Capitulo 7

Hay cosas más agradables en la vida que estar aquí. Tener herpes, por ejemplo.

Jack Baker, Ascendentemente Móvil

La cuadrilla de ataque miró fijamente, espantada, a la cosa que había sido Janice Em.

Su piel se había vuelto transparente, y los vasos sanguíneos y la musculatura de su cara pudieron ser vistos. Sus ojos emitían una luz misteriosa; la que fuera su expresión lucía apagada, sin brillo y no humana.

Jack halló que él había levantado instintivamente su pistola ametralladora. “¿Qu-qué eres tú, una zombie?” Él se sintió estúpido aún diciendo eso.

La voz de ella, cuando habló, tenía mucho del tono y la manera de Janice. “No; soy una persona artificial, construida en el megacomplejo de investigación de Tokio. He actuado como los ojos y oídos del Dr. Lang en la misión de los Sentinels.”

El pecho ancho y densamente cubierto de pelo de Lron retumbó. “¡No me gustan esas cosas –androides corriendo por ahí pretendiendo que están vivos!”

La PA fue rápida para responder, “Oh, pero la Janice que conocían no sabía que era una Persona Artificial –un androide, si insisten. Pero aún soy Janice, con todos los pensamientos y memorias de Janice. Sólo que, finalmente tengo conciencia del otro lado de mi personalidad –la que servía a Lang. Podrían decir que finalmente estoy completa.”

“¿Pero por qué revelas esto ahora?” Bela preguntó sospechosamente. A ella más bien le había agradado Jan –la había admirado por ser tan rápida y fuerte y habilidosa en batalla como una Amazona. Pero Bela miró a este ser frente a ella –un Wyrdling, como las Praxianas lo llamarían– con cautela.

“Porque no debemos seguir los rastreadores de inercia directamente hacia Glike,” la PA contestó. “La Conciencia que dirige Haydon IV está cerca, y pienso que es la clave a nuestro dilema. No obstante vi que no había otro modo de conseguir que ustedes se desvíen, y si yo me hubiese meramente escabullido, ustedes habrían ido a buscarme y se habrían puesto en gran peligro. Comprendo muy bien la amistad, como ven.”

Ella llevó una mano a su espalda para recoger su largo cabello de color lavanda y alejarlo de la nuca de su cuello. “Y hay otra razón para darme a conocer. Para localizar la fuente de esta Conciencia debo hacer contacto con ella directamente, y para hacer eso –debo dirigirme a ella.”

Ella extendió su mano libre y tiró de un parche de piel sintética de su cuello. Ella giró para mostrarles la abertura de entrada que había estado oculta allí. Hubo un silbido concertado por parte de los dos científicos Invid más pequeños, y los ojos de Tesla sobresalieron con fascinación. Burak dio tajos y reveses al aire con cólera con sus cuernos e hizo un signo místico de protección.

Jan dejó caer su pelo en su lugar, y hurgó en una bolsa pequeña en sus arneses. Ella sacó un cordón conector y varios tipos diferentes de adaptadores. “Según mi análisis, uno de estos me permitirá conectarme con este estado consciente artificial que he detectado.”

“¡No! Ella no debe gozar de confianza,” Tesla objetó. “¿Un androide? ¿Cómo podemos saber cuál es su móvil en realidad? Sería mejor que me permitieran conversar con esta Conciencia, mis amigos.”

Jack examinó a Tesla. El otrora científico principal del Regente ya no se asemejaba a una casta superior convencional Invid; algún tiempo después de los terribles eventos en Garuda, él había sufrido cierto tipo de cambio que él aún rehusaba explicar.

Él era ahora casi tan alto como el Regente –más de cinco metros. Su hocico era más corto, la cabeza más definida, las manos y los pies más humanoides que de reptil. Su piel era ahora de un color verde pálido, cerosa y lisa.

Pero lo más inquietante de todo, él había criado un quinto dígito, y sus manos y su uso de ellos lucían bastante humanos.

Tesla había convencido a los Sentinels de que él podía ser útil en esta misión, pero Jack no iba a confiar en el científico con los secretos de Haydon IV. Él movió el cañón de su arma rechinante hacia arriba para apuntar a Tesla. “Olvídelo. Manténgase alejado de la maquinaria de aquí abajo a menos que yo diga lo contrario.”

Tesla radiaba un odio inexpresable, pero no dijo nada. Burak se enfadó, también, y se movió para pararse cerca del Invid. Jack hace tiempo había notado que había algo entre los dos, algún secreto que ellos compartían, pero el gesto de Burak fue más del tipo de una realineación de lealtades.

Burak se había estado poniendo un poco inestable. Él se sentía agraviado porque su mundo, Peryton, estaba muy atrás en el itinerario de los Sentinels. Jack tomó nota mental de mantenerlo vigilado, también.

