Great Amwell House, 12 de noviembre de 1949
La idea de trabajo del pecado
Esta noche hablaremos acerca de la palabra «pecado» que es tan difícil de entender. ¿Qué es el pecado? Si tomamos la idea de pecado desde el punto de vista del Trabajo lograremos una idea más clara de su significado. Pero antes de pasar a principios más amplios de esta cuestión, llamaré la atención sobre la escrupulosidad. Son muchas las personas que tienen una conciencia enteramente falsa y que tienen escrúpulos o convierten en pecado la cosa más nimia. Los «Yoes» escrupulosos nos pueden torturar de un modo indecible. Lo hacen sentir culpable, lo acusan, y una psicología débil puede con facilidad caer bajo su poder. Recuerden que en los Evangelios el diablo es llamado el Acusador —esto es, los «Yoes» Acusadores—.
Recuerdo que O. dijo una vez que debía abstenerme un año de toda bebida alcohólica. Se lo prometí. Una semana antes que se cumpliese el año me fui al extranjero. Le escribí para pedirle el permiso de romper mi promesa mientras estaba en el extranjero. No me contestó. Cuando, más tarde, le hablé sobre el particular, me dijo que no tenía idea de haberme prohibido beber. Esto es todo lo que se dijo. Desde luego, todo ello era hacer algo que me habían dicho de una manera escrupulosa. Claro está, si me hubiera hecho la promesa a mí mismo y según mí mismo de cumplirla, la cuestión habría sido diferente. Una de las peores cosas es ser demasiado escrupuloso por cosas carentes de importancia. No me cuesta entender la psicología de la escrupulosidad. Significa dar más importancia a la parte que al todo. Esto quiere decir que se sigue a los «Yoes» más pequeños. Los «Yoes» más pequeños se hacen cargo de una persona en una situación que exige para su solución el uso de «Yoes» más grandes. Quizá conozca ahora el poder de los pequeños «Yoes». Ahora bien, los «Yoes» pequeños, escrupulosos, florecen en toda persona que carece de perspectivas amplias y a quien los árboles impiden ver el bosque o el gran propósito del Trabajo.
Hemos de esforzarnos para pasar a un propósito más grande. Ahora bien, sabemos que, tomando en consideración las siete categorías de hombres, pertenecemos a las primeras tres categorías: los hombres 1, 2 y 3, y que todos nosotros, según esta formulación, hemos de esforzarnos en llegar a ser el Hombre Número 4, que es el Hombre Equilibrado. Éste es el propósito más grande —llegar a ser el Hombre Número 4— el hombre equilibrado y no parcial.
Desde luego, un hombre, una mujer, que mora en los pequeños «Yoes» nunca puede alcanzar esta comprensión de lo que tiene que hacer y para qué ha nacido. El Hombre Equilibrado quiere decir un hombre en quien todos los centros y todas las partes de los centros trabajan correctamente respecto a cada clase de situación. Ahora bien, en una ocasión en que O. preguntó a G. qué era el pecado, éste le dijo que iba demasiado lejos en una dirección. La máquina humana no consiste en una sola cosa, sino en muchas. No consiste en un solo centro sino en muchos centros, cada uno de los cuales tiene su propia función e importancia. Supongamos ahora que tomemos como ejemplo un caso extremo. Tenemos aquí a un hombre que se pasa todo el tiempo bebiendo ajenjo. Todos saben que en este hombre hay algo que anda mal. ¿En qué sentido comete un pecado? Se empecina demasiado en beber ajenjo. ¿Qué resulta de ello? No usa sus otras funciones y puede llegar eventualmente a la locura. Por otra parte, tenemos aquí un hombre que es un avaro. Cada vez que dispone de un rato libre corre a ver su oro y lo cuenta cuidadosamente. ¿Uno u otros de estos casos tiene que ver con el Hombre Equilibrado? De seguro, cada caso es el de un hombre que fue demasiado lejos en una dirección o en otra. Tenemos ahora un banquero o un político que desean llegar a la cúspide de sus respectivas posiciones, o tenemos aquí, digamos, a usted. Desea algo a expensas de todo lo demás. El Hombre Equilibrado debería ser capaz de hacer todo cuanto sus centros le posibilitan hacer. Digamos que un político se halla fuera del poder. Puede empezar a pintar. Esto quiere decir que desarrolla otro centro. Dicho hombre tiene una idea de lo que significa ser equilibrado. Recuerden que cada centro tiene su propia mente y su propia relación con la vida. Un hombre puramente intelectual suele deformar la vida al dar continuamente explicaciones racionales. Esto significa que no desarrolla el Centro Emocional, que no siente en absoluto a las otras gentes. Una mujer puede sentir demasiado a las otras personas y no tener un Centro Intelectual propio y así ser en absoluto incapaz de razonar.
Ahora bien, si comprendemos que para nosotros que somos los números 1, 2 y 3 la meta radica en llegar a ser gente número 4, el pecado significa inclinarse demasiado de un lado —como, digamos, jugar constantemente al golf— y esto quiere decir que no damos en el blanco o en la meta. Por eso en los Evangelios la palabra pecado significa no dar en el blanco —αμαρτια. ¿Cuál es su función no existente? O más bien, ¿cuáles son los centros que en usted no están desarrollados? Se puede ser muy capaz para hacer una cosa, pero ¿es usted capaz de hacer las otras cosas que pertenecen a la vida? De todo ello discernimos qué significa el pecado y comprendemos la segunda inscripción en el Templo de Delfos que dice: «Nada en demasía». Puesto que el propósito del Trabajo es el de desarrollar todos los centros antes que uno solo, nada cuesta ver que el ser parcial no es un ser equilibrado y por lo tanto «no da en el blanco». Así vemos que la respuesta de G. acerca de lo que es el pecado y la definición del pecado en los Evangelios de no dar en el blanco tienen un significado común.