Great Amwell House, 3 de junio de 1950
Acerca de ver sin asociaciones negativas
Hemos oído decir en muchas ocasiones que si pudiéramos ver sin las asociaciones mecánicas establecidas en nosotros, veríamos en realidad cómo son las gentes y las cosas. Las impresiones caen desdichadamente en una red de asociaciones que nos impiden después de cierta edad ver el significado esencial de las cosas. Vemos la vida, por así decir, a través de una espesa red, una telaraña de asociaciones, y en consecuencia no vemos nada. La mayoría de las asociaciones conducen a las partes negativas de los centros. Cuando tenemos un momento de amor nos exalta por encima del poder negativo del Centro Emocional y todo lo que vemos cae en los centros mismos y no en la red de asociaciones sobrepuesta a los centros. Recuerdo un momento así en que los ómnibus, el bullicio, la lluvia, el tránsito, y los aburridos rostros de las gentes, no tocaban asociativamente parte alguna del Centro Emocional negativo. Estaba momentáneamente libre. Es por eso por lo cual el Trabajo dice que hemos de trabajar sobre las asociaciones negativas porque son muchas las impresiones que estimulan esa parte negativa en nosotros, la que, si no nos separamos de ella, cierra todos los Centros Superiores y nos aleja de sus influencias. Ahora bien, no podemos, salvo de una manera artificial, mirar cosa alguna sin asociaciones. Y si se pudiera hacerlo, nos dejaría por completo extraviados. Pero podemos ver las cosas gradualmente sin tantas asociaciones negativas. Aquella oportunidad en que experimenté ese momentáneo estado que acabo de mencionar, no percibí cosa alguna negativamente y así supe que estaba en un estado especial que no tardaría en desaparecer pero que era maravilloso mientras duraba porque me producía una sensación de libertad. Al mismo tiempo no veía cada cosa sin asociaciones, porque hubiera sido demasiado sorprendente y pavoroso. Tuve una vez un paciente que había sufrido tensiones y heridas en la guerra y que, al estar sentado cerca de la estufa con las manos en las rodillas, las miraba sin saber que eran suyas, y miraba a su mujer sin saber quién era. Esta terrible experiencia terminaba por lo general en una crisis de nervios. No proseguiré ahora esta charla sobre las asociaciones. Solo agregaré que hacerse el propósito de no ver lo que siempre se ve a través de las emociones negativas es un muy buen propósito para toda la vida y nos procura el sentimiento de vivir más conscientemente, el sentimiento de ser más consciente de lo que se está haciendo y pensando.
A este respecto me referiré ahora a las actitudes. El Trabajo enseña que hay que poner algo entre la recepción de la vida externa en forma de impresiones sentido y la manera en que tomamos dichas impresiones. Esto es fundamental en el lado práctico del Trabajo y debe ser repetido una y otra vez hasta que veamos qué significa el trabajo práctico sobre sí, es decir, la transformación de las impresiones. Si no interviene la concientidad entre la recepción de impresiones y el efecto que producen sobre nosotros, estamos técnicamente dormidos. Sí, podemos vivir, hablar, argumentar, querellarnos, comer, andar de un lado para otro, pero en todo ese tiempo nada somos sino máquinas manejadas por las impresiones sentido entrantes y nuestras reacciones mecánicas a ellas. Creo, según mi experiencia, que después de muchos años se ve de súbito lo que significa trabajar, esto es, darse a sí mismo el Primer Choque Consciente.
Ahora bien, las actitudes nos impiden trabajar. Estamos llenos de actitudes adquiridas a través de nuestra educación y de influencias que actuaron sobre nosotros en nuestra primera juventud. El Trabajo, entre otras definiciones, define una actitud como algo que nos induce a reaccionar sin pensar. El hombre que apoya los codos en la mesa cuando come puede ser un extraordinario músico o poeta, pero todo lo que se capta de él es que pone los codos en la mesa y por lo tanto una actitud adquirida hace que se lo juzgue de una manera inadecuada. La actitud obra prescindiendo del pensamiento. Pero en este Trabajo debemos pensar.
Citaré una vez más lo que dice Uspenskiï: «Las actitudes nunca piensan». Se originan en el Centro Intelectual y obran por sí mismas. Obran automáticamente. Por ejemplo, el Centro Intelectual de una persona, tal como es, no tiene por lo general sino actitudes fijas, y casi siempre actitudes negativas, de modo que el Centro Intelectual no puede ser empleado para el pensar individual. Las actitudes obran automáticamente. Cuando una persona habla desde las actitudes se lo descubre enseguida. Uno se aburre, empieza a bostezar, se tiene ganas de excusarse y escapar. ¿Por qué ocurre esto? Porque dicha persona no piensa por sí misma. Si se ve a una persona llena de actitudes y nada más, se conoce enseguida que es imposible hablar con ella. En suma, se sabe que no se puede liberar su pensar de esas actitudes adquiridas que han bloqueado el Centro Intelectual y lo han vuelto impotente.
Ahora bien, para poner fin a este comentario, cabe comprender que para liberarnos de las asociaciones negativas, debemos observar nuestras actitudes, ya que por lo general son negativas.