“Muy bien, uh, Janice.” Jack decidió que podría seguir llamándola así. “¿Qué necesitas?”

“En primer lugar, una interfaz apropiada.” Ella los llevó lejos por el pasadizo ancho como una autopista; ellos automáticamente tomaron posiciones e intervalos tácticos. Ellos se movieron dentro de un pasadizo lateral más pequeño, uno en el que los VTs nunca habrían logrado ingresar. Los otros soldados estaban nerviosos, esperando que Haydon IV apareciese con nuevos horrores, pero Jan parecía alegremente confiada que alejados de sus mecha potenciados con Protocultura y sus armas ellos ya no serían considerados invasores.

La teoría de Janice podría ser correcta, pero Jack aún pensaba anhelosamente en todo el poder de fuego al que ellos habían sido forzados a abandonar.

Janice parecía estar hallando su camino como un indio en el bosque profundo, escuchando y en cierto modo oliendo las corrientes de aire así como explorando el tecno-terreno venidero con su mirada.

Al adentrarse más, ellos sentía más calor. Lron y Crysta se quitaron sus trajes de vuelo extra grandes completamente, abandonándolos excepto los cascos –y el equipo de comunicaciones en ellos– y los arneses que sujetaban su equipo y armas.

Jack, Kami, y Learna se quitaron sus cascos también, uniéndolos a su equipo de malla, y los dos Garudianos se colocaron sus máscaras de respiración especiales.

Finalmente Janice se detuvo en otro inmenso lugar abierto lo suficientemente grande para contener a un crucero. Ante ellos estaba una cosa sorprendente de apariencia delicada que le recordaba a Jack de la estructura del edificio del cuartel general de la REF en Tirol.

Allí había filas de instrumental por todos lados; Jan escogió uno inmediatamente. Sólo le tomó a ella un momento o dos deducir que adaptador usar, en qué configuración, y luego estuvo preparada.

Jack se ofrecía como voluntario para hacer la conexión. Al él alistarse con el enchufe en su mano, Jan pareció volver a su lado humano de nuevo. “Si tú me ves sobrecargarme, retira el enchufe al instante. Quiero decir, inmediatamente, ¿entendiste Jack?”

“Seguro; entendido.” No se le había ocurrido a él que ella estaba arriesgando su vida –si ése era el término correcto. Él nerviosamente metió sus dedos en su guante de vuelo, esperando que aquel lo aislase de cualquier oleada de poder.

Con Jan sosteniendo su cabello hacia un lado de nuevo, él tomó un aliento profundo y enchufó el adaptador en la salida en el cuello de ella. Hileras de instrumental periférico cobraron vida en luces de varios colores y un zumbido grave llenó la cámara; el zumbido aumentó en tono hasta que sonó como un coro sintetizado.

Un resplandor brotó de Janice Em, y Jack casi tiró del enchufe, pero ella logró decir con una voz jadeante, “No lo hagas...no lo hagas.”

Jack retrocedió para observar cuando ella fue bañaba en refulgencia. Él pensó que podía sentir conversaciones teniendo lugar en todo su alrededor, y el fluir de ríos de información. Él giró para ver cómo los otros soldados estaban resistiendo.

Bela y Gnea no estaban asustadas, pero habían cerrado filas. Lron y Crysta tenían sus armas en sus manos, pero no parecía que iban a volar agujeros en algo; su servicio con los Sentinels les había enseñado un cierto dominio de sí mismo.

Kami y Learna estaban examinando el ambiente en éxtasis, y Jack se preguntó qué estaban viendo y oyendo. Ellos estaban aspirando por sus máscaras de respiración, haciendo ingresar la atmósfera de Garuda, con sus innumerables simbiontes microscópicos, en sus pulmones. Él sabía que ellos estaban en el estado mental expandido del hin, y deseó saber cómo el sistema electrónico de Haydon IV se estaba manifestando a ellos.

Los dos prisioneros de guerra Invid inferiores, Garak y Pye, estaban encogidos en un rincón, pero Tesla se había puesto de pie en su altura completa, las manos extendidas en el aire implorantemente. Él se tambaleó hacia una pila de tableros de control e indicadores como un amante por mucho tiempo perdido.

Jack descargó una ráfaga corta sobre el piso en el camino del científico, los trazadores dibujando líneas de advertencia brillantes, los rebotes de los proyectiles centelleando lejos en la distancia. Tesla se detuvo como si alguien lo hubiese abofeteado para sacarlo de un trance, mirando hacia abajo a las torpemente destellantes manchas de balas de plomo a sus pies.

Jack llevó la pistola ametralladora a su hombro, Tesla juntó sus omóplatos. Tesla retrocedió un paso, y luego otro, hasta que estuvo de vuelta en donde había estado de pie. Jack soltó una rápida sonrisa falsa hacia un lado a Burak, quien estaba manoseando su pequeña arma Garudiana, una cosa que se parecía a un arpeo.

