elevaba del puerto estelar cercano y comenzaba a dispararle con todas las armas. El Regente gimió en puro espanto y lanzó a los técnicos fuera de su camino, cargando hacia la escotilla del puente.

La demoníaco y altísimo Zor se lanzó sobre el crucero en aparentemente cámara lenta, los brazos extendidos y los dedos rizados, como si fuera a abrazarlo. La colisión envió ondas de luz disparadas hacia fuera como ondas en una charca cuando una roca es lanzada dentro. Llamas multicolores fulguraron a lo largo de la proa del crucero cuando la figura comenzó a combinarse con él.

En la parte alta sobre el casco, un puerto de expulsión de emergencia se abrió y una forma metálica salió disparada directamente hacia arriba como un misil lanzado por un submarino. Montando la potencia propulsora de sus módulos de aumento, el Regente se alejó como una flecha hacia su nave insignia.

Debajo de él, el crucero ya estaba medio sumido en la fuerza destructiva del sistema defensivo de Haydon IV. Una serie de explosiones rasgó la máquina de guerra en partes como una calera sobre exigida y arrasó esa parte de la ciudad.

En ese momento, mirando hacia abajo mientras ascendía en sus propulsores jets del traje y reflexionando sobre el total de derrotas y retiradas, el Regente se refugió en profundidades involucionadas extremas. Mientras los sistemas automáticos de su armadura potenciada hacían la conexión con la nave insignia y lo guiaban dentro de su esclusa de aire, y la misma nave despegaba alejándose de Haydon IV a máximo empuje, el Regente abandonaba los berrinches de humor y los frustrados despotriques por la malevolencia impersonal de una serpiente.

La Regis nunca comprendería la elección de él de la involución, pero luego ella nunca la había probado. Ella nunca había sabido cómo, en su forma más pura, el estado involucionado quitaba el dolor de la introspección, de la reflexión, de la vergüenza y la pena y el temor.

Ella nunca conocería el odio insensato y la hostilidad incorrupta y la paz personal que ese estado podía traer. Pero para su compañero, ese era el modo de vida escogido.

Las derrotas de él se olvidaron ahora que él había sumergido su naturaleza superior; él creció de manera exuberante en un rencor que lo abarcaba todo que lo satisfacía como una droga. Pero en ese trance, al contrario del blanco acostumbrado, una Visión apareció. Se definía a sí misma, metiéndose en la atención mental, alzándose ante los ojos del Regente por medio de las profundidades de su aversión y su sed de venganza. Era una respuesta a su dilema. Era la cara del General T.R. Edwards.

***

Como los otros mundos que los Sentinels habían visitado, Haydon IV tenía su templo para el ser divino conforme a quien éste había sido nombrado.

Éste no ocupaba la cumbre de una montaña o la plaza de una ciudad o casquete de hielo polar. Más bien, éste estaba en el centro de una planicie de aleación pulimentada de cinco kilómetros de diámetro, el único rasgo de un paisaje que era de otra manera tan liso como un espejo.

A diferencia de otros mundos, el icono de Haydon no estaba esculpido en hielo o labrado en la roca natural de un pico. En vez de ello, una imagen fantasmal y proyectada de la legendaria figura se erguía cerca de dos kilómetros en altura. Aquella guardaba un parecido a un Haydonita en el cual los rasgos eran suaves, anónimos; los brazos estaban dentro de la capa de cuello alto, de modo que Haydon lucía mucho más como los habitantes de ese mundo. Sólo la alusión del cabello colgante lo contradecía.

Los Terrícolas se habían sorprendido al darse cuenta de ello, por decreto propio de Haydon, ninguna imagen precisa de él había sido hecha alguna vez. Y así él permanecía velado en el misterio al igual que la proyección permanecía envuelta en su larga capa.

Los Sentinels y las Praxianas liberadas habían ofrecido proveer una guardia de honor para el funeral de Sarna, pero Vowad y Veidt se rehusaron. Juntos, ellos abordaron una pequeña alfombra y emprendieron el viaje con el cuerpo de la amada compañera e hija.

Pronto la ciudad arrasada fue dejada atrás y el campo idílico de Haydon IV siguió pasando por debajo. Pero los dos mantuvieron sus miradas hacia delante. Durante ese largo viaje ni una palabra fue intercambiada entre los dos, cada ser perdido en su meditación.

Cuando finalmente revolotearon frente a la figura proyectada, no hubo necesidad de decir nada en voz alta. Ellos ya habían comulgado su dolor al mismísimo planeta, y el uno al otro.

Sin embargo, Veidt, al haber adquirido nuevas costumbres en sus viajes y tormentos, pidió a la figura de Haydon, “Tenla en tu custodia, ella que fue todo para mí en esta vida. ¡Concede que sus palabras eran verdaderas, y que estaremos juntos de nuevo!”

Él no estaba rogando a Haydon, sino más bien dirigiéndose a un poder superior que hasta los Haydonitas sólo débilmente entendían y no podían sondear con ninguna aplicación de mera lógica.

Sin embargo, la imagen de Haydon se movió, cuando la Conciencia viviente del planeta lo dispuso. Los brazos aparecieron de debajo de la capa, y ojos, como los ojos Humanos, o Tiresianos, aparecieron con resolución sombría. Las palmas abiertas llamaban con señas.

El cuerpo de Sarna se elevó de la alfombra, en equilibrio y erecto como si ella viviera otra vez. Mientras el padre y el esposo miraban, ella fue conducida dentro del valle de las palmas acopadas de Haydon.

Vowad luchaba en su interior, movido por las palabras que Veidt había dicho y por el pesar miserable del momento. Sarna se había ido, su esencia había pasado a algún otro plano de la existencia, por lo tanto era ilógico basar las decisiones en lo que le hubiera complacido a ella. Y sin embargo...

El cuerpo de Sarna había desaparecido entre las manos acopadas de Haydon. Un resplandor brotó de entre ellas, iluminando el rostro suave de Haydon y el cielo sobre él. Los dos afligidos oyeron muchas voces subir en música muda mientras la luz se intensificaba. Entonces de repente fue intolerable, y tuvieron que mirar hacia otro lado.

Cuando volvieron la vista, Haydon estaba bajando enormes y vacías manos. En momentos, la proyección quedó como había estado cuando ellos aparecieron. Ellos permanecieron mirándola por largos minutos.

“Veidt, me-me gustaría ser tu amigo de ahora en adelante, si lo quieres.”

“Gracias, Vowad. Le dará una gran alegría a ella.”