Great Amwell House, 15 de septiembre de 1951
La negativa interna y la externa
Si el hombre externo afirma y el hombre interno niega, dicha persona está en un mal estado. Por ejemplo, muchas personas religiosas se atribuyen exteriormente una fe de la que interiormente se ríen y piensan que es una insensatez. Éste es un peor estado que el de burla en el hombre externo y creencia en el hombre interno. Desde luego, son muchos los que temen exponer al mundo lo que realmente piensan y creen y así parecen reírse de todo lo serio. Pero hay también aquéllos que piensan que las cosas serias son tonterías y aún no han descubierto que en un nivel más hondo no piensan en absoluto. Porque pensamos diferentemente en distintos niveles y uno de los aspectos del autoestudio es darse cuenta de ello. Los niveles más profundos, más interiores de un hombre no comparten la perspectiva y pensamientos pertenecientes a los niveles superficiales. Si el Trabajo penetra un poco interiormente, y se enfrenta con la negativa, ya no tiene más importancia lo que afirma el hombre externo, puesto que queda detenido. ¿Por qué? Porque el efecto psicológico de la negativa es el de bloquear el camino así como lo hace físicamente una pared de piedra. Pero lo extraño es que aún sabiendo que las cosas materiales y tangibles pueden ser convenientes o no para construir en el mundo físico, o en un lugar correcto o equivocado, no tenemos una idea correspondiente acerca de los pensamientos, sentimientos, actitudes, tanto las positivas como las negativas, en el mundo psicológico, porque tales sustancias sutiles intangibles son los materiales de construcción. ¿Acaso no nos comparan con casas cuyo piso superior aún no está construido? Estamos inacabados. Supongo entonces que ese piso superior, o parte más interna —porque lo superior y lo más interno tienen la misma significación— nunca podrá ser ni será construido si el camino interior está bloqueado por la negativa y el hombre está solo abierto al mundo. Porque el hombre externo solo se abre al mundo y sus realidades. (Acaba usted de recibir un mensaje telefónico que le informa que su abuela está enferma y que tiene que ir en seguida y que el bebé tiene una erupción y el médico no vino y que el hollín cayó en el cuarto de los niños y que usted olvidó la billetera en Woolworth y que tiene que ver el nuevo film y que Bob apenas lo miró esta mañana y parece que se viene una tormenta). Son muchas las realidades de vida. Pero hay asimismo realidades psicológicas y están en un nivel diferente. El que Bob apenas lo haya mirado esta mañana y que usted se sienta receloso y celoso son realidades muy diferentes. Son distintas y es preciso que usted trabaje y trabaje sobre sí hasta que pueda percibirlo sin que le quede duda alguna. Casi digo, sin negativa alguna. Porque aquí se ha de hacer una separación de la clase más sutil y con el cuchillo de conciencia más afilado —o si no algo queda pegado a alguna cosa y la senda del desarrollo interno queda bloqueada—. Lo que hay que separar es el hombre interno del hombre externo. Esto es imposible si se toman las realidades de vida y nuestra reacción a ellas como si fueran lo mismo. No son lo mismo. El árbol que estoy mirando ahora no es igual al árbol acerca del cual estoy pensando. La realidad del árbol pertenece al mundo de los sentidos, y cualquier persona puede verlo tan bien como lo hago yo. Pero el pensamiento que tengo del árbol no pertenece al mundo de los sensibles. Es una realidad psicológica: es una realidad —su mundo psicológico privado—. Esas dos realidades son por completo distintas. Están situadas en diferentes niveles y las cosas que están en diferentes niveles son siempre completamente distintas. Ahora bien, el hombre externo y el hombre interno están situados asimismo en diferentes niveles y por consiguiente son por completo distintos. No lo son por naturaleza, sino que llegan a serlo por el obrar. Entre ellas se producen muchas interacciones complejas, pero el principio del Trabajo radica en que el nivel superior debe controlar el nivel inferior —esto es, el hombre interno ha de controlar al externo, puesto que el ser externo está en un nivel superior al ser interno—. De otro modo las cosas están dispuestas en un orden equivocado. Si lo relativamente interno cree y lo externo no, la situación es favorable, e invita a la tentación con seguridad. Pero si lo relativamente interno niega, la creencia de lo externo será fácilmente conmovida porque tiene sus cimientos en la arena y no en la roca. Creerá mientras los otros digan que creen, porque el hombre externo es muy colectivo y de este modo imitativo.
A medida que el Trabajo progresa, debemos representar un acto de desnudamiento. Debemos descartar toda clase de cosas —porque no son Yo—. Debemos llegar a ser cada vez más objetivos para con nosotros mismos. En este momento nos vemos a nosotros mismos confusamente y de un modo limitado. ¿Por qué? Porque nuestra conciencia es demasiado limitada. En consecuencia, es mucho lo que permanece inconsciente. A veces los sueños nos ayudan, cuando nos muestran algo acerca de nosotros mismos en su propio lenguaje. En la pequeña isla consciente que habitamos, el «Yo» Imaginario reina arrogantemente. Proclama constantemente «Yo soy el poder y la gloria». Sí, la cura del amor de sí y la autoadoración es imposible a no ser que el desdichado hombre o mujer sea expulsado de su trono. Esto significa, hasta que el seudocentro de conciencia no sea llevado hacia el mar —esto es, hacia aquello de lo cual somos inconscientes—. Quiero decir, que el área de conciencia debe agrandarse, lo cual sucede cada vez que distinguimos alguna cosa acerca de nosotros mismos. Porque lo interior puede ver lo exterior pero no viceversa. Lo exterior puede pensar que no hay Dios salvo él mismo. Una vez que el hombre renunció al elegante arte de la negativa lo interior sabe lo que debe hacer. Toda la cuestión de la negativa subyacente a la superficie requiere nuestra atención.