Burak lucía indeciso, pero era evidente que él estaba furioso con la intervención de Jack. Entonces una mano cayó sobre el hombro de Burak. Bela había cargado sobre su hombro su ballesta y sostenía su espada corta en su otra mano. Gnea tenía su alabarda lista. No hubo ningún forcejeo, sólo la comprensión de que Burak iba a bajar su arma y resistir, o de otro modo vería su cabeza volar de sus hombros. Él escogió la primera opción.

Sabia decisión, Jack pensó. De otra manera esas damas probablemente tendrían tus cuernos en las paredes de su sala de estar, muchachito.

“¡Miren!” Jack giró, viendo sobre lo que Crysta estaba vociferando. Su mandíbula caída.

Janice Em aún estaba enrollada en una aurora estroboscópica, pero ella estaba cambiando de apariencia. Un momento, ella era la Janice que había cantado con Minmei y más tarde unida a los Sentinels. Al próximo, ella era la Persona Artificial la cual ella misma había revelado ser. Luego ella fue algo aún más preocupante –un ser humano transparente o un Spherisiano. Y después de eso ella revoloteó, pareciendo ser un Haydonita, con su falta uniforme de características, con un manto ectoplasmático alrededor de ella mientras revoloteaba sobre el piso.

El brillo se hizo más intenso, de modo que ellos apenas pudieron soportarlo. Jack pensó en rociar una ráfaga dentro de la maquinaria o girar un control al azar, pero decidió que eso los podría meter en problemas aún peores.

Un viento barrió por el inmenso cuarto, y en alguna parte en el centro de la luz Janice estaba cambiando por varias formas –algunas humanas, algunas no. Kami estaba aullando de histeria, y Tesla estaba gritando, mientras que Lron tenía ambas manos apretadas contra sus oídos. Gnea y Bela, brazos extendidos, las espadas levantadas, eran diosas de la guerra aullando un quien viene a los elementos.

Precisamente cuando parecía que ellos no lo podían soportar más, la luz se marchitó y el sonido se extinguió gradualmente. El aire perdió cada aliento de movimiento. En la inmovilidad que siguió, los soldados se recobraron y soportaron parpadeando las luces deslumbradoras que daban vueltas ante sus ojos.

Janice Em se hallaba una vez más en su forma humana, el enchufe hembra de interfaz desconectada en su mano. “¿Te encuentras bien?” Bela aventuró.

“Sí, verdaderamente, gracias.” Ella sonó distante, pero luego rebosó de alegría hacia ellos con una sonrisa muy humana.

“Estoy bien, y descubrí lo que necesitamos saber.”

***

“Pero...” Jack se dio cuenta que el cañón de su pistola ametralladora estaba apuntada en su dirección y rápidamente la bajó. “¿Qué fue todo ese cambio de formas?”

Janice miró a la red de luz. “Se podría decir que Haydon IV me ha estado enseñando unas cuantas cosas sobre mis propias capacidades y potencial. Los equipos de proyecto de Tokio y aún el Dr. Lang, me temo, no los comprendieron del todo.”

Ella se repuso, volviendo su atención a las cuestiones inmediatas. “Pero eso no viene al caso ahora. Debemos ponernos en camino.”

Ella se había doblado para recoger sus propias armas y equipo. “Y debemos apresurarnos. Los otros están en peligro, allá arriba en Glike, y tenemos que llegar a ellos al instante.”

“¿Huh? ¡Hey!” Jack se echó a trotar detrás para alcanzarla, cuando Jan se puso en camino hacia una columna cercana de instrumental. Los otros se quedaron detrás, Gnea y Bela en particular asegurándose de que los Invid se mantuviesen firmes y no se metiesen en ningún lío.

La columna era la circunferencia de una torre de control de una estación de lanzamiento, expandiéndose desde el piso al techo. Al ir Jan acercándose a ella, una sección de indicadores parpadeantes se deslizó hacia un lado, revelando un compartimiento pequeño.

Jan giró hacia sus compañeros, acallando sus objeciones, demandas, y amenazas. “Escuchen: responderé a cualquier pregunta que tengan, explicaré todo lo que pueda, en el viaje. Sólo que, debemos comenzar ahora, y este es el primer paso en el camino hacia Glike.”

Jack expulsó su aliento, las mejillas abultadas como las de un músico de corneta. “Si sobrevivo, no me ofreceré como voluntario para nada de nuevo. Bien; pongámonos en marcha.”

El lugar no era demasiado estrecho; ellos tenían más o menos tanto espacio como en un ascensor medio lleno. Particularmente ninguno de ellos se sorprendió cuando el compartimento se cerró de nuevo y hubo una sensación de movimiento, directamente hacia arriba.

