Great Amwell House, 24 de febrero de 1951
Nota adicional sobre el cuerpo
como el último grado de nosotros mismos
Al referirme la última vez al gran e inagotable tema del Recuerdo de Sí, dije que tendíamos a tomarnos como nuestro cuerpo visible, físico. Esta falacia es una de las muchas de los sentidos, que no nos ayudan a recordarnos a nosotros mismos. Muchas gentes prestan de diverso modo mucha atención a su cuerpo. Pero no creo, sin embargo, que el atleta se recuerde a sí mismo, por el hecho mismo de destacarse. Ni tampoco creo que un ermitaño demacrado, cubierto de polvo y vestido con harapos se recuerde a sí mismo, debido al mismo descuido de su cuerpo. Tanto el atleta como el ermitaño podrían recordarse a sí mismos, si supieran cómo hacerlo, sin tener en cuenta el estado de sus cuerpos. El Recuerdo de sí es, desde un aspecto, la práctica de cierta relación de conciencia con el propio cuerpo y a través de él con el mundo tal como es dado por los sentidos. Si lo tomamos así, luego hay tres cosas:
- Conciencia.
- El cuerpo con sus sentidos externos.
- El mundo externo de cosas y gentes.
Si se puede lograr y mantener esta relación, se experimentará de un modo muy definido el sabor del Recuerdo de Sí. Se la saborea mientras se pueda mantener la triple relación: yo, que mira a través de la máquina de mi cuerpo en el mundo aparentemente coloreado y movido de cosas y gentes. Pero hacerlo requiere práctica y el poder de hacer no tarda en gastarse. No sirve de nada tratar de hacerlo pesada, seria ni solemnemente. Por poco no digo que es inútil hacerlo adrede. Es necesario no olvidar que el Trabajo dice que no debemos trabajar a la espera de un resultado. Una de las razones es que si lo hacemos nos identificamos con el resultado, y tal vez, al no obtener resultado alguno (como aquéllos que se quejan de Dios porque no responde a sus plegarias) nos indignaremos. En el estado de estar identificado, sin resistencia alguna contra dicho estado, todo trabajo es imposible. No podemos separarnos de nuestro sentimiento habitual de nosotros mismos, que en este caso tiene que ver con tomar nuestros cuerpos visibles como nosotros mismos. ¿No han tenido alguna vez la visión pasajera de que eran verdaderamente invisibles y que vivían en un mundo de personas invisibles? Ahora bien, la última vez se dijo que el cuerpo visible es el grado más bajo (o nota) en la Octava del Hombre. El hombre, como cualquier otra manifestación, es el resultado de tres fuerzas y de la Ley de la Octava. La Ley de Tres y la Ley de siete respaldan toda creación y no pueden descomponerse más. Ahora bien, la Ley de la Octava es la Ley de Orden —para distinguirla del caos—. No hay cosa alguna que pueda obrar rectamente a no ser que las cosas que la componen estén dispuestas en un orden correcto. Es extraño, pero no notamos que la Ley de Siete revela constantemente ser la Ley de Orden, si bien cuando tenemos que aprender algo aprendemos al mismo tiempo el orden correcto que nos permita hacerlo. Ahora bien, el orden implica una escala, una cosa debajo de la otra o una cosa encima de la otra. Tomemos el Fin, la Causa y el Efecto. Los tres están en diferentes escalas como, digamos, Do, Si, La. Si La representa el efecto, luego Si representa la causa, y Do representa la causa de la causa —esto es, el fin o propósito—. Cuando se tiene en vista un fin o propósito no se tiene el efecto a menos que en medio se encuentre una causa para producir el efecto. Luego, el fin a través de la causa conduce de por sí al efecto. Cabe reflexionar mucho sobre este particular, lo cual nos ayuda a comprender la Ley de Octavas, en especial cuando nos damos cuenta que el efecto último está en un plano más bajo (o nota) que la causa intermedia; y que el fin primario está en un plano más alto (o nota) que la causa. Forman por lo tanto una escala de grados discontinuos:
Si quiere levantar un libro debo encontrar una causa eficiente para llevar a cabo el efecto deseado y esto lo encuentro en los músculos de mi brazo por cuyo medio levanto el libro. La voluntad es lo primario, los músculos lo medianero, el levantamiento del libro lo último. Está claro que la voluntad no está en el nivel o nota de los músculos ni que el efecto del libro levantado está en la misma esfera que los músculos vivos que obedecen el fin, que está en la voluntad.
Volvamos a la idea expresada en el último comentario de que el cuerpo es el último grado o el grado más bajo de un hombre. En un orden correcto el fin (o primario) es obedecido por la causa (o intermediario) y éste es obedecido por el efecto. Cada uno a su turno está en un grado más bajo, porque lo más alto no puede obedecer a lo más bajo. Como dije, si no hay un orden correcto ningún efecto se produce. Así en el caso del hombre integro, cuando no hay un orden correcto, y el cuerpo controla todo, ningún efecto correcto se puede producir. El efecto se hace cargo de todo y mientras el hombre no practique el Recuerdo de Sí, estará en el efecto y lo tomará como a sí mismo. Pero si comienza a recordarse a sí mismo, llegará a ser consciente en una parte más interna, y todavía en una parte más interna, y verá el cuerpo no como si fuera él mismo sino como algo externo a sí mismo. Esta «tensión» (u orden correcto) es el objeto expreso del Trabajo. Es algo que despierta y no siempre tiene un sabor agradable. Cuando se lo practica, se ve cómo lo familiar o fácil relaja la tensión y cómo todo tiende a impedirlo. En mi propio caso, cuando estoy en esa tensión, y así consciente en el nivel de la causa más bien que en el nivel del efecto, puedo vigilar a Nicoll y mi cuerpo empeñándose en volverme a mi estado habitual, que por regla general no le cuesta mucho hacerlo. Cuando las tres lentes del telescopio se ponen en posición y enfocan, por así decir, entonces mi cuerpo me obra nuevamente. Esto es, lo último me obra, de este modo estoy en un orden equivocado, estoy dormido, pero seguro de efectuar cualquier cosa.
NOTA SOBRE EL DIAGRAMA.
En lo que respecta a este diagrama, cabe entender que alto es también equivalente a más interior. Si colocamos el diagrama horizontalmente, luego el cuerpo es la parte más exterior y las otras son cada vez más interiores, lo cual es lo mismo que cada vez más altas.
Cuando una persona se hace un propósito tiene un fin en vista, pero para llevar a cabo su propósito, debe hallar una causa eficiente para producir un efecto. Si se olvida el propósito, entonces la causa muere y el efecto muere, porque el efecto no puede continuar a menos que el fin continúe. En el diccionario el fin está definido como aquello a lo cual se apunta, aquello que se espera o se tiene la intención de cumplir, y así, mira, objeto, propósito. En este sentido, fin está primero (o es primario) y ha de encontrar su causa eficiente para producir su efecto. Si mi fin (o propósito) es el de cambiar algo en mí mismo, debo descubrir la manera de hacerlo. De otro modo no producirá efecto alguno. En otras palabras, lo que es tan interesante en el Trabajo es que durante años se hace un propósito, digamos, el de cambiar algo, y no se ve la necesidad de encontrar el cómo hacerlo es decir, cómo provocar el cambio —y así no se produce efecto alguno—. Y si se reflexiona, se verá que el propósito debe ser más fuerte que la causa, y la causa más fuerte que el efecto. Por lo tanto un propósito débil no produce efecto alguno.