“Primer pregunta,” Jack dijo cansadamente. “¿Tienen tocadores en este vuelo?”

“Debiste haber pensado en ello antes de partir.” Janice Em le respondió con una sonrisa.

***

Los médicos la habían inyectado con algo calculado para acelerar su reposición –haciendo a sus neurotransmisores bloquear los efectos sedantes agudos y elevando sus ondas P3. Pero Minmei aún estaba retorciéndose entre un par de guardias Ghost Riders cuando era arrastrada ante Edwards en su oficina en el piso superior del cuartel general de la Base Tirol en Fantoma.

Ella había tratado de morder, arañar, y patear, pero las personas de la REF estaban acostumbradas al combate mano a mano, y aunque ellos estaban bajo ordenes de no desquitarse, habían prevenido que ella infligiera algún daño significativo. Agotada, fue empujada enérgicamente a una silla y mantenida sentada.

Su rostro estaba tiznado con suciedad y lágrimas. Borrosamente, ella vio a una figura moverse y oyó la voz de Edwards. “Esperen afuera,” él dijo a sus soldados.

Ella oyó la quebradiza furia en la voz de él y por primera vez se asustó verdaderamente. Ella había visto su mal humor antes, sabía que era capaz de cualquier cosa cuando estaba así –hasta de asesinarla en el acto.

Ella se enjugó las lágrimas y trató de parar de llorar. Edwards estaba de pie detrás de su escritorio, las manos estrechadas en la región lumbar.

“¿Quién era el piloto que te ayudó a escapar?”

“Vete al infierno,” ella reprimió.

Él caminó lentamente desde detrás del escritorio. “¿Dónde pensabas que estabas yendo?”

“¡Que Dios te condene!”

Él se movió con velocidad asombrosa, asiendo un puñado del cabello de ella y levantándolo dolorosamente, haciéndola exclamar con dolor, manteniéndola en su asiento con su otra mano.

“¿Realmente crees que alguna vez podrás librarte de mí, Minmei? Yo nunca cedo algo que es mío; tú ya lo deberías saber.” Su voz era muy suave, como si le calmase el estar causándole daño a ella.

Minmei resistió fútilmente por un momento, luego se rindió. “¡Continúa! ¡Haz lo que desees! ¿Crees que el ser cruel te hace fuerte? He conocido a hombres reales, y comparado con ellos tú eres un pretexto lastimoso de un ser humano y un fracaso miserable como amante–”

Su propio grito la interrumpió, al él infligirle más dolor. Él sostenía la muñeca de ella de un modo que se sentía como que él la estaba a punto de romper, y sacudía la cabeza de ella de un lado a otro lentamente para enfatizar cada palabra. “Tu Jonathan Wolff está muerto ahora, al igual que Hunter y el resto. ¿Ibas a unirte a los Zentraedi? Ellos se interpusieron en mi camino, también; están liquidados.”

Él se arrodilló, haciendo girar la cara de ella hacia la de él. “Te dije que hay cosas que sé, cosas que he aprendido desde que llegamos a Tirol, eso me dará poder ilimitado. Control ilimitado. Podrás no amarme voluntariamente, pero me amarás.”

Nada que Minmei había escuchado alguna vez la había aterrorizado como esas palabras. Ella pudo sentir el aliento caliente de él sobre ella; ello la enfermaba.

“Ahora, me vas a decir todo lo que quiero saber, y todo lo demás. Y entretanto te mantendremos calmadita.”

El general extendió su mano libre y llamó con timbre a los guardias. Toda la charlatanería de ella sobre despertar a la muerte –tuvo que ser un desvarío loco, por supuesto, él se dijo, pero ello aún lo molestaba. Y hasta ahora una inspección del área no había revelado ningún signo siquiera del piloto que se la había llevado en secreto de la SDF-3, ni los agentes de Edwards podían presentar alguna pista.

La muerte podría significar muchas cosas, pero Edwards sospechaba que sabía a quién se refería ella. Absurdo...

Él la arrojó a los guardias. “Enciérrenla, manténganla callada. No quiero que nadie se entere de esto. Encubrimiento completo. Díganles a los interrogadores que me mantengan informado.”

Después de que los guardias la habían arrastrado afuera, Edwards miró al exterior por la ventana.

Él apenas pudo distinguirlo, a lo lejos al otro lado de un distante sitio de aterrizaje, un hombre en un traje de piloto estaba mirando fijamente de vuelta por unos telebinóculos a la silueta tan alejada que era un enemigo mortal.

El Teniente Isle bajó los telebinóculos. Todos los elaborados sistemas de seguridad y el equipo complejo y el armamento entre él y Edwards eran ahora sólo un problema abstracto en el planeamiento de la misión; un proyecto estratificado requiere la apropiada aplicación y fortaleza de la voluntad.

Pero la batalla misma estaba unida.